viernes, 27 de mayo de 2011

El medallero (septiembre de 2010)

Por Martín Estévez

Oro: Luciana Aymar
Si haber sido elegida durante seis temporadas como la mejor jugadora de hockey del mundo no alcanzaba, le agregó épica a su carrera dorada: campeona del mundo en el patio de su vida, Rosario, figura del Mundial y gol maradoniano. Genia del deporte.

Plata: Luis Scola
Jugó por él, por Manu Ginóbili, por Nocioni y hasta por Milanesio y Campana. Se puso el equipo al hombro y tuvo un partido perfecto hasta el exceso ante Brasil. Si Argentina terminó entre los primeros cinco en el Mundial de Turquía fue porque Luifa la descosió.

Bronce: David Ramírez
Una muestra de que no somos resultadistas. Aunque Godoy Cruz no sea líder del Apertura, su volante creativo está generando muchos momentos de buen fútbol. Si sigue así, protagonizará un pase de los de siete cifras en los próximos meses. Mientras, Mendoza lo disfruta.

Plomo: Alejandro Spajic
Javier Weber decidió que no forme parte del plantel que juega el Mundial de vóley y así, prácticamente, le puso punto final al interesantísimo ciclo del Caño en la Selección. Había debutado en 1996 y era el último sobreviviente de la generación encabezada por Marcos Milinkovic.

Lata: Daniel Garnero
Como jugador, vivió más de 200 partidos con la camiseta de Independiente. Como entrenador sólo duró 9. Pasar de fase en la Sudamericana no le salvó el puesto al Dani, que ya suma 14 encuentros por torneos locales sin que sus equipos ganen. ¿Tendrá revancha?

Cartón: Mauro Boselli
Wigan, de Inglaterra, pagó 9 millones de dólares por el campeón de América con Estudiantes. Pero Boselli todavía no pudo gritar ni una sola vez y su entrenador, el español Roberto Martínez, dice que lo ve mal físicamente. ¿Le pasará como a Palermo y en Europa se le cerrarán los arcos?

PUBLICADO EN EL GRÁFICO N°4403 (OCTUBRE DE 2010)

viernes, 20 de mayo de 2011

Dulko y Gago: amor en 140 caracteres

Por Martín Estévez

Mientras la mayoría de las parejas "famosas" se desesperan por ocultarse de los paparazzi, ellos no sólo reconocen su amor, sino que lo comparten a través del ya cansador Twitter. Bajo el nickname @GiseyFer, Gisela Dulko y Fernando Gago exponen fotos tan regias como la que acompaña este texto y narran su apasionante intimidad twitteando cosas como: "Jugando play station!!! Fer me está dando una paliza, no coordino los botonesss!!!" o "Mate y facturas en casa toda la tarde!!!". La mejor tenista argentina y el volante de la Selección, además, sortean premios entre sus seguidores.

PUBLICADO EN EL GRÁFICO N°4403 (OCTUBRE DE 2010)

martes, 17 de mayo de 2011

Delta gana, gana, gana, gana, gana...

Por Martín Estévez

Los conflictos en San Fernando generaron una escisión en 2009, de la que nació Delta Rugby Club. Sí: varios jugadores hicieron la suya, fundaron un club y comenzaron desde cero, participando del Grupo IV, el más bajo del Torneo de la URBA.

¿Período de adaptación? Nada de eso. Delta ganó los 17 partidos que jugó hasta ahora por más de 49 puntos de ventaja de promedio. Ciudad de Campana fue el equipo que más lo sufrió: perdió 118 a 0. El record opuesto lo tiene Defensores de Glew, que perdió sus primeros 47 partidos hasta que ganó en 2003. ¿Hasta dónde llegará la racha de Delta?

PUBLICADO EN EL GRÁFICO N°4403 (OCTUBRE DE 2010)

viernes, 13 de mayo de 2011

Perdónalos, Academia

Por Martín Estévez

Racing y lo insólito suelen llevarse muy bien. Los goles que en este torneo le marcaron Esteban Fuertes y Gabriel Mercado al equipo de Russo lo confirman: desde la creación de los torneos cortos en 1991, sus ex jugadores le metieron 70 goles a La Academia. Sí, 70.

La lista es interminable. Los que más festejaron fueron Fuertes (le hizo 10 entre River y Colón), el Chelo Delgado (5 en Boca) y varios con 4 goles: Perico Pérez (para Independiente, ¡y es hincha de Racing!), Marcelo Saralegui (Colón) y Claudio Graf (Colón y Lanús). Algunos no tienen vergüenza: le hicieron goles a La Academia, pero cuando jugaron con la celeste y blanca jamás gritaron, como Walter Parodi, Javier Sanguinetti y Osvaldo Miranda.

¿Más? Hay de todo: no solamente un arquero ex Racing le marcó dos goles (Cristian Lucchetti), sino que también es el único club del mundo al que su ex entrenador le marcó un gol. ¿Cómo? Sí: Diego Maradona dirigió a Racing en 1995 y meses después le hizo uno de penal. Los que están perdonados son Medina Bello, el Betito Carranza, el Mago Capria, Michelini, Pavlovich, Bergessio y Chirola Romero: ninguno gritó su gol.

El listado completo, claro, no entra: Ortega Sánchez, Carlos Torres, Fabbri, Carrario, Asteggiano, Cabrol, Perezlindo, Trotta, Vilallonga, Cordone, Liendo, Gustavo Barros Schelotto, Loeschbor, Valdemarín, Luna, Gastón Fernández, Brusco, Nico Cabrera, Barrado, Eduardo Domínguez, Leandro González...

PUBLICADO EN EL GRÁFICO N°4403 (OCTUBRE DE 2010)

martes, 10 de mayo de 2011

Estamos out

Nueve años habían pasado desde la última vez que miramos un Ranking ATP y no había argentinos entre los Top 20. El 13 de septiembre volvió a suceder. La lesión de Juan Martín Del Potro y la larga ausencia que tuvo David Nalbandian se conjugaron para dejarnos fuera de la elite. Podemos ver el lado negativo y recordar que tuvimos tres Top Ten y 14 entre los cien mejores. O podemos ser positivos y remarcar que en 1997 no teníamos ni siquiera uno en el Top 100.

Mientras, pesimistas y optimistas deberán esperar que Delpo vuelva de una vez por todas para demostrar por qué llegó a ser número 4 del mundo; que David decida jugar más seguido pese a sus dolores; o tal vez que Mónaco, Schwank, Zeballos o hasta Delbonis peguen el salto y empiecen a discutirles saque a saque a los mejores. Es que, claro, ya nos tenían mal acostumbrados...

PUBLICADO EN EL GRÁFICO N°4403 (OCTUBRE DE 2010)

lunes, 9 de mayo de 2011

Promedio chico

Por Martín Estévez

River es el primer grande desde la instauración de los torneos cortos ubicado en puestos de descenso directo. Ni Racing cayó tan bajo. Boca y San Lorenzo, siempre lejos.

Aunque todavía faltan 30 partidos para la bandera de llegada (¿al infierno?), la situación de River en la tabla de promedios ya es histórica: por primera vez desde que se instauraron los torneos cortos en 1991, un equipo grande queda en puestos de descenso directo.

El 19º lugar que ocuparon Los Millonarios tras la quinta fecha del Apertura (1,160 de promedio) significó no solo un hecho impensado una década atrás, sino estadísticamente contundente. Ni siquiera Racing, que en cinco temporadas distintas peleó el descenso hasta el final, alcanzó un punto tan bajo. La Academia quedó varias veces en el 18º puesto. La más peligrosa fue durante el Apertura 2009 (1,114 de promedio), durante el breve interinato de Juan Barbas.

¿Cómo les fue a los otros grandes en estos 20 años? Aunque pocos lo recuerden, Independiente estuvo incluso peor que sus vecinos: comenzó 18º el Apertura 2002, con un promedio alarmante: 1,092. Oh casualidad, en ese torneo salió campeón por única vez en 16 años y se olvidó del descenso. Los que llevan mucho tiempo sin la soga al cuello son Boca y San Lorenzo. Los xeneizes, de todas maneras, no quisieron dejar sólo a River en esto de hacer historia y exactamente en la misma fecha, la quinta de este Apertura 2010, tocaron su punto más bajo: 10º puesto, con un prolijo 1,382 de promedio. El premio a la tranquilidad se lo lleva San Lorenzo. Hay que remontarse muy atrás, hasta el final del Clausura 1992, para verlo en el 10º lugar. Por muchas crisis que pasen Los Cuervos, desde que descendieron en 1981 aprendieron bien la lección: con el promedio no se juega.

Para los de River, de todas formas, va un mensaje de aliento. Tres equipos pelearon el descenso y el título simultáneamente: el Racing de Merlo (2001), el Independiente del Gallego (2002) y el Talleres de J. J. López (2004). Mostaza y el Tolo salieron campeones. ¿Y los cordobeses? Perdieron la Promoción, terminaron en la B Nacional y hoy juegan el Torneo Argentino. Bueno, quizás no era un mensaje tan alentador...


PUBLICADO EN EL GRÁFICO N°4403 (OCTUBRE DE 2010)

jueves, 5 de mayo de 2011

El Trébol de la buena suerte

En 1960, el equipo liderado por Carlos Menditeguy aprovechó los factores externos para consagrarse campeón de una temporada accidentada.

La temporada de polo de 1960 tuvo una protagonista casi tan tradicional como el juego mismo: la lluvia. No se trató de simples retrasos, sino de un verdadero vendaval de primavera que fue retrasando los torneos hasta transformarlos en simultáneos. En medio de tanta agua, el beneficiado fue El Trébol, que aprovechó los imprevistos para ganar el Abierto Argentino aunque no era candidato.

El juego, como nos gusta proponer en El Gráfico Polo, es volver al pasado. Retroceder cincuenta años y descubrir la temporada 1960 espiando las coberturas que la revista realizaba en aquellos tiempos. Nos ubicamos en el 28 de septiembre de ese año...

El polo comienza con atraso
El título de la nota firmada por don Juan Manuel anticipa lo que sería una constante, no sólo por culpa del clima. “La temporada oficial de polo se ha iniciado con atraso considerable. Ello se debió a la necesidad de sincronizarla con las probables actividades internacionales. ¡Y como para concretar estas últimas había que aguardar una resolución ministerial relacionada con la celebración del Sesquicentenario...! Es lamentable que las autoridades, de cuya última palabra dependía la materialización de los planes formulados, no hayan tenido tiempo desde... ¡noviembre del año anterior! (cuando se iniciaron las conversaciones) para comprender que la gira de un equipo internacional es una materia sumamente compleja”.

La crítica contra los organizadores era clara y no terminaba allí: “Aunque todavía queden optimistas, por nuestra parte estamos seguros de que es demasiado tarde para pensar en otra cosa que aplicarse a salvar la temporada lo mejor que se pueda con los elementos a mano”.

Luego del duro comentario, llegaba el análisis del juego en sí. “El primer gran certamen de la temporada fue el campeonato anual con ventaja por la Copa República Argentina, para el cual se clasificaron finalistas Santa Ana y Chapaleufú. Si bien aquél llegó al encuentro decisivo con una aparente mayor suma de probabilidades, Chapaleufú empleó una vieja fórmula con excelentes resultados. Y su victoria fue al cabo incuestionable. Los hermanos Heguy respondieron admirablemente a las exigencias del juego. En Santa Ana, sólo Francisco Dorignac estuvo a la altura de sus antecedentes. Se comprende así que Chapaleufú se haya impuesto por 14 a 5”.

La Santa Ana de Cavanagh y los Dorignac
Así se tituló la nota publicada el 16 de noviembre de 1960, firmada, como todas las citadas aquí, por don Juan Manuel. Como advertíamos antes, los fenómenos climáticos comenzaban a poner nervioso a nuestro cronista. “Estamos viviendo, esta vez sí que va en serio, el año del polo pasado por agua. Nuestros jugadores hubieron de pasar las seis semanas que normalmente solían dedicar a su preparación personal, al entrenamiento de su caballada y al ajuste de los respectivos equipos viendo llover y -¡quién sabe!- tomando alguna que otra copa, que en la vida del deportista está siempre de sobra, por más importado que sea el whisky que contenga”.

Luego de la curiosa referencia etílica, retomó lo estrictamente deportivo. “Comenzó, como se pudo, el Abierto de Los Indios, que otro chaparrón importuno interrumpió en seguida. Por lo menos el campeonato abierto de Hurlingham pudo llegar a su término, y ya tiene un auspicioso ganador, con el aval de la canonización y todo, que tan buenos resultados diera hace 30 años apenas a otro malón familiar, el de los Reynal. Pues ese campeón defiende la enseña azul y blanca de Santa Ana. Es un cuarteto simpático por donde se lo mire, aunque como team esté todavía por hacerse (...) En el encuentro final entre Santa Ana y Tortugas-Aurora, aquél se impuso por 10 a 7. La victoria de Santa Ana fue inobjetable. Se basó en la sólida consistencia del juego de Roberto Cavanagh, cuyo 10 no estará todavía en plena vigencia pero basta para que el formidable jugador imponga en la cancha su vasta experiencia, su incontrastable empuje, su estratégica anticipación y su maravilloso sentido de distribución de las bochas”.


El Campeonato Argentino de Polo
El artículo del 23 de noviembre, titulado sin verbo alguno, volvió a remarcar lo accidentado de la temporada. “El Campeonato Argentino Abierto de 1960 hubo de enfrentar en el desarrollo de su rueda final a la americana (que este año se juega simultáneamente por la Copa de Honor, el Campeonato Argentino, la copa Sesquicentenario y la copa de oro Libertad) una serie de fatalidades e imprevistas anomalías, cuyas consecuencias no se hallaban totalmente definidas aún al escribir este comentario. Lo cierto es que todo ello envuelve el desarrollo del certamen en un halo de inseguridad que en modo alguno podría contribuir al afianzamiento de su interés y a su mayor gravitación en nuestro ámbito deportivo (...) Uno de los más espectaculares accidentes que hayamos presenciado en los últimos tiempos hizo temer seriamente por la integridad personal del joven y brillante jugador Marcelo Dorignac, una de las más caras esperanzas del polo argentino”. El hecho narrado por El Gráfico sucedió cuando el equipo de Dorignac, Tortugas, tenía ventaja de 8 a 6. “¿Qué hacer con los 4 minutos y 40 segundos que aún restaban del tiempo reglamentario?”, se preguntaba don Juan Manuel.

O Coronel Suárez o El Trébol
Una dicotomía se presentó en el título de la nota previa a la final del Abierto Argentino. Lo curioso es que el texto fue escrito antes de la final y por los tiempos de edición saldría publicada después, el 30 de noviembre. Aun así, se analizaron las campañas previas y se aportó un importante dato: “En el momento de escribir estas líneas estaba ya confirmado que Juan Carlos Harriott no podría prestar su concurso al equipo en los dos encuentros finales contra El Trébol, dejando su lugar a Alberto Heguy (5 de hándicap)”.

Emoción sin brillo en la final del Abierto de Polo
El 7 de diciembre de 1960 supimos, por fin, quiénes fueron los grandes ganadores de la temporada. La desprolijidad llegó hasta la definición, bastante injusta según la opinión de El Gráfico. “Coronel Suárez se impuso por amplio margen de puntos a El Trébol en la rueda a la americana. De ella emergía, en estos últimos años, el campeón argentino de polo de la temporada. Pero la curiosa organización del campeonato de este año puso a El Trébol en el trance de jugar toda su chance a las contingencias de un nuevo y único partido con Coronel Suárez”.

Ocurrió una situación atípica: ambos llegaron con tanta ventaja sobre el resto que se aseguraron el pase al partido decisivo a una fecha del final de la rueda clasificatoria. Y en la última jornada jugaron entre sí un partido sin interés que Coronel Suárez ganó 11-5 ante un equipo de El Trébol absolutamente desmotivado. “Aunque ya sea tarde para hablar del asunto, es de desear que todo esto sirva al menos para que en el futuro se recuerde que según su actual reglamentación, el campeonato debe terminar en la rueda a la americana”, explicó don Juan Manuel antes de permitirnos concluir este repaso de la temporada 1960 con su análisis de la final.

“La confianza cundió en las filas de El Trébol. Desde el primer minuto, y aun en aquellos momentos del segundo y tercer período en que el tablero reveló las cifras más adversas para su chance, El Trébol accionó con el espíritu combativo y seguridad en el triunfo que no podían menos que dar sus frutos (...) Carlos Menditeguy se agrandó y brindó a los espectadores otro de sus grandes partidos. Su duelo con Heguy tuvo en algunos períodos ribetes espectaculares, sobre todo porque el escurridizo número uno logró más de una vez desprenderse con aparatosa facilidad de su veloz rival en base a la excepcional furia de algunos de sus montados (…) El otro mejor hombre de la cancha fue el espectacular Horacio Heguy, formidable jugador sobre quien recayó el doble peso de mantener el dinamismo de la ofensiva suarence y vérselas con el antedicho “patrón de la cancha“ (…) Esa tarde ganó el que debía ganar. Y si es probable que enfrentándose esos mismos equipos en condiciones normales Coronel Suárez sea capaz de superar en guarismos a su rival cuatro veces de cada cinco, esa era la tarde de El Trébol y de Carlos Menditeguy”.


[Recuadro: Había vida después de Palermo]
Una vez finalizado el Abierto Argentino, la temporada de polo prosiguió y El Gráfico lo reflejó en dos artículos. El primero, publicado el 14 de diciembre, se refería a dos torneos puntuales. “Más copas para Coronel Suárez y Tortugas. Ganaron la Copa Provincia de Buenos Aires y Anchorena, respectivamente”, apuntaba el título. Reproducimos parte de la crónica: “La Asociación Argentina de Polo, siempre en pugna con la inestabilidad climática, se ha puesto a completar a toda marcha (antes de que comience el éxodo estival de los jugadores, a muchos de los cuales reclama desde el interior la tarea estacional de la cosecha, en pleno desarrollo) el resto de su nutrido programa, pendiente todavía en buena parte”. La Copa Buenos Aires se jugaba con hándicap y daba lugar a grandes remontadas: “Coronel Suárez le dio cinco goles y medio de ventaja a La Alicia, pero ganó 14 a 10,5”. En la Copa Anchorena, jugada en el Tortugas Country Club, ganó Tortugas, con Roberto Cavanagh como gran figura. La final fue contra Los Ranchos.

“Se definieron seis torneos en cuatro días”, fue el título de la última nota, fechada el 21 de diciembre. “Se diluyó en la lluvia la temporada más breve e intensa que recordamos”, señaló el artículo. La Copa Presidente fue suspendida en el tercer chukker. En la final de Los Indios, Tortugas (con la dupla Cavanagh-Francisco Dorignac) derrotó a Coronel Suárez. En la Copa Cámara de Diputados, Los Pingüinos (con Armando y Enrique Braun Estrougamou) venció 12 a 7 a Los Ranchos en el partido decisivo. Y en la Copa Jockey Club y en la Copa de Oro, el campeón fue Santa Ana.

PUBLICADO EN EL GRÁFICO EDICIÓN ESPECIAL N°307 (OCTUBRE DE 2010)

lunes, 2 de mayo de 2011

Las Leonas del futuro

Por Martín Estévez

[Este artículo es la continuación de Las Leonas del pasado]

La obtención de la Copa del Mundo de Rosario empuja al hockey sobre césped hacia la popularidad y certifica el primerísimo nivel de las chicas argentinas desde hace más de una década. Ni siquiera el retiro de cinco integrantes del plantel hace temblar a un proyecto que no fue ideado para mantenerse, sino para seguir creciendo.

Ellas se miran y no lo pueden creer. Ellas son la Selección femenina de hockey y en 2010 están viviendo un sueño: ganar el Mundial. Es cierto: en Rosario no está sucediendo nada que no haya ocurrido antes en Sydney, en Perth, en Atenas, en Madrid o en Beijing. Pero tiene un gusto especial, es la confirmación de la confirmación de la confirmación de que ellas son más que la Selección femenina de hockey. Ellas, ahora, son Las Leonas.

La relevancia internacional de esta seguidilla de logros no cabe en los bolsillos argentinos. Aunque es cierto que de hockey sobre césped nunca se debatió en un asado familiar o en el furgón de bicicletas del tren, hasta los más escépticos tendrán que empezar a cambiar su argumento básico. Porque, en la Argentina, el hockey existe. Lo denuncia la realidad, y no se trata sólo del éxito en el Mundial de Rosario. En la primavera de 2000, las preceptoras de colegios estatales y los vendedores de diarios ya dejaban escapar, entre quejas sobre el clima y vaticinios sobre el nuevo milenio, un “¿Qué lástima que las chicas no ganaron la final, no?”. Lo que el subcampeonato del Mundial 94 y el triunfo en el Panamericano 95 no habían podido generar, se generaba en los Juegos Olímpicos: la identidad. Las Leonas perdieron la final de Sydney contra Australia, pero obtuvieron esa peligrosa mezcla de reconocimiento, popularidad, fama y prestigio.

Enumerar los títulos ganados por el equipo o los premios a la mejor del mundo que obtuvo Luciana Aymar es tentador, pero no se trata de repetir datos del presente, sino de espiar hacia adelante. El éxito de Las Leonas aplacó la denostación al hockey por elitista y le aseguró una porción de futuro: materia prima. La Argentina tendrá muchas jugadoras de hockey al menos hasta dentro de diez años, cuando la generación que creció viendo por televisión a Las Leonas campeonas del mundo madure en las numerosas canchas sintéticas del país.

El crecimiento que se hace visible en los resultados internacionales tiene un origen mucho más interno, basado en la consolidación del hockey como uno de los deportes más practicados en los colegios. No se trata de un avance menor. En 1973 había 6 mil mujeres jugando al hockey en la Argentina. En 1994, cuando nadie conocía a Anabel Gambero o a Mariana Arnal pese a que eran subcampeonas mundiales, la cifra ya era un gran 30 mil. ¿Cuántas potenciales Sole García, Rebecchi y Barrionuevo existen hoy? Más de 80 mil. “El hockey es el deporte femenino número 1 en la Argentina. No hay dudas”, celebra Carlos Retegui, entrenador de Las Leonas. El Chapa, que también dirigió a la Selección masculina, certifica que la diferencia de géneros tiene base escolar: “El hockey de hombres tiene que luchar con el fútbol, el rugby, el vóley... Por eso no surgen tantos jugadores. Las chicas, en cambio, se vuelcan casi todas para el lado del hockey”. En esa base, el alto número de jugadoras, se apoyan proyectos ambiciosos. “Están las condiciones dadas para seguir creciendo –reconoce el DT y redobla la apuesta–. Nosotros no estamos de acuerdo con que llegar es fácil y lo difícil es mantenerse. Lo difícil es, una vez en la cima, seguir superándose”.

El futuro inmediato, lo dicen las estadísticas y lo dice Retegui, asoma lindo y perfumado. Con Luciana Aymar no muy lejos del retiro (cumplió 33 años) y tras una década gloriosa (ganaron dos títulos mundiales, tres medallas olímpicas y cuatro Champions Trophy), el recambio parece inminente. ¿O ya sucedió? “Hubo un primer recambio hace 18 meses, y ahora se han alejado jugadoras emblemáticas”, dice Retegui haciendo referencia a Claudia Burkart, Alejandra Gulla, Mariana Rossi, Romina Vatteone y Mariné Russo. “Nosotros empezamos en febrero el Proyecto Olímpico 2012, con un grupo de jóvenes jugadoras entrenándose con vistas a los Juegos de Londres. Y pronto vamos a comenzar con el Proyecto 2016. Es cierto que la planificación no es una garantía de buenos resultados, pero nos acerca a los objetivos”, explica.

Hay más indicios positivos. En el planeta fútbol, por ejemplo, los protagonistas de los Mundiales juveniles no tienen acceso directo a la Selección mayor (Arangio, Perezlindo, Arca, Barroso, Voboril y la lista sigue). Lo contrario sucede en el hockey femenino. Gulla, Rossi, Soledad García, Aymar y Vatteone estuvieron en Corea 97. Russo, Burkart y Aladro, en Buenos Aires 2001. Barrionuevo, Rebecchi, Luchetti, D’Elía, Succi y Kañevsky, en Chile 2005. Merino, en Estados Unidos 2009. Quince de las dieciocho campeonas habían disputado un Mundial Juvenil. Si la lógica acompaña, próximamente seremos invadidos por la generación de Leoncitas que logró un elogiable subcampeonato el año pasado en Boston. Y también por las chicas del Sub 17 que en agosto consiguieron medalla de plata en los Juegos de la Juventud de Singapur. Hay futuro inmediato, sí.

¿Qué se puede prever a largo plazo? “Nuestra responsabilidad no son solamente Las Leonas –asume Retegui–. Es el hockey en toda la Argentina. Por eso estamos trabajando a futuro, y simultáneamente, en ocho regiones del país”. Sólo en septiembre, Club Banco Mendoza y San Martín de Córdoba inauguraron sus canchas sintéticas. En 1983, cuando la Federación Internacional decidió que todos los torneos de hockey se jugaran sobre campos sintéticos, hubo que esperar nueve años para ver inaugurado el primero.

Seguramente el resto de las potencias también usarán sus recursos. De hecho, el presupuesto del hockey en Holanda o Alemania es y seguirá siendo muy superior al argentino. Pero Retegui no teme: “Argentina es, por primera vez en la historia, número 1 del ranking mundial. Y soy optimista, no me cabe ninguna duda de que vamos a seguir mejorando en lo global. El Mundial de Rosario lo soñamos minuto a minuto y se fue dando de esa manera, por eso lo disfrutamos tanto. Ahora llega el momento, por el bien del hockey argentino, de seguir unidos. Ojalá que haber ganado la Copa del Mundo sea una inyección de ánimo para que todos trabajemos en conjunto”.

PUBLICADO EN EL GRÁFICO N°4403 (OCTUBRE DE 2010)

Las Leonas del pasado

Por Martín Estévez

Antes de la divina gloria, existió una Selección femenina de hockey sin apodos, títulos mundiales ni sponsors. Y a veces, sin lugar para entrenarse. Victoria Carbó y Jorgelina Rimoldi, protagonistas de aquellos años, recuerdan épocas en las que tuvieron que vivir en un colegio australiano y vender calcomanías para jugar un Mundial.

Ellas se miran y no lo pueden creer. Ellas son la Selección femenina de hockey y en 1990 están viviendo una pesadilla: no irán al Mundial. No importa que hayan conseguido la clasificación con mucho esfuerzo. Los dirigentes, sus dirigentes, acaban de avisarles que el balance da negativo, que los recursos son insuficientes. Les están diciendo: chicas, no hay plata para viajar. Faltan dos meses para el torneo y ellas no saben si llorar o rendirse. Pero no lloran ni se rinden. Durante las semanas siguientes pasan más tiempo organizando fiestas y vendiendo rifas que entrenándose. Jugadores y jugadoras de los clubes también se solidarizan. Entre todos, juntan austral por austral. Con los nervios al límite, consiguen la plata justa: no alcanza ni siquiera para que viaje un médico. Sólo ellas y tres integrantes del cuerpo técnico. Ya en Australia, juegan al ahorro: viven algunos días en un colegio y luego en casas de familia hasta que el Comité Organizador les paga un hotel. El resultado, claro, no podía ser mucho mejor que el 9° puesto que consiguieron.

Aquel Mundial forma parte de la prehistoria de Las Leonas, de la lucha del hockey argentino por volver al primer nivel. ¿Volver? Sí, volver, porque en la década del 70 los resultados sonreían. Para el primer Mundial (Francia 74) hubo apoyo estatal: 50 millones de pesos para el plantel que contaba con Dawn Taylor como capitana y Verónica Alfonso como figura. Fueron subcampeonas, igual que en Alemania 76, cuando parte de los gastos los costeó el “Operativo Berlín”, colecta propulsada por el relator José María Muñoz en años de dictadura y desaparecidos. Los problemas llegaron después: la Asociación las suspendió por no devolver la ropa con la que habían jugado. El tercer Mundial, España 78, dejó la curiosidad de que el partido por el tercer puesto nunca terminó: Argentina y Bélgica empataron 0-0 y no hubo penales por falta de luz.

Allí también se le apagó la luz al hockey nacional. Mientras las potencias se profesionalizaban, la Argentina quiso salvarse con el talento surgido en las escuelas y se alejó de los podios. ¿Planes, proyectos? “A principios de los 80 nos entrenábamos en una cancha de hockey sobre patines”, cuenta Victoria Carbó, integrante de la Selección entre 1982 y 1993. El 6° puesto en Buenos Aires 81 (con Adriana McCormick como capitana y Gabriela Liz como promesa) y el 9° lugar en Malasia 83 graficaron el retroceso. “La falta de competencia era absoluta. Cinco chicas llegaron al Mundial de Malasia con cero partido internacional. Cero. No conocíamos a las rivales ni la superficie”.

La previa de Holanda 86 estuvo bañada de realidad. Argentina se había clasificado heroicamente, en un torneo jugado en Obras Sanitarias que fue televisado. Sin embargo, nadie aprovechó el éxito para impulsar al hockey. “No podemos aspirar a más que un quinto puesto”, reconocían las jugadoras. ¿Cómo pensar en más, si ni podían entrenarse? La única cancha sintética era la de Obras y les permitían usarla sólo cuando los socios no la requerían para otras actividades. Con la arquera Laura Mulhall como símbolo terminaron séptimas, derrota ante la débil Irlanda (1-3) incluida. “Empezábamos bien los torneos, pero nos quedábamos sin resto y nos terminaban superando físicamente”, especifica Vicky Carbó, capitana en su último Mundial, aquel de 1990.

A UN PESITO EL STICKER
“Después de que las chicas tuvieron que pagarse el viaje en el 90, las cosas no cambiaron mucho –recuerda Jorgelina Rimoldi, pieza vital de la Selección entre 1991 y 2001–. Teníamos que juntar plata para todo, hasta para tener uniforme en los torneos. Además, en el 91 la cancha de Obras ya no se podía usar. Entonces, nosotras teníamos que entrenarnos en canchitas de papi fútbol, entre las once de la noche y la una de la mañana. Vanina Oneto salía, tomaba el 60 hasta San Fernando y debían esperarla en la parada. Y todo por el hockey”.

El primer cambio positivo fue la inauguración de una cancha sintética en el CENARD, en 1992. Allí se empezó a juntar una generación de adolescentes que incluía a las desconocidas María Paula Castelli, Magdalena Aicega, Sofía McKenzie, Ayelén Stepnik y Oneto. “Fue una camada notable”, apunta Rimoldi. Ellas ganarían el Mundial Juvenil en 1993, pero...

“Otra vez teníamos que conseguir plata o no viajábamos al Mundial de mayores –retoma Rimoldi–. Y ya no alcanzaba con las rifas. Entonces nos pusimos a diseñar remeras y hasta vendíamos calcomanías de la Selección. Lo que fuera para ir a Dublin. Jugamos con las camisetas del equipo masculino, pero en talle 1, y teníamos veinte bochas para entrenarnos. Las de Estados Unidos tenían doscientas y nosotras, veinte”. Con la base juvenil más Gabriela Pando, Gabriela Sánchez y Karina Masotta (elegida mejor jugadora del mundo), Argentina logró un festejado subcampeonato.

En 1995 se disputaron los Juegos Panamericanos en Mar del Plata. Una buena chance de mostrarse en casa. “Ahí nos enteramos de que otros deportistas cobraban becas. Nosotras éramos subcampeonas mundiales y no nos daban nada”, explica Jorgelina. Televisadas para todo el país, ganaron la medalla de oro. ¿Fue el salto a la fama? “Para nada. Nos reconocían en el ambiente del hockey y los vecinos. Nadie más. Al menos empezaron a darnos una beca de 100 pesos, con la que no comprábamos ni un palo para jugar, pero bueno...”.

La gran cita sería los Juegos Olímpicos de 1996. En Atlanta eran candidatas a una medalla, quizás de oro. Competían ocho equipos; la expectativa era gigante. Sin embargo, algunas compañeras ya no estaban. No sólo por la decisión de tener hijos o por la edad se desmembraba el plantel: a Marisa López, indiscutida, no le daban los horarios para entrenarse y se veía forzada a renunciar.

Empezaron perdiendo 2-0 contra Alemania. El segundo partido era ante Australia. “Parecíamos conitos por cómo nos pasaban. Sentimos una impotencia total”, recuerda Rimoldi, autora del único gol argentino en la derrota 7 a 1. Tibios triunfos (1-0 a España, 2-1 a Estados Unidos) las mantuvieron con esperanzas, pero Holanda (1-4) y Gran Bretaña (0-5) las destrozaron. Resultado final: séptimas entre ocho. “En ese momento nos dimos cuenta de que estábamos lejos de las mejores. Queríamos ser las mejores pero no nos preparábamos para eso”.

[Este artículo continúa en Las Leonas del futuro]

PUBLICADO EN EL GRÁFICO N°4003 (OCTUBRE DE 2010)