viernes, 9 de julio de 2010

Sobrevivir a la derrota

En Argentina sigue gobernando la dictadura del último resultado. En [W] elegimos la democracia del pensamiento.

El deporte no sólo está rodeado de exitismo, sino de un exitismo espantosamente fugaz. Los últimos resultados determinan la grandeza o la inutilidad de una persona. Hoy, Diego Cagna es Dios, José Sand es Gardel y el plantel de River está compuesto por burros. David Nalbandian es un mercenario, Basile es un borracho y Los Pumas no le ganan a nadie. Oponerse teóricamente al exitismo es fácil. Llevarlo a la práctica es otra cosa. Intentémoslo.

Diego Simeone es un muy buen entrenador. Hizo gatear a un Racing destruido, mejoró a un buen Estudiantes que fue campeón después de 23 años y cortó la mala racha de River. Claro, San Lorenzo lo eliminó de la Copa Libertadores con dos hombres menos, tuvo un mal comienzo del Apertura 2008 y se fue del club. ¿Un puñado de malos resultados invalidan su carrera? Nada de eso. Es sólo cuestión de tiempo para que el ‘Cholo’ vuelva a demostrar su capacidad.

Cristian Fabbiani no tiene nivel de Selección. Vivió un Apertura magnífico en Newell’s, mejorando su capacidad goleadora y haciendo pesar su contextura física. ¿Un buen torneo agiganta su carrera? Nada de eso. El Ogro se fue de Lanús por la puerta de atrás y su experiencia en Rumania no fue una maravilla ni mucho menos. Si consigue sostener su evolución, será otra historia, pero aún está lejos de lo que pueden ofrecer Messi, Tevez, Milito o Lisandro López.

David Nalbandian es un crack. Tiene un talento escalofriante, construyó una carrera memorable con siete años en la elite y dejó mucho en busca de la Copa Davis. ¿Sus intereses personales y sus diferencias con el equipo argentino lo convierten en inservible? Nada de eso. David es tan grosso con una raqueta que hasta pasea a Ferrer en una final de Copa Davis y algunos ya ni se acuerdan de ese triunfo.

La lista puede ser eterna. Héctor Cúper no es un perdedor, sino un entrenador que potencia a sus equipos. Verón no fue trotando a tirar un corner en el Mundial 2002 porque se vendió, sino porque creía que había que tener mente fría en ese momento, como lo creyó durante el resto de su brillante carrera (¿alguien lo vio correr para tirar un corner alguna vez?). Y, para ser justos, Argentina no es un país de exitistas infradotados, sino un sitio donde demasiadas veces sólo existen los genios y los idiotas, y nadie se detiene a pensar que alguno de esos dos carteles muy pronto caerá sobre su cabeza.

PUBLICADO EN REVISTA [W] Nº1, ENERO DE 2009

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