sábado, 26 de enero de 2013

Maldito promedio

Por Martín Estévez

Nació en 1957 y es acusado de favorecer a los equipos grandes. Pero, sin el sistema de promedios, Racing y River no hubieran descendido en 1983 y en 2011. ¿A quiénes benefició y a quiénes perjudicó? Repasamos la historia de la tabla que nadie quiere mirar.

Después del descenso de San Lorenzo en 1981, llegó el turno de River, que se fue a la B en 1983. San Martín de Tucumán, afianzado en Primera desde 1988, vio a Newell’s perder la categoría en 1993. Racing e Independiente, dos equipos que nunca bajaron, suman cuatro Promociones entre ambos. ¿En El Gráfico estamos todos locos? No, simplemente estamos imaginando un mundo sin promedios.

Antes que nada, una aclaración: no es éste un texto contra el sistema de promedios. No lo demonizamos. No creemos que es el culpable de todos los males del fútbol argentino. Se puede estar a favor o en contra. Se puede aceptar que impide que los equipos “jueguen por nada” y regalen puntos al final de una temporada tibia; o postular que es una cornisa permanente para los recién ascendidos. El adjetivo “maldito” del título no es un juicio valorativo, sino una expresión compartida por todos aquellos que vivieron durante semanas haciendo cuentas con una calculadora para saber si su club seguiría o no en Primera.

Primer intento
El promedio de puntos conseguidos se utilizó por primera vez para definir qué equipo bajaría de categoría en 1957. A los sumados ese año, se agregaron los de 1956. Ferro, último en la temporada (17 puntos en 30 fechas), también cerró la tabla de promedios (22 unidades por campeonato), medio punto debajo de Tigre. Nada para discutir: los de Caballito hubieran descendido de cualquier manera.

Al año siguiente se sumó un torneo más para calcular quién bajaría a la B, incluyendo las últimas tres temporadas. Aun así, el último de la tabla de posiciones y de la de promedios volvió a coincidir en 1958 (Tigre), 1959 (Central Córdoba de Rosario) y 1960 (Newell’s). El primer perjudicado fue Lanús, que en 1961 finalizó 12° entre 16 equipos pero, como descendían dos, debió acompañar a Los Andes a la Primera B. Comenzó entonces una lógica matemática que llamaremos “compensación”: Ferro, que en el 61 había sido anteúltimo y se benefició por los promedios, fue perjudicado en 1962, cuando terminó 12° entre 15, pero descendió junto a Quilmes.

El efecto San Lorenzo
La suspensión de los descensos a partir de 1963 salvó a Estudiantes, Newell’s (64), Chacarita (65) y Quilmes (66). Y los promedios se freezaron hasta 1983. ¿Por qué volvieron? Por el descenso de San Lorenzo en 1981. Era el primer grande que bajaba de categoría, y en la AFA lo consideraron una mala noticia. El 22 de diciembre de ese año se decidió el retorno de los promedios a partir de 1983.

Los de Racing pueden agarrarse la cabeza: se fueron a la B en el 83 pese a terminar arriba de Unión, Quilmes y Sarmiento en 1982; y de River y Racing de Córdoba un año después. La Academia no hubiera descendido nunca si no fuera por los numeritos con coma. Tampoco Nueva Chicago (15° en ambos torneos). Sin promedios, bajaba River. A los Millonarios los ayudaron el azar en el 83 y la AFA en el 84. Iban a empezar la temporada solo encima del Racing cordobés, pero el Comité Ejecutivo resolvió sumar tres temporadas en lugar de dos, y River subió su promedio de 29 a 31,5. Rosario Central y Atlanta bajaron ese año.

El siguiente perjudicado fue Huracán en 1986; terminó 13° pero tuvo que pelear su permanencia contra siete equipos de la B. Perdió la final contra Deportivo Italiano por penales y descendió, mientras Racing de Córdoba, anteúltimo, volvía a salvarse por su coeficiente. Sin quejas posibles, Italiano y Temperley se fueron en el 87. El Celeste, luego de perder contra Platense un desempate que también se hubiera jugado tomando en cuenta la tabla general.

Lamento tucumano
El promedio siguió condenando y salvando equipos en 1988. Talleres de Córdoba, último, se quedó en Primera. Banfield y Unión, que sumaron un punto más, descendieron; el Tatengue tras perder un desempate con el Racing cordobés, que sufrió la ley de compensación: salvado por su promedio en el 83 y el 86, descendió en 1990 pese a terminar encima de Instituto y Deportivo Español. Los Gallegos volvieron a quedarse en la 90/91 pese a ser últimos en la general, hundiendo a Lanús.

El históricamente perjudicado por los promedios es San Martín de Tucumán. Llegó a Primera en la 88/89 y sumó 32 puntos, más que Ferro (30), Deportivo Armenio (25) e Instituto (23), pero su 0,842 lo condenó. Volvió en la 92/93, sumó 30 y superó a Platense (28) y Newell’s (25), que arrastraban campañas de más de 40. Conclusión: los tucumanos y Talleres (que así compensó su salvación del 88) al Nacional B.

Los últimos de dos puntos
Quilmes, Unión (en la 91/92), Talleres y Mandiyú (94/95) terminaron últimos en ambas tablas. En esos años, el único que podría haber zafado sin promedios es Estudiantes, que en la 93/94 consumaba un triple empate con Gimnasia y Tiro (también descendió) y Mandiyú. Igual no se salvó ninguno, porque a los correntinos esa campaña los condenó un año después.

A partir del Apertura 1995 comenzaron a otorgarse tres puntos por triunfo, pero en los promedios se mantuvieron las dos unidades durante dos años para no dar ventaja a los ascendidos. En la 95/96 se produjo uno de los mayores despojos. Belgrano descendió con 0,860 (cifra más alta en torneos de dos puntos) y se salvó Banfield, de espantosa temporada: 25 puntos. Argentinos Juniors acompañó al Pirata al Nacional B. El Taladro tuvo su merecido en la 96/97, temporada en la que Huracán Corrientes sumó 32 puntos y superó a Banfield (22), Español (29) y al Huracán porteño (30), pero el promedio lo empujó al Nacional.

La Promocióon, la Promocióon...
En la 97/98, Huracán ganó 6 partidos y perdió 26, pero descendieron Español (aunque sumó 3 puntos más) y Gimnasia y Tiro. Claro que esa campaña terminó siendo irremontable para el Globo, que bajó un año después.

Ningún cardiólogo hubiera recomendado implementar la Promoción, pero la AFA lo hizo a partir de la 99/2000. Si con dos descensos directos se sufría, que otros dos equipos jugaran repechajes le agregó tensión a la lucha de abajo. Los cálculos resultaron cada vez más complejos y mantenerse en Primera, muchas veces, dependió más de una serie de resultados en otros partidos que de una buena campaña propia. Con excepción de Boca y Vélez, todos han pisado zona de riesgo durante estas 13 temporadas.

De los últimos 24 equipos que descendieron, 16 lo hubieran hecho con o sin promedios: Ferro, Gimnasia de Jujuy (2000), Los Andes (01), Unión, Huracán (03), Chicago, Chacarita (04), Almagro, Huracán de Tres Arroyos (05), Tiro Federal, Instituto (06), Quilmes (07), San Martín de San Juan (08), Gimnasia de Jujuy (09), Chacarita (10) y Huracán (11). De los ocho restantes, tres hubieran jugado la Promoción: Almagro (en 2001, y descendía Belgrano), Atlético Tucumán (el promedio salvó a Tigre en 2010) y Quilmes, que sumó más que Gimnasia en la 2010/11. Este listado interminable sirve para comprender lo injustos que resultaron los promedios para cinco equipos que se hubieran salvado de todo. En la 2001/02, Belgrano sumó 44 puntos y Argentinos, 45. Pero descendieron. En el caso del Pirata funcionó la ley de la compensación, porque debió haberse ido un año antes, pero lo del Bicho fue una sorprendente suma de factores. Argentinos terminó 16° en la tabla general de la 99/2000, 14° en la 00/01 y 14° en la 01/02. Pero en la tabla de promedios que abarcó esas tres temporadas finalizó 19°. Una crueldad.

A Belgrano volvió a sucederle en la 06/07, cuando sumó más que Quilmes, Newell’s, Banfield y Gimnasia La Plata. Los últimos casos son los de Olimpo (07/08), que superó a cinco equipos pero terminó anteúltimo en los promedios; y, claro, San Martín. Las tres veces que los tucumanos descendieron fue por culpa del promedio, ya que nunca quedaron en los últimos puestos. La última vez, en la 08/09, superaron a tres equipos e igualaron con Rosario Central, con el que a lo sumo habrían jugado un desempate para zafar de la Promoción.

En cuanto a los 24 equipos que jugaron la Promoción, hubo ocho que no solo no la hubieran disputado, sino que terminaron descendiendo. Instituto, en 2000, sacó 44 puntos y terminó 15° en la general, pero perdió la Promo ante Almagro y volvió al Nacional B. En 2004 les tocó a Atlético de Rafaela y Talleres. La Crema había sumado más que Chicago, Gimnasia, Chacarita, Olimpo y Lanús, pero Huracán de Tres Arroyos le ganó el repechaje. Peor fue lo de Talleres, que terminó 6° en la general, con ¡59 puntos! Es el equipo que descendió después de haber sumado más, porque Argentinos lo condenó en la Promoción.

Olimpo (05/06), Chicago y Godoy Cruz (06/07) tampoco hubieran perdido la categoría. Y dos de los descensos más fuertes de la historia no existirían sin promedios. Ambos compensaron: Rosario Central, porque en 2002 se había salvado de la Promo gracias a ellos, pero en 2010 la jugó (y la perdió) pese a haber sido 16° en la general. Y River pagó la salvación del 83 con 18 años de intereses: no solo sumó 57 puntos, terminó 5° en la temporada y perdió la Promoción cuando ni tendría que haberla jugado. También se convirtió en el equipo que descendió con mejor promedio en la historia del fútbol argentino. Maldito 1,236.

Problema grande
River y Racing, lo sabemos, no la pasaron nada bien con los promedios. Más allá del injusto descenso del 83, la Academia no puede quejarse de haber jugado la Promoción en 2008, e incluso la hubiera sufrido en 2001 por ser 17° en la general. ¿Qué pasó con Boca? Nunca miró demasiado la tabla maldita, apenas en 1985, luego de una sórdida temporada 84, pero perdió solo un partido de los primeros 12 y todo quedó en el olvido. Atentos con Independiente: sin promedios, hubiera jugado la Promoción en 2002 (terminó 17°) y en 2009 (18°).

Para el final dejamos a San Lorenzo y sus hinchas, que están haciendo un curso de matemáticas desde hace seis meses. La historia de los promedios permite ayudarlos. El equipo que jugó la Promoción con mejor coeficiente fue Lanús en la 2001/02: sumó 142 puntos en 114 partidos (1,245). Las probabilidades indican que con 25 puntos, el Ciclón llegaría a 143 (1,254) y se salvaría. Pero a veces, en las matemáticas y en el fútbol, sucede lo improbable.

Olimpo, Tigre, All Boys, Unión, Rafaela, San Martín de San Juan, San Lorenzo: bienvenidos a cinco meses de cuentas, cuentas y cuentas. A cinco meses mirando la tabla que nadie quiere mirar. La del maldito promedio.

PUBLICADO EN EL GRÁFICO Nº4419 (FEBRERO DE 2012)

jueves, 24 de enero de 2013

Gabriel Hauche - Demonio suelto

Por Martín Estévez

Después de dos años en la Academia, ya se siente como en casa. Cómodo y feliz, con la llegada de Basile tendrá menos responsabilidades defensivas que con Simeone. Reivindica el subcampeonato de 2011 y afirma: “Si Racing sigue así, en algún momento va a ser campeón”.

“Cuando apareció la posibilidad de venir a Racing me pasaron dos cosas. Enseguida, los hinchas me hicieron sentir que me querían, que me esperaban. Y por otro lado, un montón de gente me decía que estaba loco, que en el club me iban a pasar un montón de cosas, que nunca estaría tranquilo. Claudio Vivas influyó mucho para que yo llegara. Siempre se lo voy a agradecer, porque insistió por mí, por mí y por mí todo el tiempo. Yo no tenía dudas cuando firmé, y al principio fue tremendo. Llegué el 23 de enero de 2010, le ganamos el clásico de verano a Independiente, me fui con la Selección a jugar contra Costa Rica, volví dos días antes del debut, jugué y le ganamos 3-0 a Central. Era una fiesta. Pero perdimos el martes con Colón, el domingo con Arsenal y el sábado siguiente con Gimnasia. Echaron a Vivas y quedamos a dos puntos del descenso directo. Nunca me hubiera esperado algo así. El panorama era totalmente negro”. Linda bienvenida tuvo Gabriel Hauche en Racing. “Muchos hubieran firmado jugar la Promoción en ese momento. Estaba complicadísimo. Al final, lo remontamos, terminamos con 29 puntos y nos salvamos de todo. En estos dos años, el club creció con pasos cortos pero seguros. Hay que dejar atrás eso de que Racing está destinado a sufrir”.

Evidentemente, la Academia cambió. La pretemporada ya no está rodeada de acreedores, reclamos y jugadores de relleno. Hay un proyecto institucional que se sostiene desde hace tres años y los mejores lugares para entrenar y descansar. En la inmensidad del Sheraton de Pilar, Hauche recuerda sus primeras pretemporadas. “Tuve la suerte de jugar en Temperley cuando estaba bien económicamente, entonces hacíamos pretemporada afuera. En invierno fue en el predio de Setia, en Ezeiza. Y en verano íbamos a Necochea. Disfrutaba pasar esos días con muchos de los chicos con los que nos habíamos formado en Inferiores”. Ahora, todo cambió: “A veces me cruza gente en el supermercado y me dicen: '¿Qué hacés acá?'. Les digo que tengo que comprar, tengo que vivir –explica-. En Temperley siempre me quedo sentado en la farmacia que es del padre de un amigo, o en la parada del colectivo, y disfruto estar ahí”.

Ahí, en la zona sur de Buenos Aires, vivió su infancia, en la que tuvo como entrenador de baby fútbol a Pablo Vicó, actual técnico de Brown de Adrogué (“Enseñaba a dribblear conitos, las primeras cosas”); y a Jerónimo Barrales, ex Banfield y actual Unión, como compañero de banco. “Fue en el colegio Alfa, de Adrogué, que tenía doble escolaridad. De 1° a 6° compartimos la clase de inglés a la tarde, pero de 7° a 9° estábamos juntos todo el día. Después me cambié al Modelo, en Mármol, pero seguimos hablando cada tanto”.

En esas épocas iba seguido a alentar a Temperley mientras hacía las divisiones inferiores en el club. No le gustaba el arquero del Celeste, Pablo Campodónico, y alguna vez se le escapó un insulto ante algún error suyo. “Cuando subí a Primera, él la empezó a romper, me cerró la boca. Yo se lo conté y se enojó un poco, pero ahora me carga. Por eso cuando el hincha insulta a un jugador me da bronca, porque eso se revierte en un segundo. El jugador al que no querías mete un gol y lo terminás gritando”.

-Pero eso recién lo aprendiste cuando empezaste a jugar.
-No. Le prestaba atención al folclore, me sabía las canciones, pero cuando arrancaba el partido me gustaba mirarlo tranquilo. Seguía a algún jugador al que admiraba, o a algún chico de inferiores que debutaba.

El que debutó finalmente fue él, en 2004. Y tras dos años brillantes en Temperley pasó a Argentinos Juniors. “Fue un salto grande. Teníamos más indumentaria, los compañeros eran conocidos, todo adquiría otra trascendencia. Fui a préstamo, tenía que rendir lo más rápido posible a los 19 años”. Al final se destacó un poquito: Maradona lo convocó a la Selección, metió 10 goles en el Apertura 2009 y después llegaron Vivas, la Promoción, los clásicos. Llegó Racing. “Ahora me parece normal, pero dentro de algunos años, cuando mire para atrás, me voy a dar cuenta de algo muy importante: jugué en Racing, un equipo que siempre tuvo buenos jugadores para ver. El Turco García, el Chelo Delgado, el Piojo López, el Chanchi Estévez... A medida que fui creciendo miraba a los que jugaban en mi posición. Me gustaba mucho el Mago Capria, pero como no teníamos las mismas características, seguía a otros. Igual, mi ídolo máximo es Batistuta. Siempre me gustó cómo se manejaba dentro y fuera de la cancha. El cariño que generó en Fiorentina, en Roma, los goles que hacía... Nunca lo pude conocer. Ahora que es manager de Colón, por ahí me lo puedo cruzar en algún partido”.

-¿Todavía te queda algo de esa emoción de la infancia cuando entrás a la cancha, o la responsabilidad te la anula?
-La gente debe pensar que uno entra y es frío, que a los jugadores no nos corre nada por las venas, pero es todo lo contrario. A mí me pasó contra Independiente, en el Apertura. Grité el gol en forma muy efusiva no solo porque era el clásico, sino que venía de no ser titular. Jugué por una lesión y al minuto se dio que metí un gol. Era una cuestión personal: demostrar que mientras no jugaba me había preparado en vez de bajar los brazos. El fútbol es tan lindo que a veces te paga así: al minuto, en un clásico, estaba metiendo un gol importantísimo.

Dos años después de aquel inicio complicado en la Academia, Hauche ya se siente como en casa. Cómodo, tranquilo y pieza vital de un equipo que no solo dejó de dormir con los promedios bajo la almohada, sino que fue subcampeón en el reciente Apertura. Aun así, recibió críticas negativas durante el torneo. “Si te exigen es porque ven que podés dar más, y eso está buenísimo. Pero hay que valorar lo que se logró. Lo que veo es que Racing dejó de cambiar veinte jugadores por temporada. Eso no permitía armar un equipo. Puede ser que a veces salga bien y hagas un campañón, pero depende del azar. Es mejor mantener un buen plantel y traer jugadores en los puestos donde se necesitan, como hace Racing ahora”.

-Sos de los que no se desesperan por cambiar de club. Estuviste mucho tiempo en Temperley, en Argentinos, ahora en Racing.
-Es verdad. Tampoco es que rechacé ofertas concretas en las que yo tuviera que decidir por sí o por no, siempre fueron sondeos. Creo que las cosas se dan en el momento que se tienen que dar. No pienso todo el tiempo “qué lindo sería jugar en Europa”. Me gustaría hacerlo algún día, más allá de lo económico, como un desafío personal, como experiencia de vida. Ojalá lo pueda cumplir, pero si no se da, no va a ser frustrante. Estar jugando en Racing ya es una meta cumplida y la sigo disfrutando todos los días. Jugar al fútbol es hermoso.

-En Argentinos metiste 10 goles en tu último torneo. ¿Allá jugaban para vos y en Racing sos más asistidor?
-No soy ni el que mete 10 goles ni el que no mete ninguno. Son circunstancias. Considerando mi edad y los partidos que tengo en Primera, hice bastantes goles. No soy 9 de área, no pateo penales, no pateo tiros libres. Y no porque no los sepa patear, sino que siempre hay compañeros que están antes que uno.

-Hay que sacarle un tiro libre a Gio...
-O en su momento a Ortigoza los penales, o a Teo ahora. Igual no estoy pensando constantemente en agarrar la pelota y meter un gol. Me voy conforme cuando puedo ser útil de cualquier manera; el gol es una más. Mi juego se basa en el sacrificio, no en los goles.

-Más allá de las obligaciones profesionales, ¿te fijás quién te va a marcar en el partido que viene, estudiás rivales?
-Siempre. Trato de mirar lo que puedo, me interesa, pero tampoco soy un obsesivo. Es difícil que me pregunten por un jugador y yo no sepa quién es. No solo los de Primera, también conozco a los del Ascenso.

No es obsesivo, pero no dice quiénes son los mejores defensores de Argentina “para no agrandar a ninguno”. De todos modos, el que peor lo trató está cerca: es Gonzalo García, lateral izquierdo de la Academia. “Yo le digo que siempre que me marca me llevo algún recuerdo de él en la pierna –cuenta riéndose-. Y él a veces se lleva algún recuerdo mío. También con Nico Sainz, pero cada vez que me quejo, él me dice '¡Vos no te quedás atrás!'. El problema es que cuando a mí se me escapa una patada, se nota muchísimo más que a un defensor”.

El Demonio no solo está más suelto porque la situación en Racing mejoró en sus dos años en el club. También estará más suelto en la cancha. Si con Miguel Ángel Russo hacía diagonales hacia el medio, y con Simeone recorría la banda y ayudaba en la recuperación, en esta nueva etapa, con Basile, Hauche se moverá libre por el frente de ataque, intentando juntarse con Gio Moreno para asistir a Teo Gutiérrez.

-Los técnicos enseguida son etiquetados. No es raro oír que Simeone es un táctico, Vivas es bielsista o que Basile prioriza la pelota. ¿Existen esas diferencias o los DT se parecen en muchas cosas?
-Sí, la diferencia existe. Incluso puede ser que algunos utilicen el mismo sistema, o una táctica parecida, pero la diferencia la van haciendo en el día a día, en la semana. En cómo entrenan, en cómo trabajan el siguiente partido, o en cómo no lo trabajan. Está el que confía mucho en sus jugadores y hace hincapié en su equipo; el que habla mucho del rival y piensa cómo vulnerarlo. Nada está mal. Cada uno tiene su forma de trabajar.

-Recordaste el peor momento en Racing, cuando apenas llegabas. ¿Cuál fue el mejor?
-Hubo muchos. Los goles a Independiente, a Boca, a San Lorenzo... Pero me quedo con el subcampeonato. Nos sirvió para clasificar a la Copa Sudamericana y por tres puntos no entramos en la Libertadores. Todos los que nos criticaban en el torneo anterior deberían analizar los últimos años de Racing para entender que se consiguieron cosas importantes. Está bien, no pudimos ser campeones, pero si Racing sigue así en algún momento se va a dar, y vamos a quedar en la historia del club.


El profe Gabriel
Aunque nunca salió campeón, Hauche tiene un título: en 2010 se recibió de profesor de Educación Física. “La carrera dura cuatro años, pero la hice en seis. Mi mamá siempre me había pedido que terminara el colegio, el que quiso seguir el profesorado fui yo”. Hizo sus prácticas en el Galpón Cultural de Claypole, un espacio lleno de empuje y consciencia social.
“Iba a la tarde con un grupo de profes y nos quedábamos jugando con los chicos. Para aprobar la materia teníamos que cumplir con eso, pero para nosotros no era solo cumplir, lo disfrutábamos y los chicos también. Ellos no tenían idea de quién era yo, eso era lo más lindo: estar ahí, jugar y que nadie te diga nada”.
En el mismo cuatrimestre hizo prácticas en un colegio secundario. “En la primera clase, apenas entro, uno empieza a cantar que nos íbamos a la B, justo cuando peleábamos la Promoción. Los junté y les dije que yo no venía a hablar de fútbol o si había hecho 10 o 20 goles. Que yo era el profe Gabriel y que merecía el mismo respeto que el que yo tenía por ellos. Enseguida me pidió disculpas y, después, siempre me tiraron buena onda”.

60 Los goles que suma Hauche en su carrera. Gritó 9 en Temperley (Primera B), 33 en Argentinos Juniors, 15 en Racing y 3 en la Selección. Su mejor marca: 10 tantos en el Apertura 09, su último torneo en el Bicho.

PUBLICADO EN EL GRÁFICO Nº4419 (FEBRERO DE 2012)

miércoles, 23 de enero de 2013

Estrellas en casa

Por Martín Estévez

Este mes se juega la Copa Claro en Buenos Aires y aprovechamos para recordar las visitas de los mejores tenistas de la historia. Perry, Laver, Borg, Nastase, Connors, Navratilova, McEnroe, Agassi, Graf, Sampras, Nadal...

Buenos Aires Lawn Tennis Club, martes 8 de febrero de 2005. Primera ronda del ATP porteño. Agustín Calleri corre y corre sobre el polvo de ladrillo. “Tremendo lo que juega”, comenta un plateísta incinerado por el sol. “¿Calleri?”, pregunta su acompañante. “No, no, el español. ¿Este pibe tiene 18 años? Es una bestia”. La bestia era un tal Rafael Nadal, entonces N° 56 del mundo, y ganaría 7-6 y 6-3. Finalmente, lo eliminó Gastón Gaudio en cuartos de final. La anécdota, real, sirve como introducción para rememorar los pasos por nuestro país de los mejores tenistas de la historia.

El tenis comenzó a practicarse en Argentina a fines del siglo XIX. El Gráfico, en 1919, ya lo calificaba como “el sport de moda”. Aunque solo llegaban crónicas esporádicas y algunas fotografías, los grandes jugadores internacionales eran los modelos a seguir. Por eso, cuando en 1930 se produjo la visita de la española Lily de Álvarez (tres veces campeona de Wimbledon) y de cuatro británicos, hubo gran expectativa. Además de Harold Lee, Eric Peters y Phoebe Holcroft Watson, se bajó del barco un tal Fred Perry, de 21 años. En el Lawn Tennis hubo varios matchs; él perdió uno (en dobles) y ganó tres: dobles masculino y mixto, y el single ante Carlos Morea: 6-0, 6-4 y 6-4. “Alguien dijo cuando apareció Perry en el cuadrilátero circundado por la ya famosa tribuna del Buenos Aires: ¡este sí que es un inglés elegante! En efecto, la sola figura de Perry constituye un atractivo”, cuenta la crónica de El Gráfico. Cinco años después, tendría 8 Grand Slams y un lugar entre los mejores de la historia.

El inicio de la Era Abierta, a finales de los 60, no solo impulsó el profesionalismo sino también las giras internacionales. Así, en 1968 se jugó en Buenos Aires el primer Campeonato Abierto de Sudamérica, con un participante que había ganado 12 Grand Slams (26 contando los de dobles): Roy Emerson. El australiano brilló y obtuvo el título. “Fue la gran figura del campeonato. Drive, revés, smash, saque... Serenidad, grandes reflejos, temperamento. Síntesis del tenis: Roy Emerson”, escribió El Gráfico. En la final derrotó a su compatriota Rod Laver, que en 1969 se convertiría en el único jugador en ganar los cuatro Grand Slams en una temporada. Ese año, Emerson jugó otra vez en la Argentina (perdió en semifinales), pero el gran Laver no volvió nunca más.

El torneo de Buenos Aires no se interrumpió hasta 1982 y siguió recibiendo estrellas. Entre ellos, Ilie Nastase. El rumano jugó en 1971, cuando aún no era líder del ranking, y perdió la final ante el croata Zeljko Franulovic. Retornaría solo en exhibiciones. En 1973 llegó el turno de Björn Borg. El sueco, que tenía 17 años, sorprendió y jugó la final ante Guillermo Vilas: abandonó tras correr un smash, tropezar con un juez de línea y lesionarse. Un año después, comenzaría a acumular Grand Slams.

Ivan Lendl también visitó la Argentina antes de consagrarse. Fue en 1979; perdió con José Luis Clerc en semifinales. El checo nacionalizado estadounidense volvió en 1980 (ganó los tres puntos y Checoslovaquia se impuso 3-2 por la Copa Davis) y en 1981, para sumar su 16° torneo. En total, ganó 94 que lo transformaron durante 270 semanas en el mejor del planeta.

Bendita Davis
Ante la ausencia de un torneo fuerte durante el resto de la década del 80, los espectadores argentinos dependieron de la Copa para ver desde cerca a las estrellas. El irascible John McEnroe, por ejemplo, fue casi un habitué del Lawn Tennis. Vino por primera vez en 1980, para jugar la final de la Zona Americana. Ganó el dobles, pero perdió sus singles ante Clerc y Vilas, y Argentina derrotó 4-1 a Estados Unidos. Volvió en 1983 y repitió sus malos resultados. Su redención llegó en 1988, cuando venció en un partido clave a Guillermo Pérez Roldán y los estadounidenses ganaron la serie.

En marzo de 1982, Francia derrotó 3-2 a la Argentina gracias a la brillante actuación de un talentoso de 21 años criado en Camerún: Yannick Noah. Aunque perdió ante Vilas, se repuso con un gran triunfo en dobles y logró el quinto punto ante Ricardo Cano en sets corridos.

Seis años después, en 1988, se produjo una de las visitas más recordadas. Para la final de la zona americana, Estados Unidos no solo llegó con John McEnroe, sino con un ídolo naciente: Andre Agassi. Tenía 18 años y encandiló con triunfos exquisitos ante Martín Jaite (6-2, 6-2 y 6-1) y Guillermo Pérez Roldán.

El último ex N° 1 que jugó oficialmente en Argentina fue Lleyton Hewitt. En 2006 participó de la semifinal disputada en el Parque Roca. Perdió su único partido: 1-6, 6-4, 4-6, 6-2 y 6-1 contra José Chucho Acasuso. Se volvió a Australia con un contundente 5-0 en contra.

Por la Davis, también jugaron en la Argentina el estadounidense Brian Gottfried (1977), el alemán Michael Stich (1990), el chileno Marcelo Ríos (1995 y 1998), el eslovaco Karol Kucera (1998), el croata Ivan Ljubicic (2002), los rusos Yevgeny Kafelnikov (ex N° 1, en 2003) y Nikolay Davydenko (2003 y 2008), el checo Tomas Berdych (2005), el sueco Robin Soderling (2008) y el español David Ferrer (2009).

Los últimos ATP
El Abierto volvió a jugarse entre 1993 y 1995, y desde 2001 hasta el presente. En el primer período vinieron el sueco Mats Wilander y el español Carlos Moya. Wilander (N° 1 en 1988) lo hizo en el 93, tras 20 meses de inactividad, y cayó en primera ronda. Moya comenzó su romance con el público argentino en 1995, ganando el primer torneo de su carrera. Cuatro años después sería líder del ranking. Volvió a ser campeón en 2003 y 2006.

Otro N° 1 ganador en Baires fue el brasileño Gustavo Kuerten. Guga obtuvo el título en 2001 (su año debut) y también dijo presente en 2003 y 2004. Se suma a la lista el español Juan Carlos Ferrero, que alcanzó la cima del ranking en 2003: jugó las ediciones de 2006, 2007, 2009 y 2010, cuando se consagró campeón. En los ATP de Buenos Aires también participaron el estadounidense Vitas Gerulaitis (1975), el italiano Corrado Barazzutti (1978), el español Alex Corretja (1993-1995 y 2005), Marcelo Ríos (1994-1995 y 2001-2002), y los españoles Tommy Robredo (2001, 2009 y 2011) y David Ferrer (2004-2005 y 2010).

Chicas superpoderosas
Entre las mujeres, las visitas fueron menos. Sin embargo la mejor de la historia, Martina Navratilova, jugó cuatro veces en Buenos Aires. En 1979 participó de un torneo efectuado en Obras Sanitarias, junto a Evonne Goolagong de Cawley (era N° 2), Virginia Wade (N° 4) y Billy Jean King (sumó 39 Grand Slams entre singles y dobles). Martina ganó esa edición y también la de 1980. Volvió para una exhibición en 1995 y otra en 2009.

En 1986, una española de 14 años definió el Campeonato de la República con Gabriela Sabatini, que tenía 16. Era Arantxa Sánchez Vicario, que perdió esa final pero empezaba una carrera que la llevaría a ser N° 1.

La Copa Federación también aportó figuras. En 2002, Francia se impuso 3-2 a la Argentina en el Lawn Tennis gracias a Amelie Mauresmo, que dos años después alcanzaría la cima del ranking. En 2004 nos visitaron la japonesa Ai Sugiyama (8ª) y las rusas Svetlana Kuznetsova (2ª en 2007) y Vera Zvonareva (2ª en 2010).

Se exhibieron
Aunque nunca vinieron a jugar oficialmente, las exhibiciones nos permitieron observar a Jimmy Connors (le ganó a Borg la final del Torneo Obras Sanitarias 1978), al ruso Marat Safin (jugó la Copa Argentina en 2010) y a dos fenómenos de la década del 90. La alemana Steffi Graf vino en diciembre de 1993, cuando ganó en singles ante Jana Novotna, y en dobles: en pareja con ¡Guillermo Vilas! derrotó a Novotna-Andrés Gómez. Al estadounidense Pete Sampras lo vimos hace poco, en abril de 2011. Fue en Tigre, día en el que también retornó Agassi, que venció a Jim Courier (otro ex N° 1). En último turno, Sampras venció a su compatriota Mardy Fish ante nueve mil espectadores. ¿Cuál será la próxima estrella que nos visite?


Buenos Aires para el tenis
Del 18 al 26 de febrero se disputará en el Lawn Tennis una nueva edición de la Copa Claro. Fernando Verdasco volverá a jugar el torneo tras ocho años y explica el porqué: “En Buenos Aires se respira tenis”.

La Copa Claro 2012 será el 34° torneo ATP que se dispute en nuestro país. El sábado 18 y domingo 19 se juega la clasificación. El lunes 20 comienza la primera ronda, con 32 tenistas buscando el título. Entre ellos, David Nalbandian, David Ferrer, Stanislas Wawrinka, Nicolás Almagro y Fernando Verdasco, quien conversó con El Gráfico. “Jugar la gira de tierra en Sudamérica es algo que tenía en mente desde hace tiempo. En Buenos Aires se respira tenis y eso me encanta”, explica el español, N°24 del mundo. Sus visitas anteriores marcaron derrota en la primera ronda de 2004 ante Richard Gasquet y triunfo en la final de la Copa Davis 2008, jugada en Mar del Plata, cuando el público cantó ‘Verdasco tiene miedo’ y él respondió ganándole en cinco sets a Acasuso. “Esa final representó un cambio de mentalidad. Me dio confianza para creer más en mí y llegar al sueño de ser Top Ten”, se enorgullece. Aquel fue uno de sus 52 partidos contra argentinos, que lo transforman en un especialista en nuestro tenis: “El juego de los argentinos es muy variado. De ser especialistas en tierra, han pasado a que sus mejores jugadores puedan lucir igual de bien en superficies rápidas”.

PUBLICADO EN EL GRÁFICO Nº4419 (FEBRERO DE 2012)

martes, 1 de enero de 2013

Estamos en sus manos

Por Martín Estévez

Llega Londres 2012, donde Argentina intentará cambiar una larga historia de frustraciones para el handball americano. Chile y Brasil dependen de un milagro para clasificarse.

El handball es débil en América. Es necesario conocer ese dato y aceptarlo para comprender la compleja situación que atravesarán este año Argentina (en los Juegos Olímpicos), Chile y Brasil (en los Preolímpicos). La historia indica que Europa es el continente del handball: ganó las 11 medallas de oro olímpicas y los 22 Mundiales. Detrás, muchos escalones detrás, Asia, África y América pelean por las sobras en las competencias internacionales. Oceanía casi no figura.

Las estadísticas olímpicas son contundentes. En los Juegos, las selecciones masculinas que representaron a América disputaron 59 partidos. Ganaron 3, empataron 3 y perdieron 53. Desde la primera edición en la que hubo handball (Berlín 1936) hasta Barcelona 1992, Estados Unidos, Canadá, Cuba y Brasil jugaron 34 partidos y solo rescataron dos empates. La “hazaña” llegó en Atlanta ’96, cuando los estadounidenses derrotaron a Kuwait. Luego hubo dos triunfos de Brasil: a Egipto en 2004 y a China en 2008. El resto fueron caídas, y observar los festejos en el podio de Rusia, Alemania, Croacia y Francia.

La gran esperanza es que la mejoría experimentada por los americanos en la otra gran competencia, los Mundiales, se traslade a Londres. Fue en las últimas ediciones cuando se lograron los mejores resultados. Entre 1938 y 1993 sólo habían sufrido derrotas, pero en 1995, Cuba venció a Marruecos y a Eslovenia (sí, una selección europea) antes de caer en octavos de final. Desde entonces llegaron 22 festejos más: 7 de Cuba, 6 de Brasil y 9 de Argentina, que logró su clasificación para Londres al ganar la medalla de oro en los Panamericanos.

¿Cuáles son las posibilidades reales de Argentina en los Juegos? Considerando que será su debut olímpico, el objetivo debería ser un triunfo para no irse con las manos vacías. No más que eso. Sin embargo, la rápida evolución del equipo, ahora dirigido por Eduardo Gallardo, permite imaginar algún festejo más. Argentina debutó en Mundiales en 1997 y mejoró campeonato a campeonato: ganó al menos un partido en las últimas seis Copas del Mundo. Lo de 2011 fue brillante: obtuvo tres triunfos y un empate, finalizando en un histórico 12° puesto. El arquero Matías Schulz y el central Diego Simonet son los emblemas del equipo.

En Londres competirá contra once selecciones. Ya están confirmadas Francia (ganador de los últimos dos Mundiales y del oro en Beijing 2008), Gran Bretaña (por ser local) y Corea del Sur (campeón asiático). Los restantes equipos serán el vencedor del campeonato europeo, el del africano (se jugaban al cierre de esta edición en Serbia y Marruecos, respectivamente), y seis surgidos de los Preolímpicos que se realizarán entre el 6 y el 8 de abril. Allí estarán Brasil y Chile, peleando por un lugar contra las potencias europeas. La selección chilena vive la mejor etapa de su historia: luego de debutar en Mundiales en 2011 (logró un empate contra Eslovaquia), ganó la medalla de bronce en los Panamericanos y logró así el pase a uno de los Preolímpicos, donde competirá por dos lugares en Londres contra Japón y dos países europeos. Dificilísimo.

Brasil jugará la versión femenina
El continente americano tampoco es potencia en el handball femenino. Los números en Juegos Olímpicos son negativos, aunque mejores que entre los hombres: 6 triunfos, un empate y 20 derrotas desde la primera participación (Montreal 1976). En 1984, Estados Unidos finalizó cuarto entre seis selecciones. En Londres, por cuarta vez consecutiva, serán las chicas de Brasil las representantes de América. En 2008 lograron su mejor actuación histórica: un triunfo (ante Corea del Sur), un empate (contra Hungría) y tres derrotas. Argentina, por su parte, jugará en mayo uno de los Preolímpicos; sin embargo, sus posibilidades de estar entre los 12 clasificados a Londres son mínimas.

PUBLICADO EN ACCESS DIRECTV Nº40 (FEBRERO DE 2012)