jueves, 24 de enero de 2013

Gabriel Hauche - Demonio suelto

Por Martín Estévez

Después de dos años en la Academia, ya se siente como en casa. Cómodo y feliz, con la llegada de Basile tendrá menos responsabilidades defensivas que con Simeone. Reivindica el subcampeonato de 2011 y afirma: “Si Racing sigue así, en algún momento va a ser campeón”.

“Cuando apareció la posibilidad de venir a Racing me pasaron dos cosas. Enseguida, los hinchas me hicieron sentir que me querían, que me esperaban. Y por otro lado, un montón de gente me decía que estaba loco, que en el club me iban a pasar un montón de cosas, que nunca estaría tranquilo. Claudio Vivas influyó mucho para que yo llegara. Siempre se lo voy a agradecer, porque insistió por mí, por mí y por mí todo el tiempo. Yo no tenía dudas cuando firmé, y al principio fue tremendo. Llegué el 23 de enero de 2010, le ganamos el clásico de verano a Independiente, me fui con la Selección a jugar contra Costa Rica, volví dos días antes del debut, jugué y le ganamos 3-0 a Central. Era una fiesta. Pero perdimos el martes con Colón, el domingo con Arsenal y el sábado siguiente con Gimnasia. Echaron a Vivas y quedamos a dos puntos del descenso directo. Nunca me hubiera esperado algo así. El panorama era totalmente negro”. Linda bienvenida tuvo Gabriel Hauche en Racing. “Muchos hubieran firmado jugar la Promoción en ese momento. Estaba complicadísimo. Al final, lo remontamos, terminamos con 29 puntos y nos salvamos de todo. En estos dos años, el club creció con pasos cortos pero seguros. Hay que dejar atrás eso de que Racing está destinado a sufrir”.

Evidentemente, la Academia cambió. La pretemporada ya no está rodeada de acreedores, reclamos y jugadores de relleno. Hay un proyecto institucional que se sostiene desde hace tres años y los mejores lugares para entrenar y descansar. En la inmensidad del Sheraton de Pilar, Hauche recuerda sus primeras pretemporadas. “Tuve la suerte de jugar en Temperley cuando estaba bien económicamente, entonces hacíamos pretemporada afuera. En invierno fue en el predio de Setia, en Ezeiza. Y en verano íbamos a Necochea. Disfrutaba pasar esos días con muchos de los chicos con los que nos habíamos formado en Inferiores”. Ahora, todo cambió: “A veces me cruza gente en el supermercado y me dicen: '¿Qué hacés acá?'. Les digo que tengo que comprar, tengo que vivir –explica-. En Temperley siempre me quedo sentado en la farmacia que es del padre de un amigo, o en la parada del colectivo, y disfruto estar ahí”.

Ahí, en la zona sur de Buenos Aires, vivió su infancia, en la que tuvo como entrenador de baby fútbol a Pablo Vicó, actual técnico de Brown de Adrogué (“Enseñaba a dribblear conitos, las primeras cosas”); y a Jerónimo Barrales, ex Banfield y actual Unión, como compañero de banco. “Fue en el colegio Alfa, de Adrogué, que tenía doble escolaridad. De 1° a 6° compartimos la clase de inglés a la tarde, pero de 7° a 9° estábamos juntos todo el día. Después me cambié al Modelo, en Mármol, pero seguimos hablando cada tanto”.

En esas épocas iba seguido a alentar a Temperley mientras hacía las divisiones inferiores en el club. No le gustaba el arquero del Celeste, Pablo Campodónico, y alguna vez se le escapó un insulto ante algún error suyo. “Cuando subí a Primera, él la empezó a romper, me cerró la boca. Yo se lo conté y se enojó un poco, pero ahora me carga. Por eso cuando el hincha insulta a un jugador me da bronca, porque eso se revierte en un segundo. El jugador al que no querías mete un gol y lo terminás gritando”.

-Pero eso recién lo aprendiste cuando empezaste a jugar.
-No. Le prestaba atención al folclore, me sabía las canciones, pero cuando arrancaba el partido me gustaba mirarlo tranquilo. Seguía a algún jugador al que admiraba, o a algún chico de inferiores que debutaba.

El que debutó finalmente fue él, en 2004. Y tras dos años brillantes en Temperley pasó a Argentinos Juniors. “Fue un salto grande. Teníamos más indumentaria, los compañeros eran conocidos, todo adquiría otra trascendencia. Fui a préstamo, tenía que rendir lo más rápido posible a los 19 años”. Al final se destacó un poquito: Maradona lo convocó a la Selección, metió 10 goles en el Apertura 2009 y después llegaron Vivas, la Promoción, los clásicos. Llegó Racing. “Ahora me parece normal, pero dentro de algunos años, cuando mire para atrás, me voy a dar cuenta de algo muy importante: jugué en Racing, un equipo que siempre tuvo buenos jugadores para ver. El Turco García, el Chelo Delgado, el Piojo López, el Chanchi Estévez... A medida que fui creciendo miraba a los que jugaban en mi posición. Me gustaba mucho el Mago Capria, pero como no teníamos las mismas características, seguía a otros. Igual, mi ídolo máximo es Batistuta. Siempre me gustó cómo se manejaba dentro y fuera de la cancha. El cariño que generó en Fiorentina, en Roma, los goles que hacía... Nunca lo pude conocer. Ahora que es manager de Colón, por ahí me lo puedo cruzar en algún partido”.

-¿Todavía te queda algo de esa emoción de la infancia cuando entrás a la cancha, o la responsabilidad te la anula?
-La gente debe pensar que uno entra y es frío, que a los jugadores no nos corre nada por las venas, pero es todo lo contrario. A mí me pasó contra Independiente, en el Apertura. Grité el gol en forma muy efusiva no solo porque era el clásico, sino que venía de no ser titular. Jugué por una lesión y al minuto se dio que metí un gol. Era una cuestión personal: demostrar que mientras no jugaba me había preparado en vez de bajar los brazos. El fútbol es tan lindo que a veces te paga así: al minuto, en un clásico, estaba metiendo un gol importantísimo.

Dos años después de aquel inicio complicado en la Academia, Hauche ya se siente como en casa. Cómodo, tranquilo y pieza vital de un equipo que no solo dejó de dormir con los promedios bajo la almohada, sino que fue subcampeón en el reciente Apertura. Aun así, recibió críticas negativas durante el torneo. “Si te exigen es porque ven que podés dar más, y eso está buenísimo. Pero hay que valorar lo que se logró. Lo que veo es que Racing dejó de cambiar veinte jugadores por temporada. Eso no permitía armar un equipo. Puede ser que a veces salga bien y hagas un campañón, pero depende del azar. Es mejor mantener un buen plantel y traer jugadores en los puestos donde se necesitan, como hace Racing ahora”.

-Sos de los que no se desesperan por cambiar de club. Estuviste mucho tiempo en Temperley, en Argentinos, ahora en Racing.
-Es verdad. Tampoco es que rechacé ofertas concretas en las que yo tuviera que decidir por sí o por no, siempre fueron sondeos. Creo que las cosas se dan en el momento que se tienen que dar. No pienso todo el tiempo “qué lindo sería jugar en Europa”. Me gustaría hacerlo algún día, más allá de lo económico, como un desafío personal, como experiencia de vida. Ojalá lo pueda cumplir, pero si no se da, no va a ser frustrante. Estar jugando en Racing ya es una meta cumplida y la sigo disfrutando todos los días. Jugar al fútbol es hermoso.

-En Argentinos metiste 10 goles en tu último torneo. ¿Allá jugaban para vos y en Racing sos más asistidor?
-No soy ni el que mete 10 goles ni el que no mete ninguno. Son circunstancias. Considerando mi edad y los partidos que tengo en Primera, hice bastantes goles. No soy 9 de área, no pateo penales, no pateo tiros libres. Y no porque no los sepa patear, sino que siempre hay compañeros que están antes que uno.

-Hay que sacarle un tiro libre a Gio...
-O en su momento a Ortigoza los penales, o a Teo ahora. Igual no estoy pensando constantemente en agarrar la pelota y meter un gol. Me voy conforme cuando puedo ser útil de cualquier manera; el gol es una más. Mi juego se basa en el sacrificio, no en los goles.

-Más allá de las obligaciones profesionales, ¿te fijás quién te va a marcar en el partido que viene, estudiás rivales?
-Siempre. Trato de mirar lo que puedo, me interesa, pero tampoco soy un obsesivo. Es difícil que me pregunten por un jugador y yo no sepa quién es. No solo los de Primera, también conozco a los del Ascenso.

No es obsesivo, pero no dice quiénes son los mejores defensores de Argentina “para no agrandar a ninguno”. De todos modos, el que peor lo trató está cerca: es Gonzalo García, lateral izquierdo de la Academia. “Yo le digo que siempre que me marca me llevo algún recuerdo de él en la pierna –cuenta riéndose-. Y él a veces se lleva algún recuerdo mío. También con Nico Sainz, pero cada vez que me quejo, él me dice '¡Vos no te quedás atrás!'. El problema es que cuando a mí se me escapa una patada, se nota muchísimo más que a un defensor”.

El Demonio no solo está más suelto porque la situación en Racing mejoró en sus dos años en el club. También estará más suelto en la cancha. Si con Miguel Ángel Russo hacía diagonales hacia el medio, y con Simeone recorría la banda y ayudaba en la recuperación, en esta nueva etapa, con Basile, Hauche se moverá libre por el frente de ataque, intentando juntarse con Gio Moreno para asistir a Teo Gutiérrez.

-Los técnicos enseguida son etiquetados. No es raro oír que Simeone es un táctico, Vivas es bielsista o que Basile prioriza la pelota. ¿Existen esas diferencias o los DT se parecen en muchas cosas?
-Sí, la diferencia existe. Incluso puede ser que algunos utilicen el mismo sistema, o una táctica parecida, pero la diferencia la van haciendo en el día a día, en la semana. En cómo entrenan, en cómo trabajan el siguiente partido, o en cómo no lo trabajan. Está el que confía mucho en sus jugadores y hace hincapié en su equipo; el que habla mucho del rival y piensa cómo vulnerarlo. Nada está mal. Cada uno tiene su forma de trabajar.

-Recordaste el peor momento en Racing, cuando apenas llegabas. ¿Cuál fue el mejor?
-Hubo muchos. Los goles a Independiente, a Boca, a San Lorenzo... Pero me quedo con el subcampeonato. Nos sirvió para clasificar a la Copa Sudamericana y por tres puntos no entramos en la Libertadores. Todos los que nos criticaban en el torneo anterior deberían analizar los últimos años de Racing para entender que se consiguieron cosas importantes. Está bien, no pudimos ser campeones, pero si Racing sigue así en algún momento se va a dar, y vamos a quedar en la historia del club.


El profe Gabriel
Aunque nunca salió campeón, Hauche tiene un título: en 2010 se recibió de profesor de Educación Física. “La carrera dura cuatro años, pero la hice en seis. Mi mamá siempre me había pedido que terminara el colegio, el que quiso seguir el profesorado fui yo”. Hizo sus prácticas en el Galpón Cultural de Claypole, un espacio lleno de empuje y consciencia social.
“Iba a la tarde con un grupo de profes y nos quedábamos jugando con los chicos. Para aprobar la materia teníamos que cumplir con eso, pero para nosotros no era solo cumplir, lo disfrutábamos y los chicos también. Ellos no tenían idea de quién era yo, eso era lo más lindo: estar ahí, jugar y que nadie te diga nada”.
En el mismo cuatrimestre hizo prácticas en un colegio secundario. “En la primera clase, apenas entro, uno empieza a cantar que nos íbamos a la B, justo cuando peleábamos la Promoción. Los junté y les dije que yo no venía a hablar de fútbol o si había hecho 10 o 20 goles. Que yo era el profe Gabriel y que merecía el mismo respeto que el que yo tenía por ellos. Enseguida me pidió disculpas y, después, siempre me tiraron buena onda”.

60 Los goles que suma Hauche en su carrera. Gritó 9 en Temperley (Primera B), 33 en Argentinos Juniors, 15 en Racing y 3 en la Selección. Su mejor marca: 10 tantos en el Apertura 09, su último torneo en el Bicho.

PUBLICADO EN EL GRÁFICO Nº4419 (FEBRERO DE 2012)

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