miércoles, 23 de octubre de 2013

Los hits (agosto de 2012)

Los futbolistas que se destacaron en el mes – por Martín Estévez

De a poco va arrancando la temporada, pero los últimos destellos de los Juegos Olímpicos definieron un líder sorprendente. Messi se acomodó rápido en los primeros puestos.

1) Oribe Peralta (México)
Cuatro goles en los Juegos, dos de ellos para ganarle la final a Brasil. Un sueño.

2) Lionel Messi (Barcelona)
Volvió de las vacaciones con un golcito a Alemania y dos en la liga.

3) Robbie Keane (Los Angeles Galaxy)
El irlandés la rompe en Estados Unidos: dos tantos en el mes y 14 este año.

4) Samuel Eto'o (Anzhi Makhachkala)
Trepó en el ranking gracias a sus dos goles al Vitesse en la Europa League.

5) Giovani dos Santos (México)
El copiloto ideal de Peralta en Londres. Tiene 23 años y mucho por delante.

6) Leandro Damiao (Brasil)
Una medalla de plata y 5 goles olímpicos no son nada despreciables.

7) Xavi Hernández (Barcelona)
Se juntó un rato con su amigo Lío y ya empezaron a tirar paredes. ¡Belleza!

8) Hernán Barcos (Palmeiras)
Epa: el ex Racing metió 6 goles en 22 días, incluidos 2 por la Sudamericana.

9) Vágner Love (Flamengo)
Otro que la rompe en Brasil: 5 goles en agosto, 20 en 2012. Volvió con todo.

10) Ola Toivonen (PSV Eindhoven)
Fue fundamental para ganarle la Supercopa de Holanda al Ajax.

Del 11 al 20: 11 André Gignac (Olympique Marsella), 12 Samir Nasri (Manchester City), 13 Zlatan Ibrahimovic (Paris Saint Germain), 14 Lucas Viatri (Boca Juniors), 15 Diego Alves (Valencia), 16 Martín Cauteruccio (Quilmes), 17 Eden Hazard (Chelsea), 18 Miguel Ximénez (Universitario), 19 Michael Mifsud (Valletta) y 20 Cristiano Ronaldo (Real Madrid). 

PUBLICADO EN EL GRÁFICO Nº4426 (SEPTIEMBRE DE 2012)

martes, 22 de octubre de 2013

El medallero (agosto de 2012)

Por Martín Estévez

Oro: Sebastián Crismanich
¿Nos subimos a la ola Crismanich? Nada de eso: hace 10 meses, Sebastián ya había tenido su lugar en nuestro medallero. Esta vez, lo suyo fue épico: triunfazo en la categoría hasta 80 kilos del taekwondo para darle a la Argentina su única medalla de oro en Londres 2012.

Plata: Luis Scola
Podrían estar Las Leonas por su gran actuación, pero incluso antes que las gestas deportivas preferimos la grandeza de uno de nuestros basquetbolistas top: iba a ser abanderado en la ceremonia de cierre, pero le cedió el honor a Crismanich. Qué grande sos, Luifa.

Bronce: Juan Martín Del Potro
¡Tremendos Juegos Olímpicos! Llegó a semifinales junto a rivales “fáciles”: Federer, Djokovic y Murray. Ante Roger, alguien debería haber gritado: “¡Los dos a la final!”. Perdió 17-19 en el tercero, pero se recuperó con una gran victoria ante Djokovic y logró el bronce.

Plomo: Independiente
Lo único para aplaudir es la lucha de Cantero contra los mercenarios de la barrabrava. El resto, una lágrima: cero gol en los tres primeros partidos del Torneo Inicial, derrota con paliza en el clásico ante Racing y último lugar en los promedios. Quedan 35 fechas, Rojo...

Lata: Leandro Romagnoli
Ahora en San Lorenzo lo aman, pero cuando el descenso estaba a la vuelta de la esquina fue cuestionado. Clave para salvar al Cuervo, arrancó el torneo como para romperla y se terminó rompiendo él: rotura de ligamentos y seis meses sin jugar. Paciencia, Pipi.

Cartón: Chacarita Juniors
Después de la dramática definición de la temporada pasada, en la que descendió por un penal atajado en el último minuto de la Promoción, comenzó muy mal su estadía en la Primera B: derrotas 0-3 ante Central Córdoba de Rosario (recién llegado de la C) y 0-1 ante Platense. ¡Ánimo!

PUBLICADO EN EL GRÁFICO Nº4426 (SEPTIEMBRE DE 2012)

lunes, 21 de octubre de 2013

¿El mejor deportista de la historia?

Por Martín Estévez

Roger Federer sigue sumando hazañas a su épica carrera y nos obliga a hacer una pregunta con difícil respuesta.

Domingo 8 de julio de 2012. Roger Federer levanta el trofeo de Wimbledon. Es la séptima vez que se consagra en el césped londinense. Es su decimoséptimo Grand Slam. Es su título ATP número 75. Es el triunfo 853 de su carrera. Momento sublime. Un interrogante navega en el aire inglés: ¿el suizo es el mejor deportista de la historia?

Introducción a una pregunta difícil
La pregunta parece inevitable e imposible de responder. ¿Por qué inevitable? Porque hablar es comparar. Las palabras existen con ese fin. El término “perro” compara a esa especie juzgándola distinta al resto de los animales. A la vez, compara a los perros entre sí a través de sus semejanzas. Esta introducción justifica las comparaciones en el mundo del deporte. Para opinar sobre el nivel de un tenista es imprescindible haber visto a otros. Los adjetivos “bueno” y “malo” refieren a la persona de la que se habla, pero también a quienes lo antecedieron.

El problema es cuando las comparaciones quedan pequeñas. Cuando las preguntas iniciales (¿Federer es un buen tenista?) tienen respuesta obvia: sí. El tenis, a Roger, le quedó chico. Para seguir hablando de él, hay que seguir comparándolo. Y la única comparación posible es hacia arriba: con los mejores.

Posibles respuestas
¿Cómo saber si el piloto Alain Prost fue mejor que el velocista Carl Lewis? ¿Franz Beckenbauer tuvo una carrera superior a la de la gimnasta Nadia Comaneci? ¿El boxeador Muhammad Ali merece más elogios que la garrochista Yelena Isinbayeva? Existen tantas respuestas como puntos de vista. La lógica invita a admitir que no hay conclusión posible y a abandonar el debate. Pero sería una solución cobarde. Intentemos la arriesgada misión de buscar una respuesta eligiendo (autoritariamente) puntos importantes que determinan la grandeza de un deportista.

*La popularidad de su deporte. Si alguien inventa el básquet sobre ruedas y comienza a practicarlo con sus amigos, tiene buenas posibilidades de ser el mejor basquetbolista sobre ruedas del mundo. Esa sencillez tiene relación directa con el bajo número de competidores. Entonces, cuanto mayor sea esa cantidad, mayor la hazaña de ser el mejor. Este ítem disminuye el mérito en deportes poco practicados, como el golf (lo sentimos, Tiger Woods) y el automovilismo (en paz descanses, Ayrton Senna).

*La ausencia de “peros”. Al repasar la carrera de los grandes deportistas, algunos presentan cuentas pendientes. Eso los vuelve vulnerables en una competencia exigente como la de ser el mejor de la historia. Algunos gigantes que sufren este argumento son los tenistas Pete Sampras (nunca ganó Roland Garros) y Martina Hingis (se retiró muy joven, al igual que el nadador Mark Spitz), el futbolista Johan Cruyff (no pudo levantar la Copa del Mundo) y el boxeador Mike Tyson (morder a Evander Holyfield le costó caro).

*Riesgos afrontados. La comodidad no es amiga de la gloria. Vencer en diferentes épocas, contextos y situaciones aumenta el brillo de las conquistas. Algunos ejemplos de los que no suman puntos bonus en este aspecto son Pelé (jugó siempre al lado de grandes figuras, en la liga de su país y en el mismo equipo) y el basquetbolista Larry Bird (se mantuvo bajo el techo de la misma casa, la de los Boston Celtics).

*Reproducción de sus logros. Este apartado es una trituradora de estrellas. El futbolista Alfredo Di Stefano, los tenistas Bill Tilden, Rod Laver y Margaret Court, el saltador Ray Ewry, los fondistas Paavo Nurmi y Emil Zatopek, la velocista Fanny Blankers-Koen... Tienen viento en contra por un motivo injusto: sus gestas deportivas fueron admiradas por pocas personas. De sus logros sólo han quedado crónicas y casi ninguna imagen.

Que un deportista no supere uno de estos exámenes no lo deja fuera de carrera, pero sí un escalón debajo. ¿Son muchos los que cumplen tantos requisitos? Si descartamos a los que tienen varios años por delante (Usain Bolt, Michael Phelps), quedan apenas cinco. 

Jesse Owens y Abebe Bikila reprueban en “reproducción de sus logros”, pero se sacan un diez por las inmensas barreras que atravesaron. Owens fue un velocista negro que ganó en todas las circunstancias posibles, incluso en los Juegos Olímpicos de 1936, organizados por Hitler para demostrar la falsa superioridad de la raza aria. Y Bikila fue un etíope que sufrió hambre desde pequeño y ganó descalzo la maratón de Roma 1960.

Otro postulante al trono de mejor deportista es Michael Jordan. Llevó a la gloria a una franquicia débil de la NBA (Chicago Bulls), hizo mejores a sus compañeros y regaló clases de básquet hasta los 40 años.

Entre las mujeres, Martina Navratilova es leyenda. Siempre con sus anteojos puestos, ganó la movilizante suma de 244 torneos entre singles y dobles, y nada menos que 2.484 partidos.

Ahí, en el puñado de los que brillan entre estrellas brillantes, está el gran Roger Federer. La popularidad de su deporte no está en discusión, no hay ningún pero en su carrera, afrontó el riesgo de seguir peleando por el número 1 cuando aparecieron jóvenes que parecían superarlo (Nadal y Djokovic), y sus logros se reproducen una y otra vez en millones de pantallas. ¿Federer es el mejor de la historia? Empecemos por responder que no hay dudas de que es uno de los mejores. Tal vez, cuando termine su magnífica carrera, nos animemos a una respuesta mucho más osada.

PUBLICADO EN ACCESS DIRECTV Nº47 (SEPTIEMBRE DE 2012) 

domingo, 20 de octubre de 2013

Maria Sharapova - El tenis no es lo de menos

Por Martín Estévez

Maria Sharapova se destaca por su belleza, pero también por su talento. La rusa lleva siete años intentando consolidarse como número 1 del mundo. ¿Lo logrará esta vez?

Desde el inicio de su carrera, el nombre de Maria Sharapova estuvo asociado al de Anna Kournikova. Tal como había sucedido con Anita algunos años antes, Maria empezó a destacarse en el tenis cuando era adolescente: una adolescente rusa, con pelo larguísimo y rubio, llena de talento e impactantemente hermosa. Las comparaciones deberían haber terminado allí, pero continuaron. Se llegó a acusar a Maria de cuidar más su imagen que su entrenamiento, acusación que Kournikova recibía constantemente. Aunque la categoría de Anna era indiscutible, nunca pasó del noveno puesto del ranking mundial ni alcanzó una final de Grand Slam. Sharapova, en cambio, ganó este año en Roland Garros su cuarto torneo grande y volvió a ser la número 1 del ranking. No hay discusión posible: tenísticamente hablando, Maria supera a Kournikova con total comodidad.

Las historias de los y las grandes tenistas suelen tener puntos en común: comenzaron a jugar desde muy pequeños, arrasaron en sus categorías y deslumbraron a cada entrenador y espectador que les pasó cerca. La historia de Sharapova no se diferencia en ese aspecto. Sin embargo, enfocando de otro modo, es posible encontrar detalles muy distintos. 

Su padre, Yuri, y su madre, Yelena, vivían en Gómel, territorio soviético que actualmente pertenece a la República de Belarús. El 26 de abril de 1986, a 300 kilómetros de su casa, se produjo la tragedia de Chernobyl: un terrible accidente en el que la explosión de una central nuclear mató a 31 personas, forzó la evacuación de 160 mil y obligó a cinco millones a vivir en zonas contaminadas por las peligrosísimas radiaciones generadas. Entre esas zonas perjudicadas estaba Gómel. En septiembre de 1986, Yelena supo que estaba embarazada y decidieron alejarse para no arriesgar la salud de la bebé. Así, el 19 de abril de 1987, en Janti-Mansi, Rusia, nació la mejor tenista de la actualidad.

Cuando apenas podía caminar, el tío de Yevgeny Kafelnikov (número 1 del mundo en 1999) le regaló su primera raqueta. Maria mostró interés y aptitudes. A los 6 años, jugó un torneo infantil en Moscú al que había sido invitada la gran Martina Navratilova. Ella quedó maravillada con Sharapova y convenció a su familia de que se mudara a Florida, Estados Unidos, para inscribirla en la Academia de Nick Bolletieri, donde se formaron muchas grandes tenistas durante las últimas décadas.

Entre 1994 y 1996, Maria vivió en Florida sólo junto a su padre, porque Yelena no conseguía la visa para instalarse en Estados Unidos. Fueron años difíciles; el dinero no sobraba, el desarraigo le generaba tristeza y no iba a la escuela porque no conocía el idioma. Cuando Yelena pudo mudarse, ofició de maestra y le enseñó ella misma. Días después de cumplir 14 años, fue invitada a su primer torneo entre las mayores, en Sarasota, Estados Unidos. Maria enfrentó a una tenista de 23 años, Karin Miller, y la puso contra las cuerdas: terminó perdiendo 6-7, 6-4 y 6-4. Ese año, como juvenil, ganó 25 de sus 28 partidos.

En 2002 se instaló entre las grandes promesas del circuito femenino al alcanzar la segunda ronda en Indian Wells (perdió con Monica Seles) y ganar tres torneos consecutivos. A partir de entonces, conoció el éxito: fue campeona en Tokio y Quebec en 2003, y en Wimbledon 2004. Aquella final ganada ante Serena Williams le permitió llegar al Top Ten cuando apenas tenía 17 años. Al final de esa temporada también se impuso en el Tour Championships, que enfrenta a las ocho mejores del ranking.

En agosto de 2005 ya era la número 1 del mundo, pero también comenzaría una constante: cada vez que accedió al liderazgo, le duró poco tiempo. Ganó el US Open 2006 (venció a las dos mejores del ranking, Amelie Mauresmo y Justine Henin) y volvió a liderar otro ratito en 2007. Ese año, donó 100 mil dólares para un proyecto de las Naciones Unidas cuyo objetivo era colaborar con la reactivación de las zonas afectadas de Chernobyl.

Llegó una vez más a la cima luego de obtener el Abierto de Australia en 2008 y del retiro de Henin; duró apenas tres semanas. Las lesiones la hicieron salir del Top 100 en 2009 y no volvió a su mejor nivel hasta mediados de 2011, temporada en la que ganó Roma y Cincinnati, y alcanzó la final de Wimbledon. 

Su brillante comienzo de 2012 (finalista en el Abierto de Australia, Indian Wells y Miami, campeona en Stuttgart, Roma y Roland Garros) la llevo al número 1 por quinta vez. En sus anteriores cuatro períodos, acumuló solo 17 semanas como líder. Consolidada tenísticamente, a los 25 años está en condiciones de mantenerse en la cima por largo tiempo. Admiradores que le deseen el éxito, seguramente, no faltarán.

ESCRITO ORIGINALMENTE PARA SER PUBLICADO EN ACCESS DIRECTV Nº46 (AGOSTO DE 2012)

martes, 15 de octubre de 2013

Londres 2012 - Que el medallero no tape el bosque

Por Martín Estévez

La delegación argentina consiguió menos medallas que en los dos Juegos Olímpicos anteriores, pero 21 de nuestros representantes terminaron en los 11 primeros puestos de su especialidad. Son los propios atletas quienes afirman que, gracias al Enard, el deporte nacional tiene un futuro prometedor.

“Los deportistas sabemos que la situación mejoró mucho y no nos cansamos de agradecerlo. Comparado con lo que pasaba diez años atrás, se modificó de un extremo a otro. Antes teníamos apoyo, pero un sistema muy trabado, y en la alta competencia es necesario tomar decisiones rápidas. Ahora cumplen todo lo planificado y sin demoras”. Las palabras son de Cristian Rosso, remero que junto a Ariel Suárez terminó 4° en la categoría doble scull y se llevó un diploma olímpico de Londres 2012. Pero podrían ser de cualquiera de los atletas argentinos que participaron en los Juegos.

El análisis de una competencia tan inmensa es extremadamente complejo. Puede dividirse por deportista, por disciplina, comparando con otros países, por repercusiones sociales, desde lo económico y un infinito etcétera. Sin embargo, entre el mar de datos existentes, elegiremos desde nuestra subjetiva mirada los que consideramos más importantes.

Si una de las conclusiones es que la preparación mejoró desde 2008 hasta 2012, ¿por qué disminuyó la cantidad de medallas? “El apoyo fuerte del Enard comenzó hace dos años, y los resultados no se consiguen a corto plazo –explica Rosso–. Argentina va a mejorar en el futuro. En cuatro años sí se van a conseguir más podios y diplomas”. Cuidado: medir el éxito o fracaso de la política deportiva de un país únicamente por la cantidad de medallas es un despropósito absoluto. Para argumentar esta opinión, intentemos una mirada más global.

¿Medallas, para qué?
Más allá de una alegría pasajera cada cuatro años, ¿para qué les sirve a los habitantes de una nación que su país gane medallas? ¿Por qué una parte del presupuesto nacional está destinado a que un atleta gane competencias que no afectan nuestra vida cotidiana?

Sin pensarlo, podríamos llegar a la conclusión de que no tiene sentido invertir en un deportista (aunque fuera el heroico Sebastián Crismanich), porque sus éxitos no modifican los índices políticos más importantes, como los culturales, educativos o económicos. Si la Argentina no mejora ni empeora porque un lanzador de bala obtenga un diploma, ¿para qué invertir?

La respuesta es compleja. Un Estado nacional medianamente decente sabe que el deporte es una herramienta clave para favorecer la salud, la educación y la organización social de un país. Y son necesarios dos factores para desarrollar esa herramienta: poseer la infraestructura necesaria y generar en los sujetos el deseo de practicar deportes. El primer objetivo se logra invirtiendo en la construcción y mantenimiento de centros deportivos, desde modernizar el Cenard hasta pagar el sueldo de un profesor municipal de tenis de mesa. El segundo objetivo es más difícil de alcanzar, y una de las estrategias es a través de ídolos y referentes. Seamos claros: desde que Las Leonas son Las Leonas, la cantidad de mujeres que juegan al hockey en la Argentina creció espectacularmente. Desde que Paula Pareto ganó la medalla de bronce, nacieron más judocas que en todas las décadas anteriores. Y no tengan dudas de que, desde el oro logrado por Crismanich, las academias de taekwondo deben estar sumando estudiantes como nunca antes.

Respondamos ahora sí, la pregunta inicial. ¿Para qué les sirve a los habitantes de una nación que su país gane medallas olímpicas? Para que se fomente la práctica del deporte, una herramienta fundamental para mejorar la salud, la educación y la organización social.

¿De dónde sale la plata?
Es necesario diferenciar a la Secretaría de Deporte de la Nación y al Enard (Ente Nacional de Alto Rendimiento Deportivo). La Secretaría es responsable de los dos objetivos que mencionamos: generar infraestructura y fomentar la práctica. El Enard, en cambio, apunta al desarrollo de los mejores deportistas para su participación en las principales competencias.

El presupuesto del Enard surge de un impuesto del 1% sobre el consumo de telefonía celular que fue aprobado en diciembre de 2009. ¿Ley kirchnerista? No: recibió 55 votos a favor y apenas uno en contra en el Senado.

Los resultados también existen
A no confundirse: limitar la importancia de triunfos y derrotas olímpicas no significa ignorarla. En definitiva, los resultados influyen en el objetivo final: fomentar la práctica deportiva.

Argentina había ganado dos medallas de oro y cuatro de bronce tanto en 2004 como en 2008. Este año, la cosecha se limitó a una de oro, una de plata y dos de bronce. En ese aspecto no hubo mejora, aunque sí en la cantidad de diplomas olímpicos (los obtienen quienes finalizan del 4° al 8° puesto), que llegaron a diez. Y entre el 9° y el 11° lugar hubo siete representantes argentinos. Lectura posible: fueron menos los que ganaron medallas, pero más los que estuvieron cerca de obtenerlas. En 2008, entre el 1° y el 8° puesto se ubicaron nueve argentinos; en 2012, fueron 14.

El 42° lugar en el medallero fue impulsado principalmente por Sebastián Crismanich, ganador en la categoría hasta 80 kilos del taekwondo. El correntino había sido destacado en nuestra edición de noviembre de 2011 como uno de los deportistas del mes, y fue protagonista de una nota en abril de este año, en la que declaraba: “Si estoy con todas las luces, como cuando gané los Panamericanos el año pasado en Guadalajara, puedo conseguir una medalla. Busco formar parte de la historia”. Lo logró. 

Un escaloncito debajo de él, Las Leonas revalidaron sus hazañas y consiguieron la cuarta medalla consecutiva. Esta vez fue de plata. “Lo de las chicas, como siempre, fue espectacular –resalta Jorgelina Rimoldi, símbolo de la selección de hockey entre 1991 y 2001–. Buena parte de esos logros se debe a que ahora llegan mejor preparadas. Nosotras, cuando fuimos a Atlanta 96, recibíamos una beca mínima de la Secretaría. Y, si podíamos irnos de gira, era porque otros países nos invitaban. Las cosas cambiaron para mejor”.

El primer bronce de la delegación lo consiguió Juan Martín Del Potro. En semifinales, perdió un histórico partido ante Roger Federer (6-3, 6-7 y 17-19), pero se levantó y le ganó el tercer puesto a Novak Djokovic. Al igual que el fútbol, el tenis depende más de su propia evolución que del Enard. Es el que menos apoyo recibió entre los deportes olímpicos: $ 361.000. “El balance del tenis argentino es muy bueno gracias a Juan Martín –remarca Martín Jaite, ex N°9 del mundo y actual capitán de Copa Davis-. Su logro está a la altura de los más importantes de nuestros tenistas”.

La otra medalla llegó justamente de la disciplina en la que más se invirtió: el yachting. Los $ 11.398.000 tuvieron como premio el bronce obtenido por Lucas Calabrese y Juan de la Fuente en la clase 470. Es el quinto Juego consecutivo en el que el deporte de la vela le significa medallas a nuestro país.

Ganadores sin medalla
La ya mencionada dupla Rosso-Suárez estuvo cerquita del podio y terminó cuarta. “El balance es totalmente positivo –festeja Rosso-. Teníamos el objetivo de estar entre los seis primeros y lo superamos. Fue una experiencia excelente desde todos los puntos de vista. Gracias al Enard, para entrenarnos tuvimos botes que estaban al nivel de los mejores países, y fuimos a tres Copas del Mundo. Sin esas Copas, no hubiéramos llegado a los Juegos”.

La Selección de básquet emocionó otra vez. Cuando parecía que el límite estaba en cuartos de final, volvió a derrotar al peligroso Brasil y logró un fantástico 4° puesto. El bronce se frustró en una infartante derrota ante Rusia.

El judo consiguió dos diplomas. Paula Pareto, medallista en 2008, demostró que sigue en la elite y finalizó 5º. Emmanuel Lucenti alcanzó el 7° lugar. Ninguno supera los 27 años, por lo que podrían competir en Río de Janeiro 2016.

Más sorpresivo fue lo de Germán Lauro (6° en lanzamiento de bala, batiendo el récord argentino) y Federico Molinari (8° en anillas, primer gimnasta finalista). “El principal logro de los Juegos fue la cantidad de diplomas que se consiguieron –señala Jorgelina Rimoldi–. Que Lauro y Molinari hayan alcanzado una final olímpica son hechos históricos”.

Además, aplaudimos desde nuestras páginas a Miguel Correa y Rubén Rézola (5° en canotaje), Carola López Rodríguez (9ª en taekwondo), la dupla María Gabriela Best-María Laura Abalo (9ª en remo), Juan Manuel Cano (22° en marcha), Miguel Bárzola (35° en maratón) y a Braian Toledo, que a los 18 años consiguió el puesto 30° en lanzamiento de jabalina.

A curar las heridas
“Los Juegos no fueron lo que esperábamos –reconoce Juan Manuel Vivaldi, arquero de la Selección masculina de hockey–. Aspirábamos a terminar entre el 5° y el 8° puesto, pero quedamos décimos. No alcanzamos el mejor rendimiento ni en lo individual ni en lo colectivo, y eso en los Juegos Olímpicos se paga carísimo”. Y esquiva las excusas fáciles: “No me gusta decir que los resultados no se dieron porque los rivales se levantaron mejor que nosotros. Tenemos que hacernos una autocrítica fuerte. Tuvimos todas las chances para hacer una preparación excelente, no hay reclamos posibles. Tenemos que ser menos irregulares”.

No es el único que dejó Londres con una mezcla de alegría y tristeza. Jennifer Dahlgren debe sentirse peor: anuló sus tres lanzamientos de martillo. Es buen momento para no olvidar sus enormes logros de los últimos años.

Lo de la Selección de handball ya era un éxito, porque fue la primera vez que consiguió la clasificación. Quedó, sin embargo, la sensación de que había potencial para mejorar el 10° puesto final. “El salto de calidad que dio Argentina en los últimos años es enorme –confirma Cristian Canzoniero, histórico exarquero de la Selección–. La mayoría del plantel juega en el exterior y recibe apoyo económico. El problema es que avanzar a nivel internacional es cada vez más difícil; una cosa es pasar de ser el 20° equipo del mundo al 18°, eso no cuesta tanto. Pero entre el 10° y el 8° hay un abismo. Al único que se le podía ganar y no se le ganó fue Túnez. La realidad es que estamos para pelear con los mejores africanos y los peores europeos. Apuntar más arriba sería un error”.

En el listado de los que imaginaban mejores resultados se incluyen Cecilia Biagioli (17º en aguas abiertas), David Nalbandian (afuera en la primera ronda del tenis) y Georgina Bardach (47º en 400 metros combinado).

La lógica económica
En definitiva, ¿a la Argentina le fue bien o mal? Lamentamos que la respuesta sea poco osada, pero le fue como marca su realidad social. El medallero evidencia que las potencias económicas son también potencias olímpicas: Estados Unidos, China, Gran Bretaña, Rusia, Alemania... Esperar que la Argentina termine en los primeros puestos sin antes transformar su realidad de país oprimido es una ilusión sin fundamento. Es injusto compararnos con los más poderosos. Nos guste o no, nuestras medidas son México (7 medallas) y Colombia (8). Y, como objetivo a largo plazo, acercarnos a Brasil (17 medallas). Creer que sólo con esfuerzo pelearemos mano a mano con Australia o Francia es tan ingenuo como creer que, en la vida, todas las personas tienen las mismas posibilidades de progresar.


*Diez hechos inolvidables

Remando contra la historia. El Comité Olímpico Internacional (COI) invita a países para que participen en disciplinas en las que, por su bajo nivel, no podrían estar. El caso más recordado fue el de Eric Moussambani, de Guinea Ecuatorial, quien nadó en Sydney 2000. En Londres, se destacó el nigeriano Hamadou Issaka, elegido para competir en remo. La primera vez que lo intentó fue tres meses antes de los Juegos; terminó cayendo al agua. Issaka es un nadador de 35 años que subsiste como jardinero y limpiador de piletas. “Antes de los Juegos, nunca había probado un bote olímpico porque en Africa no tenemos”, contó.

Análisis del medallero. Estados Unidos lideró por 16º vez en la historia: sumó 10 oros más que en 2008 (46 contra 36) y recuperó el primer lugar perdido ante China, que logró 38. Gran Bretaña aprovechó la localía para pasar de 4° a 3° (29 oros); fue su mejor actuación desde 1920. Rusia quedó 4° (24 oros); y Corea del Sur pasó de 7° a 5°. Alemania retrocedió de 5° a 6°, y Francia recuperó terreno: había sido 10° en Beijing y fue 7° en Londres. Completaron el Top Ten: Italia, Hungría y Australia.

Roger, cada vez más grande. Uno de los pocos logros que le faltaban a la gloriosa carrera de Federer era una medalla olímpica en singles (había ganado oro en el dobles de 2008). En Londres, venció a Falla, Benneateau, Istomin, Isner y Del Potro hasta llegar a la final, donde perdió ante Andy Murray. ¿Fracaso? Su imagen besando la medalla de plata con una sonrisa enorme respondió que no. El suizo sabe valorar los logros ajenos y, cerca del final de su carrera, también los propios.  

De sexo debil, nada. La nadadora china Shiwen Ye batió un récord olímpico y uno mundial en Londres, algo poco habitual pero probable. El problema es que sus marcas en los 200 (2m08s39) y en los 400 metros combinado (4m28s43) generaron sospechas, especialmente porque tiene sólo 16 años. Impactaron los últimos 50 metros de la competencia de 400, que recorrió en 28s93, menos que Ryan Lochte, ganador masculino. Se habló de doping, pero nosotros creemos en su inocencia hasta que se demuestre lo contrario.

El rey de todos los tiempos. Michael Phelps lo logró. Había anunciado que serían sus últimos Juegos Olímpicos y le faltaban tres medallas para superar las 18 de la gimnasta ucraniana Larissa Latynina, récord histórico. Ganó 4 de oro (100 metros mariposa, 200 combinado y las postas de 4x100 combinado y 4x200 libre) y 2 de plata. Así, el nadador estadounidense alcanzó 22 medallas en su carrera, marca que difícilmente sea mejorada en las próximas décadas.

Próceres nacionales. Respecto a Beijing 2008, fueron menos los países que ganaron medallas: 87 contra 82. Siete subieron al podio por primera vez en su historia: Bahrein (Maryam Yusuf Jamal, bronce en 1500 metros); Chipre (Pavlos Kontides, bronce en yachting); Botswana (Nijel Amos, plata en 800 metros); Gabón (Anthony Obame, plata en taekwondo); Guatemala (Erick Barrondo, plata en marcha); Montenegro (plata en handball femenino); y el caso más espectacular: Kirani James ganó la prueba de 400 metros y le dio a Granada, pequeño país del Caribe con apenas 90 mil habitantes, la medalla de oro.

Bolt y el boom de Jamaica. Si Phelps era una de las grandes estrellas que se anunciaban en la previa, la otra era Usain Bolt. El velocista había logrado 3 oros en 2008 y repitió la hazaña en Londres ganando las mismas pruebas: 100 metros, 200 metros y la posta 4x100. Jamaica vivió una fiesta, ya que Bolt batió el récord olímpico en los 100 metros (9s63), el equipo nacional mejoró el récord mundial en 4x100 (36s84) y tres jamaiquinos llenaron el podio de los 200 metros: Bolt, Yohan Blake y Warren Weir. En el medallero, Jamaica terminó 18°. Tres de sus 4 oros fueron regalo de Bolt.

Alguna vez iba a perder. Yelena Isinbayeva es la mejor saltadora con garrocha de la historia. Batió 28 veces el récord mundial hasta alcanzar la nunca superada marca de 5,06 metros. La rusa había ganado la medalla de oro en Atenas 2004 y en Beijing 2008, pero en Londres no pudo ser. Saltó 4,70 metros y se quedó con el bronce. Primera finalizó la estadounidense Jennifer Suhr (4,75 m) y segunda, la cubana Yarisley Silva.

La presión mais grande do mundo. El fútbol brasileño sigue sin ganar la medalla de oro olímpica. Con Neymar, Hulk y Leandro Damiao era candidatazo, pero México lo superó 2-1 en la final y le destrozó la moral. Tremenda presión sufrirán sus jugadores en los próximos cuatro años. Primero serán locales en el Mundial 2014, con el fantasma del Maracanazo de 1950 (Uruguay les ganó la final) sobre sus espaldas. Y luego, en 2016, serán la sede de los Juegos Olímpicos, con la búsqueda del oro futbolístico como misión imprescindible.

Vecinos felices. Venezuela había ganado una medalla de oro en sus 16 participaciones: el boxeador Francisco Rodríguez, en México 1968. En Londres, el esgrimista Rubén Limardo terminó con la espera y consiguió la segunda. Sudamérica, que había sumado 5 oros en Beijing 2008, terminó con 6: además de Venezuela ganaron Brasil (3), Argentina (1) y Colombia (1). Chile y Ecuador, que habían logrado una de plata en 2008, se fueron con las manos vacías.


PUBLICADO EN EL GRÁFICO Nº4426 (SEPTIEMBRE DE 2012)

lunes, 14 de octubre de 2013

Por qué amo a Federer

Por Martín Estévez

Es difícil decir algo que no se haya dicho sobre el mejor tenista de la historia, entonces apelamos a los sentimientos. Uno de nuestros periodistas es también uno de sus millones de admiradores e intenta explicar los motivos por los que el suizo genera cariño y respeto en dosis casi universales.

Al demonio con la objetividad periodística: amo a Federer. Es mi héroe. Hay que partir desde ese punto de vista (o desde ese estado emocional) para no indignarse con todo lo que voy a decir. Perdonen que escriba así en una revista prestigiosa y seria como El Gráfico pero, a esta altura, no sé si quiero más a Roger o a mi mamá.

Sé también que no soy el único. El amor por Roger se multiplica. Lo quieren los fanáticos del tenis y los no tan fanáticos. Lo quieren hombres y mujeres. Europeos y africanos. Periodistas, agentes de prensa, los valientes, los cobardes. Lo quieren hasta sus rivales. Cuesta recordar una crítica negativa sobre él. Y si existió alguna, mi cerebro se encargó de borrarla rápidamente: no toquen a Roger.

Cuando gana, lo engrandece su reacción humilde. Cuando pierde, lo engrandece su dignidad. Y lo mejor es que no es uno de esos tibios a los que todo les da lo mismo. Federer vive con fuego en el pecho. Cuando era más joven, se la pasaba gritando, rompiendo raquetas, protestando. Fue tan mundano como cualquiera de nosotros, y eso lo hace más querible: se frustraba ante la derrota, le daban ataques de rabia casi ridículos, sufría. Roger no nació con un don; lo construyó.

Existe una leyenda en Suiza (y si no existe, la acabo de inventar) que cuenta que, en mayo de 2003, los espíritus de los principales tenistas muertos se acercaron a Federer, que dormía tras una dura derrota ante el peruano Luis Horna en la primera ronda de Roland Garros, y le revelaron los secretos del tenis. A partir de entonces, comprendió que no debía exteriorizar su fuego interno rompiendo raquetas, sino mantenerlo dentro suyo. Roger, más que contra sus rivales, pelea contra sí mismo. Es probable que la leyenda sea apócrifa, pero es una explicación posible para su perfección.

Perfección, sí. Desde la razón se puede argumentar que Roger, como todo ser humano, tiene que estar lleno de defectos, deudas de honor, momentos fallidos, vanidad. Pero, como dice Alejandro Dolina, los hombres sensibles no creemos en ninguna razón que no nos haga llorar. Y, también citando a Dolina, quien conoce a fondo los mecanismos de la razón acaban por desconfiar de ella. La razón dice que no puede ser perfecto; pero Roger, a su modo, es perfecto, porque hasta sus imperfecciones son admirables.

Aunque competir contra los poderosos suele generar ansias de arrancarles la corona, los rivales de Federer son felices al enfrentarlo. Sienten la extraña ambigüedad de saber que la derrota es casi segura junto a la alegría de que podrán contarles a sus seres queridos que jugaron contra él. Los envidio. Qué más quisiera yo que correr inútilmente un revés perfecto de Roger. Cuánto disfrutaría irme 0-6 y 0-6 de un partido contra él. Mi sueño es ser humillado por una sutileza nacida en su raqueta.

Los perdedores siempre somos más queribles, menos peligrosos. Nuestros amigos no temen que les robemos a sus novias, nuestros enemigos saben que nunca les ganaremos, nuestros jefes están seguros de que no estamos interesados en quedarnos con su puesto. Federer, en cambio, consigue simpatías más difíciles: lo quieren aunque gana siempre. Gana incluso cuando pierde; porque si Nadal o Djokovic, después de correr cinco horas y derrotarlo con lo justo, lo celebran como una hazaña, su imagen imbatible termina creciendo.

Tiene todas en contra, Roger: además de ganador, es suizo. Con todo respeto por los helvéticos, se me ocurren pocas naciones más antipáticas para los argentinos sensibles que Suiza, con su armonía, su aparente perfección, sus misterios fiscales y su frialdad. Un uruguayo, un ucraniano o un ugandés tienen viento favorable para ser amados en nuestra tierra. Un suizo, no. Desde aquí, esbozamos una teoría que los refutadores de leyendas desbaratarán con los siempre toscos argumentos de la razón: Federer no es suizo. Aunque lo digan su partida de nacimiento o sus padres, tiene que haber nacido en Cuba, o en una islita de Oceanía, o en Montevideo. No es posible que amemos tanto a un suizo.

Su relación con el poder también genera ganas de abrazarlo. Podría ser un obsecuente amigo de los mezquinos o un demagogo que aprovecha la inmunidad de sus triunfos. Ni una cosa ni otra. Es un líder admirado por sus compañeros (lo eligieron presidente del consejo de jugadores) e incómodo para los mercaderes del tenis. Rafa Nadal, más impulsivo, dijo en enero que deseaba que Roger hiciera pública su disconformidad con las exigencias del circuito. “Es muy fácil no decir nada, quedar como un gentleman y que se quemen los demás –le apuntó-. Él acaba su carrera como una rosa porque tiene un físico privilegiado, pero los demás no acabaremos de rositas”. Declaración fuerte a la que Roger podría haber contestado dándole de comer al periodismo indeseable. Nada de revolear raquetas: respiró hondo, con sabiduría, y habló a solas con Nadal. Días después, Rafa se retractó y pidió disculpas públicas. ¿Qué sucedió en ese encuentro? Federer le explicó que consideraba que las opiniones personales atentaban contra los pensamientos colectivos, y que como presidente del consejo le parecía más correcto expresarse luego de discutir un tema con sus compañeros que declarar algo que pudiera atentar contra la unión de los jugadores. Acto seguido, le aseguró que no tenía problemas en criticar a los organizadores, siempre y cuando esa crítica fuera consensuada con sus compañeros. Un genio.

¿Qué decir de Mirka Vavrinec, su mujer? Que la queremos casi tanto como a él. Roger podría haberse transformado en un ostentador de modelos operadas, en uno de esos tipos que no se dan cuenta de que sólo se le acercan por su fama. Pero no. Se enamoró de Mirka cuando ambos disputaban los Juegos Olímpicos de 2000, llevan doce años juntos y sumaron a la familia a las mellizas Myla y Charlene. Que quede claro: no nos interesa si existen o no infidelidades, peleas, pactos secretos. Lo que hagan Roger y Mirka con su vida privada es, justamente, privado. Nosotros le creemos cuando mira a la tribuna después de ganar su Grand Slam número 17 y dice que es feliz viéndolas ahí. Y le creemos a Mirka cuando pone esa cara inocente de “cómo te quiero, Roger”.

Muchos deportistas crean una fundación benéfica con su nombre para pagar menos impuestos. Federer podría haber hecho lo mismo, pero multiplicó la apuesta: colabora con decenas de causas a la vez. La organización Imbewu intenta generar cambios sociales en Sudáfrica con la base de su aporte económico. Los afectados por el huracán Katrina, por el tsunami en el océano Indico, por el terremoto en Japón también le importaron. Organizó exhibiciones a beneficio de Haití y para pelear contra el hambre que azota al Africa. Campañas para la prevención del sida, en favor de la consciencia ecológica, por el respeto a los derechos humanos: Federer está en todo lo que puede. Muchas veces colabora anónimamente. Podría quedarse en su casa contando billetes, pero se dedica a pensar en cómo repartirlos. No será un revolucionario, pero es un ejemplo.

Fue viéndolo ganar otra vez en Wimbledon, con su sencillez tan compleja, con su complejidad tan sencilla, cuando pensé si no lo quiero más que a mi mamá. La respuesta, lamento desilusionarlos, es no. Pero cuidado, vieja, porque si Roger gana el US Open otra vez con esa cara de vecino buena onda, de amigo que nunca te falla, tu reinado también estará en riesgo.


PUBLICADO EN EL GRÁFICO Nº4425 (AGOSTO DE 2012)

domingo, 13 de octubre de 2013

La santísima trinidad

Por Martín Estévez

El tenis está siendo dominado por tres genios: entre Djokovic, Nadal y Federer han ganado 28 de los últimos 29 Grand Slams. ¿Continuarán su reinado en el US Open?

¿Quién los va a parar? ¿Quién romperá el dominio de los tres monstruos gigantes que, en su afán por entrar en la historia, más que entrar en ella están construyéndola a voluntad? Hablamos de Novak Djokovic, Rafael Nadal y Roger Federer, de los tres mejores tenistas del siglo XXI, ganadores del 96% de los Grand Slams disputados desde Roland Garros 2005. Del 27 de agosto al 9 de septiembre se jugará el US Open, último de los cuatro torneos grandes de la temporada, y ellos serán, claro, los favoritos a quedarse con el título.

Nunca en la historia del tenis había existido un trío tan dominante. En 1905 nació el más joven de los Grand Slams, el Abierto de Australia, y desde entonces hubo triadas magníficas, aunque no tan contundentes desde los resultados como la actual. Entre 1926 y 1928, los franceses Henri Cochet, Jean Borotra y René Lacoste encadenaron 10 torneos sobre 11 jugados. Mejor fue lo del australiano Jack Crawford, el inglés Fred Perry y el alemán Gottfried von Cramm, que entre 1933 y 1935 lograron 11 títulos consecutivos, con gran influencia de Perry, que colaboró con seis. 

Un poco más extenso fue el reinado de los australianos Roy Emerson y Rod Laver, que junto al español Manuel Santana ganaron 18 de 21 torneos entre 1961 y 1966. De todos modos, el mayor mérito fue de Emerson (10 triunfos) y Laver (5). Desde entonces, existieron dúos con mucho poder (entre Guillermo Vilas y Jimmy Connors ganaron 6 consecutivos, y Pete Sampras y Andre Agassi consiguieron 5 de 6), pero nada similar a la situación actual.

Luego del triunfo del ruso Marat Safin en el Abierto de Australia de 2005 (derrotó en la final al local Lleyton Hewitt) comenzó la era de la santísima trinidad del tenis. En ese entonces, Djokovic tenía apenas 17 años; Nadal, 18; y Federer ya era grande en todos los sentidos. Sin embargo, fue Rafa el que se impuso en Roland Garros. Ese año, Roger se llevaría Wimbledon y el US Open.

Entre 2006 y 2007, Federer (6 Grand Slams) y Nadal (2) acapararon todo, hasta que, en el Abierto de Australia 2008, Djokovic celebró por primera vez. Allí comenzaron una verdadera batalla tripartita que sólo interrumpió Juan Martín Del Potro, cuando en la emotiva final del US Open 2009 derrotó a Roger.

Las estadísticas son abrumadoras: de los últimos 29 Grand Slams, entre Djokovic (5), Nadal (11) y Federer (12) ganaron 28. Al cierre de esta edición de Access DirecTV se estaba definiendo Wimbledon, donde la cifra podía aumentar. ¿Cómo se repartieron el dominio en el US Open? Quitando aquel título de Del Potro, Federer se impuso cinco veces, mientras que Nadal y Djokovic lo hicieron solo una.

¿Quién es el máximo candidato para esta edición? Novak Djokovic. El serbio ganó cuatro de los últimos seis Grand Slams y sólo perdió en Roland Garros, donde Nadal apenas cedió un partido en toda su vida. El mallorquín y el suizo aparecen un escalón más abajo, pero con años luz de ventaja sobre todos los demás. Que nos disculpe el talentoso Andy Murray, pero es mentira que sean cuatro los dominadores el circuito. Para sumarse al nivel sobrehumano de los dioses del tenis, al escocés ni siquiera le alcanzaría con imponerse en el US Open: debería ganar dos o tres Grand Slams seguidos para  compararse con ellos.

Sin embargo, todo lo que empieza termina alguna vez, y el imperio de los gigantes también lo hará. ¿Quiénes, además de Murray, tienen potencial para derrotarlos? El francés Jo-Wilfried Tsonga ganó Doha este año, y les dio pelea a Nadal en Miami (perdió 6-4 en el tercero) y a Djokovic en Roland Garros (lo llevó a un quinto set). Del Potro, el único que cortó la seguidilla, tiene edad para seguir creciendo (23 años) y obligó a Federer a correr cinco sets en Roland Garros. Más atrás en el ranking, pero con futuro inmenso, asoman el japonés Kei Nishikori, el canadiense Milos Raonic y el australiano Bernard Tomic, felizmente condenados a alcanzar el Top Ten en los próximos meses.

El US Open los juntará de nuevo. Djokovic, Nadal, Federer: los tres genios continuarán su larguísima batalla. ¿O será el fin de una era? La respuesta será escrita a partir del 27 de agosto.

Los últimos campeones de Grand Slam

Torneo                        Ganador
Roland Garros 2012    Rafael Nadal
Australia 2012             Novak Djokovic
US Open 2011             Novak Djokovic
Wimbledon 2011          Novak Djokovic
Roland Garros 2011    Rafael Nadal
Australia 2011             Novak Djokovic
US Open 2010             Rafael Nadal
Wimbledon 2010        Rafael Nadal
Roland Garros 2010   Rafael Nadal
Australia 2010            Roger Federer
US Open 2009            Juan Martín Del Potro
Wimbledon 2009        Roger Federer
Roland Garros 2009   Roger Federer
Australia 2009            Rafael Nadal
US Open 2008            Roger Federer
Wimbledon 2008        Rafael Nadal
Roland Garros 2008   Rafael Nadal
Australia 2008            Novak Djokovic
US Open 2007            Roger Federer
Wimbledon 2007        Roger Federer
Roland Garros 2007   Rafael Nadal
Australia 2007            Roger Federer
US Open 2006            Roger Federer
Wimbledon 2006        Roger Federer
Roland Garros 2006   Rafael Nadal
Australia 2006            Roger Federer
US Open 2005            Roger Federer
Wimbledon 2005        Roger Federer
Roland Garros 2005   Rafael Nadal

PUBLICADO EN ACCESS DIRECTV Nº46 (AGOSTO DE 2012)

sábado, 12 de octubre de 2013

Historias olímpicas

Por Martín Estévez

Desde su primera edición, en 1896, los Juegos acumulan decenas de sucesos apasionantes. Elegimos algunos de ellos y te los contamos.

Directo al Olimpo
Los primeros Juegos Olímpicos de la era moderna, los de Atenas 1896, se acercaban a su fin. La sensación de los griegos era ambigua: estaban contentos por el éxito organizativo, pero tristes porque no habían ganado ninguna competencia atlética. Hasta que se corrió la maratón: Spiridon Louis, un humilde pastor, arrasó con sus rivales y obtuvo la medalla de oro para Grecia. Tras el triunfo, el rey le preguntó qué deseaba: “Un burro y una carreta para acarrear agua –respondió–. Y también que quede en libertad mi hermano, que está preso por una pelea”. Le cumplieron los deseos y, hasta su muerte, fue tratado como un verdadero héroe nacional.

Saltando contra el destino
Cuando era pequeño, el estadounidense Raymond Ewry sufrió una intensa poliomielitis que lo dejó temporalmente sin caminar. Para recuperarse, él mismo creó un intenso tratamiento basado en ejercicios muy exigentes. Tan exigentes, que terminó convirtiéndose en un excelente atleta. Brilló en las tres especialidades de salto sin impulso: en largo, en alto y triple. Ganó tres medallas de oro en París 1900, tres en Saint Louis 1904 y dos más en Londres 1908.

Batalla infinita
Los que creen que los partidos de tenis son muy largos, ¿qué hubieran pensado del duelo entre el finlandés Alfred Asikainen y el soviético Martin Klein en Estocolmo 1912? En las semifinales de lucha grecorromana, se enfrentaron durante once horas. El ganador fue Klein, pero terminó tan exhausto que no pudo presentarse a la final.

Justicia poética
En el aire se respiraba muerte. La edición de 1936 se realizó en Berlín, tierra dominada por Adolf Hitler y sus ideas enfermas, fascistas, asesinas. El genocida intentó utilizar a los Juegos para mejorar su imagen internacional, pero lo hizo con terroríficos métodos: censurando toda noticia negativa que intentara enviarse desde el correo de Berlín hacia el exterior. Entre saludos fascistas y la prohibición de que participaran alemanes de religión judía, se escurrió una luz de esperanza: Jesse Owens, un “negro inferior” para los nazis, fue la gran estrella al ganar cuatro medallas de oro ante la mirada furiosa de Hitler. En su país, Estados Unidos, no recibió un trato mejor: el presidente Franklin Roosevelt no lo invitó a las celebraciones post Juegos por su color de piel.

Malditas guerras
Desde su primera edición, los Juegos Olímpicos sólo se han interrumpido en dos ocasiones. La primera sucedió como consecuencia de la Primera Guerra Mundial. La competencia iba a realizarse en Berlín, que se había impuesto en la elección a Budapest y Alejandría. Sin embargo, la guerra, que había comenzado en julio de 1914, no se detuvo hasta 1918 y los Juegos fueron suspendidos.
La segunda interrupción fue más prolongada. Helsinki había sido la sede elegida para 1940, pero el comienzo de la Segunda Guerra, un año antes, generó su lógica cancelación. Justo antes del estallido del conflicto, Londres fue designada organizadora de la edición de 1944, pero ni siquiera pudo comenzar a planearla, porque la guerra se extendió hasta el ’45.

La banda de Puskas
La selección de Hungría de la década del ‘50 fue uno de los equipos más brillantes de la historia. En el Mundial de 1954 terminó en el segundo puesto, pero dos años antes había logrado la medalla de oro en Helsinki 1952. Liderada por Ferenc Puskas, completó una campaña majestuosa: 2-1 a Rumania, 3-0 a Italia, 7-1 a Turquía, 6-0 a Suecia y 2-0 a Yugoslavia.

Pies descalzos, sueños negros
Las desigualdades sociales que existen en el planeta se reflejan también en los Juegos Olímpicos: los países empobrecidos suelen estar lejos de las medallas. Una de las hermosas excepciones fue la de Abebe Bikila, un etíope que en Roma 1960 corrió descalzo la maratón y ganó con record mundial incluido. Para la edición de Tokio 1964 ya llegaba como candidato, pero una apendicitis, apenas 40 días antes de la competencia, lo dejó fuera de la lista de candidatos. No importó: Bikila consiguió otra vez la medalla de oro.

Black Power
La discriminación racial, que continúa hasta nuestros días, era aún más violenta a fines de los ’60. Se evidenció en México 1968, cuando los atletas negros se unieron en una fuerte propuesta simbólica. El punto más intenso fue tras la carrera de los 200 metros: los estadounidenses Tommie Smith (oro) y John Carlos (bronce) subieron al podio con guantes negros, en representación de la pobreza a la que estaban sometidas las personas de piel negra. Smith añadió un pañuelo negro alrededor de su cuello; y ambos llevaban la insignia del Proyecto Olímpico para los Derechos Humanos. Fue conmocionante: en el podio, con evidentes gestos de dolor en sus rostros, ambos bajaron la cabeza y levantaron un puño. Era el saludo del Black Power, que simbolizaba la lucha negra en busca de justicia. ¿Fueron respetados? Nada de eso. En el estadio los silbaron y, al volver a Estados Unidos, los maltrataron la prensa y las autoridades. Su valentía, sin embargo, sigue marcando el camino.

La masacre de Munich
El suceso más terrible de la historia de los Juegos ocurrió en Munich 1972. Durante la madrugada del 5 de septiembre, un comando de la organización palestina Septiembre Negro ingresó en la villa olímpica y capturó a once atletas israelíes. Dos de ellos fueron asesinados, mientras que los nueve restantes murieron horas después en el aeropuerto, cuando la policía intentó detener a los criminales. Pese a eso, los Juegos continuaron.

Diez a los catorce
Había nacido en Rumania, tenía 14 años y practicaba gimnasia artística. Ninguno de los datos hacía esperable su ingreso al panteón de los dioses olímpicos. Ninguno, excepto su talento. Nadia Comaneci todavía es recordada por los excelsos movimientos que la llevaron a ganar tres medallas de oro, una de plata y una de bronce en Montreal 1976. Fue la primera gimnasta en lograr puntaje perfecto de los jurados: 10.

Los grandes boicots
Poco antes del inicio de Moscú 1980, la Unión Soviética había invadido Afganistán. En parte por ese motivo, y en parte como estrategia para demostrar poder ante su oponente en la Guerra Fría, Estados Unidos decidió no participar en los Juegos e impulsó un boicot al que adhirieron 56 países, entre ellos Chile, Argentina, Uruguay, Bolivia y Paraguay. En 1984, la Unión Soviética respondió boicoteando los Juegos de Los Angeles, también con éxito: se sumaron 14 de los más poderosos países.

El equipo de los sueños
¿Fueron el mejor equipo de cualquier deporte de todos los tiempos? Es muy probable. En Barcelona 1992, muchos de los mejores basquetbolistas de la historia (Michael Jordan, Magic Johnson, Larry Bird, Charles Barkley, Scottie Pippen) representaron a Estados Unidos bajo el seudónimo de Dream Team. Brindaron lujosos shows, derrotaron a todos sus rivales por al menos 32 puntos y, más que la medalla de oro, ganaron un lugar en la historia del deporte.

Bañado en oro

Durante muchos, muchos años, cada vez que alguien mencione a las grandes figuras de los Juegos Olímpicos nombrará a Michael Phelps. El tiempo, incluso, engrandecerá su ya inmensa figura. Sus catorce medallas de oro son un record total y de larga duración. El estadounidense, antes que un nadador, es un competidor voraz. En Atenas 2004 sumó seis oros; en Beijing 2008, ocho. Y lo más sorprendente es que ya está preparando sus brazadas para lanzarse al agua en Londres. ¿Seguirá aumentando sus legendarias estadísticas?

PUBLICADO EN ACCESS DIRECTV Nº45 (JULIO DE 2012)