Por Martín Estévez
Roger
Federer sigue sumando hazañas a su épica carrera y nos obliga a hacer una
pregunta con difícil respuesta.
Domingo 8 de julio de 2012. Roger
Federer levanta el trofeo de Wimbledon. Es la séptima vez que se consagra en el
césped londinense. Es su decimoséptimo Grand Slam. Es su título ATP número 75.
Es el triunfo 853 de su carrera. Momento sublime. Un interrogante navega en el
aire inglés: ¿el suizo es el mejor deportista de la historia?
Introducción a una pregunta difícil
La pregunta parece inevitable e
imposible de responder. ¿Por qué inevitable? Porque hablar es comparar. Las
palabras existen con ese fin. El término “perro” compara a esa especie
juzgándola distinta al resto de los animales. A la vez, compara a los perros
entre sí a través de sus semejanzas. Esta introducción justifica las
comparaciones en el mundo del deporte. Para opinar sobre el nivel de un tenista
es imprescindible haber visto a otros. Los adjetivos “bueno” y “malo” refieren
a la persona de la que se habla, pero también a quienes lo antecedieron.
El problema es cuando las
comparaciones quedan pequeñas. Cuando las preguntas iniciales (¿Federer es un
buen tenista?) tienen respuesta obvia: sí. El tenis, a Roger, le quedó chico.
Para seguir hablando de él, hay que seguir comparándolo. Y la única comparación
posible es hacia arriba: con los mejores.
Posibles respuestas
¿Cómo saber si el piloto Alain
Prost fue mejor que el velocista Carl Lewis? ¿Franz Beckenbauer tuvo una
carrera superior a la de la gimnasta Nadia Comaneci? ¿El boxeador Muhammad Ali
merece más elogios que la garrochista Yelena Isinbayeva? Existen tantas
respuestas como puntos de vista. La lógica invita a admitir que no hay
conclusión posible y a abandonar el debate. Pero sería una solución cobarde.
Intentemos la arriesgada misión de buscar una respuesta eligiendo (autoritariamente)
puntos importantes que determinan la grandeza de un deportista.
*La
popularidad de su deporte. Si alguien inventa el básquet sobre ruedas y comienza a
practicarlo con sus amigos, tiene buenas posibilidades de ser el mejor basquetbolista
sobre ruedas del mundo. Esa sencillez tiene relación directa con el bajo número
de competidores. Entonces, cuanto mayor sea esa cantidad, mayor la hazaña de
ser el mejor. Este ítem disminuye el mérito en deportes poco practicados, como
el golf (lo sentimos, Tiger Woods) y el automovilismo (en paz descanses, Ayrton
Senna).
*La
ausencia de “peros”. Al repasar la carrera de los grandes deportistas,
algunos presentan cuentas pendientes. Eso los vuelve vulnerables en una competencia
exigente como la de ser el mejor de la historia. Algunos gigantes que sufren
este argumento son los tenistas Pete Sampras (nunca ganó Roland Garros) y
Martina Hingis (se retiró muy joven, al igual que el nadador Mark Spitz), el
futbolista Johan Cruyff (no pudo levantar la Copa del Mundo) y el boxeador Mike
Tyson (morder a Evander Holyfield le costó caro).
*Riesgos
afrontados.
La comodidad no es amiga de la gloria. Vencer en diferentes épocas, contextos y
situaciones aumenta el brillo de las conquistas. Algunos ejemplos de los que no
suman puntos bonus en este aspecto son Pelé (jugó siempre al lado de grandes
figuras, en la liga de su país y en el mismo equipo) y el basquetbolista Larry
Bird (se mantuvo bajo el techo de la misma casa, la de los Boston
Celtics).
*Reproducción
de sus logros. Este apartado es una trituradora de estrellas. El futbolista Alfredo
Di Stefano, los tenistas Bill Tilden, Rod Laver y Margaret Court, el saltador
Ray Ewry, los fondistas Paavo Nurmi y Emil Zatopek, la velocista Fanny
Blankers-Koen... Tienen viento en contra por un motivo injusto: sus gestas deportivas
fueron admiradas por pocas personas. De sus logros sólo han quedado crónicas y
casi ninguna imagen.
Que un deportista no supere uno de
estos exámenes no lo deja fuera de carrera, pero sí un escalón debajo. ¿Son
muchos los que cumplen tantos requisitos? Si descartamos a los que tienen
varios años por delante (Usain Bolt, Michael Phelps), quedan apenas cinco.
Jesse Owens y Abebe Bikila reprueban en “reproducción de sus logros”, pero se
sacan un diez por las inmensas barreras que atravesaron. Owens fue un velocista
negro que ganó en todas las circunstancias posibles, incluso en los Juegos
Olímpicos de 1936, organizados por Hitler para demostrar la falsa superioridad
de la raza aria. Y Bikila fue un etíope que sufrió hambre desde pequeño y ganó
descalzo la maratón de Roma 1960.
Otro postulante al trono de mejor
deportista es Michael Jordan. Llevó a la gloria a una franquicia débil de la
NBA (Chicago Bulls), hizo mejores a sus compañeros y regaló clases de básquet hasta
los 40 años.
Entre las mujeres, Martina
Navratilova es leyenda. Siempre con sus anteojos puestos, ganó la movilizante
suma de 244 torneos entre singles y dobles, y nada menos que 2.484 partidos.
Ahí, en el puñado de los que
brillan entre estrellas brillantes, está el gran Roger Federer. La popularidad
de su deporte no está en discusión, no hay ningún pero en su carrera, afrontó
el riesgo de seguir peleando por el número 1 cuando aparecieron jóvenes que
parecían superarlo (Nadal y Djokovic), y sus logros se reproducen una y otra
vez en millones de pantallas. ¿Federer es el mejor de la historia? Empecemos
por responder que no hay dudas de que es uno de los mejores. Tal vez, cuando
termine su magnífica carrera, nos animemos a una respuesta mucho más osada.
PUBLICADO EN ACCESS DIRECTV Nº47 (SEPTIEMBRE DE 2012)
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