Por Martín Estévez
Desde su
primera edición, en 1896, los Juegos acumulan decenas de sucesos apasionantes.
Elegimos algunos de ellos y te los contamos.
Directo al
Olimpo
Los primeros Juegos Olímpicos de la era
moderna, los de Atenas 1896, se acercaban a su fin. La sensación de los griegos
era ambigua: estaban contentos por el éxito organizativo, pero tristes porque
no habían ganado ninguna competencia atlética. Hasta que se corrió la maratón:
Spiridon Louis, un humilde pastor, arrasó con sus rivales y obtuvo la medalla
de oro para Grecia. Tras el triunfo, el rey le preguntó qué deseaba: “Un burro
y una carreta para acarrear agua –respondió–. Y también que quede en libertad
mi hermano, que está preso por una pelea”. Le cumplieron los deseos y, hasta su
muerte, fue tratado como un verdadero héroe nacional.
Saltando
contra el destino
Cuando era pequeño, el estadounidense Raymond
Ewry sufrió una intensa poliomielitis que lo dejó temporalmente sin caminar.
Para recuperarse, él mismo creó un intenso tratamiento basado en ejercicios muy
exigentes. Tan exigentes, que terminó convirtiéndose en un excelente atleta.
Brilló en las tres especialidades de salto sin impulso: en largo, en alto y
triple. Ganó tres medallas de oro en París 1900, tres en Saint Louis 1904 y dos
más en Londres 1908.
Batalla
infinita
Los que creen que los partidos de tenis
son muy largos, ¿qué hubieran pensado del duelo entre el finlandés Alfred Asikainen
y el soviético Martin Klein en Estocolmo 1912? En las semifinales de lucha
grecorromana, se enfrentaron durante once horas. El ganador fue Klein, pero
terminó tan exhausto que no pudo presentarse a la final.
Justicia
poética
En el aire se respiraba muerte. La
edición de 1936 se realizó en Berlín, tierra dominada por Adolf Hitler y sus
ideas enfermas, fascistas, asesinas. El genocida intentó utilizar a los Juegos
para mejorar su imagen internacional, pero lo hizo con terroríficos métodos:
censurando toda noticia negativa que intentara enviarse desde el correo de
Berlín hacia el exterior. Entre saludos fascistas y la prohibición de que
participaran alemanes de religión judía, se escurrió una luz de esperanza:
Jesse Owens, un “negro inferior” para los nazis, fue la gran estrella al ganar
cuatro medallas de oro ante la mirada furiosa de Hitler. En su país, Estados
Unidos, no recibió un trato mejor: el presidente Franklin Roosevelt no lo invitó
a las celebraciones post Juegos por su color de piel.
Malditas
guerras
Desde su primera edición, los Juegos
Olímpicos sólo se han interrumpido en dos ocasiones. La primera sucedió como
consecuencia de la Primera Guerra Mundial. La competencia iba a realizarse en
Berlín, que se había impuesto en la elección a Budapest y Alejandría. Sin
embargo, la guerra, que había comenzado en julio de 1914, no se detuvo hasta
1918 y los Juegos fueron suspendidos.
La segunda interrupción fue más
prolongada. Helsinki había sido la sede elegida para 1940, pero el comienzo de
la Segunda Guerra, un año antes, generó su lógica cancelación. Justo antes del
estallido del conflicto, Londres fue designada organizadora de la edición de
1944, pero ni siquiera pudo comenzar a planearla, porque la guerra se extendió
hasta el ’45.
La banda de
Puskas
La selección de Hungría de la década
del ‘50 fue uno de los equipos más brillantes de la historia. En el Mundial de
1954 terminó en el segundo puesto, pero dos años antes había logrado la medalla
de oro en Helsinki 1952. Liderada por Ferenc Puskas, completó una campaña
majestuosa: 2-1 a Rumania, 3-0 a Italia, 7-1 a Turquía, 6-0 a Suecia y 2-0 a Yugoslavia.
Pies
descalzos, sueños negros
Las desigualdades sociales que existen
en el planeta se reflejan también en los Juegos Olímpicos: los países
empobrecidos suelen estar lejos de las medallas. Una de las hermosas
excepciones fue la de Abebe Bikila, un etíope que en Roma 1960 corrió descalzo
la maratón y ganó con record mundial incluido. Para la edición de Tokio 1964 ya
llegaba como candidato, pero una apendicitis, apenas 40 días antes de la
competencia, lo dejó fuera de la lista de candidatos. No importó: Bikila
consiguió otra vez la medalla de oro.
Black Power
La discriminación racial, que continúa
hasta nuestros días, era aún más violenta a fines de los ’60. Se evidenció en
México 1968, cuando los atletas negros se unieron en una fuerte propuesta simbólica.
El punto más intenso fue tras la carrera de los 200 metros: los estadounidenses
Tommie Smith (oro) y John Carlos (bronce) subieron al podio con guantes negros,
en representación de la pobreza a la que estaban sometidas las personas de piel
negra. Smith añadió un pañuelo negro alrededor de su cuello; y ambos llevaban
la insignia del Proyecto Olímpico para los Derechos Humanos. Fue conmocionante:
en el podio, con evidentes gestos de dolor en sus rostros, ambos bajaron la
cabeza y levantaron un puño. Era el saludo del Black Power, que simbolizaba la
lucha negra en busca de justicia. ¿Fueron respetados? Nada de eso. En el
estadio los silbaron y, al volver a Estados Unidos, los maltrataron la prensa y
las autoridades. Su valentía, sin embargo, sigue marcando el camino.
La masacre de
Munich
El suceso más terrible de la historia
de los Juegos ocurrió en Munich 1972. Durante la madrugada del 5 de septiembre,
un comando de la organización palestina Septiembre Negro ingresó en la villa
olímpica y capturó a once atletas israelíes. Dos de ellos fueron asesinados,
mientras que los nueve restantes murieron horas después en el aeropuerto,
cuando la policía intentó detener a los criminales. Pese a eso, los Juegos continuaron.
Diez a los
catorce
Había nacido en Rumania, tenía 14 años
y practicaba gimnasia artística. Ninguno de los datos hacía esperable su
ingreso al panteón de los dioses olímpicos. Ninguno, excepto su talento. Nadia
Comaneci todavía es recordada por los excelsos movimientos que la llevaron a
ganar tres medallas de oro, una de plata y una de bronce en Montreal 1976. Fue
la primera gimnasta en lograr puntaje perfecto de los jurados: 10.
Los grandes
boicots
Poco antes del inicio de Moscú 1980, la
Unión Soviética había invadido Afganistán. En parte por ese motivo, y en parte
como estrategia para demostrar poder ante su oponente en la Guerra Fría,
Estados Unidos decidió no participar en los Juegos e impulsó un boicot al que
adhirieron 56 países, entre ellos Chile, Argentina, Uruguay, Bolivia y
Paraguay. En 1984, la Unión Soviética respondió boicoteando los Juegos de Los
Angeles, también con éxito: se sumaron 14 de los más poderosos países.
El equipo de
los sueños
¿Fueron el mejor equipo de cualquier
deporte de todos los tiempos? Es muy probable. En Barcelona 1992, muchos de los
mejores basquetbolistas de la historia (Michael Jordan, Magic Johnson, Larry
Bird, Charles Barkley, Scottie Pippen) representaron a Estados Unidos bajo el
seudónimo de Dream Team. Brindaron lujosos shows, derrotaron a todos sus rivales
por al menos 32 puntos y, más que la medalla de oro, ganaron un lugar en la
historia del deporte.
Bañado en oro
Durante muchos, muchos años, cada vez
que alguien mencione a las grandes figuras de los Juegos Olímpicos nombrará a
Michael Phelps. El tiempo, incluso, engrandecerá su ya inmensa figura. Sus
catorce medallas de oro son un record total y de larga duración. El
estadounidense, antes que un nadador, es un competidor voraz. En Atenas 2004
sumó seis oros; en Beijing 2008, ocho. Y lo más sorprendente es que ya está
preparando sus brazadas para lanzarse al agua en Londres. ¿Seguirá aumentando
sus legendarias estadísticas?
PUBLICADO EN ACCESS DIRECTV Nº45 (JULIO DE 2012)
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