Por Martín Estévez
Maria
Sharapova se destaca por su belleza, pero también por su talento. La rusa lleva
siete años intentando consolidarse como número 1 del mundo. ¿Lo logrará esta
vez?
Desde el inicio de su carrera, el
nombre de Maria Sharapova estuvo asociado al de Anna Kournikova. Tal como había
sucedido con Anita algunos años
antes, Maria empezó a destacarse en el tenis cuando era adolescente: una adolescente
rusa, con pelo larguísimo y rubio, llena de talento e impactantemente hermosa.
Las comparaciones deberían haber terminado allí, pero continuaron. Se llegó a
acusar a Maria de cuidar más su imagen que su entrenamiento, acusación que
Kournikova recibía constantemente. Aunque la categoría de Anna era
indiscutible, nunca pasó del noveno puesto del ranking mundial ni alcanzó una
final de Grand Slam. Sharapova, en cambio, ganó este año en Roland Garros su cuarto
torneo grande y volvió a ser la número 1 del ranking. No hay discusión posible:
tenísticamente hablando, Maria supera a Kournikova con total comodidad.
Las historias de los y las grandes
tenistas suelen tener puntos en común: comenzaron a jugar desde muy pequeños,
arrasaron en sus categorías y deslumbraron a cada entrenador y espectador que
les pasó cerca. La historia de Sharapova no se diferencia en ese aspecto. Sin
embargo, enfocando de otro modo, es posible encontrar detalles muy distintos.
Su padre, Yuri, y su madre, Yelena, vivían en Gómel, territorio soviético que
actualmente pertenece a la República de Belarús. El 26 de abril de 1986, a 300
kilómetros de su casa, se produjo la tragedia de Chernobyl: un terrible
accidente en el que la explosión de una central nuclear mató a 31 personas,
forzó la evacuación de 160 mil y obligó a cinco millones a vivir en zonas
contaminadas por las peligrosísimas radiaciones generadas. Entre esas zonas
perjudicadas estaba Gómel. En septiembre de 1986, Yelena supo que estaba
embarazada y decidieron alejarse para no arriesgar la salud de la bebé. Así, el
19 de abril de 1987, en Janti-Mansi, Rusia, nació la mejor tenista de la
actualidad.
Cuando apenas podía caminar, el
tío de Yevgeny Kafelnikov (número 1 del mundo en 1999) le regaló su primera
raqueta. Maria mostró interés y aptitudes. A los 6 años, jugó un torneo
infantil en Moscú al que había sido invitada la gran Martina Navratilova. Ella
quedó maravillada con Sharapova y convenció a su familia de que se mudara a Florida,
Estados Unidos, para inscribirla en la Academia de Nick Bolletieri, donde se
formaron muchas grandes tenistas durante las últimas décadas.
Entre 1994 y 1996, Maria vivió en
Florida sólo junto a su padre, porque Yelena no conseguía la visa para
instalarse en Estados Unidos. Fueron años difíciles; el dinero no sobraba, el
desarraigo le generaba tristeza y no iba a la escuela porque no conocía el
idioma. Cuando Yelena pudo mudarse, ofició de maestra y le enseñó ella misma.
Días después de cumplir 14 años, fue invitada a su primer torneo entre las
mayores, en Sarasota, Estados Unidos. Maria enfrentó a una tenista de 23 años,
Karin Miller, y la puso contra las cuerdas: terminó perdiendo 6-7, 6-4 y 6-4.
Ese año, como juvenil, ganó 25 de sus 28 partidos.
En 2002 se instaló entre las
grandes promesas del circuito femenino al alcanzar la segunda ronda en Indian
Wells (perdió con Monica Seles) y ganar tres torneos consecutivos. A partir de
entonces, conoció el éxito: fue campeona en Tokio y Quebec en 2003, y en Wimbledon 2004.
Aquella final ganada ante Serena Williams le permitió llegar al Top Ten cuando
apenas tenía 17 años. Al final de esa temporada también se impuso en el Tour
Championships, que enfrenta a las ocho mejores del ranking.
En agosto de 2005 ya era la número
1 del mundo, pero también comenzaría una constante: cada vez que accedió al
liderazgo, le duró poco tiempo. Ganó el US Open 2006 (venció a las dos mejores
del ranking, Amelie Mauresmo y Justine Henin) y volvió a liderar otro ratito en 2007. Ese año, donó 100
mil dólares para un proyecto de las Naciones Unidas cuyo objetivo era colaborar
con la reactivación de las zonas afectadas de Chernobyl.
Llegó una vez más a la cima luego
de obtener el Abierto de Australia en 2008 y del retiro de Henin; duró apenas
tres semanas. Las lesiones la hicieron salir del Top 100 en 2009 y no volvió a
su mejor nivel hasta mediados de 2011, temporada en la que ganó Roma y
Cincinnati, y alcanzó la final de Wimbledon.
Su brillante comienzo de 2012 (finalista en el Abierto de Australia, Indian Wells y Miami, campeona en
Stuttgart, Roma y Roland Garros) la llevo al número 1 por quinta vez. En sus
anteriores cuatro períodos, acumuló solo 17 semanas como líder. Consolidada
tenísticamente, a los 25 años está en condiciones de mantenerse en la cima por
largo tiempo. Admiradores que le deseen el éxito, seguramente, no faltarán.
ESCRITO ORIGINALMENTE PARA SER PUBLICADO EN ACCESS DIRECTV Nº46 (AGOSTO DE 2012)
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