viernes, 4 de diciembre de 2015

Luciano Lollo – Que dure para siempre

Por Martín Estévez

Ni siquiera la molesta lesión que atravesó le quitó la alegría: el líder de la defensa de Racing pasa su mejor momento deportivo y personal. Campeón y adorado en la Academia, el cordobés reconoce que le gustaría seguir festejando el título de 2014 durante mucho tiempo.

“Negrito, esto no es para que sufras, es para que la pases bien, para que crezcas. Cualquier cosa, me llamás y te vengo a buscar”. Así lo despidió Jorge Luis, su papá. Lo había llevado desde Alejo Ledesma, pueblito de Córdoba, hasta la pensión de Belgrano. Luciano tenía 14 años y un poco de miedo, pero nunca llamó.

Hoy, Luciano tiene 28 años y es uno de los principales marcadores centrales del fútbol local. Hoy, Luciano es Lollo y viste la camiseta de Racing, actual campeón argentino. Aunque, en realidad, su primer nombre es Mauricio. “Luciano es el segundo, pero a mi vieja, Susana, le gustaba. Ahí se demostró quién manda en la casa (risas).

-¿Qué clase de pueblo es Alejo Ledesma?
-Es un pueblo chico, entre cuatro mil y cinco mil habitantes, donde vive mi familia. La actividad principal es la agrícola-ganadera, se trabaja mucho en el campo. Yo, antes de irme a Córdoba, estudiaba en un colegio agrotécnico, veía la posibilidad de trabajar de eso. En Alejo Ledesma todo el mundo se conoce. Fui en diciembre, después de haber sido campeón, y tuve un recibimiento espectacular. Soy un agradecido. Y también había mucha gente de pueblos vecinos, de Venado Tuerto, de Arias, de Canals… Aunque hace mucho que estoy en Córdoba, no me olvido de ellos. Me sorprendió y me emocionó el recibimiento.

-Después del secundario empezaste a estudiar agronomía. ¿En qué quedó?
-Hice dos años, hasta que empecé a jugar. Tiene materias que necesitan estar todo el día en el campo, y yo, por los entrenamientos, no podía. Después me cambié a administración de empresas agropecuarias, hice seis meses en una facultad privada, pero no pude pagarla. Entonces decidí dejar de estudiar y dedicarme al fútbol. No sé si retomaría los estudios, pero no lo descarto. Es una materia pendiente: me hubiera gustado mucho recibirme de ingeniero agrónomo. De hecho, mi hermano más grande está haciendo esa carrera, cursa quinto año.

-¿Llegaste a trabajar en el campo?
-He laburado de chico, estuve arriba de las máquinas, de la cosechadora, pero con mi viejo. Todavía hoy, si voy al campo y está cosechando o está sembrando, me voy con él.

-Empezaste a jugar a los 5 años…
-Sí, arranqué en Sarmiento de Ledesma, con un primo, pero mi viejo me decía que en los primeros partidos estábamos agarrados de la mano y, en vez de mirar la pelota, mirábamos alrededor. Después me fui a Los Andes de Ledesma, equipo del que soy hincha. Con mi hermano llegamos a jugar juntos en Primera División de la Liga de Canals, pero él se dedicó al estudio. Hacíamos dupla de centrales, Gastón era de mucha categoría, pacífico; yo soy más aguerrido, temperamental. El hubiera sido un gran jugador.

-¿Cómo llegaste a Belgrano?
-Estaba en Los Andes y nos citaron para jugar el Sub 15 en Embalse de Río Tercero, representando a la Liga de Canals. Nos propusieron a varios chicos probarnos en Belgrano y en 2003 me habló Marcelo Bonetto, coordinador de inferiores del club. Quería que empezara las inferiores, que me quedara, y a mi hermano lo querían probar. Así que fuimos a conocer la pensión nueva, recién inaugurada, y me encantó. Tenía 14 años y mi viejo me dijo: “Si te animás, nosotros te apoyamos”. Un 20 de enero de 2003 me llevó en colectivo a Córdoba y me dejó. Mi vieja lloraba, de hecho todavía a veces le agarra tristeza porque nos extraña. Los primeros dos meses volvía todos los fines de semana a mi casa. Había muchos chicos nuevos y al principio, con las personas que no conozco, soy un poco cerrado, me cuesta abrirme. Creo que ni desarmaba el bolso: llegaba el lunes, lo dejaba y el viernes me lo llevaba. Pero al final fue una linda experiencia. Estando en pensión, aprendés a valorar muchas cosas, como la familia, porque no la tenés cerca. Y me quedaron amigos de aquellos años. Algunos llegaron a Primera, como César Rigamonti, Matías Suárez, Pablo Chavarría…

-¿Qué fue lo peor y lo mejor de la pensión?
-Lo peor es pasar el cumpleaños solo, lejos de tu familia, o un día de la madre o del padre encerrado. Además, cuando me fui, mi hermanito era chiquito, y después, cada vez que lo veía, estaba mucho más grande. Te perdés muchas cosas. Lo mejor son las amistades, crecer como deportista, evolucionar como profesional. Es sacrificar una cosa por otra.

-Debutaste a los 20 años. ¿Sentías preocupación, ansiedad por hacerlo?
-Fue complicado. Llevaba cinco años en pensión y no había tenido la posibilidad de hacer una pretemporada. Le decía a mi viejo: “El día que me lleven, no me sacan más”. Y así fue. Confiaba mucho en mis condiciones, pero imaginate que estás invirtiendo mucho tiempo de tu vida en algo, y hay muchos jugadores que llegan hasta ahí y les falta ese salto. Entonces decís: “Por ahí tiré cinco años de mi vida al vicio”. Pero es la apuesta que uno hace.

-Y en tus primeros partidos la pasaste mal.
-Cuando estaba Mario Gómez como técnico, él me usaba como un 5 tapón, un poquito adelantado, y al principio me costó la posición. Sentía que le era útil al equipo en la recuperación, pero fallaba mucho en la entrega. Laburaba mucho en la semana para no fallar en eso. En esa temporada jugamos la Promoción con Racing, y después volví a jugar de central. Las críticas duelen, pero a mí esas cosas me hicieron crecer, siempre fui cabeza dura.

-Antes de llegar al club, ya habías visto la cancha de Racing repleta en la Promoción…
-Son lindos recuerdos. No es porque ahora esté en Racing: yo siempre he dicho que la de Racing es una de las canchas más lindas del país. Me había tocado enfrentarlo con cancha llena y se sentía la pasión que tiene el hincha.

-Jugaste las dos promociones más recordadas: esa, y contra River.
-Sí, y contra Central, en la que tampoco habíamos podido ganar. La de River es la más recordada, la dimensión que tuvo… A mí me marcó como deportista. Me hizo madurar, crecer. Me demostró que no hay cosas imposibles. No sé si va a haber otra final igual.

En medio de partidos, promociones, de detalles futbolísticos, Luciano vivió uno de los golpes más duros de su vida, la muerte de su abuelo. “Fue todo muy de repente. Estaba muy bien y, de un momento para otro, empezó a empeorar. Yo estaba en Córdoba con mi vieja, mi papá la llama y le dice que le habían diagnosticado cáncer, que era muy difícil operarlo, que no había mucho para hacer. Una noticia dura, que golpea, pero la vida te da cachetazos para que veas la realidad. Lo tuve que superar. Mi abuelo necesitaba descansar, porque llegó un momento en que ya no era vida, aunque se lo extraña mucho al viejo. A él no le gustaba el fútbol, a su hijo no lo dejaba jugar, y yo tuve la felicidad de que me fuera a ver en un partido de Belgrano. Para mí eso fue impagable. El daba todo por sus nietos, como mi abuela Yolinda. Gracias a Dios, hoy la tenemos para disfrutarla. Me sigue a todos lados.

-¿Cuál es el mejor recuerdo que tenés con Belgrano en Primera?
-Los dos primeros años fueron los mejores. Y entrar a la Sudamericana fue histórico para el club. A Belgrano lo quiero mucho.

-Compartís el honor de ser el defensor de Belgrano con más goles en torneos de AFA: 14. ¿Cuál fue el más importante?
-Yo disfruto más cuando no me hacen goles que cuando hago, pero el primero lo vivís de una forma especial, te sacás las ganas. Y me acuerdo de uno contra Defensa y Justicia en Alberdi. Iban 10 minutos, había arrancado desconcentrado, la gente me estaba hostigando. Me quedó una pelota picando en el área, metí el gol y fue un desahogo.

-¿Qué pasó el 30 de abril de 2014?
-Lo mejor que me pasó en la vida: el nacimiento de mi hija. Me cambió para bien, me hizo madurar. Es el motivo por el que hago y dejo de hacer. Dicen que el hombre cree en el amor a primera vista en el parto, y es verdad. Apenas la tuve en brazos sentía ese amor. Fue un miércoles. A la madrugada, Valeria arrancó con contracciones, fuimos a la clínica, pero tuvimos que volver. Llegamos a casa de vuelta, y volvieron las contracciones. Salimos de nuevo y, mientras estacionaba, me dice: “Rompí bolsa”. Cuando estaba firmando papeles, me llamaron por teléfono. Entré a la sala de partos, justo llegaba la obstetra. Y en 25 minutos nació Lourdes. No sabía si me iba a animar a verla nacer, pero la vi. Es difícil de explicar con palabras.

-Llegó con un pase a Racing abajo del brazo.
-Lourdes nació, y al tiempo me vine para Racing. Mi representante venía hablando con Víctor Blanco. Yo seguí de pretemporada con Belgrano hasta que jugamos un amistoso en Avellaneda, y ahí se cerró todo. Era un desafío importante, porque aunque Belgrano es grande, Racing lo es aún más. Siempre le decía a mi representante que la Capital no me gustaba, veía el tema de la inseguridad en las noticias. Tenía más miedo de no adaptarme a la ciudad que al club, porque deportivamente me sentía preparado. Y Racing me sorprendió para bien.

-Es curioso que seas amigo de Loeschbor, último 6 campeón con Racing.
-Jugamos juntos en Belgrano y nuestras familias se hicieron muy amigas. Cuando él supo que estaba por llegar a Racing, me llamó y me dijo: “Tenés que ir, es un club lindo y, si te va bien, te van a amar siempre. No se olvidan más. Al hincha de Racing tu juego le va a gustar, porque no te achicás, no te cagás. Y por lo de la inseguridad, hay lugares muy tranquilos para vivir”. Y así fue. Me vine a Caballito y estamos contentos, nos hemos adaptado rápido.

-En su torneo debut, los dos fueron campeones. Y los dos le hicieron un gol importante a San Lorenzo, de cabeza, en cancha de Racing y sobre el final del primer tiempo.
-Esa estadística se la había dado la señora de Gabriel a mi señora. Y hay más: en el 2001, Gabriel vivía en el mismo edificio; y también había tenido su primera nena. Son esas cosas que pasan, medio raras, qué sé yo…

-¿En qué momento sentiste que realmente podían ser campeones?
-Al principio había mucho potencial, pero faltaba perfeccionar la idea y que saliera los fines de semana. Pero después de que le ganamos a River, sentí que no se nos escapaba. Veía a un grupo muy convencido de que no íbamos a perder. Incluso antes del último partido estaba muy tranquilo.


La tarde del título, contra Godoy Cruz, hubo dos jugadas clave: el gol de Centurión y la que El Gráfico, en su edición especial de Racing campeón, relató así: “A siete minutos del final, la gran Racing se hace presente: barullo en el área, se viene el empate, se viene la caída del imperio de Cocca, pero Lollo, Lollo querido, Lollo vestido de Loeschbor, Costas y Basile, todos juntos, salva por segunda vez el partido, por centésima vez el campeonato”. 

Busquen el video: con Saja desparramado, Luciano hace un doble quite sensacional en el área, cuando llegaba el empate. 

“La vi, vi esa jugada. Mi hermano la grabó y me la mandó por el celular. En el momento me pareció una jugada más, pero después, viéndola, fue terrible, terrible. De mucho riesgo, porque el defensor no tiene que tirarse en el área, pero tomé la determinación en un segundo y salió bien. Ese fue un día inolvidable. No es fácil conseguir un campeonato, y lo disfruté mucho. Por ser profesional, uno está obligado a festejar y enseguida, a cambiar el chip y pensar en lo que viene, pero hubiese sido lindo disfrutarlo para siempre, quedarse toda la vida festejando, porque fue importantísimo”.

-¿Qué es lo que hace especial a Milito?
-No se relaja nunca, siempre quiere más, busca la perfección. Por eso tiene la carrera que tiene. Cuando llegué, veía cómo entrenaba y decía: “Che, este viene de Europa y entrena como si hubiera venido del ascenso”. Te enseña a tener ese temperamento para seguir creciendo. El plantel lo sigue y confía en él.

-¿Es muy serio en la intimidad?
-Es difícil ser serio todo el tiempo en un plantel que tiene a Iván Pillud y a Eze Videla tirando chistes todo el tiempo (risas). Eso también forma parte del buen clima que hay, todos saben aceptar las bromas.

-Estás superando un traumatismo en la rodilla. ¿A veces las lesiones sirven?
-Para mí, no sirven para nada. Perdés mucho, hasta podés perder el puesto, pero son cosas a las que estamos expuestos. Yo sufro mucho las lesiones; he tenido pubalgia y esta, y son lesiones que no se sabe cómo evolucionarán, un día estás bien y un día estás mal. Pero la llevo bastante bien.

-¿Cuál es tu principal sueño?
-Siempre quise ver si podía jugar en Europa, es un desafío. Pero llegar a la Selección debe ser lo máximo. Representar a tu país no debe tener precio. Sé que están los mejores y es difícil, pero nada es imposible.

16 Los goles que marcó Luciano Lollo durante su carrera. En Belgrano, donde jugó 195 partidos entre 2007 y 2014, metió 6 en Primera, 1 en Copa Argentina (a Independiente) y 7 en el Nacional B. En Racing suma 25 partidos y 2 tantos: uno a San Lorenzo, en el Campeonato 2014, y uno a Táchira, por la Copa Libertadores.

Publicado en El Gráfico N°4456 (abril de 2015)

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