La historia es real: un aficionado de Banfield dejó la vida en la cancha, persiguiendo un sueño. Casi noventa años después, lo homenajeamos.
Valentín Bodenas. Ése era su nombre. Un nombre que no se encuentra en ningún libro de Historia y ni siquiera en la Internet. Apenas en un diario viejo y crujiente. El destino o la casualidad decidieron rescatarlo del olvido y traerlo hasta aquí.
Para encontrarlo hay que observar casi noventa años hacia el pasado. No fue Bodenas futbolista ni popular. Sinceramente, ni siquiera sé lo que fue: las cosas que vuelven desde el olvido suelen volver incompletas. Tampoco es demasiado lo que se puede decir de él. O quizá sí: era de Banfield. Y en el amanecer del club ya pisaba su campo de juego con entusiasmo.
La primera información sobre Bodenas es también la última. El suceso ocurrió el sábado 30 de noviembre de 1918. En el club, decenas de simpatizantes de Banfield se juntaron para jugar al fútbol. Inimaginable en el presente, se les abrían las puertas para que fueran ellos los protagonistas, pero desde el lado de adentro del pasto. Jugaron Gruesos contra Delgados, tal la división casi espontánea que eligieron. No se sabe quién ganaba, tampoco el nombre de ningún otro jugador. El diario, viejo y crujiente, suelta, determina, confiesa la única información que se consideró relevante:
La primera información sobre Bodenas es también la última. El suceso ocurrió el sábado 30 de noviembre de 1918. En el club, decenas de simpatizantes de Banfield se juntaron para jugar al fútbol. Inimaginable en el presente, se les abrían las puertas para que fueran ellos los protagonistas, pero desde el lado de adentro del pasto. Jugaron Gruesos contra Delgados, tal la división casi espontánea que eligieron. No se sabe quién ganaba, tampoco el nombre de ningún otro jugador. El diario, viejo y crujiente, suelta, determina, confiesa la única información que se consideró relevante:
“Debido a la falta de adiestramiento de los jugadores y al calor sofocante, varios sufrieron desmayos. Uno de ellos no pudo ser reanimado y murió pese a la atención médica: el señor Valentín Bodenas. Mediante una colecta entre sus compañeros se cubrieron los gastos del sepelio, realizado en el local del Comité Socialista y Biblioteca Domingo F. Sarmiento” (Diario La Prensa, martes 3 de diciembre de 1918).
Quise saber más sobre Valentín. Saber si merecía un homenaje: cómo era su mirada, si su alma era gentil, si su andar, caballerezco... Quise saber más pero no lo conseguí. La Historia, injusta, lo trató casi como si nunca hubiera existido. “El huracán olvido arrasa con todo”, postula un poeta español. O con casi todo. Porque quedó ese nombre, Valentín Bodenas, y un perfume. Imaginé su edad, su imagen, su historia. Un desamor, un fracaso, un café. Imaginé que si ese hombre de Banfield sostuvo durante su vida un cuarto de la dignidad que sostienen otros hombres de Banfield que conozco, merecía un homenaje.
Murió jugando, quizá como debería ser. Murió persiguiendo una ilusión vestida de cuero. Murió como mueren los artistas: soñando. Ni siquiera lo conocí, pero oigo en cada letra de su nombre un himno. Un himno hacia Banfield, un himno hacia el fútbol. No importa si Bodenas fue realmente como lo imaginamos: importa que podría haberlo sido. Y por alguien gentil y caballerezco, por un artista, vale la pena correr el riesgo. Para cada uno de los hinchas de Banfield que persigue una ilusión vestida de cualquier modo, para cada fanático que también es fanático de la esperanza, para cada banfileño que se abraza a la dignidad tan fuerte como al que tiene al lado en la tribuna cuando hay un gol, es este homenaje. Quizá, también, sea el mejor homenaje para él, para Valentín Bodenas.
PUBLICADO EN SE JUEGA Nº16 (AGOSTO DE 2007)
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