Por Martín Estévez
Descendió, quebró, estuvo al borde de la
desaparición, vivió 35 años sin ser campeón argentino y jugó la Promoción , pero, en las
malas, sus hinchas demostraron que lo mejor que tiene Racing es su gente.
Todos los clubes
importantes tienen una particularidad, un detalle que los caracteriza. River es
reconocido por ser el histórico dominador del fútbol argentino; Boca, por ser
el equipo más popular; Independiente, por haber ganado siete veces la Libertadores en 20
años. Y si se nombra a Racing, lo primero que surge en el inconsciente
futbolístico es la fidelidad de sus hinchas. Pasionales hasta lo irracional,
insistentes hasta lo exagerado, los de Racing sienten nostalgia inversa: sufren
por un futuro mejor que parece nunca llegar.
Esa forma de sentir el
fútbol, que a veces se les convierte en una forma de vivir, no es casual, se
fue conformando año tras año, partido tras partido, minuto a minuto. En la era
amateur, la Academia
era el club con más hinchas y no paraba de crecer: de 451 socios en 1910 pasó a
1.407 en 1919. Ante Alumni, en 1915, hubo récord de espectadores: 5.000. En
1915, 15.000 ante San Isidro. En 1967, 90.000 contra Celtic.
Un ida y vuelta
retroalimentó su grandeza. Hubo una era, los 64 años transcurridos entre 1903 y
1967, en la que la gloria deportiva hizo grande a Racing y atrajo simpatizantes
desde todo el país. Y existe otra era, los 46 años transcurridos entre 1967 y
2013, en la que la gloria deportiva lo abandonó, pero Racing mantuvo la
grandeza por su gente, que vivió las últimas décadas rodeada por un océano de
frustraciones y un puñado de alegrías festejadas con rabia y alivio y desahogo
y esperanza. Racing es la incertidumbre permanente, el sube y baja de las
emociones, lo inesperado como rutina. Racing, en un mundo cada vez más
homogéneo, es cada vez más especial.
El campeonato mundial de
1967 aumentó el orgullo de los hinchas. Antes, Racing había sido el rey del
amateurismo y celebró un tricampeonato brillante (1949-1951) que simbolizó su
dominio: la final del 51 fue contra Banfield, y las hinchadas de Boca, River e
Independiente, hastiadas de ver ganar a los de celeste y blanco, agarraron sus
banderas y se unieron en la tribuna del Taladro. Fue algo así como Racing
contra el resto del mundo. Y ganó Racing.
Todo acabó en la década
del 70, cuando comenzaron las malas campañas que desencadenaron uno de los
hechos más dolorosos: el descenso de 1983. Los que lo habían visto campeón del
mundo 16 años antes no podían entender que no jugarían en Primera. Los más jóvenes
se preparaban para soportar años ásperos y grises. Racing no pudo ascender en
la primera temporada y vivió dos años en la B , con sus hinchas siempre al lado, llenando la
popular contra quien sea, lastimados, pero dignos.
Las pésimas
administraciones se sucedieron y entró en convocatoria de acreedores.
Incorporaba 13 jugadores para un torneo, pero no tenía dinero para los
empleados. Hubo 55 mil personas en las semifinales de la Libertadores 97, pero
meses después sus figuras se iban por desajustes económicos o políticos. Se
organizó un exorcismo en el estadio para terminar con tanta malaria y asistieron
20 mil hinchas. Luego se jugó un amistoso... y Racing perdió 2-0 ante Colón.
Eligieron a Daniel Lalín como presidente en 1998 porque prometía austeridad y
cuidar las finanzas, pero al pelado se le soltó la cadena y la paciencia le
duró seis meses: declaró la quiebra del club para evitar embargos y contrató
jugadores a montones.
Racing fue 3º en el
Apertura y terminó invicto en los torneos de verano, con triunfos 5-3 a Independiente y 2-1 al Boca
de Bianchi, pero en febrero del 99 la tragedia imposible lo invadió todo.
Liliana Ripoll, la síndico que administraba la quiebra, la “vieja chiflada” en
las canciones modernas, clavaba estacas con su voz: “Racing Club Asociación
Civil ha dejado de existir”.
Los hinchas que vivieron
ese momento recordarán las sensaciones. Primero, incredulidad. Después, crisis
de llanto, necesidad de juntarse para compartir el dolor. La AFA programó la 1ª fecha del
Clausura sin Racing. La gente reaccionó rápido y se autoconvocó en el Cilindro
a la hora en que tendría que haber jugado contra Talleres. Entre lo surreal y
lo conmovedor, hubo más hinchas en la cancha de Racing que en ningún otro
partido de esa fecha. Más de 30.000 personas en busca de la resurrección. Los
jugadores y el cuerpo técnico vieron esa locura celeste y blanca por televisión
y fueron hacia el estadio.
Se consiguió un permiso
para volver a jugar, aunque a veces se lo permitían y a veces no. La deuda
exigida era de más de 64 millones de dólares. A fines de 2000 apareció una
solución desagradable, pero mostrada por el poder político del Estado como la
única. Así llegó el gerenciamiento del fútbol, mientras las demás actividades
del club quedaban a la espera de vaya uno a saber qué.
En el primer año, los
hinchas festejaron un título enormemente esperado y a la vez inesperado.
Llenaron la cancha de Vélez, donde se definió el torneo; la de Racing, los que
no consiguieron entrada; y el Obelisco. Una fiesta enorme. La Academia parecía ponerse
de pie, pero el capitalismo es el capitalismo, y no iba a ser amable con
Racing. Blanquiceleste S.A. y el gerenciador Fernando Marín encontraron un
panorama casi ideal: la deuda legítima era de 34 millones de dólares, que por
la pesificación se convirtieron en 34 millones de pesos. Entonces empezaron
manejos extraños y ventas de los mejores jugadores sin pensar en el aspecto deportivo.
Así, se iban Mariano González, Diego Milito y Lisandro López, con cuyos pases
se hubiera podido pagar la deuda entera, y se traían sobras.
La gente no compró los
espejitos de colores y le puso palabras a su furia: “Siga el baile al compás
del tamboril, porque Racing es mi vida y no la empresa de Marín” era el himno
ganara o perdiera el equipo. Tras denuncias y escraches, Marín se vio forzado a
huir en 2006. Asumió Fernando De Tomaso, pero los hinchas ya habían perdido la
inocencia: “Salta, salta, salta, pequeña langosta, Marín y De Tomaso son la
misma bosta” era el nuevo hit. Blanquiceleste mandó a Racing abajo en la tabla
de promedios, y De Tomaso apenas soportó hasta 2008. Mientras batallaban para
no descender, los hinchas celebraron la interrupción del contrato del
gerenciamiento, lleno de cláusulas incumplidas y estafas al club. Racing volvía
a ser una asociación civil, a elegir a sus representantes, a ser dueño de su
destino.
El gerenciamiento dejó un
club abandonado y al borde de la
B Nacional , pero Racing sostuvo la categoría en tres años
infartantes (2008, 2009 y 2010) y comenzó a reordenarse. Sus hinchas lo
mantuvieron vivo, lo cuidaron, lucharon juntos para seguir teniendo una
identidad, sentido de pertenencia. La deuda se pagó, la quiebra se levantó, la Promoción se fue muy
lejos y de a poco, con decisiones menos caprichosas y más sensatas, el glorioso
Racing Club pudo volver a caminar por sus propios medios, para orgullo de
cientos, miles, millones de hinchas que lo transformaron, sin saber cómo ni por
qué, en una forma de vivir.
Academia de artistas
Aunque sus voces valgan
lo mismo que la de cualquier fanático de la Academia , existen hinchas de Racing que
trascendieron por su talento y merecen ser mencionados. El caso actual más
conocido es el del actor Guillermo Francella, que prácticamente condiciona sus
papeles para que su personaje sea hincha de Racing. El caso más resonante es la
película "El secreto de sus ojos" (foto), basada en un libro de
Eduardo Sacheri y ganadora de un Oscar. Allí existe una brillante secuencia
basada en el Racing de los 50 y 60. “Con lo que llovió quedé peor que Oleniak
la vez aquella“, “No es lo mismo Anido, que Anido con Mesías“ y “En eso soy
como Manfredini y no como Babastro“ son algunas frases que para los
racinguistas de más de 60 años resultan gloriosas.
Otros artistas hinchas de
la Academia :
Carlos Gardel, Enrique Santos Discépolo, Atahualpa Yupanqui, los tres Soda
Stereo (Charly Alberti, Gustavo Cerati y Zeta Bosio), Sergio Denis, Miguel
Mateos (cantó una fantástica alegoría: “el día después de Racing campeón“),
Antonio Birabent, Diego Capusotto, Sergio Renán, Alfredo Casero, Jorge Porcel,
Alfredo Alcón, Lito Cruz, Federico Luppi, Alberto Martín, el escritor Hernán
Casciari, el dibujante Horacio Altuna y cuatro artistas del deporte: Juan
Ignacio Pepe Sánchez, Juan Espil, José Acasuso y Emiliano Spataro.
PUBLICADO EN EL GRÁFICO: 110 AÑOS DE RACING (MARZO
DE 2013)
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