Ignacio Carlos González
nació en 1971. Jugó en Racing, Newell’s, Las Palmas, Pachuca, Estudiantes,
Nueva Chicago, Arsenal y la
Selección. Hoy , entrena arqueros.
SOY ARQUERO porque me
convencieron. De chico iba a ver a Arsenal, donde jugué al baby como delantero
desde los 10 años, pero me insistieron para probarme como arquero en cancha de
11 y quedé. Cuando terminé 7° grado dejé Arsenal. A mediados de 2° año apareció
la posibilidad de probarme en Racing. Vine un lunes, pero sólo hacían
entrenamiento físico. “Vení mañana”, me dijeron. Fui el martes y llovió. “Vení
mañana”, me dijeron de nuevo. El miércoles me quedé sentado en una tribunita y
no me animé a preguntar adónde tenía que ir. Me vieron cuando terminó la
práctica. “Vení mañana”, me dijeron. Fui el jueves, hicimos fútbol, me
pelotearon y quedé.
MI PRIMER VIAJE EN AVION
fue increíble. Había quedado en Racing y dos meses después hicieron una
preselección para que 30 chicos viajaran a un torneo en Francia. Y lo emboqué.
Hay fotos de mi cara en el aeropuerto, era una emoción que no podía explicar.
De la categoría 71 llegaron a Primera Alejandro Allegue, Juan José Distéfano y
el Negro Jorge Alfonso, con el que soy amigo desde aquellos años. Nosotros
jugábamos verdaderamente por el sándwich de mortadela y la coca que nos daban
después del partido. Ahora hay jugadores de Novena División que ya tienen
contrato, se desvirtuó todo. No es por caerle a los chicos, pero no le dan
valor a tener una pensión, una buena cama, un psicólogo.
DORMÍ UN AÑO con DIOS.
Eso era Goycochea un mes después del Mundial 90, cuando llegó a Racing y
compartimos habitación. Antes habíamos hecho una gira larguísima por Africa,
una locura. Lechuga Roa se contagió paludismo y quedé como segundo arquero.
Cuando me cruzo con Goyco recordamos siempre esa época.
MI DEBUT EN PRIMERA FUE
ESPANTOSO. Era tercer o cuarto arquero, mi único entrenamiento en la semana era
un poco de peloteo. Fue contra Mandiyú, en Avellaneda. El primer gol de ellos
es un pelotazo a espaldas de Reinoso. Salgo afuera del área, no sé a qué, choco
con él, la pelota queda sola, viene uno y la empuja. Perdimos 3-2 y recuerdo
dos cosas. Una, ir a buscar la pelota adentro del arco y escuchar: “¡Arquero
pelotudo! ¿Para qué salís?”. La otra, irme del vestuario sin que nadie me
reconociera pero atrás de Roa, que era el titular. A él le gritaban: “¡Lechuga,
que no te echen más, si no tiene que atajar este boludo!”. Subí al auto, donde
me esperaban mis viejos, y les dije que no quería atajar más. Cuatro días
después jugamos contra River, otra vez de locales. Fui al banco y, a los 10
minutos, Roa se saca el codo. No me olvido más la imagen: Cacho Borelli mirando
al banco y haciendo la seña del cambio. Yo sentado, sin los guantes puestos,
diciendo que no iba a entrar. “¡Dale, Nacho, dejate de hinchar las pelotas!”,
me gritaba el Flaco Zaccanti. “¡No, yo no quiero entrar!”, le decía. Me
pusieron los guantes a la fuerza. ¡Unos monstruos! Entré muerto de miedo, pero
descolgué el primer centro y agarré confianza.
MI PADRE FUTBOLÍSTICO fue
Della Pica. Desde el 91 estuve sin jugar, y en el 93 ni fui a la pretemporada.
Rodolfo, que trabajaba en Reserva, me dijo que tenía que cambiar la imagen,
confiar en mí. Cuando tuvo un interinato, me puso de titular en la última fecha
del Clausura 93. Yo tenía el pelo largo y la imagen de que no me importaba
nada. Una semana después debutábamos en el Torneo Centenario: llegué a la
concentración con un corte como el de Pablito Ruiz. Ese fue mi despegue, y mi
forma de devolverle a Della Pica su confianza. Otro padre futbolístico fue
Carlos Babington. Me puso en un momento clave del Apertura 93 contra Lanús. Un
partido después, perdimos 6-0 contra Boca y me dijo: “Quedate tranquilo que
mientras esté en Racing, el arquero vas a ser vos”.
CUMPLÍ MI SUEÑO. A los
15, 16 años, soñaba con atajar un penal sobre la hora. Y me pasó contra Boca,
ganando 1-0 con gol de mi amigo el Piojo López, que se despedía, y atajándole
el penal a Maradona. Cuando Diego era técnico de Racing, jamás le había atajado
ni un tiro libre. A Boca ya le habíamos ganado 6-4, en el partido más
importante que jugué; y otro emocionante fue contra Independiente, en el
Apertura 95. Me sentía derrotado, perdíamos 2-0, y en el último segundo del
descuento, empatamos con golazo del Chelo Delgado. ¡Me puse a llorar de la
emoción! El que festejó ese gol no era el arquero de Racing: era un hincha más.
COMETÍ DOS ERRORES
IMPORTANTES. Primero, el cabezazo a un jugador boliviano durante las
Eliminatorias para Francia 98. El temperamento me traicionó y lo pagué: por eso
no jugué el Mundial. Y, Enzo Noce segundo, entrar en conflicto con la
dirigencia de Racing. No cobrábamos nunca, ni los sueldos. Era el capitán y
tenía que pelearme todo el tiempo, era desgastante. Dije que pensaba en una
transferencia, algunos hinchas lo tomaron mal y me tuve que ir por la ventana.
¡USÉ LA 10 DE LA SELECCIÓN ! Fue un 0-0
contra Ecuador por la
Copa América 97. En ese momento, la 10 generaba conflicto y
Passarella vio que, por orden alfabético, la 10 le quedaba a un arquero. Eso
era ideal para responderles a todos. Daniel se portó bien, porque después de mi
error en Bolivia, volvió a convocarme.
ME SALVÓ LA HUMILDAD. De
Racing pasé a Newell’s, y de ahí a Las Palmas, pero no me ponían ni de
suplente. Hasta jugué un amistoso en una cancha de tierra. En serio: tierra con
piedritas. Volvía en el micro y se me caían las lágrimas. Hacía un año jugaba
las Eliminatorias y ahora, en cancha de tierra. De España fui a México y estuve
un año en Pachuca, que salió campeón por primera vez. Retorné a Las Palmas y
nadie me quería. Volví a ser el Nacho que llegó con el bolsito por primera vez
a Racing. Me propuse luchar por un lugar en el plantel y lo logré. El DT, que
era croata, me dio la titularidad a las pocas fechas y hasta me pidió que
pateara los penales en un partido clave para no descender: hice dos en un 3-3
contra Osasuna.
ME PELEÉ CON UN
COMPAÑERO. Contra Celta de Vigo, salgo jugando con el croata Jarni, que se da
vuelta, y casi nos hacen un gol. Nos puteamos durante el primer tiempo y la
seguimos en el vestuario. Se mete Vinny Samways, un volante inglés, le digo
“vos callate” y se me viene encima. Cobró él, cobró el croata y hasta el
ayudante de campo. El técnico nos sacó a los dos para el segundo tiempo. Afuera
el 5 y el arquero; la gente no entendía nada.
MI CARRERA TERMINÓ, pero
seguí jugando. Surgió un problema con mi pasaporte y tuve que irme de Europa.
Ahí, entre comillas, se terminó mi carrera. Volví a los 31 años en Estudiantes,
pero no pude asimilarlo. Veía fútbol español por televisión y me hacía mal.
Pasé por Nueva Chicago, en 2004 no jugué, en 2005 me fui a Unión Española de
Chile, donde le pegué una trompada a un árbitro y tuve que volverme. Pensaba
retirarme en Arsenal, en 2006, pero después de eso me llamó el presidente de
Las Palmas para pedirme que me retirara ahí.
DISFRUTO DE MI NUEVA
FUNCIÓN. En 2010 volví a la
Argentina y llevé a mi hijo Alan, que ataja, a probarse a
Lanús. Estaba Enzo Noce como entrenador de arqueros de inferiores, y me
preguntó si no quería reemplazarlo, porque iba a sumarse al cuerpo técnico de
Luis Zubeldía. Estuve todo el 2011 en Lanús, terminó el contrato y me fui de
vacaciones. Un día vi en el diario que en Racing iba a asumir Basile y que yo
iba a ser el entrenador de arqueros. ¡Y con el Coco hacía mil años que no
hablaba! Y acá estoy, en el lugar que quiero. Cada tanto pongo un video con mis
atajadas y mis hijos se quejan: “¡Otra vez lo mismo!”, me dicen. Pero, aunque
como jugador tenga que vivir de los recuerdos, hoy puedo decir que soy feliz.
PUBLICADO EN EL GRÁFICO Nº4433 (MAYO DE 2013)
No hay comentarios:
Publicar un comentario