Por Martín Estévez
El mejor jugador de la Copa América dice que eso les pasa a
todos los uruguayos. El, que se bancó una infancia complicada, metió 4 goles
clave durante el torneo.
“A la hora de patear, uno
siempre grita el nombre del ídolo. Cuando yo tenía 8 años, con un compañero de
Nacional nombrábamos a Chevantón, que en ese momento creo que era de la Sub 20 y estaba haciendo las
cosas bien con Uruguay. ‘Ahí le pega Chevantón’, bromeábamos”. Hace algunos
meses, Luis Alberto Suárez recordaba así parte de su infancia, en una
entrevista para El Gráfico. Dieciséis años después ya no está bromeando: está
festejando la obtención de la
Copa América después de meter un gol en la final.
“Es un logro muy
importante, este equipo siempre luchó hasta el final. Estamos agradecidos con
nuestras familias y con el cuerpo técnico”, dice rodeado de micrófonos después
del 3-0 a
Paraguay. Son declaraciones obligadas, apresuradas, una versión light de
sensaciones mucho más complejas que deben correrle por la sangre. Ahí están la
separación de sus viejos cuando era un gurí, la adolescencia repleta de
angustias económicas, el orgullo para aferrarse al Nacional de su vida cuando
le recomendaban mudarse de club. No es necesario cursar psicología para intuir
que todo se acumula en la cabeza, hoy feliz, del muchachito de Salto que le
metió tres goles a Perú: uno para empatarle en el debut y dos para ganar la
semifinal, para llegar al partido decisivo. Este partido decisivo que ya
terminó y en el que gritó su gol número 4 en la Copa , su gol número 21 en la Celeste , el gol número 165
de su carrera.
Luisito tiene 24 años. El
diminutivo dejó de tener relación con su edad para ser consecuencia del cariño
que ha ido ganándose. En Nacional, claro, donde fue campeón a los 18. Un
poquito en el Groningen holandés, camiseta que solo se puso durante un (gran)
año. Y mucho en el Ajax, donde gritó uno, dos, tres, ciento once goles, y ganó la Copa de Holanda; un torneo
importante, sí, pero no de esos que le hinchan el pecho uruguayo hasta quedar
al borde del éxtasis. Un torneo importante, sí, pero no como esta Copa América
conmocionante en la que la
Argentina de Messi y el Brasil de Neymar vieron por
televisión a Luisito absorbiendo una serie de rebotes con su botín derecho,
pateando la Tracer Doma
con su botín izquierdo, gritando un 1-0 sagrado en Buenos Aires ante los ojos
futboleros del planeta.
“Siendo uruguayo siempre
sufrís, pero disfrutás más”, cuentan sus palabras sin exigir derechos de autor.
Sufrir es también recordar sufrimientos pasados: por eso Suárez lo dice en
presente. Disfrutar más son sus cuatro goles al Slovan Bratislava y sus seis al
WHC en un partido. Disfrutar más es el pase por 26 millones de euros al
Liverpool, son su compañera Sofía y su hija Delfina esperándolo en casa para
cenar. Disfrutar más es ser el mejor jugador de la Copa América 2011.
En Montevideo, en
Durazno, en Salto, en Rivera, en Tacuarembó, dos pibes de 8 años juegan a la
pelota. A la hora de patear, uno siempre grita el nombre del ídolo. “Ahí le
pega Luis Suárez”, bromean.
PUBLICADO EN EL GRÁFICO:
URUGUAY CAMPEÓN DE AMÉRICA (JUNIO DE 2011)
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