sábado, 16 de noviembre de 2013

Giba - Verdugo en casa

Por Martín Estévez / Producción: Darío Gurevich

El símbolo de la selección brasileña que dominó el vóley mundial, y que le ganó 45 de 46 partidos a la Argentina, ahora compite en nuestro país. A los 35 años, uno de los mejores jugadores del siglo XXI repasa triunfos, heridas e intimidades, y asegura que todavía le quedan cosas por aprender.

¿Qué se hace con un tipo así? ¿Se le da un abrazo o se le reprochan tantas frustraciones? Los seguidores del vóley, los que se levantaron a la madrugada durante el Mundial 98, los que sufrieron cuando los problemas dirigenciales nos dejaron fuera de la Liga Mundial, los que alentaron durante años a los Milinkovic, Quaini, Cuminetti, Porporatto o Meana y se ilusionan con esta nueva generación, saben de lo que hablamos. Para los que no lo saben, lo explicamos: estamos frente a Gilberto Godoy, mucho más conocido como Giba, uno de los mejores jugadores del siglo XXI y símbolo del sometimiento deportivo que el vóley brasileño nos viene imponiendo desde 1996. Justo cuando él llegó a su selección, el clásico sudamericano dejó de ser clásico: Brasil ganó desde entonces 45 de 46 partidos contra Argentina. El último fue en Londres 2012, torneo que marcó el retiro de Giba de la verdeamarelha. Por fin.

Resulta que ahora, a los 35 años, el tipo viene a jugar la liga argentina para Personal Bolívar. Está enfrente nuestro. Y sonríe. ¿Le hacemos preguntas antipáticas como tonta revancha por esos 45 cachetazos, o dejamos los rencores de lado? “Sinceramente, en Brasil tenemos mucho respeto por Argentina por la calidad de sus jugadores –cuenta Giba en un español bastante prolijo–. Sabemos que si no estamos concentrados todo el tiempo, si les damos una chance, nos pegan. ¡Y cómo nos pegaron en Sydney! Todo bien, les ganamos veinte partidos seguidos, pero nos cruzamos en cuartos de final, les dimos una chance y ¡chau! nos mandaron a casa”. Gracias, Giba. Gracias por recordarnos ese triunfazo en los Juegos Olímpicos de 2000, el único de Argentina en 46 partidos contra vos. Gracias por mostrarnos los ojos tristes al rememorar esa caída estrepitosa para el vóley brasileño. Ahora entendemos que alguna vez te sentiste derrotado y lo soportaste con grandeza. Ahora sí podemos permitirnos admirarte y empezar esta entrevista sin preguntas hirientes. Sin rencores.

“Nací en Londrina –explica Giba– pero cuando tenía un año me fui a vivir a Curitiba hasta los 7. Después volví a Londrina y me quedé hasta los 13. Las dos son ciudades grandes, muy pobladas. Empecé a jugar al vóley desde temprano, con 10 años. Después estuve parado por un accidente que sufrí en un brazo”.

-Por no hacerle caso a Solange, tu mamá.
-Sí, ella me insistía en que no subiera a un árbol, no le hice caso y me caí. Me dieron 150 puntos internos y 43 externos. El fierro me cortó desde acá hasta acá (muestra una cicatriz enorme). Después del accidente, no paré nunca más. Todo en mi carrera aconteció muy rápido. Volví a jugar a los 13 años y a los 15 ya estaba en la selección prejuniors, a los 17 en juniors y a los 18 en la principal, donde me mantuve hasta Londres 2012. Y ahora aquí, en Argentina, muito feliz.

-¿Tu papá jugaba al fútbol de salón?
-Sí, durante muchos años, pero cuando iba a pasar al de once, su papá le dijo: “No, no, tenés que empezar a trabajar”. También se llama Gilberto, vive en Curitiba, y nunca insistió para que yo fuera futbolista. La historia es así. Probé los deportes colectivos con contacto físico y no me gustaron. Después los individuales, y no eran para mí. Y apareció el vóley: un deporte colectivo sin contacto físico. Era perfecto, porque cuando jugaba fútbol era molto nervoiso. Si me pegaban una vez, dos, tres, la cuarta la pegaba yo.

-No fallaste en la elección: intentamos contar tus títulos, llegamos a 43 y nos rendimos. ¿Vos llevás la cuenta?
-No, pero en la selección, en 2010, un compañero la hizo. Con él habíamos jugado 42 campeonatos y ganamos 36. Y una sola vez no subimos al podio. Eso es lo que recuerdo. Los trofeos los tengo todos en mi casa de Brasil.

Giba saca un Blackberry (o un Smartphone, o un iPad, alguno de esos artilugios posmodernos) y se dispone a mostrarnos fotos de sus decenas de copas. “No, acá no las tengo”, dice contrariado. “Acá solo tengo una foto”. Y la muestra: son seis medallas. Tres olímpicas (una de oro, dos de plata) y tres mundiales (todos ganados). ¿Es necesario ver algo más?

-Del Mundial 2002 se cumplen diez años...
-¡Sí, fue aquí en Argentina! El otro día pasé por el Luna Park, me detuve para sacarme una foto y se me puso la piel de gallina.

-¿Podés elegir un torneo entre todos los que ganaste?
-¿Pueden ser tres?

-Claro.
-El Mundial juvenil 93 en Estambul: fue mi primer título, tenía 17 años. Después, el Mundial 2002, el primer gran campeonato. Y cómo lo ganamos: jugamos los cuartos de final contra Italia, tricampeón del mundo; semifinal contra Serbia; y final contra Rusia. Los tres mejores equipos de la época. Y el tercero es el oro olímpico. Además, mi primera hija, Nicoll, nació en mitad del torneo. ¡La vi recién quince días después! Mi segundo hijo sí me esperó: nació siete días después de la medalla en Beijing 2008.

-¿Uno de los motivos de tu retiro de la selección fue pasar más tiempo con ellos?
-Sí, la razón más importante fueron ellos. Siempre hago esta broma: es mejor que deje de jugar con la selección antes que volver a casa y que mis hijos me digan tío (risas). Tengo el físico, quiero continuar, pero es pesado también. Durante veinte años fue club y selección, club y selección, club y selección...

-Tu mujer, Cristina Pirv, es rumana y también jugó al vóley. ¿Cómo se conocieron?
-Cuando ella fue a jugar a Brasil, compartimos club, el Minas Tenis, durante dos años. Pero no pasó nada hasta que nos encontramos en Italia, cinco años después. Ahí comenzamos a estar juntos. ¡Ganarla a ella fue molto mais difícil que ganar la olimpíada y el Mundial juntos! Estuvimos seis años en Italia y, cuando ella se fue a Francia, yo me fui a Cúneo: a 30 kilómetros de la frontera con Francia y a 150 de Cannes, donde Cristina jugaba. Después tuvo un problema de corazón, le hicieron una cirugía y no jugó más. Se dedicó a ser mi manager.

-¿En qué idioma hablan entre ustedes?
-Más que nada, en portugués y en italiano, aunque también sé rumano. Y ahora hablamos en español para que los niños se acostumbren, porque van a la escuela aquí en Argentina.

Datos de archivo de Giba: nació el 23 de diciembre de 1976, mide 1,92m, jugó en seis equipos de Brasil, dos de Italia (Ferrara y Cúneo) y uno de Rusia (Iskra Odintsovo). Firmó con Bolívar, su décimo club, en mayo de este año y debutó ganando la Copa Master (la juegan los cuatro mejores de la temporada). Con la selección de Brasil debutó en 1995 y dominó el vóley mundial desde 2001 hasta su retiro.

-Brasil se transformó en una potencia a partir de tu generación. ¿Cómo se llegó a eso?
-Acredito mucho a lo que se hace con los niños. El trabajo con el vóley comenzó hace ya 25, 30 años, con Carlos Nuzman, que ahora es presidente del Comité Olímpico brasileño. Trabajó muchos años hasta que Brasil dominó las categorías prejunior y junior. Así, Ricardo, Gustavo, Heller y yo estuvimos juntos desde los 15 años; y fuimos la mitad de la selección que ganó todo en los años siguientes. Y el proceso sigue en las categorías de base. Se practica en los colegios y hay más de 150 escuelas de vóley. Los jugadores nunca dejan de surgir.

-¿Cuándo supiste que serías una estrella?
-No me siento así, siento que siempre tengo que hacer algo más. El día que jugué la final de la Copa Master con Bolívar, a diez años de ganar mi primer Mundial, sentía que ese partido era igual de importante. Era mi final de aquel día. Yo no puedo vivir del pasado. Ganar es bueno, pero lo importante es cómo continuar ganando. Cuando acababa un campeonato, siempre pensaba: ganamos, ¿y ahora? Me gusta leer, tengo libros de exjugadores de básquet, de tenis. Y cuando uno lee, lee y lee, coloca todo eso dentro suyo. Queda en la mente. En la selección incorporamos esa manera de pensar: lo que pasó, pasó. Y hay que pensar siempre en el conjunto. Entre 2001 y 2006, Brasil ganó todo y no tuvo ningún premio individual. ¡Eso era bello para nosotros! “Bueno, vos sos el mejor jugador del mundo, ¡pero el oro lo tengo yo!”. Hay una teoría que me gusta mucho, la de las diez mil horas. Dice que para alcanzar la excelencia en cualquier disciplina (violín, piano, vóley, cualquer coisa) son necesarias diez mil horas de entrenamiento.

-¿Vos llegaste a esa excelencia?
-La estoy manteniendo, ahora. La estoy manteniendo (risas). Por mi vida pasaron jugadores bravísimos, y yo hacía como un vampiro, intentaba absorber lo bueno que veía en ellos. A Renan lo tuve como entrenador y siempre me decía: “Cuando salís del partido cansado de la cabeza es porque estuviste pensando para jugar; cuando sale cansado el cuerpo, es porque no pensaste, y así vas a jugar mal siempre”. Carlao, Gilson, Javier Weber son otros jugadores de los que aprendí mucho.

-¿Si Weber no fuera el director técnico, hubieras venido a Bolívar?
-Habría sido muy difícil. El me dijo: “Me gustaría que vengas, hace dos años que no ganamos nada y queremos volver a ganar”. Hablé con él un miércoles, el viernes conseguí pasaje y el sábado firmé contrato con Tinelli.

-Tu jugada más impactante es el remate como zaguero, desde posición 6. ¿Hay alguna que disfrutes tanto como ésa?
-En Brasil, nosotros cambiamos un poco la bola a posición 4, la jugamos más rápido, como si fuera un primer tiempo. Es mucho más veloz: ahora, cuando la pelota cae en las manos del armador, yo ya salté.

-¿Te quedan cosas por aprender del vóley?
-Se nace y se muere aprendiendo. Siempre.

-¿Qué aprendiste últimamente?
-Cuando llegué acá, Weber me marcó que al momento del remate corría mucho por adentro del campo, que tenía que correr más por afuera para potenciar la diagonal. Y tenía razón. También con el saque. Me dijo: “Siempre lo hacés desde la posición 5; hacelo desde la posición 6, probá”. Y mi saque ha mejorado.

-El reglamento del vóley cambió mucho desde que empezaste a jugar. ¿Te gustaría ver alguna modificación más?
-Es cierto: se alargó el saque, cambió el sistema de puntuación, se agregó el líbero, se puede pegar con el pie, la pelota no es tan dura... Es difícil pensar qué más se puede inventar. Antes, todos terminaban su carrera a los 31, 32 años: ahora llegamos a los 36, 37 sin problemas. Nuestras rodillas agradecen las nuevas reglas (risas).

-¿Imposible verte en los Juegos de 2016?
-Sí. Mi proyecto con la selección era hasta Londres y ya terminó. Hubo una generación esperando para jugar, y estaría mal que yo dejara y después volviera. Sería raro. O se forma parte de todo el ciclo o no se forma parte de nada. En Brasil se saltó una generación porque nosotros nos mantuvimos durante tres ciclos olímpicos. Es el momento de otros jugadores.
Al final, Giba resulta de lo más agradable, al punto que nos preguntamos si es necesario hablar sobre su doping positivo por marihuana del año 2003.

-Desde el discurso, parecés feliz. ¿Lo sos?
-Me considero bendecido por lo que me aconteció. Dios tuvo cosas buenas para mí.

-Siendo bebé, superaste una leucemia...
-Sí, cuando fui mayor supe la importancia de la enfermedad. Ahora colaboro de forma directa con tres hospitales que luchan contra la leucemia. La conquista más grande de mi carrera no es haber ganado un juego olímpico, sino saber que pude ayudar a cientos de niños.

-También atravesaste un doping positivo. ¿Es correcto sancionar el uso de drogas sociales que no potencian el rendimiento?
-Es difícil. Los organizadores piensan al deporte como ejemplo para la sociedad y las drogas hacen mal, entonces es lógica la sanción. Pero el periodismo lo lleva al extremo. Cuando ganamos el Mundial 2002, la noticia apareció en la tv brasileña solo durante un día. Cuando di doping positivo, dos meses después yo seguía apareciendo en televisión. ¡Y ni siquiera es que me había inyectado algo para ganar! Perdí un poco la cabeza, solo eso. Pero tuvo más trascendencia que ganar un Mundial.


31 Los títulos oficiales que ganó Giba con la selección brasileña: los Juegos Olímpicos 2004, 3 Mundiales, 8 Ligas Mundiales, 2 Copas del Mundo, 3 Grand Champions Cup, 8 Sudamericanos, 3 Copas América, los Juegos Panamericanos 2007 y dos Mundiales juveniles.

PUBLICADO EN EL GRÁFICO Nº4428 (NOVIEMBRE DE 2012)

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