martes, 17 de noviembre de 2009

Suicidio genético

UN NUEVO MÉTODO DE DOPING PODRÍA SACUDIR A LOS JUEGOS OLÍMPICOS. LA INCORPORACIÓN DE SUSTANCIAS PROHIBIDAS YA NO ALCANZA: AHORA SE INTENTA QUE EL PROPIO ORGANISMO LAS GENERE, MODIFICANDO SUS GENES. ¿CUÁL ES EL LÍMITE?

Ganar o morir fue el mensaje que el genocida Benito Mussolini envió a los futbolistas italianos durante el Mundial de 1934. Ganar y morir es el mensaje que el deporte de alto rendimiento estará enviando si se comprueba un nuevo modo de dopaje: el doping genético.

Introducción a la terapia genética
La terapia genética (también llamada transferencia o modificación genética) consiste en insertar o inyectar genes dentro de una célula para que realice o corrija acciones que antes no podía hacer. La técnica más usada es inyectar los genes a través de virus inocuos (los que no generan daños) llamados ‘vectores’, a los que se les ha modificado su información genética y codificado los nuevos genes.
¿Complicado? Intentemos una expresión menos técnica y más clara. La ingestión de sustancias ilegales para mejorar el rendimiento de un atleta (el ‘doping’) tiene más de un siglo de historia. Siempre se habían ingerido externamente, como cuando se toma una aspirina. “Pero si alguien se inyecta de ese modo, en forma exógena, puede ser detectado por los controles antidoping –explica el médico deportólogo Carlos Maldonado–. Lo que se busca, entonces, es que el propio cuerpo genere las modificaciones en el organismo para que no pueda detectarse”. ¿Qué capítulo de la ciencia nos perdimos? ¿Es posible algo así? No, oficialmente no. Se ha experimentado con ratones para combatir enfermedades como el Mal de Alzheimer, pero los resultados fueron ambiguos y las investigaciones siguen en desarrollo. Aunque... ¿qué pasaría si algún laboratorio decidiera ignorar los peligros existentes y realizar la experimentación con deportistas de elite? Ahora sí empezamos a entender: bienvenidos al doping genético.

¿Ciencia ficción o realidad?
La terapia genética, algo que parecía lejano, ya no lo es. Aún no se han detectado casos en ninguna competencia, pero la práctica está penada reglamentariamente desde 2003; y ganó trascendencia en 2006, cuando el alemán Thomas Springstein (quien entrenaba a su mujer, la velocista olímpica Grit Breuer) fue llevado a juicio al hacerse públicos e-mails en los que le solicitaba a un médico holandés una dosis de Repoxygen, sustancia ilegal utilizada en las terapias genéticas.
Sin ingresar en detalles científicos, se especula con que existen tres métodos de terapia genética con los que se está experimentando en deportistas:
*Repoxygen. Consiste en insertar en las células el gen de la EPO (eritropoyetina), que permite la síntesis de glóbulos rojos, clave en los deportes de esfuerzo. El EPO había sido utilizado antes, pero mediante terapia genética sería indetectable.
*IGF-1. Modifica el ADN muscular mediante un gen que fabrica IGF-1, un factor de crecimiento similar a la insulina.
*Miosina IIB. El aumento de esta sustancia proporciona una alta velocidad de contracción muscular y potencia. Es el método que se estaría aplicando en velocistas.

¿Doping genético en Beijing 2008?

En la III Conferencia Mundial sobre Doping, la Agencia Mundial contra el Doping (WADA) advirtió que los primeros casos de doping genético podrían suceder en los próximos Juegos Olímpicos. El presidente de la WADA, Richard Pound, puntualizó: “No sé si será a corto o largo plazo, pero parece inevitable que el doping genético llegue a las competencias”.
Algunos especialistas confían en que Beijing estará libre del nuevo método. “En principio, la terapia genética en el deporte suena a ciencia ficción –aclara Pablo Dragotto, cardiólogo y médico deportólogo–. No creo posible que surja algún caso en los Juegos Olímpicos”. Loles Vives, recordwoman española de los 100 metros y bióloga, recuerda un dato importante: “Si suceden casos de doping genético, no existirá ningún método que permita detectarlos”. Evidentemente, el doping genético le lleva ventaja a los controles.

Conejillos en peligro

Lo peor de la transferencia genética no es que viole los reglamentos: es una aberración desde su punto de partida. Ni siquiera respeta un principio fundamental de la bioética, que declara que los conocimientos sobre genética deben usarse en beneficio de la humanidad y no para intereses privados. El éxito de la terapia genética (hoy limitada a atletas de elite que aseguren ganancias ante una inversión tan grande) generaría que, en el futuro, las empresas biotecnológicas modifiquen a los atletas desde la adolescencia, aniquilando su desarrollo natural.
Otras formas de doping han arruinado atletas en el pasado y ni siquiera se habían animado a la osadía de atentar contra la evolución humana. ¿Probabilidades de que esta terapia no tenga consecuencias negativas? Muy pocas. “Si se usa en atletas –se indigna el Dr. Dragotto– se estaría cometiendo uno de los más graves delitos dentro de la ciencia: la experimentación humana sin cumplir las etapas normales de la investigación clínica”.
También se discute si las modificaciones pueden ser permanentes, o hasta hereditarias. Si se mantienen en el organismo, podrían generar cánceres y otras enfermedades por la falta de adaptación del organismo. Los hijos de los atletas, al menos, estarían a salvo. “La terapia genética no afecta a las células germinales (óvulos o espermatozioides), que son las encargadas de marcar los carácteres hereditarios. Y la terapia genética germinal no está autorizada en ningún país”, detalla Loles Vives. “La sola idea de intentar alterar el ADN de una persona es peligrosa –remarca el Dr. Maldonado–. El uso de eritropoyetina, por ejemplo, puede llevar a un IAM, un Infarto Agudo de Miocardio; o a una embolia; o a una hipertensión arterial... El atleta corre los riesgos: es la consecuencia de toda la locura que lo rodea. Pero el doping es incontrolable, el mismo profesionalismo va presionando para que lo acepten. Es una pelea contra molinos de viento. Cuando se descubre la manera de luchar contra un modo de doping, surge otro. Y el deportista es la víctima: es un ratón de experimento”.

>>Información básica sobre el doping genético
La terapia genética (o doping genético) no es fácil de entender. Ésta es la forma más sencilla de explicarla: se trata de insertar genes ‘artificiales’ dentro de una célula. Cada persona tiene unos 30 mil genes, que son los que nos definen como seres humanos (nuestra agilidad, inteligencia, modo de caminar, etc.). Modificar un gen es modificar la estructura de una persona. Por lo tanto, es peligroso. Esos genes ‘artificiales’ les dan a las células capacidades que antes no tenían, pero la terapia genética está prohibida: otorga ventajas en una competencia deportiva y es perjudicial para quienes la sufran. Si aún no es más usada no es por una cuestión ética, sino porque cuesta mucho dinero desarrollarla.

PUBLICADO EN FOX SPORTS EDICIÓN ARGENTINA (Nº14) Y PUERTO RICO (Nº17), JULIO DE 2008.

jueves, 12 de noviembre de 2009

Cuando Vélez se volvió loco

SE CUMPLEN DIEZ AÑOS DESDE QUE MARCELO BIELSA LOGRÓ, CON EL CLUB DE LINIERS, EL TÍTULO QUE LO IMPULSARÍA A LA SELECCIÓN ARGENTINA: EL CLAUSURA '98.

“Estoy feliz porque voy a dirigir a uno de los planteles más prestigiosos del fútbol argentino”.
El 29 de agosto de 1997, luego de los exitosos ciclos de Carlos Bianchi y Osvaldo Piazza, Marcelo Bielsa asistía a su primer entrenamiento como director técnico de Vélez. Llevaba cuatro años sin trabajar en Argentina: tras sus títulos en Newell’s Old Boys había partido a México.
No pidió refuerzos y rápidamente comenzó a elaborar en el plantel la idea de dejar de lado la tradicional línea de cuatro defensores, para jugar con tres. Mauricio Pellegrino, Sebastián Méndez, Víctor Hugo Sotomayor y Raúl ‘Pacha’ Cardozo fueron algunos de los ‘afectados’ por la modificación táctica. Y no les gustó.
“Es un país individualista, urgente. Se palpa que hay más disposición para los proyectos personales que para los colectivos”, decía Bielsa cuando le preguntaban cómo veía a la Argentina luego de sus años en el exterior. Su valiente reflexión social se demostraría también en el aspecto futbolístico.
La conjunción Vélez-Bielsa comenzó con 3 triunfos (incluidos un 5-0 y un 3-0) y 2 empates. Desapareció la estampilla que traía de ‘técnico defensivo’, porque paraba en el campo a un equipo osado. Pero lo que dejaba dudas, paradójicamente, era la defensa, en especial luego de un partido que iba ganándole 3-0 a Ferro y terminó 3-3. Los hinchas ya habían chiflado al equipo y al técnico durante un triunfo 2-1 ante Gimnasia de Jujuy, y el empate en el clásico agravó los enojos. Finalmente terminó 4º en el Apertura ‘97, con 32 puntos.
“La gente quedó desencantada con mi gestión: advierte que sólo cambiaron la posición en la tabla y el técnico”.
Bielsa no era ni Bianchi ni Piazza. Traía sus propias convicciones que, según él, son lo único que no puede sustituirse. Mientras armaba el equipo para afrontar el Clausura ’98 recibió al único refuerzo, Fernando Pandolfi, quien retornaba de Italia. Pero, durante los torneos de verano, la incomodidad que sentía el plantel con su forma de entrenar y hacer jugar al equipo empeoró cuando se enfrentó a José Luis Chilavert, arquero y estrella de Vélez. “Para mí, todos ustedes son iguales”, le dijo Bielsa al plantel durante una práctica. “Yo no soy igual a los demás, usted tiene que valorar los títulos”, respondió Chilavert y dejó la concentración. El paraguayo mediatizó la disputa y el entrenador guardó silencio. Parecía que no había modo de juntarlos, pero solucionaron sus diferencias en una charla privada que reconocerían años después.
“El éxito convence y produce arraigo. Lo difícil es convencerse primero para llegar al éxito después”.
Otra ‘máxima bielsista’ puesta en práctica: insistió e insistió con sus ideas, hasta convencer al plantel, que antes lo miraba con desconfianza, de cuál era el camino. Es cierto, los resultados llegaron rápido, como un 3-0 a Unión con dos goles del ‘Pato’ Camps; o el 3-2 al Boca del ‘Bambino’ Veira.
Experimentó, se animó, atacó Bielsa con su Vélez. Hasta incluyó a cinco delanteros desde el inicio en el partido ante Argentinos Juniors. Curiosamente, pese a Cordone, Pandolfi, Camps, el ‘Cholo’ Posse y Darío Husain, terminó 0-0.
“No cambió nada desde el torneo anterior. Estructuralmente es el mismo equipo: tres delanteros, un volante de ataque y un defensor subido a la mitad de la cancha cuando el rival juega con dos atacantes”.
El mismo Bielsa explicaba cómo jugaba Vélez, sin advertir que quizá sí había cambiado algo: la convicción. Los futbolistas terminaron por confiar en un tipo que defendía sus ideas con argumentos, que solucionaba sus diferencias cara a cara y que respetaba y exigía a todos por igual.
3-0 a Independiente, 6-1 a Colón, 4-1 a Ferro… Vélez era ofensivo y goleaba seguido, y sus hinchas terminaron de sacarse el sombrero ante Bielsa el 31 de mayo de 1998. Ese domingo, con gol de Martín Posse, derrotó 1-0 a Huracán y se consagró campeón una fecha antes del final del Clausura. Gimnasia La Plata cayó en Rosario ante Newell’s y no pudo estirar la definición.
“Cuando llegó a Vélez no lo aceptamos, veníamos de cuatro años diferentes –reconoció Christian Bassedas tiempo después–. Los jugadores cometimos errores con él, por inmadurez o por creer que las sabíamos todas. Pero terminamos todos contentos y convencidos”. Bassedas, Camps y Pandolfi eran los generadores de fútbol de aquel Vélez, intentando abastecer a velocistas como Cordone, Camps y Darío Husain. A la hora de correr y recuperar la pelota, ahí estaban Compagnucci, Claudio Husain, Federico Domínguez y Castromán. Más la línea de tres, por fin aceptada, el mítico Chilavert en el arco… y al costado, en cuclillas y con el chupetín que le sirvió para dejar el cigarrillo, el tipo que consiguió llevar su locura a las tribunas del Fortín, el mismo hombre que meses después trasladaría sus convicciones a la Selección Argentina: Marcelo Bielsa.


PUBLICADO EN LA PÁGINA WEB DE FOX SPORTS, MAYO DE 2008