miércoles, 23 de enero de 2008

Historia de Estudiantes de La Plata (1955-1965)

Los diez años posteriores al ascenso de 1954 fueron una larga hilera de sinsabores para Estudiantes. Las malas campañas se sucedieron y el equipo hasta volvió a perder la categoría en 1963, pero la anulación de los descensos le permitió quedarse en Primera.

Fernández, Paulinho, Koroch, Antonio y Gauto, una delantera de 1961.

No lo hubieran creído. Si luego del ascenso de 1954 al pueblo de Estudiantes le vaticinaban que en la siguiente década llegaría a la cima del mundo futbolístico, las expectantes almas albirrojas no lo hubieran creído. Porque en aquellos años se trató de vivir para sobrevivir, de sumar para esquivar el descenso, de sumar en cuentagotas. Pero de ese esfuerzo nacieron semillas. Porque el crecimiento de Madero, Malbernat, Flores, Bilardo y Verón en medio de un desierto de alegrías, significó más tarde el crecimiento de un bosque repleto de campeonatos.

1955. Los gladiadores del ascenso, dirigidos por Mario Fortunato, comenzaron con 4 puntos en 3 fechas, incluyendo un 5-1 a Platense, pero luego sumaron tres derrotas consecutivas. Llegó Boca y el ‘Pincha’ ganó 2-1. El equipo fluctuó entre victorias (2-1 a Gimnasia, con un tanto de Molina sobre el final) y caídas. Aunque la irregularidad pronto se transformó en bajo nivel: hasta Chacarita lo goleó 5-3. Ante River, en La Plata, luego de un penal cobrado por el inglés Elliot a favor del visitante, hinchas locales arrojaron proyectiles. El juego se suspendió y se le dio por ganado a River. A 5 fechas del final, el ‘Pincha’ estaba igualado con Central en el último puesto. Todo se resolvió de modo inesperado: Central repuntó y Estudiantes (ya a cargo de ‘Nolo’ Ferreira) despertó y, con tres triunfos en cadena y un Molina imparable, se salvó y condenó a Platense.

1956. Con Saúl Ongaro como entrenador y Ricardo Fernández, Cazaubón, Ayala y Monteserín en el plantel, Estudiantes propuso diferencias con respecto a la temporada anterior, pero consiguió una similitud triste: pelear por la permanencia. Ni siquiera pudo con el ‘Lobo’: le ganaba 2-0 y terminó 2-2. Y sufrió derrotas duras: 0-3 contra Argentinos Juniors, 1-4 ante Ferro… Derrotó a Chacarita (3-0) y consiguió un punto ante Boca (3-3, dos de Urriolabeitia y uno de Rolando), pero volvieron las tristezas. El revés (2-3) en el segundo clásico platense y una inesperada derrota ante Chacarita fueron el punto más bajo. Apareció el amor propio del equipo, que pasó por encima de Tigre (4-1) y Ferro (3-1). Pero la situación, a tres fechas del final, era desesperante. Estudiantes bajó a Huracán (4-2) y arañó un punto ante Vélez (2-2) tras estar 0-2. En la última fecha, ante el campeón River, había que ganar para zafar. Dos goles de Arizaga le dieron el triunfo 2-1. Estudiantes, 12º con 22 puntos, se salvó por apenas uno.

1957. Se fueron Urriolabeitia y Molina. Llegaron Koroch, Bracamonte, el arquero Castro, Perfecto Rodríguez y Mieres. Y se sumó uno más, que no era uno más: Ricardo Infante. Zozaya era el entrenador. 3 victorias en 4 jornadas, especialmente un 6-1 sobre Tigre con una tripleta de Koroch, ilusionaron. Pasaron luego seis partidos sin victorias, pero había poder ofensivo y una localía fuerte. Sumó 5 puntos en 4 fechas y llegó entonado al clásico: fue 1-0 de visita con gol de Antonio. El fervor aumentó con un 3-1 a Boca (Ruggeri, Perfecto Rodríguez, Falcón) y se habló de Estudiantes como candidato. Pero otra racha sin triunfos, esta vez de 5 partidos, lo dejó afuera. Venció al campeón River (2-1, Ruggeri e Infante), a Argentinos (4-3, tres de Infante) y terminó en buen nivel (9 puntos en 7 fechas). Sumó 33 puntos, finalizó 7º, Infante metió 12 goles y, al fin, no sufrió por el descenso.

1958. El ánimo estaba en alza. Había una interesante base (Carriquiri, Mieres, Ruggeri, Koroch, Infante), retornó Negri y llegó, desde River, Félix Loustau, uno de los mejores punteros izquierdos de la historia. El comienzo fue muy bueno: 5-1 a Huracán (con tres del ‘Cochero’ Antonio); 1-1 con Central en Rosario; y 5-0 a Central Córdoba. Pero el torneo se detuvo por el Mundial de Suecia y la magia se esfumó. A la vuelta, Racing le ganó en Avellaneda y Gimnasia en el clásico. Estudiantes sumó 5 victorias al hilo como local (incluido un 6-1 a Tigre con tres de Bracamonte) pero de visitante anduvo mal. Tras un humillante 1-6 ante Central Córdoba y la caída en casa 1-2 frente a Racing, se ganó el clásico con personalidad: 2-1. Terminó con un digno 9º puesto, 31 puntos en 30 fechas, y con Héctor Antonio con 19 goles en el bolsillo.

1959. Se fueron el DT Zozaya y valores como el arquero Castro, Juan Delgado y Loustau. Se contrató a Reymundo, Alarcón y Gambardella, y surgió el arquero José Toledo. El entrenador era Juan José Negri, que se había retirado en el ’58. Arrancó con un triunfo en 4 fechas, hasta el clásico: aquel recordado partido en que se derrumbó una tribuna, fue suspendido y se reanudó en cancha de Quilmes. Estudiantes ganó 2-1 con goles de Antonio y Ruggeri. Hubo grandes partidos de local y decepciones de visitante, hasta que la fortaleza de 1 y 57 se rompió con la derrota 2-4 contra Ferro. Al menos, se dio el gusto al vencer 3-2 a Gimnasia tras estar 0-2, con goles de Alarcón, Gambardella y Rulli. Sin embargo, el equipo sufrió 5 derrotas consecutivas, incluyendo un 0-5 frente a River y un 1-6 ante Racing. La campaña fue pobre: 28 puntos en 30 fechas y 10º puesto. Se destacó Infante, con 14 tantos.

1960. Se incorporaron jugadores de andar irrelevante, como José Gutiérrez, Florindo y Merayo; y se fueron Mieres, Carriquiri y Galocha. Sólo Albrecht, Scandoli y Roque Fernández aportaron frescura. El inicio fue con un triunfo (2-1 sobre Atlanta) en siete partidos. Se celebró en casa, con victorias ante River (2-1, dos de Infante) y Racing (también 2-1, Infante y Alarcón); pero, de visitante, Estudiantes ganó dos veces en todo el año. Al perder 0-2 de local ante Gimnasia, el descenso volvió a ser una amenaza. Hasta sufrió la peor goleada de la historia: 1-8 ante San Lorenzo en Boedo. La salvación llegó rápido, con victorias 3-2 ante Lanús (Zapa, Antonio 2) y 2-1 sobre Newell’s (Infante, Alarcón), que finalmente descendió. Estudiantes terminó el torneo con 4 derrotas en 6 partidos y un insípido 13er puesto (23 puntos en 30 partidos). Entre el ‘Beto’ Infante (11) y Scandoli (9) sumaron 20 goles.

1961. Otra vez, el recambio fue estafa para Estudiantes. Dejaron el club Alarcón, Perfecto Rodríguez, Magri, Scandoli, Ruggeri e Infante, que se cruzó de vereda para jugar su último año en Primera. De esa jerarquía, sólo se sumaron el brasileño Paulinho, Luis Pereyra y el half Castillo. El comienzo fue prolijo, pero cuando la defensa se derrumbó (0-4 contra Boca) ya nada lo sostuvo. Ganó 1 de los primeros 19 partidos. La pelea por evitar el segundo descenso (el primero en caer fue Los Andes) era contra Lanús. Hubo victorias gigantes, como un 2-1 a Gimnasia (dos de Luis Pereyra) y hubo golpes duros. Estudiantes llegó a la última fecha con un punto de ventaja sobre Lanús. Y el rival era… Lanús. En el sur, el 3 de diciembre, se vivió un partido dramático. Hubo lucha, coraje y 8 expulsados. Terminaron 7 contra 7. Lanús ganaba 1 a 0, el ‘Pincha’ descendía. Pero, a diez minutos del final, Roque Fernández pateó un tiro libre, Rulli desvió la pelota y la mandó a la red. Gol. Empate. Festejo. Salvación. Estudiantes se quedó en Primera; Lanús, a la B.

1962. Correr, perseguido por el descenso. Eso hizo Estudiantes durante toda la temporada, con Ongaro como entrenador. Se reforzó bien con Berón, Miguel Ángel Ruiz y el misionero Federico Horster, pero falló al dejar escapar a Silvero, Héctor Antonio, Prospitti y a los goleadores Luis Pereyra y Stork. Arrancó con 4 derrotas, 3 goles a favor y 14 en contra. Hubo respiro con triunfos ante Atlanta y Gimnasia (1-0, gol de Ruiz sobre el final), pero fueron los únicos en 19 fechas. El nivel era pobrísimo, y cayó a zona de descenso. Nada hacía suponer, a 9 fechas del final, que podía salvarse. Pero lo hizo. Primero, con un 3-0 a San Lorenzo. Después, con un 4-1 a Racing. Y, por último, con un fundamental 3-2 a Argentinos: el ‘Pincha’ perdía 0-2 a 25 minutos del final, pero con dos goles de Horster y uno de Ruiz hizo delirar a su gente. Quedó 14º, con 20 puntos, y a un puesto del descenso en los promedios, pero sostuvo la categoría con una pequeña participación, en el último partido, ante el campeón Boca en La Bombonera, de dos chicos que recién surgían. Se llamaban Eduardo Raúl Flores y Juan Ramón Verón…

1963. El promedio condenaba a Estudiantes casi de antemano al descenso. Se fueron Albrecht, Horster, Koroch y Rulli, pero hubo refuerzos importantes: Tarnawsky, Prospitti, Eduardo Domínguez, Biagioli y Nardiello. Además, llegó Madero (desde Huracán) y debutó Carlos Pachamé. Comenzó con 5 puntos en 3 partidos, incluyendo una victoria 2-1 sobre Gimnasia (doblete de Domínguez). Pero caídas ante Vélez y en el clásico contra Gimnasia (2-5) lo dejaron al borde del nocaut. Le ganó al rival directo, Argentinos (3-1), aunque no hubo milagro. Derrotas consecutivas ante Rosario Central, Boca, Racing y Atlanta significaron el descenso, pese a sumar 24 puntos en 26 partidos y quedar 9º. Los 17 goles de Prospitti no sirvieron demasiado. Pero, a falta del deportivo, hubo milagro institucional. El 14 de abril de 1964, la AFA (por una reestructuración en los torneos) decidió que se suprimieran los descensos en todas las categorías. Increíblemente, el ‘Pincha’ se salvaba.

1964. Con los descensos suprimidos hasta 1966, la sensación era de alivio. El entrenador, Carlos Aldabe, no contó con Prospitti, Silva, Zapa y Vladimir Tarnawsky. En su lugar, arribaron el zurdo Miguel Ángel López, Cavoli y Toledo. Las expectativas eran pocas, y era acertado. Sólo Madero, Bielli, Nardiello y el debutante Oscar Malbernat se lucían. Ganó 2 partidos de los primeros 12: 4-1 a Newell’s (con 3 de Nardiello) y 2-0 a Chacarita; pero tuvo una racha feliz al derrotar en casa a River y Argentinos. Volvió a caer, y triunfó en sólo 2 de los últimos 15 juegos. Ni siquiera sonrió en el clásico: vencía 1-0 de local con gol de Nardiello y Gimnasia empató al final. San Lorenzo (4-1) y Racing (5-1) lo golearon… 24 puntos en 30 partidos, y el 14º puesto, señalaban que había que crecer.

1965. Ya no estaban José Gutiérrez, Bielli y Cabrera. Se sumaron Bilardo, Conigliaro y Barale. Se le ganó a Gimnasia por 3-1, con goles de Bilardo, Bedogni y Verón. El ‘Bocha’ Flores metió 14 goles y el equipo terminó 6º, con 36 puntos en 34 partidos. Pero lo verdaderamente relevante de aquel 1965 se podía definir en cinco palabras: la llegada de Osvaldo Zubeldía…

PUBLICADO EN “ESTUDIANTES, 100 AÑOS”, AGOSTO DE 2005

martes, 15 de enero de 2008

Enrique Guaita, 'el Corsario Negro'


Pocos son profetas en su tierra y en tierras extranjeras. Pocos se destacan rodeados de destacados. Y pocos, muy pocos pueden aunar esas dos cualidades. Enrique Guaita fue uno de ellos.
‘El Indio’ nació en un pueblito de Entre Ríos llamado Lucas González. En su juventud viajó a La Plata para estudiar medicina, pero su gusto por el fútbol se evidenció al sumarse a un picado en cancha de Estudiantes. Debutó en el equipo en 1929 y fue subcampeón en 1930. Guaita era la potencia de un conjunto talentoso. Se ganó un lugar con voluntad, desbordes incansables por la izquierda y mucho gol. Tal nivel lo llevó a Italia en 1933, donde por su color de piel lo apodaron ‘El Corsario Negro’. Jugando para Roma fue el goleador de la temporada 1934/35, y representando a Italia ganó la Copa del Mundo en 1934. Volvió a la Argentina en 1936 y brilló en Racing (28 goles) hasta su retorno al albirrojo en 1939, cuando terminó jugando de puntero derecho. Se estableció en Bahía Blanca, trabajó en seguros y fue presidente de la Liga de Fútbol del Sur. Murió el 10 de mayo de 1959.
Velocidad inenarrable, remate potente, coraje dentro y fuera de la cancha. Enrique Guaita pasó a la historia como el hombre que quería ser médico y terminó siendo Profesor. Quizá tenía prefijado ese destino. El destino de pocos, muy pocos.


PUBLICADO EN "ESTUDIANTES, 100 AÑOS", AGOSTO DE 2005

viernes, 11 de enero de 2008

Miguel Ángel Lauri, la Flecha de Oro

Lauri (el primero desde la izquierda) junto a Scopelli, Zozaya, Ferreira y Guaita

En el costado derecho del ataque se sentía cómodo, feliz, como si paseara por su casa; y hacía sentir a sus marcadores lentos e impotentes. Era veloz, letal, rubio, imparable. Era la Flecha de Oro. Miguel Ángel Lauri fue más que uno de los cinco magníficos de Los Profesores. Hizo historia por sí mismo, y se ganó un indiscutido lugar entre los grandes. Nació el 29 de agosto de 1908 y se inició como entreala en el club Estrella de Berisso, a los 16 años. Rápido –como él– el destino le marcó su lugar en la cancha. Pasó a Estudiantes en 1925, debutó en Primera un año después (ante River) y pronto vivió su primera alegría al derrotar 3-0 a Gimnasia en el clásico.
Corrió y corrió. Primero durante el amateurismo, cuando, junto a Scopelli y Ferreira, hizo que Estudiantes recuperara su prestigio. Y cuando se sumaron Zozaya y Guaita, el fútbol se volvió fiesta en La Plata. Se hastió de dar asistencias y enormes pases a sus compañeros, con los que logró el subcampeonato en 1930. Su jugada clásica era el desborde hasta el fondo y el preciso centro atrás. Aunque sus números en el profesionalismo hablan de 158 partidos jugados y 42 goles, si se suma su actuación amateur se está frente a un habilidoso wing, pero con mucho poder de gol. Brilló más que nunca en el Campeonato de 1931, al punto que Boca ofreció la inmensa suma de 12 mil pesos por su pase, y Estudiantes dijo no. Logró aquel tercer puesto, y un quinto lugar en 1934.
Pese a que en su época hubo delanteros de gran categoría, se abrió lugar hasta llegar a la Selección Nacional: estuvo presente en un memorable 4-1 ante el poderoso Uruguay y fue subcampeón sudamericano. Paradójico fue que pasara a la historia como ‘Lauri’, pese a que repetía en forma permanente que su verdadero apellido era Larroi (cuando su abuelo llegó desde Francia a la Argentina lo anotaron mal). Se fue del club para jugar justamente en Francia, y en el Sochaux consiguió el campeonato, ése que injustamente se le resistió en su país. Terminó su carrera en Uruguay, representando primero a Peñarol (campeón en 1938) y finalmente en Wanderers, donde se retiró en 1939. Se radicó en Valentín Alsina y trabajó en un frigorífico por 45 centavos la hora. Fue director técnico de Sportivo Alsina, pero no le fue bien. Así jugó y así vivió: a toda velocidad. Murió el 26 de septiembre de 1994, y se llevó consigo la fórmula de la velocidad y el enorme cariño del pueblo de Estudiantes.

PUBLICADO EN “ESTUDIANTES, 100 AÑOS”, AGOSTO DE 2005.

jueves, 10 de enero de 2008

Estudiantes de La Plata (1928-1933): Los Profesores

Sbarra, Nery, Scandone, Viola, Rodríguez y Uslenghi. Lauri, Scopelli, Zozaya, Ferreira y Guaita.


Cinco genios y una cátedra de buen fútbol
El mito que reza que Estudiantes históricamente despreció el buen juego y no tuvo suficiente fineza y habilidad entre sus filas se desmorona, se desbarata, se cae a pedazos ante dos palabras que llevan consigo un enorme significado: Los Profesores. Aunque los mayores logros en la trayectoria de un club tienen que ver con sus títulos, con sus copas, con sus primeros puestos, dentro de la rica historia de Estudiantes hay un gran logro que no tiene que ver con ninguno de esos conceptos: Los Profesores lograron conjugar la habilidad con la precisión; los triunfos con los merecimientos; la alegría con el fútbol. Y, desde luego, merecen tener un lugar de privilegio entre títulos, copas y primeros puestos.
Cuando el amateurismo se extinguía y el fútbol argentino estaba en la víspera de un nuevo comienzo, Estudiantes vivió una etapa magnífica. Con Manuel ‘Nolo’ Ferreira, Alejandro Scopelli y Miguel Ángel Lauri en el equipo, demostró un importante avance técnico en 1928. Los tres comenzaron a juntarse, a crear jugadas que los hinchas jamás habían visto, a generar un espectáculo dentro del espectáculo mismo. La ilusión de repetir el título de 1913, quince años después, existió; pero la realidad determinó un tercer puesto que parecía poco para lo que Ferreira y compañía regalaban partido a partido. Estudiantes sumó 53 puntos en 35 partidos, de los cuales ganó 25, empató 3 y perdió 7. Esos números más que interesantes no alcanzaron para arrebatarle el título a Huracán.
Se había despertado una gran expectativa en La Plata, y cuando a ese trío magnífico se sumaron, en 1929, Alberto Zozaya (proveniente de Central Entrerriano de Gualeguaychú) y Enrique Guaita (también desde Entre Ríos) la esperanza creció aún más. El buen nivel que demostraron los cinco juntos en la delantera, desde los primeros encuentros, fue contraproducente para Estudiantes, porque comenzaron a representar a diversos combinados nacionales y el equipo sintió muchísimo sus ausencias.
Ferreira, por ejemplo, fue citado para enfrentar a América de Brasil, a Chelsea de Inglaterra y luego para disputar el Campeonato Sudamericano. Además, jugó para el combinado de Provincia junto a otro integrante del equipo, Viola. Lauri también estuvo en el amistoso ante Chelsea y luego en la Copa Newton. Scopelli enfrentó a los ingleses y participó junto a Lauri en la Newton. Las dificultades para reemplazar a los cracks fueron tan grandes como la admiración que ellos despertaban, y Estudiantes terminó 10º, lejos del título y de las expectativas que había generado. Sumó sólo 16 puntos en 17 encuentros (ganó 7, empató 2 y cayó en 8) y terminó lejos del campeón… Gimnasia y Esgrima La Plata.
La explosión y el reconocimiento para Los Profesores llegaron definitivamente en 1930. ¿De dónde surgió el particular sobrenombre? Más allá de que daban cátedra de fútbol cada fin de semana, la explicación también tuvo que ver con los impecables blazers azules que utilizaban al salir a la cancha; y con que los cinco integrantes de la delantera eran hombres instruidos culturalmente y con una importante base educativa. ‘Nolo’ Ferreira, por caso, era escribano.
La campaña de Estudiantes, ese año, fue magnífica, a la altura de las mejores de su historia. Sumó 56 puntos en 35 encuentros y terminó siendo subcampeón. Obtuvo 27 victorias, 2 empates y 6 derrotas. Anotó 113 goles y le hicieron 39. Ése fue el último torneo amateur en Argentina y lo ganó Boca Juniors.
Además, el equipo viajó a Italia para enfrentar al Torino en un partido amistoso. Las reservas que había en el país sobre cómo le podía ir en Europa fueron innecesarias: Los Profesores también enseñaron en el viejo continente y golearon 5-0, demostrando un gran nivel. El primer campeonato profesional podía quedarse en La Plata. Había que mantener a Lauri, Scopelli, Ferreira, Zozaya y Guaita en el equipo; y conseguir que jugaran siempre, que tuvieran continuidad. Ambos objetivos se lograron y las consecuencias brillaron en el siguiente torneo.
Más allá de las estadísticas… ¿Cómo jugaba ese Estudiantes? ¿Qué lo hacía diferente al resto? Tenía cinco delanteros que se sentían muy cómodos en sus posiciones y que se conectaban, que se entendían a la hora de crear jugadas de un modo casi sobrenatural. De un modo que sólo el fútbol mismo puede explicar. ‘Flecha de Oro’ Lauri era el velocista, el correcaminos imparable por la derecha; metía muchos goles, sí, pero también asistía a sus compañeros de modo notable. Sus centros hacia atrás, luego de superar a su marcador, necesitaban de sólo un toque, un soplido, un acto de fe para que la escena terminara en gol y festejo. El ‘Conejo’ Scopelli era el goleador implacable que, sin jugar por el centro del ataque (era entreala derecho), estaba siempre en la posición justa para inflar la red. ‘Don Padilla’ Zozaya era el gol personificado, el verdugo de los arqueros en ese equipo. Implacable, efectivo, letal con los pies y con la cabeza. ‘Nolo’ Ferreira era el capitán y el cerebro, la habilidad, el pase justo, el creador nato. Debía jugar de entreala izquierdo, pero jugaba de todo. Porque empezaba las jugadas en el mediocampo pero llegaba hasta el área rival. Fue uno de los mejores jugadores de la historia del fútbol argentino. El ‘Indio’ Guaita era el guapo, el que peleaba todas las pelotas, el corredor inclaudicable. Quizá no tenía el talento natural de Scopelli o Ferreira, pero lo suplía con garra y esfuerzo. Y se reía de la historia de que el wing no hace goles: metía uno cada dos partidos. Si los cinco, individualmente, merecían tamaños elogios, la conjunción de todos en una delantera era la razón de la grandeza de Los Profesores.
Hacían lo que querían en la cancha. Desde meterla en un ángulo desde 25 metros hasta terminar dentro del arco con pelota y todo. “Puede ser que a veces nos excedíamos un poco en los pases, pero nunca hacíamos gambetas innecesarias”, explicó, tiempo después, Zozaya. A la vista, lo más notable eran las jugadas entre Ferreira y Scopelli, a puro lujo. La doble pared (un recurso que más de setenta años después está casi en desuso) la generaban cinco o seis veces por partido ante la imposibilidad de los backs de seguir el vertiginoso ritmo de los pases. No eran en vano: muchas de esas hermosas jugadas terminaban en gol. Y los goles de Los Profesores no fueron un puñado: en el torneo de 1931 anotaron 103 tantos, acumulando la escalofriante estadística de 216 goles en dos años. Una cifra escandalosa. “Fueron la mayor expresión de arte colectivo sobre una cancha”, reseñó alguna vez, en la revista El Gráfico, el periodista Félix Daniel Frascara, confeso hincha de Estudiantes y, sobre todo, de Los Profesores.
El debut en 1931 marcó el camino: 3-0 a Talleres de Remedios de Escalada. En ese partido, Alberto Zozaya, a los cinco minutos del primer tiempo, le marcó al arquero Ángel Bossio el primer gol del fútbol argentino en el profesionalismo. En la tercera fecha igualaron 6-6 con Atlanta. El duelo platense ante Gimnasia terminó 1-1. Enrique Guaita señaló el primer tanto pincharrata en el clásico.
Su contundencia en el primer torneo profesional le dolió especialmente a Lanús, el 30 de agosto, cuando perdió 8-0 y se salvó de una goleada mayor jugando como local. Zozaya (4), Ferreira (2), Guaita y Scopelli hicieron aplaudir a rabiar a los espectadores. Esa tarde, Edmundo Piaggio (capitán de Lanús) le pidió al árbitro, a veinte minutos del final, que suspendiera el partido. En la revancha, Estudiantes ganó por un ajustado 3-2.
El reducto de La Plata era muy respetado por los rivales: Argentinos Juniors, por caso, se fue de allí con un 5-1 en contra. Racing tampoco pudo detener la marcha del equipo en 1 y 57: perdió 6-3, aunque en Avellaneda consiguió rescatar un 1-1. Quilmes perdió 0-2 de local y 2-4 en La Plata. El primer partido ante Vélez terminó con triunfo por 2-1, con tantos de Scopelli y Lauri. Hasta el Boca campeón lo sufrió, pues empataron 2-2 en La Boca (Varallo y Cherro para Boca, dos de Scopelli para el Pincha); y Estudiantes lo cacheteó a dos fechas del final, con un fantástico 4-1 de local. Con el empate, Boca se hubiera coronado campeón ese mismo 27 de diciembre. Empezó ganando el visitante con gol de Tarascone, pero los Pincharratas, con dos tantos de Scopelli, uno de Guaita y uno de Uslenghi, terminaron goleando.
“Ferreira era el verdadero director técnico. Ordenaba y creaba jugadas que luego ensayábamos en los entrenamientos”, contó Zozaya. Más importante que los resultados era el modo en que Estudiantes los conseguía: apelando al fútbol, al toque, al lujo, al deleite visual. En épocas en que la rivalidad no significaba odio, no sorprendía que muchos hinchas rivales terminaran aplaudiendo semejante muestra de fútbol. La materia que quedó pendiente fue ganarle a River: 1-2 de visita (Guaita para el Pincha; dos de Ganduglia para los Millonarios) y 2-3 en casa (Uslenghi y Zozaya para Estudiantes; tres de Castro para River).
En 1931, consiguieron una hazaña no repetida en la historia del fútbol argentino: Zozaya (33 goles) y Scopelli (31) fueron los dos goleadores del año, no sólo de Estudiantes sino del torneo. Aunque en el aspecto defensivo el equipo padeció algunos problemas (recibió 51 goles), hubo jugadores como Uslenghi, Viola y Nery que también tuvieron una muy buena actuación. Esos inconvenientes defensivos fueron clave para no lograr el campeonato, especialmente en las derrotas ante Tigre (0-1) y el 1-2 ante Atlanta en la jornada final, cuando quedó sin chances (debía ganar y esperar que perdiera Boca). Estudiantes finalizó tercero, al sumar 44 puntos en 34 partidos: ganó 20, empató 4 y perdió 10. Estuvo cerca, tuvo su chance, probablemente la mejor de ser campeón profesional hasta 1967. Pero no pudo. Eduardo Scandone, Alberto Bifaretti (arqueros), Ramón Rodríguez, Roberto Barandiarán, Armando Nery, Luis Comasco (defensores), Alberto Viola, Francisco Pérez Escalá, el uruguayo Ulises Uslenghi, Roberto Sbarra, Raúl Sbarra (mediocampistas), Miguel Lauri, Alejandro Scopelli, Raúl Estevarena –en su único partido marcó un gol–, Alberto Zozaya, Víctor Appólito, Manuel Ferreira, Enrique Guaita, Emilio Quadrio, Horacio Tellechea y Marcelino Padrón (delanteros) integraron el histórico plantel.
Aunque los cinco delanteros titulares continuaron en el club, nada fue lo mismo en 1932. El primer partido, un 6-1 a Gimnasia con goles de Guaita (2), Ferreira (2), Zozaya y Castro, ilusionó a los albirrojos con volver a disfrutar de Los Profesores en todo su esplendor. El segundo empujón para esa posibilidad fue la victoria 6-4 ante Talleres de Remedios de Escalada. Tres veces Guaita, dos Zozaya y Scopelli fueron los anotadores. Pero el primer choque con un candidato puso al equipo de cara a la dura realidad: River lo goleó 5-2 en la vieja cancha de Alvear y Tagle. Siete días más tarde, Racing completó el golpazo con un 4-0 que terminó de derrumbar al equipo. Hubo un poder de gol muy alto (80 tantos), pero mayor desidia defensiva y menor determinación en la búsqueda del título. Los Profesores estuvieron juntos en muy pocos partidos. Uno de ellos es quizá el más recordado: por la 9ª fecha, perdían 0-3 con San Lorenzo, el ‘Indio’ Guaita había sido expulsado y quedaban 18 minutos de juego. Fue una de las más grandes lecciones de Los Profesores: con un jugador menos lo dieron vuelta con goles de Zozaya (2), Uslenghi y Ferreira (a un minuto del final) y ganaron 4-3, ante la sorpresa de los hinchas ‘cuervos’ y la alegría albirroja. Las otras grandes conquistas fueron la segunda victoria contra Gimnasia (3-2, dos goles de Guaita y uno de Zozaya) y el triunfo de visitante ante Boca por 2-0. En ese campeonato, Estudiantes terminó 6º, con 40 puntos en 34 partidos. Ganó 16, empató 8 y perdió 10. Metió 80 goles y le hicieron 62. El campeón fue River Plate, de la mano del genial Bernabé Ferreira, que venció en el desempate a Independiente.
El final de Los Profesores como conjunto ocurrió en 1933, año en el que los cinco jugaron sólo dos partidos, los primeros del campeonato. Los dos fueron derrotas: 0-2 en el clásico ante Gimnasia y 0-4 contra Ferro en Caballito. Ese encuentro, disputado el domingo 19 de marzo, fue el último en el que Lauri, Scopelli, Zozaya, Ferreira y Guaita jugaron juntos. Los nombres de Marconi, Oscar y Horacio Tellechea, Castro, Sabio, Liberanone, Simieli y De la Villa intentaron reemplazarlos sin demasiado éxito: era un trabajo demasiado difícil. Hubo dos triunfos resonantes: 4-3 a Boca y 2-1 al campeón San Lorenzo. Pero de poco sirvieron. El 10º puesto de Estudiantes en el torneo (30 puntos en 34 partidos) fue la mejor muestra de que una etapa había terminado y que la reconstrucción llevaría su tiempo…
En 1934, Scopelli ya jugaba para la Roma de Italia; igual suerte corrió Guaita, quien se convirtió en Europa en ‘El Corsario Negro’, ganó el Mundial con Italia y fue el goleador de la temporada 1934/35; mientras que River pagó 12 mil pesos para que Ferreira fuera el asistente estrella de un casi tocayo: Bernabé Ferreira. Lauri y Zozaya se pusieron el equipo al hombro y consiguieron un dignísimo 5º lugar. Retornó ‘Nolo’ Ferreira en 1935, cuando Lauri ya estaba en la curva descendente de su carrera. Ellos, junto a Zozaya, jugaron en el equipo que terminó 7º. ‘Don Padilla’ demostraría su vigencia en 1936, cuando Ferreira y Lauri aportaron sus últimos lujos.
Zozaya era el único que quedaba para 1937, y Guaita se le sumó al regresar en 1938 y 1939. Ambos se encargaron de darle fin a la década de 1930, recordada por todo Estudiantes como la década de Los Profesores. Porque en 1940 ni Lauri, ni Scopelli, ni Zozaya, ni Ferreira ni Guaita se pusieron la albirroja. Porque en 1940, definitivamente, Los Profesores ya eran sólo recuerdo.
Fueron el primer gran ejemplo en el fútbol argentino de que la historia no sólo la escriben los que ganan. Fueron la conjunción ideal de estética y efectividad. Fueron un pentágono relleno de fútbol y goles. Y fueron, sin dudas, una parte grande de la historia de Estudiantes. Fueron Los Profesores, y está muy bien que la historia los recuerde así.

PUBLICADO EN "ESTUDIANTES, 100 AÑOS", AGOSTO DE 2005

Historias de Estudiantes
*El equipo
La formación más repetida con Los Profesores en la alineación era Scandone; Nery y Ramón Rodríguez; Viola, Uslenghi y Pérez Escalá; Lauri, Scopelli, Zozaya, Ferreira y Guaita.

*Devolución de gentilezas
Banfield y Estudiantes igualaban 0 a 0 en un partido correspondiente al Campeonato de 1928 jugado en la cancha de Argentinos de Banfield. A instantes del final, hubo un tiro de esquina a favor del visitante. El gerente de Estudiantes, Rodríguez Ituarte, le comentaba al canchero local (que estaba apoyado en el alambrado) la mala suerte del equipo, que había merecido la victoria. “No importa, ustedes han dictado cátedra”, le respondió el canchero. ‘Nolo’ Ferreira, que iba a ejecutar el córner, lo escuchó y le dijo con una sonrisa: “Vea, amigo, este gol se lo dedico a usted”. Realizó el tiro de esquina, la pelota dibujó una rara trayectoria y terminó dentro del arco. Y el canchero, incrédulo, giró hacia el público gritando: “¡Me lo dedicó a mí! ¡Me lo dedicó a mí!”.

*Compañeros de oficio
El plantel de Estudiantes se había alojado en un humilde hotel durante una gira por el interior del país. Tras varios días allí, el delegado del club pidió la cuenta y, al verla, no pudo creer que fuese tanto dinero. De pronto, Miguel Ángel Lauri se hizo cargo de la situación, pidió hablar con el dueño del hotel y, cuando se hizo presente, le dijo: “La cuenta es excesiva. Estuvimos una semana y no consumimos más que unos veinte vasos de leche por día…”. El propietario respondió que allí se cobraba pensión completa aunque no se llegase a cumplir el tiempo estipulado en los registros. “Debería hacer una rebajita, máxime tratándose de un compañero de oficio”, le pidió Lauri. “¡Ah, perdón! Eso es otra cosa. Ignoraba que usted fuese fondero”, se disculpó. El jugador le dijo que no lo era. “¿No? ¿Qué es usted, entonces?”, preguntó el dueño. Y Lauri le respondió: “¿Yo? ¡Soy ladrón!”.

*Los Profesores sean unidos
Quizá el gran entendimiento que Los Profesores tenían dentro del campo de juego estuvo influido por su muy buena relación fuera de él. Pocos conocen que hicieron una promesa que la esposa de Miguel Lauri contó muchos años después: “Se prometieron casarse todos en una misma iglesia, la de Nueva Pompeya. Primero fueron Guaita y Ferreira, que se casaron juntos. Después, Scopelli, luego nosotros y el último fue Zozaya”, recordó Amelia Maggi de Lauri.

*El gol de la casilla
En La Plata, Estudiantes recibía a River por la 21ª fecha del Campeonato de 1932. El goleador Zozaya, cerca del arco rival, despidió un fuerte remate. La pelota pegó en el travesaño y picó dentro del arco, para luego salir. El árbitro, Vicente De Angelis, no lo cobró y los jugadores locales le protestaron con insistencia. Enojado, el referí se retiró a los vestuarios (entonces llamados casillas). Se difundieron muchas versiones de lo que sucedió allí dentro: desde que dirigentes de Estudiantes fueron a pedirle que lo cobrara, hasta que el presidente del club llegó a amenazar a De Angelis con una pistola. Lo único seguro es que el árbitro, al volver al campo de juego, convalidó el tanto, desde entonces recordado como ‘El gol de la casilla’.

miércoles, 2 de enero de 2008

El origen de Estudiantes de La Plata (1905-1928)


El Pincharratas, el León, el Albirrojo, el tricampeón de América o simplemente Estudiantes. Tantas historias, tantos recuerdos, tanta pasión. Una historia, su historia, repleta de alegrías y tristezas, triunfos y derrotas, leyendas, anécdotas. Aunque cumple un siglo de vida, la historia del Club Estudiantes de La Plata no comienza el día de su fundación. Su historia se inició antes, con un grupo de jóvenes apasionados por el fútbol que estudiaban en la universidad platense y jugaban en... Gimnasia y Esgrima La Plata.
Esa pasión, espontánea, real, desinteresada, no era compartida por la dirigencia de Gimnasia, que priorizaba ante todo el desarrollo de los deportes bajo techo. La tensión entre las partes se mantuvo durante varios meses y llegó a su punto máximo cuando el club debió abandonar el campo donde se practicaba fútbol para comenzar la construcción de un complejo universitario. Ese predio, conocido entonces como Plaza Atlética, estaba ubicado en la manzana comprendida por las actuales calles 1, 115, 47 y 48. Las dificultades que la falta de cancha propia traía motivaron que los dirigentes decidieran dejar al fútbol a un costado. Y aquellos estudiantes que amaban correr detrás de una pelota no se quedaron de brazos cruzados, no se resignaron a vivir sin jugar al fútbol. Para nada.
La noche del 4 de agosto de 1905 se reunieron veinte jóvenes en una zapatería (perteneciente a Félix Díaz) ubicada en la calle 7, entre 57 y 58. Una noche tardaron en formar un nuevo club. Un siglo después, ese club está más vivo que nunca.
El encargado de escribir el histórico acta de fundación fue Alfredo Lartigue. El sol anunció el fin de la noche, y el comienzo del primer día en la vida de Estudiantes. La elección del primer presidente, el mismo día de la fundación, no generó las batallas políticas que existen actualmente. Se produjo por ‘unanimidad fraternal’ y con un detalle curioso: cuando fue elegido, Miguel Gutiérrez estaba durmiendo. Al finalizar la reunión, los fundadores fueron corriendo hasta su casa, lo despertaron y le dieron la noticia: Gutiérrez se llenó de felicidad.
Luego del primer presidente, se decidió el nombre del club. Fue fácil. A todos los que estaban allí los reunían dos cosas: el deporte y el estudio. La denominación --como el amor por el fútbol-- nunca estuvo en duda.
Una vez que se cumplieron los pasos institucionales iniciales (realizar una conscripción de socios, pautar las reuniones semanales) se compraron las primeras camisetas. Eran de color rojo y blanco, y el 23 de febrero de 1906 esos colores fueron aprobados como herederos de los de Alumni, el equipo de fútbol más importante de la primera década del siglo veinte. Consiguieron además el primer campo de deportes, ubicado en la calle 19 (entre 50 y 51), cedido por el señor Juan Tettamanti. El primer partido fue ante Club Lobense. Rebagliatti; Lartigue, Campbell; Cortelezzi, Díaz, Rodríguez; Hirschi, Ramsay, Florentino Moreda, Ferreiroa y Costa formaron el primer equipo de Estudiantes. El segundo encuentro, ante Gimnasia y Esgrima de Chivilcoy, terminó 2 a 2.
El club se afilió en 1906 a la Argentine Football Association (entidad que regía entonces) y participó de dos torneos de divisiones inferiores: Tercera y Juniors. Pese a que el debut estuvo lejos de ser ideal (perdió 12 a 0 frente a Gimnasia de Buenos Aires) terminó, en Tercera, segundo en su sección. En 1907 no participó porque debía realizar reformas en su cancha.
Volvió en 1908 al campo de 1 y 57, donde se encuentra actualmente el estadio y donde antes se levantaba un velódromo. Estudiantes comenzaba a integrarse al mundillo futbolístico y esa temporada fue un paso clave para hacerlo. El equipo de mayores disputó su primer torneo, el de Segunda División. Además, se consiguió el primer título para la ciudad de La Plata: Estudiantes ganó el certamen de Cuarta al derrotar 3-1 a River Plate en la final. En 1909 comenzó a crearse el prestigio internacional del club, cuando venció 5-0 a Oriental de Montevideo en su primera confrontación con equipos extranjeros.
El avance futbolístico era evidente. A diferencia de otros clubes, que veían al fútbol simplemente como un deporte más para desarrollarse, Estudiantes lo tomó como punto de referencia, como el corazón de la institución, que nació y vivió para jugar al fútbol. A la excelente campaña realizada en 1910 (igualó con el poderoso Racing Club en el primer puesto y perdió la final por un ajustado 1-0, con gol de Ohaco a tres minutos del final) le siguió el primer título de mayores: Estudiantes fue campeón de la Segunda División en 1911 y consiguió el ascenso a la máxima categoría. En la última fecha (jugada el 12 de noviembre), ante más de ocho mil espectadores, goleó 3-0 a Independiente (dos goles de Ricardo González Bonorino y uno de Oscar Hirschi). En total, ganó 13 partidos, empató 4 y perdió sólo 1. Una campaña memorable para un equipo relativamente nuevo. En el plantel había jugadores con características muy particulares: Emilio Fernández, arquero, que al detener la pelota, si había algún rival cerca, se la pasaba por encima de la cabeza; Raúl Díaz, quien luego fue Gobernador de Buenos Aires; y Jorge Hirschi, antes de ser Intendente de La Plata. Y más: Rufino Tolosa, Ludovico Pastor, Horacio Tolosa, Edmundo Ferreiroa, Héctor Ratti, Oscar Hirschi, Héctor Isla, Ricardo González Bonorino, Carlos Isla, Ovidio Duarte Indart, Clemente Elissamburu, Carlos Galup Lanús, Bernabé Sussini, Uberto Vignart, Leónidas Salinas y Oreste Rutta.
En la ciudad de La Plata comenzaba a extenderse la locura por Estudiantes. El debut en Primera División fue positivo y agradable. La división del manejo del fútbol argentino en dos entes significó una elección para el club, que decidió incorporarse a la nueva Federación Argentina y finalizó tercero entre ocho equipos. Esa interesante campaña no fue sino el paso previo al glorioso 1913...
Estudiantes fue una topadora. Emilio Fernández, Ludovico Pastor, Luis Bergez, Carlos Galup Lanús, Héctor Ratti, Edmundo Ferreiroa, Diomedes Bernasconi, Ricardo Gascón, Oscar Hirschi, Julio Lamas, Ángel Bottaro, Delfín Lascano, Ricardo González Bonorino, Ovidio Duarte, Ricardo Naón, Jorge Hirschi, Héctor Isla, Andrés Barcos, Mario Etcheverry, Luis Bustos, Rufino Tolosa, Roberto Leonardi (un famoso goleador que jugaba con un gorro de estudiante de medicina), Dunan, Aybar Albarracín y Dobarro fueron los nombres que llevaron al club a la cima del fútbol argentino por primera vez. Pasarían 54 años para repetir una hazaña semejante. Ganó 13 partidos, empató 3 y perdió 2. Le sacó cinco puntos de ventaja a sus escoltas, Argentino de Quilmes y Gimnasia de Buenos Aires. Ese logro dio a conocer en todo el país el nacimiento de la ‘escuela platense’. Enseguida ganó su primer torneo internacional, la Copa Río de la Plata, al derrotar 4-1 al campeón uruguayo, River Plate (dos goles de Oscar Hirschi y los restantes de González Bonorino y Lamas). No fue todo: también obtuvo la Copa Competencia con sus equipos de Segunda, Tercera y Cuarta categoría. Sin dudas, el albirrojo se había transformado en una potencia futbolística.
Sin embargo, algunos conflictos internos en el plantel generaron que varios jugadores dejaran Estudiantes y se incorporaran al Club Independencia (que más tarde se fusionaría con Gimnasia y Esgrima). Emilio Fernández, Naón, Bernasconi, Sancet, Bottaro, D. Pérez y E. Ferreiroa hicieron decaer, con sus alejamientos, el poderío del club, que pese a todo fue subcampeón en 1914. El fútbol argentino volvió a ser manejado por una sola institución y la competitividad del torneo se acrecentó. Para Estudiantes, pelear el título fue casi imposible: por entonces, existía un rey en el fútbol argentino, Racing, que ganó todo lo que jugó entre 1913 y 1919. En 1915, por caso, para celebrar la fusión de los torneos argentinos jugaron el campeón de la Asociación y el segundo de la Federación: Racing derrotó 4-0 a Estudiantes. El equipo platense terminó en el 5° puesto en 1916 y cayó al 12° lugar un año más tarde. A los problemas futbolísticos se sumó la renuncia del presidente, Silvestre Oliva, por oponerse a que el club proteste un partido de Quinta División; y la decisión dirigencial de que el equipo fuera integrado sólo por jugadores platenses.
Se mantuvo entre los nueve mejores equipos argentinos durante cinco años, siendo subcampeón en 1919; pero el declive se hacía cada vez más evidente y en 1922 finalizó 15° entre 17 conjuntos. Le correspondía descender a Segunda División, pero una nueva reestructuración del fútbol le permitió sumarse (luego de problemas políticos con la Asociación Argentina) a la nueva Asociación Amateur y jugar en Primera a partir de 1924. Fueron años de campañas irregulares: 10° (1924); 4° (1925); 15° (1926); 7° (1927)...
Un ex jugador, Jorge Hirschi, asumió la presidencia del club en 1927. Bajo su mandato, se construyeron dos piletas de natación, 123 metros de gradas de 17 tablones y se consiguieron terrenos en la manzana. Además, se hicieron obras debajo de las graderías y se colocó el alambrado olímpico. De 300 socios, Estudiantes pasó a contar con 7.000, lo que le dio un gran impulso económico. El equipo competitivo, de pronto, se convirtió en una institución prestigiosa. Hubo premio para Hirschi: el estadio de 1 y 57 hoy lleva su nombre.
Se produjo en ese momento un quiebre en lo deportivo, un cambio radical y positivo: comenzaron a aparecer grandes jugadores, especialmente en el aspecto ofensivo. ‘Nolo’ Ferreira y Alejandro Scopelli se sumaron al equipo superior en 1924, y Miguel Ángel Lauri debutó en Primera dos años después. La muy buena campaña de 1928 (tercer puesto) fue el primer indicador de que Estudiantes estaba frente a una generación de delanteros que haría historia, que daría cátedra: Los Profesores.


Formación de Estudiantes de La Plata en 1915

PUBLICADO EN EL LIBRO “ESTUDIANTES, 100 AÑOS”, AGOSTO DE 2005