El mito que reza que Estudiantes históricamente despreció el buen juego y no tuvo suficiente fineza y habilidad entre sus filas se desmorona, se desbarata, se cae a pedazos ante dos palabras que llevan consigo un enorme significado: Los Profesores. Aunque los mayores logros en la trayectoria de un club tienen que ver con sus títulos, con sus copas, con sus primeros puestos, dentro de la rica historia de Estudiantes hay un gran logro que no tiene que ver con ninguno de esos conceptos: Los Profesores lograron conjugar la habilidad con la precisión; los triunfos con los merecimientos; la alegría con el fútbol. Y, desde luego, merecen tener un lugar de privilegio entre títulos, copas y primeros puestos.
Cuando el amateurismo se extinguía y el fútbol argentino estaba en la víspera de un nuevo comienzo, Estudiantes vivió una etapa magnífica. Con Manuel ‘Nolo’ Ferreira, Alejandro Scopelli y Miguel Ángel Lauri en el equipo, demostró un importante avance técnico en 1928. Los tres comenzaron a juntarse, a crear jugadas que los hinchas jamás habían visto, a generar un espectáculo dentro del espectáculo mismo. La ilusión de repetir el título de 1913, quince años después, existió; pero la realidad determinó un tercer puesto que parecía poco para lo que Ferreira y compañía regalaban partido a partido. Estudiantes sumó 53 puntos en 35 partidos, de los cuales ganó 25, empató 3 y perdió 7. Esos números más que interesantes no alcanzaron para arrebatarle el título a Huracán.
Se había despertado una gran expectativa en La Plata, y cuando a ese trío magnífico se sumaron, en 1929, Alberto Zozaya (proveniente de Central Entrerriano de Gualeguaychú) y Enrique Guaita (también desde Entre Ríos) la esperanza creció aún más. El buen nivel que demostraron los cinco juntos en la delantera, desde los primeros encuentros, fue contraproducente para Estudiantes, porque comenzaron a representar a diversos combinados nacionales y el equipo sintió muchísimo sus ausencias.
Ferreira, por ejemplo, fue citado para enfrentar a América de Brasil, a Chelsea de Inglaterra y luego para disputar el Campeonato Sudamericano. Además, jugó para el combinado de Provincia junto a otro integrante del equipo, Viola. Lauri también estuvo en el amistoso ante Chelsea y luego en la Copa Newton. Scopelli enfrentó a los ingleses y participó junto a Lauri en la Newton. Las dificultades para reemplazar a los cracks fueron tan grandes como la admiración que ellos despertaban, y Estudiantes terminó 10º, lejos del título y de las expectativas que había generado. Sumó sólo 16 puntos en 17 encuentros (ganó 7, empató 2 y cayó en 8) y terminó lejos del campeón… Gimnasia y Esgrima La Plata.
La explosión y el reconocimiento para Los Profesores llegaron definitivamente en 1930. ¿De dónde surgió el particular sobrenombre? Más allá de que daban cátedra de fútbol cada fin de semana, la explicación también tuvo que ver con los impecables blazers azules que utilizaban al salir a la cancha; y con que los cinco integrantes de la delantera eran hombres instruidos culturalmente y con una importante base educativa. ‘Nolo’ Ferreira, por caso, era escribano.
La campaña de Estudiantes, ese año, fue magnífica, a la altura de las mejores de su historia. Sumó 56 puntos en 35 encuentros y terminó siendo subcampeón. Obtuvo 27 victorias, 2 empates y 6 derrotas. Anotó 113 goles y le hicieron 39. Ése fue el último torneo amateur en Argentina y lo ganó Boca Juniors.
Además, el equipo viajó a Italia para enfrentar al Torino en un partido amistoso. Las reservas que había en el país sobre cómo le podía ir en Europa fueron innecesarias: Los Profesores también enseñaron en el viejo continente y golearon 5-0, demostrando un gran nivel. El primer campeonato profesional podía quedarse en La Plata. Había que mantener a Lauri, Scopelli, Ferreira, Zozaya y Guaita en el equipo; y conseguir que jugaran siempre, que tuvieran continuidad. Ambos objetivos se lograron y las consecuencias brillaron en el siguiente torneo.
Más allá de las estadísticas… ¿Cómo jugaba ese Estudiantes? ¿Qué lo hacía diferente al resto? Tenía cinco delanteros que se sentían muy cómodos en sus posiciones y que se conectaban, que se entendían a la hora de crear jugadas de un modo casi sobrenatural. De un modo que sólo el fútbol mismo puede explicar. ‘Flecha de Oro’ Lauri era el velocista, el correcaminos imparable por la derecha; metía muchos goles, sí, pero también asistía a sus compañeros de modo notable. Sus centros hacia atrás, luego de superar a su marcador, necesitaban de sólo un toque, un soplido, un acto de fe para que la escena terminara en gol y festejo. El ‘Conejo’ Scopelli era el goleador implacable que, sin jugar por el centro del ataque (era entreala derecho), estaba siempre en la posición justa para inflar la red. ‘Don Padilla’ Zozaya era el gol personificado, el verdugo de los arqueros en ese equipo. Implacable, efectivo, letal con los pies y con la cabeza. ‘Nolo’ Ferreira era el capitán y el cerebro, la habilidad, el pase justo, el creador nato. Debía jugar de entreala izquierdo, pero jugaba de todo. Porque empezaba las jugadas en el mediocampo pero llegaba hasta el área rival. Fue uno de los mejores jugadores de la historia del fútbol argentino. El ‘Indio’ Guaita era el guapo, el que peleaba todas las pelotas, el corredor inclaudicable. Quizá no tenía el talento natural de Scopelli o Ferreira, pero lo suplía con garra y esfuerzo. Y se reía de la historia de que el wing no hace goles: metía uno cada dos partidos. Si los cinco, individualmente, merecían tamaños elogios, la conjunción de todos en una delantera era la razón de la grandeza de Los Profesores.
Hacían lo que querían en la cancha. Desde meterla en un ángulo desde 25 metros hasta terminar dentro del arco con pelota y todo. “Puede ser que a veces nos excedíamos un poco en los pases, pero nunca hacíamos gambetas innecesarias”, explicó, tiempo después, Zozaya. A la vista, lo más notable eran las jugadas entre Ferreira y Scopelli, a puro lujo. La doble pared (un recurso que más de setenta años después está casi en desuso) la generaban cinco o seis veces por partido ante la imposibilidad de los backs de seguir el vertiginoso ritmo de los pases. No eran en vano: muchas de esas hermosas jugadas terminaban en gol. Y los goles de Los Profesores no fueron un puñado: en el torneo de 1931 anotaron 103 tantos, acumulando la escalofriante estadística de 216 goles en dos años. Una cifra escandalosa. “Fueron la mayor expresión de arte colectivo sobre una cancha”, reseñó alguna vez, en la revista El Gráfico, el periodista Félix Daniel Frascara, confeso hincha de Estudiantes y, sobre todo, de Los Profesores.
El debut en 1931 marcó el camino: 3-0 a Talleres de Remedios de Escalada. En ese partido, Alberto Zozaya, a los cinco minutos del primer tiempo, le marcó al arquero Ángel Bossio el primer gol del fútbol argentino en el profesionalismo. En la tercera fecha igualaron 6-6 con Atlanta. El duelo platense ante Gimnasia terminó 1-1. Enrique Guaita señaló el primer tanto pincharrata en el clásico.
Su contundencia en el primer torneo profesional le dolió especialmente a Lanús, el 30 de agosto, cuando perdió 8-0 y se salvó de una goleada mayor jugando como local. Zozaya (4), Ferreira (2), Guaita y Scopelli hicieron aplaudir a rabiar a los espectadores. Esa tarde, Edmundo Piaggio (capitán de Lanús) le pidió al árbitro, a veinte minutos del final, que suspendiera el partido. En la revancha, Estudiantes ganó por un ajustado 3-2.
El reducto de La Plata era muy respetado por los rivales: Argentinos Juniors, por caso, se fue de allí con un 5-1 en contra. Racing tampoco pudo detener la marcha del equipo en 1 y 57: perdió 6-3, aunque en Avellaneda consiguió rescatar un 1-1. Quilmes perdió 0-2 de local y 2-4 en La Plata. El primer partido ante Vélez terminó con triunfo por 2-1, con tantos de Scopelli y Lauri. Hasta el Boca campeón lo sufrió, pues empataron 2-2 en La Boca (Varallo y Cherro para Boca, dos de Scopelli para el Pincha); y Estudiantes lo cacheteó a dos fechas del final, con un fantástico 4-1 de local. Con el empate, Boca se hubiera coronado campeón ese mismo 27 de diciembre. Empezó ganando el visitante con gol de Tarascone, pero los Pincharratas, con dos tantos de Scopelli, uno de Guaita y uno de Uslenghi, terminaron goleando.
“Ferreira era el verdadero director técnico. Ordenaba y creaba jugadas que luego ensayábamos en los entrenamientos”, contó Zozaya. Más importante que los resultados era el modo en que Estudiantes los conseguía: apelando al fútbol, al toque, al lujo, al deleite visual. En épocas en que la rivalidad no significaba odio, no sorprendía que muchos hinchas rivales terminaran aplaudiendo semejante muestra de fútbol. La materia que quedó pendiente fue ganarle a River: 1-2 de visita (Guaita para el Pincha; dos de Ganduglia para los Millonarios) y 2-3 en casa (Uslenghi y Zozaya para Estudiantes; tres de Castro para River).
En 1931, consiguieron una hazaña no repetida en la historia del fútbol argentino: Zozaya (33 goles) y Scopelli (31) fueron los dos goleadores del año, no sólo de Estudiantes sino del torneo. Aunque en el aspecto defensivo el equipo padeció algunos problemas (recibió 51 goles), hubo jugadores como Uslenghi, Viola y Nery que también tuvieron una muy buena actuación. Esos inconvenientes defensivos fueron clave para no lograr el campeonato, especialmente en las derrotas ante Tigre (0-1) y el 1-2 ante Atlanta en la jornada final, cuando quedó sin chances (debía ganar y esperar que perdiera Boca). Estudiantes finalizó tercero, al sumar 44 puntos en 34 partidos: ganó 20, empató 4 y perdió 10. Estuvo cerca, tuvo su chance, probablemente la mejor de ser campeón profesional hasta 1967. Pero no pudo. Eduardo Scandone, Alberto Bifaretti (arqueros), Ramón Rodríguez, Roberto Barandiarán, Armando Nery, Luis Comasco (defensores), Alberto Viola, Francisco Pérez Escalá, el uruguayo Ulises Uslenghi, Roberto Sbarra, Raúl Sbarra (mediocampistas), Miguel Lauri, Alejandro Scopelli, Raúl Estevarena –en su único partido marcó un gol–, Alberto Zozaya, Víctor Appólito, Manuel Ferreira, Enrique Guaita, Emilio Quadrio, Horacio Tellechea y Marcelino Padrón (delanteros) integraron el histórico plantel.
Aunque los cinco delanteros titulares continuaron en el club, nada fue lo mismo en 1932. El primer partido, un 6-1 a Gimnasia con goles de Guaita (2), Ferreira (2), Zozaya y Castro, ilusionó a los albirrojos con volver a disfrutar de Los Profesores en todo su esplendor. El segundo empujón para esa posibilidad fue la victoria 6-4 ante Talleres de Remedios de Escalada. Tres veces Guaita, dos Zozaya y Scopelli fueron los anotadores. Pero el primer choque con un candidato puso al equipo de cara a la dura realidad: River lo goleó 5-2 en la vieja cancha de Alvear y Tagle. Siete días más tarde, Racing completó el golpazo con un 4-0 que terminó de derrumbar al equipo. Hubo un poder de gol muy alto (80 tantos), pero mayor desidia defensiva y menor determinación en la búsqueda del título. Los Profesores estuvieron juntos en muy pocos partidos. Uno de ellos es quizá el más recordado: por la 9ª fecha, perdían 0-3 con San Lorenzo, el ‘Indio’ Guaita había sido expulsado y quedaban 18 minutos de juego. Fue una de las más grandes lecciones de Los Profesores: con un jugador menos lo dieron vuelta con goles de Zozaya (2), Uslenghi y Ferreira (a un minuto del final) y ganaron 4-3, ante la sorpresa de los hinchas ‘cuervos’ y la alegría albirroja. Las otras grandes conquistas fueron la segunda victoria contra Gimnasia (3-2, dos goles de Guaita y uno de Zozaya) y el triunfo de visitante ante Boca por 2-0. En ese campeonato, Estudiantes terminó 6º, con 40 puntos en 34 partidos. Ganó 16, empató 8 y perdió 10. Metió 80 goles y le hicieron 62. El campeón fue River Plate, de la mano del genial Bernabé Ferreira, que venció en el desempate a Independiente.
El final de Los Profesores como conjunto ocurrió en 1933, año en el que los cinco jugaron sólo dos partidos, los primeros del campeonato. Los dos fueron derrotas: 0-2 en el clásico ante Gimnasia y 0-4 contra Ferro en Caballito. Ese encuentro, disputado el domingo 19 de marzo, fue el último en el que Lauri, Scopelli, Zozaya, Ferreira y Guaita jugaron juntos. Los nombres de Marconi, Oscar y Horacio Tellechea, Castro, Sabio, Liberanone, Simieli y De la Villa intentaron reemplazarlos sin demasiado éxito: era un trabajo demasiado difícil. Hubo dos triunfos resonantes: 4-3 a Boca y 2-1 al campeón San Lorenzo. Pero de poco sirvieron. El 10º puesto de Estudiantes en el torneo (30 puntos en 34 partidos) fue la mejor muestra de que una etapa había terminado y que la reconstrucción llevaría su tiempo…
En 1934, Scopelli ya jugaba para la Roma de Italia; igual suerte corrió Guaita, quien se convirtió en Europa en ‘El Corsario Negro’, ganó el Mundial con Italia y fue el goleador de la temporada 1934/35; mientras que River pagó 12 mil pesos para que Ferreira fuera el asistente estrella de un casi tocayo: Bernabé Ferreira. Lauri y Zozaya se pusieron el equipo al hombro y consiguieron un dignísimo 5º lugar. Retornó ‘Nolo’ Ferreira en 1935, cuando Lauri ya estaba en la curva descendente de su carrera. Ellos, junto a Zozaya, jugaron en el equipo que terminó 7º. ‘Don Padilla’ demostraría su vigencia en 1936, cuando Ferreira y Lauri aportaron sus últimos lujos.
Zozaya era el único que quedaba para 1937, y Guaita se le sumó al regresar en 1938 y 1939. Ambos se encargaron de darle fin a la década de 1930, recordada por todo Estudiantes como la década de Los Profesores. Porque en 1940 ni Lauri, ni Scopelli, ni Zozaya, ni Ferreira ni Guaita se pusieron la albirroja. Porque en 1940, definitivamente, Los Profesores ya eran sólo recuerdo.
Fueron el primer gran ejemplo en el fútbol argentino de que la historia no sólo la escriben los que ganan. Fueron la conjunción ideal de estética y efectividad. Fueron un pentágono relleno de fútbol y goles. Y fueron, sin dudas, una parte grande de la historia de Estudiantes. Fueron Los Profesores, y está muy bien que la historia los recuerde así.
PUBLICADO EN "ESTUDIANTES, 100 AÑOS", AGOSTO DE 2005
Historias de Estudiantes
*El equipo
La formación más repetida con Los Profesores en la alineación era Scandone; Nery y Ramón Rodríguez; Viola, Uslenghi y Pérez Escalá; Lauri, Scopelli, Zozaya, Ferreira y Guaita.
*Devolución de gentilezas
Banfield y Estudiantes igualaban 0 a 0 en un partido correspondiente al Campeonato de 1928 jugado en la cancha de Argentinos de Banfield. A instantes del final, hubo un tiro de esquina a favor del visitante. El gerente de Estudiantes, Rodríguez Ituarte, le comentaba al canchero local (que estaba apoyado en el alambrado) la mala suerte del equipo, que había merecido la victoria. “No importa, ustedes han dictado cátedra”, le respondió el canchero. ‘Nolo’ Ferreira, que iba a ejecutar el córner, lo escuchó y le dijo con una sonrisa: “Vea, amigo, este gol se lo dedico a usted”. Realizó el tiro de esquina, la pelota dibujó una rara trayectoria y terminó dentro del arco. Y el canchero, incrédulo, giró hacia el público gritando: “¡Me lo dedicó a mí! ¡Me lo dedicó a mí!”.
*Compañeros de oficio
El plantel de Estudiantes se había alojado en un humilde hotel durante una gira por el interior del país. Tras varios días allí, el delegado del club pidió la cuenta y, al verla, no pudo creer que fuese tanto dinero. De pronto, Miguel Ángel Lauri se hizo cargo de la situación, pidió hablar con el dueño del hotel y, cuando se hizo presente, le dijo: “La cuenta es excesiva. Estuvimos una semana y no consumimos más que unos veinte vasos de leche por día…”. El propietario respondió que allí se cobraba pensión completa aunque no se llegase a cumplir el tiempo estipulado en los registros. “Debería hacer una rebajita, máxime tratándose de un compañero de oficio”, le pidió Lauri. “¡Ah, perdón! Eso es otra cosa. Ignoraba que usted fuese fondero”, se disculpó. El jugador le dijo que no lo era. “¿No? ¿Qué es usted, entonces?”, preguntó el dueño. Y Lauri le respondió: “¿Yo? ¡Soy ladrón!”.
*Los Profesores sean unidos
Quizá el gran entendimiento que Los Profesores tenían dentro del campo de juego estuvo influido por su muy buena relación fuera de él. Pocos conocen que hicieron una promesa que la esposa de Miguel Lauri contó muchos años después: “Se prometieron casarse todos en una misma iglesia, la de Nueva Pompeya. Primero fueron Guaita y Ferreira, que se casaron juntos. Después, Scopelli, luego nosotros y el último fue Zozaya”, recordó Amelia Maggi de Lauri.
*El gol de la casilla
En La Plata, Estudiantes recibía a River por la 21ª fecha del Campeonato de 1932. El goleador Zozaya, cerca del arco rival, despidió un fuerte remate. La pelota pegó en el travesaño y picó dentro del arco, para luego salir. El árbitro, Vicente De Angelis, no lo cobró y los jugadores locales le protestaron con insistencia. Enojado, el referí se retiró a los vestuarios (entonces llamados casillas). Se difundieron muchas versiones de lo que sucedió allí dentro: desde que dirigentes de Estudiantes fueron a pedirle que lo cobrara, hasta que el presidente del club llegó a amenazar a De Angelis con una pistola. Lo único seguro es que el árbitro, al volver al campo de juego, convalidó el tanto, desde entonces recordado como ‘El gol de la casilla’.
grande el pulqui......
ResponderEliminarBuen día, Martín. Excelente posteo, sólo corregir un dato: el amistoso con el Torino de Italia se jugó en La Plata, el 8 de agosto de 1929, y sí, Estudiantes goleó 5 a 0 con tantos de Zozaya (2), Scopelli (2) y Ferreira. No tengo datos de que se haya jugado otro amistoso en 1930.
ResponderEliminarCordialmente,
Rafa L.
Estimado martín: Como primo político de Guaita -ya que éste estaba casado con una sobrina carnal de mi madre por vía materna, te informo que quienes se casaron el mismo día en la Iglesia de Nueva Pompeya, fueron Guaita y Scopelli. Nolo Ferreira fue el padrino de Scopelli, cuyo padre había fallecido tiempo antes. El cura que los casó, se llamaba salvador ianora y vivió por décadasen la casa de mi abuela materna hasta su muerte. Era fanático de estudiantes y permanente concurrente a la cancha. Amigo del presidente Osácar, en sus últimos años éste le obsequiaba anualmente una platea en la techada.
EliminarGRANDE EL PULQUI::::
ResponderEliminarVerdaderamente un placer leer este relato. No lo digo ya como Pincharrata sino como amante de la literatura. Tantos datos y echos relatados con tan deliciosa prosa. Y gracias por el desparramo de elogiosa historia. Un fuerte abrazo Martín.
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