martes, 27 de abril de 2010

Diego Milito: héroe del silencio

EL RETORNO DE DIEGO MILITO A GENOA RATIFICÓ SU ENORME CATEGORÍA. PERO PESE A SUS 108 GOLES EN CINCO TEMPORADAS EUROPEAS, LA POSIBILIDAD REAL EN LA SELECCIÓN ARGENTINA NO LLEGA NUNCA. BASILE VOLVIÓ A CONVOCARLO. ¿ESTA VEZ LE DARÁ CONTINUIDAD?

Tachó todos los requisitos que se le cruzaron: triunfar en un grande de Argentina, adaptarse rápido a Europa, brillar en la Liga Española, ser ídolo en el calcio italiano, crecer, evolucionar, meter goles y más goles... Sin embargo, ningún camino condujo a Diego Alberto Milito a la titularidad en la selección argentina.
Tuvo posibilidades esporádicas: un partido por acá, otro por allá, algunos minutos en amistosos... Sin importar demasiado si rendía o no, los delanteros en los partidos clave siempre fueron otros.
Las visitas de Milito a la selección comenzaron en 2003, tiempo después de que fuera una pieza importante del título que Racing ganó después de 35 años. Tardó 14 minutos en anotar su primer gol con la camiseta argentina.
Atrás habían quedado sus inicios de jugador de técnica extremadamente pulida pero abrumado por la ineficacia (2 goles en sus primeros 43 partidos oficiales). En su última etapa en Avellaneda lavó la indefinición de sus botines: fue goleador de Racing durante cuatro torneos consecutivos.
En 2004 fue transferido al Genoa, que jugaba en la segunda división del fútbol italiano, e incluso mejoró su nivel. Marcelo Bielsa, entonces entrenador de la selección argentina, lo tenía entre sus delanteros preferidos (3 goles en 7 partidos en su ciclo) y lo hizo jugar hasta en su último partido antes de renunciar: frente a Perú, por las Eliminatorias Sudamericanas.
Los 37 goles que Milito anotó en una temporada y media en Genoa lo llevaron hasta la Primera División de España: el Zaragoza de su hermano Gabriel lo fichó para la temporada 2005/06. ¿Quién era Milito en ese momento? En Argentina, un héroe de Racing que estaba haciendo muchos goles en el exterior... goles que no se veían ni por la tele y que sólo entrenadores inteligentes como Bielsa podían valorar.
Su llegada al Zaragoza lo puso en el escenario grande y 21 goles en su primera temporada provocaron el aplauso masivo del planeta fútbol. El clímax llegó la noche del 8 de febrero de 2006: cuatro tantos al Real Madrid en un solo partido, un 6-1 antológico en La Romareda.
Sin embargo, Bielsa ya no estaba y José Pekerman armó la lista de convocados para el Mundial de Alemania sin Diegol. Lo llamó por teléfono antes de hacer pública su decisión, un gesto loable, pero pagó en el partido de cuartos de final: necesitó un delantero alto para defender los centros alemanes y rápido para contraatacar, y al mirar el banco de suplentes no lo tuvo. Argentina perdió la ventaja de 1-0 y quedó eliminada en los penales.
Con el nuevo cambio de mando (Alfio Basile por Pekerman) la situación no cambió demasiado. Milito siguió creciendo como centrodelantero (46 goles en sus últimas dos temporadas en Zaragoza), pero las posibilidades siguieron siendo escasísimas. Se esperanzó cuando fue convocado para la Copa América 2007, pero encontró otro pero: pese a la rápida lesión de Hernán Crespo, jugó apenas 120 minutos (le marcó un gol a Colombia) en toda la copa. En la final (0-3 ante Brasil), Basile no lo miró ni para preguntarle la hora.
El sorpresivo descenso del Zaragoza (con 42 puntos no hubiera perdido la categoría en ninguna de las siete temporadas anteriores) pareció interponer una inmensidad entre el sendero del delantero y el de la selección. Pero Milito sabe de inmensidades: inmenso en su clase, inmenso en su constancia, inmenso su listado de gritos eufóricos, de arqueros destrozados, de hinchas enloquecidos.
En septiembre de 2008, la vuelta al Genoa para saldar la cuenta pendiente de jugar en Primera División lo depositó otra vez bajo las luces del fútbol grande. 4 goles en apenas 3 partidos (uno a Milan, uno a Palermo, dos a Roma) reavivaron el amor de los tifosi genoveses y la mirada curiosa de los hinchas argentinos.
El tiempo pasa y Milito, como un desempleado de 29 años con el diario bajo el brazo, muestra su currículum de 154 goles con insistencia. Mejores y peores aspirantes han pasado por un puesto laboral que -desde que Gabriel Batistuta se retiró y Hernán Crespo juega poco en sus equipos- no ha encontrado un ocupante feliz.
Casi en puntas de pie, con una elegancia que esfuma la distancia entre el fútbol y el arte, Milito camina por la sala de espera aguardando sólo una mirada, sólo un anuncio, sólo cuatro palabras: el puesto es suyo.

PUBLICADO EN LA PÁGINA WEB DE FOX SPORTS, SEPTIEMBRE DE 2008

viernes, 23 de abril de 2010

Armenia-Turquía: mucho más que fútbol

DOS PAÍSES ENFRENTADOS POLÍTICAMENTE JUEGAN POR LAS ELIMINATORIAS EUROPEAS. LA IMPORTANCIA QUE LE OTORGAN AMBOS GOBIERNOS AL PARTIDO ES UNA MUESTRA MÁS DEL INTENSO VÍNCULO ENTRE LA POLITICA Y EL FÚTBOL.

La relación entre el fútbol y la política es histórica y evidente. Ya desde 1934, cuando Benito Mussolini le dio vital importancia a la Copa del Mundo para fortalecer al fascismo en Italia, se han sucedido situaciones y eventos que, en mayor o menor medida, han acercado lo que ocurre en el campo de juego con lo que sucede fuera. "La selección es la patria misma", dijo alguna vez el prestigioso futbolista uruguayo José Nasazzi.
El domingo se enfrentarán en Yerevan, Armenia, la selección local y Turquía. Esta vez, la política no sólo formará parte del evento: será, definitivamente, más importante que el resultado del partido.
El enfrentamiento entre ambos países comenzó entre 1915 y 1917, cuando el Imperio Otomano provocó una masacre en Armenia, asesinando a un millón y medio de habitantes de ese territorio. El gobierno armenio exige una disculpa diplomática de las autoridades turcas por aquellos sucesos, pero Turquía no se responsabiliza por el genocidio y acusa a los armenios de no reconocer las fronteras turcas.
El encuentro corresponde a la primera jornada de las Eliminatorias Europeas para el Mundial 2010 y la expectativa es grande. Por primera vez el presidente turco, Abdulla Gul, aceptó la invitación de su colega armenio y pisará Yerevan para presenciar el juego.
"Se estima que este partido levantará los obstáculos que impiden el acercamiento de dos pueblos que comparten una historia común, y creará nuevas bases", expresa un comunicado del gobierno turco, que fue duramente criticado por la oposición al anunciar la decisión.
Ningún detalle quedará librado al azar. Incluso, una delegación del Ministerio de Asuntos Exteriores de Turquía se encuentra en Armenia supervisando todos los preparativos para la visita y el partido.
Será una pequeña revancha, o una posibilidad de acercamiento, o una demostración de que el fútbol pacifica, pero para los espectadores y los mandatarios no será un partido más. Este Armenia-Turquía representará distintas sensaciones para los involucrados. Hasta la Unión Europea hizo referencia a la situación: "Este viaje histórico constituye un gesto muy alentador para las relaciones de ambos países". Un viaje histórico que es posible gracias a un partido de fútbol.

No será el único caso de fútbol político durante este fin de semana. En La Habana se enfrentarán los mayores exponentes del socialismo y del capitalismo, Cuba y Estados Unidos, por primera vez en 61 años.
En el pasado existieron casos que todavía se recuerdan. En 1938, Adolf Hitler decidió celebrar su dominio sobre Austria jugando un partido entre los austríacos y la selección alemana. Matthias Sindelar, un genio que se había negado a representar a la Alemania nazi, jugó como nunca y le dio el triunfo a Austria, en una simbólica demostración de desprecio hacia el Führer. Sindelar y su novia judía, perseguidos por el ejército nazi, se suicidaron en 1939.
Las tensas relaciones entre las dictaduras de El Salvador y Honduras se terminaron de romper por un partido de fútbol jugado en 1969. La locura llegó al límite: El Salvador declaró la guerra e invadió el territorio hondureño.
Las diferencias entre Argentina e Inglaterra, por otra parte, nacieron durante las primeras invasiones inglesas a Buenos Aires, en 1806, y se agravaron por la disputa de las Islas Malvinas, que derivó en la guerra de 1982. Ya en el Mundial de 1966, el argentino Antonio Rattín había aplastado con una mano a una bandera británica frente a los ojos de la reina; y, en México '86, los goles de Maradona se festejaron en Argentina con un fervor que sobrepasó lo deportivo.
Los ingleses también trasladaron al campo de juego su rivalidad con Escocia. En mayo de 1988, un partido terminó con pésimo resultado para ambos: un muerto y noventa heridos por enfrentamientos entre fanáticos.
Si no se enfrentan selecciones, los partidos internacionales entre equipos también pueden ser foco de conflicto. En 1990, por ejemplo, Dinamo Zagreb, de Croacia, recibió a Estrella Roja, de Serbia. Ambos países estaban unificados por la bandera de Yugoslavia, pero la tirantez política de esos años (los nacionalistas croatas habían ganado las elecciones días antes) generó violentos choques y 61 heridos.
¿Algún caso positivo? En 1998, el sorteo de la Copa del Mundo de Francia determinó que Estados Unidos e Irán tuvieran que jugar entre sí. Los 22 futbolistas, en actitud de grandeza, se unieron en el momento de la fotografía inicial y el espectáculo no tuvo manchas.
Cuatro años después, durante la apertura del Mundial de Corea-Japón, Senegal(que había sido colonia francesa hasta 1960) derrotó sorpresivamente a Francia. El triunfo deportivo simbolizó la liberación de todo un continente.
La complejidad del tema es enorme y debe tratarse con cuidado. Lo concreto es que la separación del fútbol y la política suena imposible, como lo trasparentan las palabras que el escritor argentino Alejandro Dolina dijo alguna vez: "¿Cómo me piden que no mezcle al fútbol con la política? Cuando juega mi selección, me gusta pensar que el futuro de mi país está en juego. Si pensara en otra cosa, dejaría de mirar fútbol".

PUBLICADO EN LA PÁGINA WEB DE FOX SPORTS, SEPTIEMBRE DE 2008.

sábado, 17 de abril de 2010

Basile, las cuentas no cierran

LA SEGUNDA ETAPA DEL ENTRENADOR EN LA SELECCIÓN ARGENTINA NUNCA LEVANTÓ VUELO. DECISIONES EQUIVOCADAS, SUBESTIMACIONES Y DECLARACIONES POLÉMICAS EMPUJARON A LA CELESTE Y BLANCA A SU PEOR MOMENTO DE LOS ÚLTIMOS AÑOS.

Intrincadísimo presente el de la Selección Argentina. Alfio Basile asumió como entrenador en 2006, parado en la terraza futbolística de los cinco títulos que logró con Boca Juniors durante sus catorce meses de gestión. Pero ha ido bajando escalones de a poco y hoy apenas puede ponerse en puntas de pie desde la planta baja.
Desde el fallido debut (0-3 contra Brasil), el conjunto del Coco anda garabateando ideas, pero casi ninguna llega a concretarse. Apenas un 1-0 a Francia, un 3-0 a México y el 0-0 en Brasil por las Eliminatorias mostraron imágenes nítidas de equipo: efectivo en Saint Denis, vistoso en la Copa América 2007, generosos en Belo Horizonte. Pero en cada caso la buena impresión se derritió demasiado rápido.
Basile no transmite intensidad, y sus declaraciones no ayudan. "Estos partidos sirven para recaudar, para bancar que estemos en hoteles cinco estrellas y conservar el predio de Ezeiza", dijo después de un 0-0 contra Belarús. Algunos todavía esperamos que aclare que fue una mala broma.
Lejos de la poética idea de que la camiseta de la Selección es una motivación que no necesita condimentos, Basile minimiza a rivales y a sus propios jugadores, que quizá se esforzaron durante meses para tener esa oportunidad en Minsk. Un partido que sólo sirvió "porque le da mucha guita a la AFA", contó tranquilo el Coco.
Se se acepta que no ganarle a Chile, Suiza, Noruega, Estados Unidos y Belarús en amistosos no es mala señal, tampoco hay para donde correr: en las Eliminatorias las cosas funcionan peor. ¿Son el estigma de Basile? Sin él, de local, Argentina ganó 29 partidos, empató 9 y no sufrió derrotas. Con el Coco, logró 4 triunfos en 8 encuentros y perdió por única vez en 50 años: 0-5 ante Colombia.
La trayectoria de Basile no entra en discusión. Sí se discute la Riquelmedependencia, que no haya dirigido al equipo olímpico, que el equipo juegue mal en Eliminatorias y en amistosos. Sí se discute que se subestime a los rivales, que confíe demasiado en el talento de sus jugadores (que lo tienen, y mucho). Sí se discute que su equipo no genere que, cada vez que juega la Selección, nada les importe más a los argentinos que gritar todos juntos por la celeste y blanca.

Argentina-Paraguay, discreto 1-1 en el Monumental.

PUBLICADO EN LA WEB DE FOX SPORTS, OCTUBRE DE 2008.