jueves, 2 de diciembre de 2010

Mucho más que ir de pesca

La pesca con mosca es el modo más artístico e intelectual de capturar peces. Requiere talento para fabricar señuelos, inteligencia para adaptarse a distintos ríos y lagos, y apertura mental para disfrutar los placeres que envuelven a la actividad.

“Si nunca has devuelto un pez vivo al agua… sólo prueba hacerlo”. Las palabras son de Mel Krieger, quien no por casualidad fue uno de los más brillantes exponentes de la pesca con mosca. Él comprendió como muy pocos el espíritu de la actividad: mucho más cercana al arte y al placer que al éxito y al beneficio. Mucho más cercana a abrazar a la naturaleza que a aprovecharse de ella.

La pesca con mosca es una variante de la pesca tradicional con diferencias simples pero trascendentales. En lugar de las carnadas tradicionales, se presenta al pescador el desafío de utilizar un señuelo artificial (la mosca) que imita a los insectos usados habitualmente.

Lo que importa es la mosca
La mosca representa el detalle artístico de la actividad: los pescadores más dedicados las fabrican artesanalmente utilizando plumas, hilos y pelos. Suena sencillo, pero no lo es. ¿Por qué? Porque el tipo de mosca depende de los peces que se desee capturar, de las aguas que se recorran, del tipo de caña que se utilice. Aunque las variantes son infinitas, se dividen en tres grupos primarios: las moscas secas, las húmedas (o ninfas) y las streamers.

La mosca seca es la que posee la cualidad de flotar. Por lo tanto debe asemejarse a un insecto que cayó al agua o que tiene alas (abejas, hormigas, avispas). Si el pescador utiliza una mosca seca pero prescinde de una línea flotante, su señuelo resultará ineficaz: los peces rápidamente advertirán que aquello que siempre flotó en la superficie se encuentra debajo del agua. ¿Puede un pez ser tan perceptivo? Créanlo: lo son.

La mosca húmeda, o ninfa, es aquella que incita bajo el agua el deseo de los peces. El objetivo, entonces, es diseñar señuelos parecidos a insectos acuáticos (stoneflies, mosquitos). Por último, las streamers también se sumergen, pero no imitan a insectos sino a pequeños peces o alevinos.

Además existen moscas que están por fuera de las imitadoras y que son el regusto de los pescadores más excétricos: las moscas impresionistas. Se trata de señuelos realizados con motivos artísticos, con estilos creativos y vistosos que, sin embargo, no resultan inútiles: sus colores generan tanta irritación que terminan siendo atacadas por las truchas. ¿Truchas? Sí, son los objetivos de la pesca con mosca y hay grupos predominantes: la trucha de arroyo (cambia de color según su alimentación), la trucha arco iris (puede superar los 10 kilos de peso) y la trucha marrón (la más deseada, pues es difícil capturarla), además de la perca (única especie que no fue introducida por el hombre) y el salmón encerrado (el más difícil de hallar en Argentina).

Origen submarino
Aunque existen escritos que testifican que la pesca con mosca se practicaba en Alemania en el siglo XIII, en la Argentina la semilla fue colocada a principios del siglo XX. El perito Francisco Pascasio Moreno (explorador de la Patagonia) sugirió entonces introducir peces de alto valor deportivo en las aguas sureñas. Desde Estados Unidos y Europa llegaron así las primeras crías de truchas arco iris y marrón, que se adaptaron y reprodujeron. Vaya si lo hicieron: en la actualidad casi no hay ríos patagónicos sin truchas.

Durante décadas se utilizaron cañas de bambú, hasta que la década de 1960 comenzaron a producirse cañas de fibra de vidrio, más livianas y menos costosas. Adoptadas casi unánimemente por los pescadores, mantuvieron su auge hasta mediados de los años ’70, cuando surgieron las cañas de carbono y grafito, que aún mantienen su vigencia.

Gesto de grandeza
Si la creación de la mosca enlaza a la pesca con el arte, otra acción la vincula con la sensibilidad: el catch and release (capturar y devolver). Aunque es una práctica que afortunadamente se ha extendido en distintas variantes de la pesca, la idea de devolver a los peces con vida a las aguas fue fuertemente impulsada por los pescadores con mosca.

“Debería existir un límite estricto en la cantidad de peces que se pueden matar. El concepto de pesca con devolución debería aplicarse en todas nuestras aguas. Sería ideal una filosofía que eleve la experiencia de la pesca a un nivel superior al de un instinto del hombre por buscar alimento”. Otra vez la cita pertenece a Mel Krieger (1928-2008), uno de los mejores pescadores con mosca de la Argentina.

¿Cómo hacerlo? Con cuidado, porque si el pez resulta demasiado herido no sobrevivirá. La gravedad de las heridas depende, por ejemplo, de la profundidad con la que el anzuelo se atora, el tipo de anzuelo que se usa, la duración de la captura y el tiempo en que se mantuvo al pez fuera del agua.

Kit del pescador principiante
Aunque la mosca es el alma de la actividad, no es lo único imprescindible. Una vestimenta apropiada, por caso, fomenta el éxito. Debe ser con tonos ocre, verde o marrón, para mimetizarse con el paisaje y no ahuyentar a los peces. Los pantalones tienen que ser cómodos y el sombrero no se usa sólo por tradición pescadora: protege del agua, del viento, del frío y de los rayos solares.

Con respecto a la caña, es recomendable comprar una de grafito o carbono de una marca reconocida, pues poseen garantía de por vida. Las cañas se numeran de 1 a 15 según su utilidad en distintos ambientes. Para un principiante es recomendable una número 6 ó 7, que se utilizan para pescar en ámbitos medianos y grandes. Los números más bajos corresponden a cañas para peces pequeños; y los más altos, para lugares ventosos y muy grandes.

Las líneas, fundamentales pues determinan la ubicación de la mosca en el agua, pueden ser de flote o hundimiento y terminan en un nylon cónico transparente denominado líder, que sujeta al señuelo.

¿Dónde practicar?
Aunque los ríos Paraná y Paraguay son un buen sitio, los especialistas apuntan hacia abajo. “La Patagonia norte es reconocida mundialmente por la productividad de sus aguas y la belleza de sus paisajes, donde pueden practicarse desde el vadeo y la pesca con mosca seca hasta flotar con guías profesionales y probar suerte con grandes streamers”, explica Francisco Pollizer, quien junto a su familia se ocupa personalmente de brindarles comodidad a quienes visitan Spring Creek Lodge.

Localizado sobre el río Chimehuín, a 11 kilómetros de Junín de Los Andes, el lodge posee un extenso predio de 60 hectáreas. “La temporada se extiende desde noviembre hasta mayo. Contamos con seis cabañas, clubhouse, quincho y muchas facilidades que permiten al pescador dedicarse a lo que consideramos un deporte y un arte –expresa Pollizer–. Su ubicación estratégica nos permite pescar en las aguas del río Chimehuin prácticamente desde nuestra cabañas, y tenemos acceso a más de diez ríos y diez lagos en un radio menor a 80 kilómetros”.

Si el Chimehuin representa por sí solo una gran tentación (pescadores de otros países visitan Argentina para disfrutarlo), el deseo se potencia por la variedad: los ríos Malleo, Aluminé y Quilquihue (entre otros) también forman parte de la propuesta de Spring Creek. “Y con el volcán Lanín dominando un paisaje repleto de aves –completa Pollizer–. Los pescadores tienen la oportunidad de pescar truchas salvajes cada día en distintos ambientes, asesorados en todo momento por guías bilingües. Y también les proponemos actividades complementarias como rafting, kayak y trekking”.

Experiencia completa
La pesca con mosca no se trata sólo del goce de pescar: vadear los ríos superando obstáculos, disfrutar del esplendor de la naturaleza, conocer verdaderamente la vida marina y vivir cada momento con total intensidad forman parte del cóctel que genera miles de aficionados en el planeta. 

PUBLICADO EN VARÚA Nº7 (DICIEMBRE DE 2009)

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