Por Martín Estévez
Cuando la hegemonía de Federer y Nadal parecía eterna, un serbio divertido y alérgico al polvo de ladrillo comenzó a discutirles el dominio.
Novak Djokovic es el mejor actor de reparto de la novela del tenis masculino. Mientras Roger Federer y Rafael Nadal protagonizan desde hace años una apasionante historia que define semana a semana quién se queda con la gloria, más de mil setecientos tenistas se encolumnan detras de ellos en el ranking. El mejor entre ellos es serbio, tiene 23 años y se hizo conocido por hacer paródicas imitaciones de otros jugadores. El mejor de esos más de mil setecientos, tal como lo demostró en el Abierto de Australia, es Novak Djokovic.
Mito falso
Durante los últimos meses se repite una frase en el ambiente tenístico: “Le tocó una mala época. Si no fuera por Federer y Nadal, él sería el número uno del mundo”. La hipótesis que hace referencia a Djokovic es, como mínimo, simplista. Explica que la culpa de que no sea líder del ranking es de la fortuna y que en otra década de la historia del tenis hubiera arrasado. No sólo es un dato incomprobable, sino también exagerado. ¿Djokovic arrasaría a Rod Laver, a Bjorn Borg, a Pete Sampras? Definitivamente no. No es cuestión de épocas, sino de talento, determinación y decenas de factores ingobernables.
Esa misma frase simplista se utilizaba hace un lustro para hablar sobre Nadal: “Si no fuera por Federer, sería número uno”. Y Rafa demostró que, cuando es tu destino ser el mejor, no hay época, ni suerte, ni Federer que lo impida. Eso es lo que Djokovic aún no logró: demostrar que puede ser número uno compitiendo contra quien sea.
Realidad verdadera
Lo que sí demostró el número tres del mundo es un talento natural muy bien trabajado que lo mantendrá, mientras se lo proponga, entre los diez mejores. Talento que comenzó a deslumbrar en varios deportes cuando tenía apenas 4 años y se pasaba el día en la pizzería de sus padres, ubicada en un centro de esquí de Belgrado. Poco después, su papá le propuso jugar al fútbol en un club, pero el pequeñito Nole (su apodo) lo miró con un poco de miedo y le dijo: “Fútbol no. Mejor juego al tenis”.
A los 12 años ya era la estrella de la academia que Niki Pilic (croata que fue N°12 del mundo) posee en Munich. A los 15 debutó en Futures (torneos de menor escala que dan puntos para el ranking) ante un aleman de 28 años y 1,85m, Alex Radulescu: perdió por un ajustadísimo 5-7 y 6-7. Y en su tercer torneo fue campeón.
Siguió evolucionando y en 2004 jugó por primera vez en torneos ATP (los más importantes del circuito) y en la Copa Davis. Su avance encontraría un freno inesperado. El potente comienzo en Roland Garros 2005 (6-0, 6-0 y 6-3 a un Top 100, Robby Ginepri) se opacó al abandonar ante Guillermo Coria (9°) por un motivo cruel para un tenista: Djokovic era alérgico al polvo de ladrillo.
Rehusarse a participar en torneos sobre canchas lentas era rifar su futuro profesional. Entonces tuvo que cuidar su salud y su trabajo simultáneamente. Desde pequeño, por una desviación en el tabique, Novak respiraba por la boca; eso potenció su alergia, no sólo a la arcilla sino también al polen de las flores. En noviembre de 2005 le realizaron una operación de nariz, pero aprender a respirar de otro modo no es sencillo. Los que presenciaron la final de Umag 2006 lo saben: durante el primer set, Djokovic cayó desplomado sobre el campo de juego. Sus padres lloraban en la tribuna mientras intentaban reanimarlo. Los segundos fueron sórdidos. El mundo pareció detenerse. De pronto, Novak respiró. Sus padres también. El momento más dramático de su vida había terminado.
Djokovic decidió no jugar sobre polvo de ladrillo hasta no estar acostumbrado a respirar por la nariz. Los médicos le dijeron que así disminuirían los riesgos de su alergia. Y funcionó.
Presente exitoso
A partir de 2007, la historia es conocida. Ese año fue campeón en Adelaida; derrotó a Nadal y ganó Miami; venció al 1 (Federer), 2 (Nadal) y 3 (Andy Roddick) del ranking para obtener el Abierto de Montreal. A sus logros se sumó la repercusión que generaban los videos de sus imitaciones. Tanta, que los organizadores del US Open le pidieron que las hiciera ante miles de personas. Y las hizo: imitó a Sampras, Federer, Nadal y hasta a Maria Sharapova, con quien tiempo después tendría un romance.
En 2008 ganó su primer Grand Slam, el Abierto de Australia, tras vencer a Federer; Indian Wells, dejando en el camino a Nadal; la medalla de bronce en los Juegos Olímpicos; y el Masters de Shangai. Derrotó tres veces a Federer, dos a Nadal y totalizó cuatro títulos en 2009. Y el año pasado fue finalista del US Open y sostuvo el puesto N°2 durante 24 semanas, superando al insuperable Federer.
Gracias a su majestuoso comienzo de la temporada 2011 (ganó por segunda vez el Abierto de Australia), el futuro es un boceto incluso más prometedor que el presente: Djokovic es seis años más joven que Federer y se especula que, cuando el suizo se retire, Novak mantendrá una batalla furiosa contra Nadal. “Mi objetivo siempre fue ser el número uno –reconoce-. ¿Cuándo llegará? No lo sé, pero estoy preparado para disputarle a Rafa ese puesto”. Mientras tanto, seguirá mejorando para no perder el papel que consiguió: el de mejor actor de reparto del tenis masculino.
PUBLICADO EN ACCESS DIRECTV N°30 (ABRIL DE 2011)
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