Por Martín Estévez
Nació en Buenos Aires en
1934. Fue reconocido por la FIFA
como el periodista vivo que más Mundiales cubrió: la de Brasil será su copa
número 15. Ganó el Premio Konex en 1987 y 1997. Tiene dos hijos: Andrea y
Gabriel.
“Mi primer viaje a un
Mundial, el de Suecia 58, no me lo puedo olvidar. Yo sólo había viajado hasta
Uruguay, y en barco. Hacía deporte en radio casi por hobbie, y Radio Belgrano
me ofreció ser parte de su equipo. Suecia era prácticamente exótico para los
argentinos. Viajé con Eugenio Ortega Moreno, fueron más de 30 horas en avión. Habíamos
quedado en encontrarnos con el gordo Roberto Moreno en Hamburgo. En el vuelo
abrí los pasajes y me di cuenta de que no íbamos a Hamburgo. ¡Ibamos a
Frankfurt! En la última escala tomé como profesora de alemán a una señora que
vivía en San Isidro y volvía para Alemania, y ella me enseñó la fonética para
pedir dos pasajes de tren desde Frankfurt a Hamburgo. El avión, el tren,
después una combi por Alemania, un ferry hasta Dinamarca, de ahí para Suecia… Haber
llegado fue un milagro”.
“Llegamos a Hamburgo y nos
sentamos a descansar. Apoyamos las valijas y nos pasaban un montón de
bicicletas por al lado. “¡Después nos dicen animales a nosotros!”, se quejó
Eugenio. De pronto nos tocan bocina desde una camioneta; eran periodistas
colombianos que nos vieron perdidos y querían darnos una mano. “¿Cómo se dieron
cuenta de que somos sudamericanos?”, les preguntamos. “Y… es que estaban sentados
en el carril de las bicicletas”, respondieron”.
“Nos creíamos los mejores
del mundo. No sólo en el fútbol: en todo. Era la cultura de la soberbia.
Pensábamos que los europeos eran tipos que le pegaban con la canilla, teníamos
desprecio por ellos. Era la época de la Furia Española , y
hoy nosotros somos la Furia
y ellos son el juego. Antes del Mundial, al plantel argentino le alcanzaron
información sobre cómo jugaban los rivales, y uno dijo: “No hace falta, yo la
piso y pasan de largo””.
“En Chile 1962 no había
suficientes alojamientos para todos los turistas. El país había sufrido un
terremoto y entonces las personas alquilaban habitaciones de sus casas. Nosotros
alquilamos, con los periodistas Alfredo Parga y Héctor Marinelli, un
departamento en el centro de Santiago. Nos hicimos unos amigos que nos llevaban
y nos traían de Rancagua”.
“Con Juan Carlos Lorenzo
como técnico, fue al revés que en el 58. En Chile fue todo táctico,
estratégico, físico, esquemático, copiamos todo lo europeo y abandonamos todo lo
nuestro, que era lo técnico. Yo estuve muy cerca de Lorenzo, me gustaba su
forma de trabajo. Pero se fracasó de nuevo. En el partido contra Inglaterra, lo
puso a Rattín de 8 para marcar a Bobby Charlton, que era una especie de 10
atrasado. El 8 en ese momento tenía la funcion de ir y venir, pero Lorenzo
quería que Rattín persiguiera a Charlton. Rattín se olvidó de que no tenía que
atacar, o por lo menos le costó muchísimo. La idea no era mala, pero no
funcionó y perdimos 3 a
1”.
“En Chile hubo un partidazo
que no es muy conocido: Inglaterra 2 Hungría 1. Me impresionó porque se jugó
bajo una llovizna permanente. Yo no estaba acostumbrado, porque el fútbol
argentino, cuando llovía, se suspendía. El ritmo que le dieron fue
espectacular. Los laterales al ataque, la intensidad para cabecear. No me
impresionó por lo táctico, sino por el ida y vuelta. Hungría tenía jugadores de
buena técnica; Inglaterra tenía jugadores de buen ritmo. Fue un partido
bárbaro”.
“En el Mundial del 66 no
había satélites. Yo fui para Canal 7: mandábamos los tapes y acá los
televisaban dos, tres días después. Otra vez el técnico de Argentina fue
Lorenzo, que para que nadie supiera cómo iba a jugar, ni siquiera avisaba en
qué lugar entrenaba el equipo. Teníamos que salir en auto detrás del micro del
plantel, y llegamos a hacer 80 kilómetros para ver el entrenamiento. Los
jugadores se quejaban de que tenían una autopista cerca de la concentración, y
yo les decía: “¿Pero vos tenés televisión en tu casa? ¿No? ¿Entonces de qué te
quejás?”. Los jugadores empezaban a ponerse exquisitos”.
“El canto de ¡Animals,
animals! de los ingleses hacia el equipo argentino no es un mito, incluso duró
bastante. A nosotros nos dolía, teníamos un sentimiento muy argentino. Eso
empezó un poco con el técnico inglés, y creció porque nosotros jugamos muy
fuerte durante el Mundial. Y contra Inglaterra, Argentina se la pasó tocando la
pelota en defensa, cuidando el empate, y ellos no lo admitían, eso no existía
en el fútbol inglés”.
“Viajé a cubrir sólo una
parte del Mundial 70, pero pude ver al Brasil de Pelé. Perú-Brasil fue un
partidazo. ¡Perú jugaba muy bien! Brasil era una cosa extraña, porque no tenía
punta-punta. Ponía a Clodoaldo, que corría a todos en la mitad de la cancha,
tenía los laterales como siempre y los de arriba rotaban todo el tiempo. Pelé
estaba muy bien, estaban Tostao, Rivelino… Y en ese momento todavía tenía
influencia aquello de que los europeos bajaban el nivel cuando jugaban en
América. Di Stéfano decía que perdían el 40% de su rendimiento cuando viajaban”.
“En el 74 ya estaban
Bonadeo padre, Marcelo Araujo, Mauro Viale… Ahí vino lo mejor de todo: Holanda.
Una cosa que yo nunca había visto. Ni lo había visto ni lo había imaginado. Después
del 0-4 con ellos en el Mundial, Osvaldo Ardizzone, de El Gráfico, me dijo:
“Estamos en problemas, vamos a tener que inventar nuevas palabras, porque con
las que sabemos hasta ahora no alcanza para describir esto”. Los principios
teóricos del Barcelona actual tienen mucho de aquella Holanda. Ellos se
multiplicaban en la cancha, eran más de diez los que corrían. Cruyff, que para
mí es uno de los cracks más grandes de la historia, decía que ellos estaban
acostumbrados al sacrificio porque vivir en un terreno tan chiquito, ganándole
metros al mar, ya es sacrificado. Fue el mejor equipo que vi”.
“Mi principal error fue no
haber separado lo emocional de lo periodístico en el 78. No supe ver lo que
pasaba en la realidad, como la gran mayoría. Nosotros, en Canal 7, recibimos
una orden desde el Gobierno. Una nota que decía que no se podía hablar mal de la Selección. Justo
ese día, con Niembro y Araujo, mandamos una nota con Menotti en la que él
designaba a sus nuevos colaboradores y nosotros lo criticábamos, pero nadie nos
dijo nada. También me sucedió que yo estaba con un periodista español en River,
cerca del Tiro Federal, se oyeron disparos y él me dijo asustado: “Están
matando gente”. “Nooo –le dije yo-, ¿usted está loco? Es el Tiro Federal”. Nosotros
no teníamos idea, pero afuera sabían lo que estaba pasando”.
“En el 82, antes de viajar
a España, vino gente de Cancillería a Canal 7 y dio una charla para que
supiéramos por qué la
Argentina reclamaba las Malvinas, cuáles eran los
fundamentos. Te decían qué te iban a preguntar los extranjeros. Yo pensaba que
la guerra no estaba bien, porque no podíamos ganar. Era una locura total:
contra Inglaterra y Estados Unidos. Sólo teníamos ayuda de Perú, y después
bastante mal le pagamos… Yo veía la televisión española, escuchaba lo que
contaba Muñoz en la
Argentina y me daba cuenta de que algo estaba mal”.
“El 86 lo viví trabajando
para Rivadavia. Estaba muy cerca de Bilardo. A él le tomaban el pelo, pero
viajaba para explicar jugador por jugador cómo tenían que jugar. Convenció a
Maradona de que tenía que demostrar que era el mejor del mundo. En el primer
gol a Inglaterra, le dije a Muñoz que había sido con la mano. “Sí, con la
mano”, dijo bajito, y después gritó “pero también con la cabeza”. Y el otro, el
gol-gol… No podía creer que esa jugada terminara entrando. La del 86 fue la
mejor Selección Argentina de la historia. Cuando veía cómo estaba parada,
pensaba que no podía perder”.
“Antes del
Argentina-Brasil del Mundial 90, que transmití con Muñoz, desayunamos con
periodistas brasileños. Nosotros estábamos casi resignados porque Brasil venía
de ganar sus tres partidos y Argentina pasó con lo justo, pero ellos también
estaban preocupados. “¿De qué se preocupan? –les decíamos-. ¡Si Argentina no le
puede ganar a nadie!”. Después de ese partido, de ese 1-0 milagroso, tuvimos
que volver con ellos en el tren y yo no sabía dónde esconderme. ¡Los habíamos
dejado afuera! Para ellos era dramático. ¡Parecía la final del 50! ”.
“Justo cuando saltó el
doping de Maradona en Estados Unidos 94, yo tomaba un medicamento que tenía
efedrina. Estaba en el hotel, con Fernando Signorini, y me pidió que se lo
mostrara, pero por los nervios no pude encontrarlo. Fue todo complicado, los
medios fueron muy invasivos, Maradona tenía dos entrenadores personales… Yo
hacía un programa que se llamaba Intimidades ¡y teníamos una cámara las 24
horas con la Selección !
Bilardo no hubiera permitido algo así. Después, en el 98, Passarella hizo todo
lo contrario, cerró todo a la prensa, y aunque tenía un equipo más sólido que
el del 94, tampoco resultó”.
“En 2002 fui al Mundial
con mi señora e hicimos un pacto con una traductora coreana: nosotros le
ayudábamos a practicar español y ella nos acompañaba a conocer Corea. Un día
estábamos en el subte, mi señora sentada y yo de pie. De pronto se para una
chica de unos 20 años y me hace señas para que me siente. Yo, con un agrande
bárbaro, le digo a la traductora: “Explíquele que, en mi país, los caballeros
les cedemos el asiento a las damas”. Y ella me responde: “Usted no entiende: en
nuestro país, a los que tienen canas les reconocemos sabiduría, y por eso
tienen que ir sentados”. Así que me senté”.
“El mejor Mundial que vi
fue Alemania 74, por Holanda y porque había buenos equipos. Igual es difícil
decidir, porque no se llega a ver todos los partidos. El 6-1 de Dinamarca a
Uruguay en el 86, por ejemplo, fue un partido espectacular. Es-pec-ta-cu-lar.
El Mundial 94, en cambio, prometía mucho y no cumplió”.
“Cubrir un mundial es como
una pasantía en un hospital. En un momento tenés que operar y tenés que operar.
No hay teoría que valga. La comodidad para trabajar es fundamental. Con lo que
se paga por los derechos, tiene que funcionar todo, no podés admitir que algo
no funcione. Yo voy muy temprano; cuatro horas antes del partido ya estoy en el
estadio. Pruebo, miro, calculo los tiempos para moverse de un lado a otro. No
se puede dejar que un productor se enloquezca haciendo todo. Los nervios pasan
por mi trabajo. En una serie de penales en la que está Argentina hago fuerza
para que el arquero ataje, pero también tengo que fijarme en cómo se para. Es
mi responsabilidad”.
PUBLICADO EN EL GRÁFICO Nº4445 (MAYO DE 2014)
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