domingo, 26 de febrero de 2017

Entrevista al Pulpo González

Los mil viajes del Pulpo

Por Martín Estévez

Viajó sin boleto junto a otras figuras de Lanús. Viajaba en ese mismo tren cuando conoció a su mujer. Viajaba sola su mamá porque los padres de sus compañeros la discriminaban. Viajó a México, triunfó y ahora emprendió su viaje más grande: al Cilindro de Avellaneda.

Partido de divisiones inferiores entre Ferro y Lanús, en Pontevedra. Van 20 minutos del segundo tiempo y Dieguito, que juega en el Granate, mira a las tribunas y se pone triste, porque nadie lo está mirando a él. Su papá, Marcelo, no puede, porque trabaja 16 horas los sábados y 16 horas los domingos, en una pizzería, para sostener a la familia. Su mamá, Sandra, sí podía, pero ningún familiar de los compañeros de Dieguito la quiso alcanzar. Como otras veces, después de esperar mucho tiempo en las paradas y combinar colectivos y trenes, Sandra llegará casi sobre el final del partido, con un sanguchito y un vaso de jugo para Dieguito, y la tristeza de no haberlo visto jugar.

Dieguito es, más de quince años después, Diego Hernán González, al que sus amigos le dicen Diego; sus familiares, Hernán; y sus compañeros, Pulpo. Llegó a la Primera de Lanús, ganó dos títulos, fue vendido a México, ganó otros dos títulos y se incorporó a Racing hace tres meses. Pasó mucho tiempo, pero él no se olvida. 

“Recordar esos momentos me sigue dando fuerzas –explica–. Yo me preguntaba: ‘¿Por qué tanta injusticia, por qué tratan así a mi mamá si soy un compañero de su hijo?’. Muchos papás tenían auto y nadie la quería llevar. Me pasó a mí y seguramente les está pasando a muchos chicos, a los que los discriminan por ser de una familia humilde, trabajadora. Creo que por eso la sociedad está atravesando un momento difícil: porque los que llegan a tener un buen pasar económico se abusan. Nosotros nunca le hicimos nada a nadie, pero como vivíamos en Rafael Calzada y llegábamos con lo justo a comer, a mí mamá nadie se le acercaba. Ahora siento felicidad porque salimos adelante entre todos. Mi familia es mi equipo de trabajo y, como yo tengo pocos amigos, siempre me apoyo en ellos”.

Hernán (o Diego, o el Pulpo) nació en el Hospital Gandulfo de Lomas de Zamora, uno de los poquísimos hospitales públicos que resiste en la zona, siempre abarrotado y dependiente del esfuerzo heroico de sus empleados. Vivió en Rafael Calzada (partido de Almirante Brown) hasta los 19 años, junto a sus papás y sus cuatro hermanos: Leonardo, Sebastián, Marianela y Priscila. 

“Mi viejo es maestro pizzero y sigue laburando de eso –cuenta–. Viernes, sábado y domingo no lo veíamos, porque hacía horas extra para mantenernos: trabajaba de 8 a 24. De lunes a jueves se iba a trabajar a las seis de la mañana y volvía a las siete de la tarde; menos los martes, que tenía franco”.

-¿Es verdad que tu papá los entrenaba con una almohada?
-Sí, los tres varones jugábamos al fútbol y, como él se perdía los partidos, que eran los fines de semana, jugaba con nosotros cuando volvía de trabajar. Vivíamos en una avenida y siempre se nos iba la pelota, pasaba un camión y la rompía. Como costaba mucho comprar otra, casi nunca teníamos. Entonces, mi papá agarraba una almohada, le daba forma y nos entrenábamos en casa. Nos hacía patear con derecha, con zurda, se ponía un colchón de escudo para que aprendiéramos a chocar cuando cabeceábamos… ¡Con tan poco éramos tan felices! Y no nos fue tan mal: Sebastián jugó en San Lorenzo y ahora está en Everton de Chile. Por eso, cada vez que debuto en un equipo o un torneo, guardo las primeras camisetas para mi mamá y mi papá.

-¿Y Leonardo, el hermano mayor?
-Era un buen volante, pero todos sabemos que el fútbol es difícil y que para llegar tenés que estar un poco tocado por la varita. No tuvo la suerte que tuvimos con Sebastián, pero fue un ejemplo a seguir para mí. Ahora es representante de jugadores.

-¿Y tus hermanas qué hacen?
-Marianela estudia periodismo deportivo y Priscila está en el secundario.

-¿Vos tuviste otros trabajos?
-No, gracias a mis viejos. Mi mamá fue siempre ama de casa y se ocupaba de nosotros; y mi viejo laburaba un montón para que no tuviéramos que trabajar. No fue una infancia fácil, pero nunca nos faltó un plato de comida.

-¿En la escuela cómo te iba?
-Mal, pero bien (risas). Mis viejos no podían entender que durante el año me llevara materias y, en los quince días del recuperatorio, las aprobara. Yo les decía que no es lo mismo estudiar todo el año y tener quince días de vacaciones, que tener vacaciones todo el año y estudiar quince días. De lo que sí me arrepiento es de no haber dado las materias que me quedaron y estudiar una carrera después, porque cuanto más grande sos, más cuesta.

-En los últimos años, en Racing terminaron el secundario el Chino Saja y Nico Sánchez, así que podés ser el próximo.
-Voy a averiguar, entonces, estaría bueno.

-¿Lanús fue tu único club en la infancia?
-No, en Baby jugué en Unión de Rafael Calzada, y también en Avellaneda. Empecé en Lanús a los 7 años y es el club más importante de mi carrera. Le voy a estar eternamente agradecido. No me olvido de lo que me dio. Todos saben que soy hincha del club.

-¿Qué director técnico marcó tu carrera?
-Ricardo Carrizo. Lo tuve en las infantiles de Lanús, fue el que me puso Pulpo de apodo. Y fue, aunque suene medio loco, el que me enseñó a limpiarme la cola (risas).

-¿Cómo?
-Viajamos a jugar un torneo en San Clemente. Fuimos en carpa, porque Lanús no podía pagar un lugar para dormir. Un día, Carri nos sentó y nos dijo: “Les voy a enseñar cómo tienen que lavarse”. Tenía 9 o 10 años y eso me marcó, porque más allá de lo futbolístico, nos daba enseñanzas de vida. Como jugador, también me dejó mucho: aprendí en qué lugar arriesgar, en cuál no… Después, de más grande, me gustaron Cabrero, Zubeldía y Caixinha, de Santos Laguna. Y, sobre todo, Guillermo Barros Schelotto, que me dio confianza.

-En tu primer torneo con Lanús fuiste campeón. “¡Qué fácil es esto!”, habrás pensado.
-Fue hermoso, una experiencia única. Para los hinchas, ese título no se compara con nada, más allá de que el club siga ganando, porque fue el primero. Debuté en la 2ª fecha, contra Huracán, y tuve la suerte de jugar muchos minutos en ese campeonato. Terminamos dando la vuelta olímpica en cancha de Boca. Con la mitad de los premios, pude comprarme un departamento para irme a vivir con Anabella, que era mi novia y ahora es mi esposa. Y la otra mitad se la di a mis viejos.

-En 2010 pasaste a préstamo a Rosario Central. ¿Elegiste ir o no te quedó otra?
-Lo considero un paso positivo. Me sirvió para crecer como persona y valorar cosas que antes no valoraba. Venía de un buen torneo en Lanús (el Clausura 2009), pero volvió Pelletieri y estaban Fritzler, Salomón, Ledesma… El técnico era Zubeldía y me dejó afuera del equipo. En un momento me probó de carrilero por derecha, pero yo decía que era un volante de-fen-si-vo, que no podía hacer otra cosa, que no podía pasar al ataque. No sé por qué me había metido eso en la cabeza. Pasé la temporada 2009/10 casi sin jugar y, como Lanús no te dejaba reforzar a equipos de Primera, me fui al Nacional B, con Central recién descendido. El club era un desastre, la dirigencia de Norberto Speciale y Gonzalo Belloso fue muy mala. Igual, recuerdo con mucho cariño a la gente de Central, siempre me trató bien. El equipo venía muy golpeado por el descenso, y seis meses después de llegar me dijeron que no me iban a tener en cuenta, así que volví a Lanús.

-En Central se habló de que estabas con un bajón anímico…
-El tema fue que venía de un club muy ordenado, donde antes del 5 de cada mes te depositaban la plata, donde ganabas un partido y a los dos días tenías los premios… Cuando me fui a Central, recién había sido papá, tenía cuentas para pagar y pensaba que iba a ser como en Lanús. Pero en Central todo se atrasaba y se me sumaron deudas, a tal punto que el primer año de mi hija lo tuve que hacer en el patio de la casa de mis papás, porque me debían plata. Son momentos difíciles que por ahí los hinchas no conocen. El contrato que Central me había ofrecido era más alto que el de la mayoría de los jugadores de la divisional, y cuando quisieron reducir gasto me apuntaron, aunque me parece que fui uno de los que tenía nivel más parejo. Me gustaría volver, porque me quedó la espina de que puedan verme en la cancha como realmente soy.

-¿Qué pasó cuando volviste a Lanús?
-El técnico era Gabriel Schurrer. Me dijo que era el quinto volante central, que si estaba dispuesto a pelearla me quedara. Y si no, que me buscara otro equipo. Y yo, la verdad, no tenía dónde caerme muerto, así que me quedé a remarla. Al final terminé jugando: ahí empezó a levantar el nivel del Pulpo.

-¿La Copa Sudamericana 2013 fue tu mejor torneo?
-En Argentina, sí: la copa y el Torneo Inicial 2013, que se jugó al mismo tiempo y lo peleamos hasta la anteúltima fecha. Hicimos un esfuerzo grandísimo para afrontar la doble competencia, y casi logramos ganar las dos.

-En 2015 llegaste a Santos Laguna. ¿Qué pasó a los 2 minutos de tu debut?
-(Muestra una sonrisa enorme) No iba a jugar, porque no había llegado el transfer. Cuando el técnico dio la charla técnica, todavía no estaba; pero cuando llegamos al estadio sí, así que jugué de entrada. Fue un día de lluvia, hubo un córner desde la derecha, tiraron el centro, rebotó en alguien y me quedó a mí: con la cabeza, la metí como pude. Iba un minuto y cuarenta segundos y ya había hecho mi primer gol en México. ¡Y una hora antes no iba a jugar! Ahí empezó un lindo camino que pude hacer en Santos.

-En México se notó que ya no eras solo un volante defensivo…
-Sí, eso cambió en mi última etapa en Lanús. En el primer torneo de Guillermo, el Inicial 2012, jugué muy poquito. En el segundo se fue Fritzler, entonces el 5 fui yo. Hice un gran campeonato, pero para el siguiente semestre pidió a Leandro Somoza y al Marciano Ortiz, que terminó siendo mi amigo. Cuando los vi llegar a los dos al club, no lo podía creer: ese día, todo el camino hasta mi casa lo hice llorando. Llegué y mi mujer no entendía qué pasaba. Yo le decía que era impotencia, que tenía que empezar todo de cero, que no iba a jugar más. Ellos tenían mucha jerarquía.

-¿Qué te dijo Anabella?
-¡Me cagó a pedos! Me cagó a pedos mal, parecía que estaba retando a mi nena. Ya habíamos pasado muchas cosas, muchas piedras en el camino, y me dijo que juntos íbamos a salir adelante. Ahí me di cuenta de que, cuando no la tenga a ella, no voy a ser nadie. En este ambiente, donde hay muchas cosas que te rodean, muchas tentaciones, es necesario tener una compañera así.

-¿Cómo la conociste?
-En el tren, en el Roca, que recorre la zona sur. Yo subía en Temperley, así que tenía que bajarme de un tren, de “la chanchita”, y cambiar de andén para subir al tren eléctrico. Ella venía de Longchamps, donde vivía su mamá. Nos cruzamos en Temperley, los dos veníamos parados y medio dormidos. Cuando bajamos en Lanús, le hablé. Le dije que tenía crema en el cuello, y la toqué para mostrarle dónde. Fue raro, porque soy muy vergonzoso, pero ella era muy linda. Le hablé, le hablé y le hablé hasta que llegamos a la parada del 100, el colectivo que tomaba ella. Le pedí su número y me lo dio. Entonces le dije: “Bueno, ahora dame el verdadero”. Y tenía razón, estuve rápido. Ahí me dio el de verdad. Si no me lo hubiera dado, creo que yo no estaría acá. Eso fue un sábado. Le escribí el miércoles y nos vimos el jueves. Así empezamos y nunca más nos separamos.

-Y tuvieron dos hijos...
-Sí, Giuliana y Lucio. Son hermosos. Todos los días me enseñan a ser papá, a ser una mejor persona, a cambiar la cara. A veces llego fastidioso o amargado, pero ellos me ven y me cambian el día. Me siento orgulloso de ellos, de verlos crecer. Giuliana, que es la más grande, ya sabe que no hay que ostentar, que no hay que sentirse mejor que los demás, porque todos somos iguales. Hoy estás arriba y mañana podés estar abajo.

-¿Cuándo mejoró tu situación en Lanús?
-Cuando fuimos a la pretemporada, Guillermo y Gustavo me dijeron que me veían para ser volante por derecha, más suelto. “Queremos que llegues al área rival”, me dijeron.

-¿Qué les respondiste?
-“¿Qué voy a hacer ahí? –les dije– ¿Una expedición?”. Estaba poco convencido, pero era la única chance que tenía de jugar, así que les dije que iba a intentarlo. Además. tenía que reemplazar a Guido Pizarro, que había sido figura. Era todo muy difícil. Pero Guillermo tiene el don de convencerte de las cosas con palabras, así que me empecé a soltar y a llegar al gol. Cuando viajé a México ya era un volante ofensivo (risas). En el primer semestre fui goleador del equipo y salimos campeones.

-Incluso hiciste un gol en una final…
-Y fue más especial por el rival. Del otro lado estaba uno de los mejores jugadores de la historia: Ronaldinho, que jugaba en Querétaro. Lo había enfrentado varias veces y nunca le había podido ganar. Esa vez ganamos 5-0 y metí el quinto, entrando por el segundo palo.

-¡Como te pedía Guillermo!
-(Risas) Sí, como me pedían Guillermo y Gustavo, es cierto.

-¿Por qué, si te fue bien, tenías tantas ganas de venir a Racing?
-Soy consciente de las cosas y sabía que, con 28 años, me quedaban pocas posibilidades de que un equipo tan grande como Racing me quisiera. Era mi gran chance. Cuando sos más grande, las posibilidades son muy pocas. Era mi momento y por eso tuve reuniones con directivos, el presidente, el vice, el manager deportivo, el técnico… Son cosas que hice porque quería estar acá. La estaba pasando bien en México, pero quería venir igual, y estoy feliz de haberlo hecho. En el fútbol no hay que dejar pasar oportunidades. Además, me gustaba la idea de volver para estar cerca de mis viejos: ahora, vienen a la cancha todos los partidos.

-Después de lo de Somoza y el Marciano Ortiz, tener competencia en el plantel no te debe asustar…
-No, la verdad que no. Estoy tranquilo, feliz y con muchas ganas de jugar. Sé que, si hago bien las cosas, tarde o temprano voy a tener la posibilidad. Trabajo para estar listo cuando me llegue el momento de ser titular. Y ahí hay que demostrar: en la cancha hay que responderles al técnico y a los compañeros.


283 Los partidos que acumula Diego Hernán González. Jugó 70 en su primera etapa en Lanús (2007-2010); 10 en Rosario Central (2010); 134 en su regreso al Granate (2011-2014); 67 en Santos Laguna de México (2015-2016); y hasta el cierre de esta edición llevaba 2 en Racing: uno por la Copa Bicentenario y otro por la Copa Argentina.

27 Los goles que metió el Pulpo: 4 en su primera etapa en Lanús; 1 en Rosario Central; 10 en su segundo paso por el Granate; y 12 en Santos Laguna. Ganó 4 títulos: Torneo Apertura 2007, Copa Sudamericana 2013 (con Lanús), Torneo Clausura y Campeón de Campeones 2015 (con Santos Laguna). Lo expulsaron 3 veces

La banda del tren Roca
“Cuando iba al entrenamiento de Lanús -recuerda el Pulpo- viajaba en el tren Roca con Lautaro Acosta, Carlos Quintana, Nicolás Ramírez, Germán Cano, Sebastián Blanco y alguno más... Eramos todos de familia muy humilde, así que no pagábamos boleto de vuelta y con esos 50 centavos, entre todos, nos comprábamos una gaseosa y galletitas después de entrenar. El problema era que muchas veces llegábamos tarde a nuestras casas, porque subía el guarda, nos teníamos que bajar y esperar más de quince minutos hasta que llegaba el otro tren...”.

Publicado en El Gráfico Nº 4474 (octubre de 2016)

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