Cuando pocos lo esperaban, 1987 fue el año de Eduardo Bengoechea. Había nacido el 2 de julio de 1959 en Laboulaye, Córdoba. Había empezado a jugar en Luján, a los 5 años, había brillado en el Orange Bowl ’77, había ganado el Campeonato Argentino de 1980… Aún con esos logros, y el Challenger de Messina y el Circuito Satélite ’85, no había mostrado su mejor nivel. “Para conseguir lo que uno quiere hay que luchar. Y yo luché siempre”, dijo en su temporada mágica. Porque, para 1987, el muchachito alto y melenudo ya era un hombre potente y con un gran juego de fondo, que se metió entre los cuatro mejores en Hamburgo, Gstaad, Florencia, Hilversum y Barcelona. “Pego el drive plano y el revés con mucho slice”, explicaba. Ante esas armas sucumbieron el francés Yannick Noah y el eslovaco Miroslav Mecir (ambos entre los seis mejores del mundo). Y con esas armas trepó hasta el 21º lugar. Se guardó un último derechazo mortal para Niza ’91, cuando bajó a Cherkasov (16º del mundo). Tras el retiro, en 1996, fue capitán de la Copa Davis. Bengoechea siempre luchó. Y, cuando pocos lo esperaban, su lucha se transformó en alegría.
EL NÚMERO
24 Fueron los triunfos consecutivos que consiguió en 1985, y que le sirvieron para ganar el Circuito Satélite de Argentina.
PUBLICADO EN 'EL GRAN TENIS ARGENTINO', SEPTIEMBRE DE 2005.
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