“First, Gabriela. Now, Cristina” (Primero, Gabriela. Ahora, Cristina). El título de un diario australiano de 1988 hacía referencia a Cristina Tessi (16 años, la mejor junior del mundo) como sucesora de Gabriela Sabatini. Una presión muy grande para cualquiera. Sin embargo, desde que a los 3 años intentó jugar al tenis por primera vez, Cristina entendió que la raqueta sería siempre una diversión. Las presiones, fuera.
Nació el 20 de julio de 1972 y se acostumbró a las canchas rápidas porque en su casa de Ingeniero Maschwitz tenía una de cemento en la que practicaba. Su papá Atilio le enseñó las bases del deporte y su hermano Ricardo, también tenista, fue su primer entrenador. Le gustaba jugar subiendo permanentemente a la red. "En el fondo corro mucho y me canso –decía–. Y lo principal para mí es divertirme, sé que el tenis dura pocos años". En uno de sus primeros torneos profesionales, ganó el Challenger Buenos Aires ’87. No se desesperaba por un punto o por un puesto en el ranking, sino por hacer las cosas a su modo. Así ganó el Sudamericano ’88 ante Florencia Labat y el Challenger de Darmstadt de 1990. A su buen nivel se sumaba un premio para los espectadores: su enorme belleza y simpatía.
Su paciencia, y disfrutar dentro de una cancha, tuvieron premio en 1991, cuando llegó a semifinales en Auckland y alcanzó su mejor ranking: 70º. Un año después sufrió una lesión en los aductores. Lo aprovechó para volver a estudiar y, aun cuando ya estaba recuperada, se dedicó a terminar el colegio secundario. Regresó siete meses después, para ganar el Challenger de Buenos Aires ’93. Y, aunque no volvió a mostrar un juego tan eficaz como el previo a la lesión, siguió manteniendo sus ideales dentro de la cancha, enamorando con su juego y su forma de ser.
EL NÚMERO
51% Su eficacia en los torneos WTA. Jugó 183 partidos, triunfó en 93 y perdió 90.
Nació el 20 de julio de 1972 y se acostumbró a las canchas rápidas porque en su casa de Ingeniero Maschwitz tenía una de cemento en la que practicaba. Su papá Atilio le enseñó las bases del deporte y su hermano Ricardo, también tenista, fue su primer entrenador. Le gustaba jugar subiendo permanentemente a la red. "En el fondo corro mucho y me canso –decía–. Y lo principal para mí es divertirme, sé que el tenis dura pocos años". En uno de sus primeros torneos profesionales, ganó el Challenger Buenos Aires ’87. No se desesperaba por un punto o por un puesto en el ranking, sino por hacer las cosas a su modo. Así ganó el Sudamericano ’88 ante Florencia Labat y el Challenger de Darmstadt de 1990. A su buen nivel se sumaba un premio para los espectadores: su enorme belleza y simpatía.
Su paciencia, y disfrutar dentro de una cancha, tuvieron premio en 1991, cuando llegó a semifinales en Auckland y alcanzó su mejor ranking: 70º. Un año después sufrió una lesión en los aductores. Lo aprovechó para volver a estudiar y, aun cuando ya estaba recuperada, se dedicó a terminar el colegio secundario. Regresó siete meses después, para ganar el Challenger de Buenos Aires ’93. Y, aunque no volvió a mostrar un juego tan eficaz como el previo a la lesión, siguió manteniendo sus ideales dentro de la cancha, enamorando con su juego y su forma de ser.
EL NÚMERO
51% Su eficacia en los torneos WTA. Jugó 183 partidos, triunfó en 93 y perdió 90.
PUBLICADO EN 'EL GRAN TENIS ARGENTINO', SEPTIEMBRE DE 2005.
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