Por Martín Estévez
Además de cuatro medallas, hubo buenas señales para la delegación argentina en Río: histórica actuación de las mujeres y quince deportistas o equipos entre los mejores ocho. Pero, para no retroceder, es necesario que los dirigentes se comprometan tanto como los atletas.
El título de esta nota arruina el suspenso. Dice “prueba superada” y anuncia el resultado de este balance sobre la actuación argentina en Río: estuvo bien, colmó expectativas, se la puede calificar con 7 puntos. La mayor parte de los medios de comunicación compartió esta idea y en la opinión pública se instaló la satisfacción por los resultados. Todo bien, pero…
¿Qué hubiera pasado si, en su primera pelea, Paula Pareto trastabillaba y la rusa Irina Dolgova la derrotaba con un certero ippon? La Argentina hubiera terminado con tres medallas, la peor marca desde 1992, y el balance habría sido negativo. ¡Epa! ¿De un hilo tan fino depende el éxito del trabajo que centenas de atletas realizaron durante cuatro años?
Si solo miramos el medallero, sí: depende de detalles mínimos. Pero si tenemos voluntad para profundizar un poco más, no: una medalla más o menos no determina éxito o fracaso. Consideramos que la delegación argentina aprobó el examen en Río 2016, pero no por las cuatro medallas y el 27° puesto final, sino por algunos conceptos un poco más complejos.
Ganaron las mujeres
¡Qué lejos quedaron los Juegos de 1976, cuando en la delegación hubo 4 mujeres! En la edición Nº 4472 remarcamos que en Río habría récord (participaron 74); ahora afirmamos que tuvieron excelentes resultados. Desde su debut en 1936, las mujeres habían sumado 11 medallas; ninguna de oro. Paula Pareto y Cecilia Carranza terminaron con 80 años de vacío. Además, la luchadora Patricia Bermúdez, Las Leonas y la tiradora Melisa Gil sumaron diplomas olímpicos. El avance es evidente.
¿Cambia algo si los que consiguen medallas son hombres o mujeres? A nivel resultados, es lo mismo. Pero, si queremos vivir en una sociedad más justa, es preferible que la violencia de género no se replique también en el deporte.
Récord diplomático
En la edición anterior, postulamos que el gran objetivo era lograr que más de 14 atletas o equipos terminaran entre los mejores ocho. No era una cifra azarosa: la Argentina venía en alza (9 en 1988, 11 en 2000, 13 en 2004) y había alcanzado su mejor marca en 2012: 14.
En Río 2016 hubo 4 medallas más 11 diplomas: 15 disciplinas en las que los argentinos se ubicaron entre los mejores. Y fueron 23 los que se metieron en el Top Ten. Son evidencias de que el deporte de alto rendimiento ha mejorado en los últimos años. Cuidado: hablamos de deportistas que ya están instalados entre los mejores. Sigue faltando un trabajo intenso sobre el deporte como espacio de recreación: no para que chicas y chicos ganen medallas, sino para que desarrollen sus capacidades, fortalezcan su salud y mejoren su integración social. Para que, en definitiva, aumenten sus posibilidades de ser felices.
Confirmaciones
Sobre los medallistas hablamos en las páginas anteriores. Veamos, además de ellos, quiénes cumplieron actuaciones destacadas.
Entre los que confirmaron su gran nivel estuvieron los boxeadores Yamil Peralta y Alberto Ezequiel Melián (perdieron en cuartos de final); los velistas Facundo Olezza (9° en la clase Finn) y Lucía Falasca (11ª en Laser radial); el judoca Emmanuel Lucenti (llegó a octavos de final), la ciclista María Gabriela Díaz (10ª en BMX), la nadadora Julia Sebastián (21ª en 200 metros pecho) y las hermanas Etel y Sofía Sánchez (19as en nado sincronizado).
Menciones apartes merecen dos equipos. La selección de rugby seven estuvo cerca de las semifinales: cuando el partido contra Gran Bretaña terminaba 0-0, tuvo un penal a favor que pasó a pocos centímetros de los palos.
La Selección de básquet, por su parte, parecía llegar con lo justo para arañar un diploma olímpico, pero tuvo un torneo magnífico en el que derrotó a Nigeria, Croacia y, especialmente, a Brasil: una epopeya con dos tiempos suplementarios, un triple mitológico de Andrés Nocioni y la mejor actuación de Facundo Campazzo en su vida. Para agregarle magia, Carlos Delfino volvió al básquet y despidió en cancha al propio Nocioni y a uno de los más grandes deportistas de la historia de Sudamérica: Emanuel Ginóbili. Los detuvieron los NBA de Estados Unidos en cuartos de final, pero cerraron un ciclo de manera dignísima.
Pegaron el salto
Algunos argentinos sorprendieron con actuaciones mejores que las que prometían. Hubo cinco diplomas poco esperados.
Patricia Bermúdez estuvo al borde de la medalla de bronce en la categoría hasta 48 kilos de la lucha. En yachting, Klaus y Yago Lange debutaron con un muy buen 7° puesto. La tiradora Melisa Gil (también abogada) terminó 8ª, igual que el golfista Emiliano Grillo, de solo 23 años. Matías Albarracín logró un histórico diploma en equitación; y Germán Chiaraviglio llegó a la final en salto con garrocha: magnífico 11° lugar.
En este apartado hay tres historias para destacar. La tiradora Fernanda Russo se metió entre las 20 mejores disparando un rifle de aire comprimido a diez metros de distancia. El detalle es que tiene ¡16 años!
La Selección masculina de vóley no sorprendió por su puesto (5°), sino por su alto nivel: derrotó a Irán, Rusia, Cuba y Egipto. La eliminó Brasil, luego campeón.
Y gloria eterna a Braian Toledo, que aunque el año pasado mezclaba cemento a las 11 de la noche para construirse una casa, superó su 30° puesto de 2012: finalizó 10°. Y lo mejor de su carrera está por llegar.
Les fue mal, ¿y qué?
Hubo decepciones, pero conviene ser cuidadosos con las críticas, porque algunos fueron con una pesada mochila de candidatos y se encontraron con rivales durísimos.
El velista Julio Alsogaray, al menos, llegó a la Medal Race en Laser radial. No pudieron hacerlo Juan De la Fuente y Lucas Calabrese, 13os en la clase 470.
El handball masculino apenas participó dos veces y sería ilógico pedirle más que el 10° puesto. Germán Lauro, 6° en 2012, bajó a 19° en lanzamiento de bala; mientras que el nadador Federico Grabich quedó 22°, tanto en los 100 como en los 200 metros estilo libre.
Diferentes fueron tres casos. La lanzadora de martillo Jennifer Dahlgren no decepcionó con su 27° puesto, sino con declaraciones posteriores en las que manifestó cierto desinterés por el resultado. Raro en ella, siempre competitiva.
Las Leonas se quedaron sin medalla por primera vez en veinte años. No se trata de un fin de ciclo, sino de una desastrosa planificación en la que cambiaron de entrenador una y otra vez.
El gran fracaso de los Juegos fue del fútbol. No tanto de los futbolistas, sino de la AFA: recibe millones de pesos de parte del Estado, pero apenas pudo conseguir un entrenador y jugadores con poca experiencia. El resultado: eliminados por Honduras.
Lo importante es competir
Existieron éxitos previos a los Juegos, atletas que, con haberse clasificado, ya habían triunfado: vóley y handball femenino, la pesista Joana Palacios, la remera Lucía Palermo, el tenista Guillermo Durán, la mediofondista Belén Casetta y la gimnasta Ailén Valente. Para agregarle mérito, Palacios se ubicó 11ª y el vóley logró un triunfo contra Camerún.
El Estado es responsable
Más allá de los resultados, es momento de mirar para adelante. ¿Hacia Tokio 2020? No: hacia mañana, hacia la próxima semana, hacia el mes que viene. El deporte argentino sigue sufriendo los errores de sus dirigentes más que disfrutando sus aciertos.
Muchos deportes no tuvieron representantes en Río. Muchos clubes sociales están en ruinas. Muchos elementos quedan varados en la aduana, o nunca llegan. Muchos teléfonos nunca son atendidos. Muchos escenarios (incluida una parte del Cenard) están descuidados. Y muchos atletas, en voz baja, por miedo a perder sus becas, dicen que es hora de que el Gobierno (Mauricio Macri, pero también el secretario de Deportes, Carlos Mac Allister) aumente montos de dinero y solucione trabas a las que incluso los mejores deportistas se encuentran atados.
Si queremos mirar más lejos, los Juegos Odesur 2018 deben ser la única meta. Para los Panamericanos 2019 y para Tokio 2020 falta una eternidad. Una eternidad que será un triste suspiro si la clase política no se pone, por fin, a la altura de nuestros deportistas.
La legión argentina
27º El puesto de Argentina en el medallero. Es la mejor ubicación desde 1960, cuando también fue 27ª. En las anteriores ediciones terminó 42ª (2012), 34ª (2008), 35ª (2004), 48ª (2000), 45ª (1996) y 61ª (1992). Entre los países sudamericanos, quedó detrás de Brasil (13°) y Colombia (23°). Con Venezuela, el duelo es parejo: la superamos en 2012, en los Panamericanos 2015 y en Río 2016; pero quedamos abajo en los Juegos Odesur 2010 y 2014.
93 Fueron las chances de medalla que tuvo la delegación argentina. Consiguió tres de oro, una de plata y 11 diplomas olímpicos. En nada menos que 38 competencias, los argentinos terminaron entre los 16 primeros. En el medallero superó a rivales fuertes: Suecia, Sudáfrica, Ucrania, Polonia, Corea del Norte y Rumania. A nivel histórico, llegó a 74 medallas: 44 en el período 1924-1972 y 30 en 1988-2016.
Publicado en El Gráfico N°4473 (septiembre de 2016)
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