Apareció recién a mitad de campeonato y se erigió como el gran héroe del sprint final, con goles decisivos para cimentar su relación idílica con el pueblo pincha.
Tipo raro, Gastón Fernández. Es uno de los pocos jugadores reconocidos popularmente como habilidosos (tiene escasos detractores en el ítem talento) al que es difícil identificar con una sola camiseta. Y eso que hizo méritos en su carrera. Después de ganar la Libertadores 2009 y de ser el goleador del León en este Apertura, ¿será finalmente Estudiantes el primer equipo que venga a la mente cuando pensemos en él?
Cuando arrancó el Torneo Apertura, el Pincha todavía saludaba con aplausos y ojos húmedos la ida de Boselli. Mauro había jugado al goleador durante dos temporadas brillantes, ganando la Libertadores y hasta gritando en el Mundial de Clubes. No era necesaria mucha perspicacia para advertir que en el puesto de nueve romperredes se generaba un hueco que podía resultar peligroso. Sabella y compañía agarraron la libretita, barajaron nombres, tacharon y quedó uno al que apostarían todas las fichas. ¿Fernández? Nada de eso: era Hernán Rodrigo López. La adquisición del uruguayo, que jugando para Vélez había hecho 11 goles en el Clausura 2009, era la solución.
El comienzo fue armónico: Estudiantes ganó en la primera fecha (1-0 a Newell’s) y López debutó en la segunda: entró justamente por la Gata y metió un gol para el 2-0 ante Quilmes. Pero, luego del partido, las noticias fueron para agarrarse la cabeza: Fernández había salido con un esguince en el hombro izquierdo y López sufría una bursitis en la rodilla derecha.
Sin el uruguayo no había nueve romperredes y sin la Gata no había ni siquiera un delantero más retrasado. Hubo que modificar la idea original y probar con Leandro González como único punta. Y, aunque había tenido un buen primer semestre en 2010, el ex Olimpo y Racing no podía bancarse semejante mochila. Por más que los resultados estaban muy bien (0-0 con Banfield, 2-0 a Gimnasia en el clásico, 2-1 a Godoy Cruz, 2-0 a Racing), se sentía la falta de contundencia, de referencia en el área rival. Estudiantes, siempre tan rendidor con cañoneros como Pavone, Calderón o Boselli, intuía que tendría que pelear el título sin goleador.
La derrota contra All Boys profundizó la sensación. La Gata, que había vuelto para jugar la Recopa (caída contra Liga de Quito), tuvo que irse apenas volvió: Sabella ni siquiera lo incluyó entre los concentrados para jugar contra Boca. La falta de potencia ofensiva no se olvidó pese al triunfo por 1-0 (gol de Rojo, que no es precisamente delantero). En la novena fecha, casi la mitad del torneo, Sabella decidió darle una chance como centrodelantero a un pibe que venía de meterle un gol a Boca en Reserva. El pibe se llamaba Gastón Fernández.
No es agresivo apuntar que, hasta ese momento, La Gata andaba más cerca del olvido momentáneo que de la gloria. Esa etapa que, por ejemplo, sufren en sus clubes Mouche, Bieler, Salcedo: la irregularidad como adjetivo y no como circunstancia. Porque, en la memoria colectiva, Gastón encendía esa idea: el talentoso nómade y poco aplicado que nunca desarrolla todo su potencial. ¿De qué manera había formado esa imagen? De muchas. Sus inicios en River (2002/03) fueron típicos de promesa tapada por los consagrados. En Racing (2003/04) evolucionó de un comienzo silencioso (apenas un gol en su primer torneo) a semanas de idolatría: 7 goles en el Clausura, incluyendo dos a Independiente, y formando un trío interesante con Mariano González y Lisandro López. Pero un penal errado ante River y el declive del equipo no le permitieron el salto definitivo. Volvió entonces a Núñez y fue clave en un clásico ante Boca, pero tampoco encontró ahí su consolidación. Y su popularidad declinó cuando se fue a México (2005/06).
El retornó a la Argentina sí tuvo gloria: fue pieza clave del San Lorenzo campeón de Ramon Díaz, pero… ¿cómo iba a identificarse con los Cuervos si estuvo menos de un año en el club? El nomadismo siguió en los Tigres de Nuevo León (2008), Estudiantes (ganó la Copa en 2009 pero se fue demasiado rápido) y otra vez los Tigres.
La Gata, que siempre estaba yéndose y volviendo, retornó también al Pincha. Y había jugado apenas 144 minutos hasta la fecha 9. Sí: hace apenas diez fechas estaba anclado entre la falta de ritmo y la falta de gol. ¿Cuántos jugadores son capaces de cambiar su propia imagen en diez fechas? Lo dicho: tipo raro, Gastón Fernández.
Volvió a ser titular ante San Lorenzo. Habían pasado 178 días desde su último gol, pero no se puso nervioso: cuando tenía un posible remate, pisó la pelota con clase, hizo pasar de largo a un defensor y al arquero, y la tocó al gol. Al golazo. Y Estudiantes ganó 1-0. “Si no me salía, me hubiera querido matar yo y me iban a matar mis compañeros también –dijo después del triunfo–. Me sentía incómodo con mi situación. Si bien en Estudiantes me tienen un margen de paciencia, debía una actuación así. De ahora en adelante, no voy a parar más”.
No paró. Contra Olimpo, la falta de goleador estuvo doblemente solucionada: Fernández metió su segundo tanto consecutivo (de penal) y por él entró el recuperado Hernán Rodrigo López, que jugó apenas diez minutos pero también gritó el suyo. La Gata marcó por tercera vez seguida contra Colón (1-1) en la fecha 11.
Aunque la racha se cortó contra Vélez (0-0), cuando jugó como único punta, el puesto ya era de él. Sabella guardó el cartelito de “Se busca goleador” y Fernández se ganó el sueldo abriendo el marcador con un gol de nueve rebotero en el show de fútbol que Estudiantes dio ante Lanús (3-0, fecha 13). Esos cuatro goles en cinco fechas reavivaron el idilio con el universo pincharrata. Mientras, en Inglaterra, Boselli seguía sin poder meter un gol. Cosas del fútbol.
“Me siento bien de nueve –contaba La Gata-, es una posición en la que hacía mucho tiempo que no jugaba. Lo hice un tiempo en México y en las Inferiores. Tengo que controlar la ansiedad, no bajar tanto a buscar la pelota ni desesperarme si no entro en juego”. En el puesto de centrodelantero volvió a ser tapa de los diarios en la fecha 16. Casi ni hace falta escribirlo para que todos lo recuerden: ante Independiente, en un partido decisivo, el resultado estaba 1-1 y quedaban cuatro minutos. Gastón, en movimiento estéticamente extraño, cabeceó con suavidad para que la pelota pasara por encima de Gabbarini: 2-1, quinto grito en el torneo, Estudiantes rumbo al título.
Otro gol de goleador, cabeceando casi desde el área chica, reacomodó el partido contra Argentinos (fecha 17). De 0-1 se pasó a 3-1, el campeonato estaba cada vez más cerca y Gastón llegaba así a los seis tantos.
De todos modos, no perdió su toque distintivo; por algo lleva la 10 en la espalda. Si no fuera por esa elegancia al pasar la pelota, por la inteligencia para leer el partido, por la claridad para habilitar compañeros, no podría haber sido la figura del 4-0 ante River sin meter goles. Pero lo fue. Ese día se vio la versión más creativa de Fernández: menos Batistuta y más Aimar, menos Boselli y más Verón.
En el partido de la consagración también tuvo un aporte decisivo, con esa media vuelta tan de goleador tras el cabezazo del uruguayo López, un 1-0 que muchos pensaron como gol suyo, aunque no llegara a desviar la pelota. Después de la fiesta consumada ante Arsenal, ahí andarán conviviendo los dos. El Gastón Fernández irregular con este que parece asentado en su versión madura. El Gastón Fernández enganche, creativo, asistidor, con este que parece un nueve que vive pensando en el gol. El Gastón Fernández trotamundos, sin camiseta que le dure, con este tan albirrojo, tan campeón, tan de Estudiantes.
PUBLICADO EN ESTUDIANTES CAMPEÓN (EL GRÁFICO EDICIÓN ESPECIAL N°310, DICIEMBRE DE 2010)
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