Por Martín Estévez y Pablo Aro Geraldes
Llegó en 2006, cuando comenzaba la caída de Blanquiceleste S.A., con una carrera hecha y el anhelo de jugar en el club de su corazón. Arrancó marcándole dos goles a Nueva Chicago en su debut, pero perdió la titularidad rápidamente. Fue el único momento en el que visitó el banco de suplentes de Racing: cuando Merlo prefirió jugar con Bergessio y Moralez solos arriba. Hasta que ingresó contra Quilmes y (tras pase de ¡Miralles!) clavó el 1-0 en el minuto 90. Nunca más fue suplente. Con su amada camiseta de Racing marcó el gol 100 de su carrera (a Rosario Central, 2-2); y en medio de un idilio mutuo con la hinchada, terminó siendo determinante para evadir el descenso en 2008. Primero, con un gol que se gritó con lágrimas en los ojos ante Huracán (1-0). Ya en la Promoción, hizo el 1-1 contra Belgrano, en Córdoba, y en Avellaneda le metió el pase a Moralez para el 1-0 final. Después del Toti Iglesias, ningún jugador de Racing alcanzó un promedio de gol tan alto: fue el máximo anotador de La Academia en los cuatro torneos que disputó, desde el Apertura 2006 al Clausura 2008.
PUBLICADO EN EL GRÁFICO: CIEN ÍDOLOS DE RACING (FEBRERO DE 2011)
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