domingo, 2 de febrero de 2014

UFC - ¿Vale todo?

Por Martín Estévez

Los combates de la UFC tienen cada vez más seguidores en todo el planeta. La polémica de un gran negocio que combina artes marciales, una jaula gigante, preparación física y violencia extrema.

Dos personas agarrándose a trompadas hasta que uno queda inconsciente. O la más perfecta combinación de distintas artes marciales. Una jaula gigante, morbo, una riña de gallos con seres humanos. O un fenómeno que capta la atención de millones de espectadores. Es bastante fácil saber cuál es tu punto de vista respecto de la UFC: sentate cinco minutos a ver una pelea y la sensación te va a invadir. Te generará repulsión ver a dos tipos pegándose hasta sangrar, con el mínimo de protección, para entretener a los voyeurs de la violencia que gritan de la jaula para afuera. O te encantará el vértigo, la intensidad, la determinación de luchadores dispuestos a arriesgar su cuerpo con tal de no ser derrotados.

Vale tudo, MMA, UFC
Para explicar qué es la UFC es necesario retroceder hasta principios del siglo XX. En Brasil, las escuelas de artes marciales comenzaron a vincularse para intercambiar información, técnicas, aprendizajes, y decidieron organizar retos entre sus mejores luchadores. Como practicaban distintas disciplinas (karate, kick boxing, lucha libre, kung fu, jiu jitsu) se creó una nueva que permitía la competencia: el Vale Tudo. Era sencillamente una lucha abierta, libre, sobre un ring en el que cada peleador elegía su técnica. Se establecieron mínimas reglas: no valía meter los dedos en los ojos ni los golpes en la nuca o en los testículos.

Lejos estaban de ser combates sanguinarios: el objetivo era inmovilizar al rival, dejarlo indefenso. En definitiva, demostrar la superioridad de un arte marcial sobre otro ante la mirada de los maestros. En ese duelo de disciplinas, el jiu jitsu impuso su dominio gracias a la familia Gracie, un verdadero clan de luchadores que pasaron el cetro de generación en generación.

La popularidad de sus peleas creció hasta el punto que, a principios de la década de 1990, un grupo de empresarios de (qué sorpresa) Estados Unidos les propuso transformar esas luchas en un espectáculo televisivo. Así nació el Ultimate Fighting Championship (UFC).

El 12 de noviembre de 1993, en Colorado, ocho luchadores pelearon por un premio de 50 mil dólares. No había límite de peso ni de rounds. Nada de puntos o fallos de jueces: se luchaba hasta que uno se rendía o quedaba nocaut. Para agregar impacto visual, se cambió el ring por una jaula gigante. Ante seis estadounidenses y un holandés, se impuso el brasileño Royce Gracie, continuando la tradición familiar.

Mientras los combates de artes marciales mixtas (MMA, según sus siglas en inglés) evolucionaron a través de reglas más específicas y protección para los luchadores, la UFC impulsó un estilo más parecido a las peleas callejeras que a un duelo filosófico entre disciplinas.

Éxito peligroso
La buena repercusión del primer evento permitió la continuidad de los UFC. Royce Gracie ganó tres de los primeros cuatro. No logró el UFC 3 porque terminó extenuado en su triunfo de cuartos de final ante Kimo Leopoldo y no pudo seguir en el torneo.

En las siguientes ediciones (4 en 1995, 5 en 1996) se fueron sumando luchadores de España, Japón, Canadá, Rusia, Venezuela, Israel, Irán y Puerto Rico, donde se efectuó el UFC 8. En el UFC 12 se introdujeron categorías según el peso de los luchadores, por lo que ya no había un campeón único (actualmente son ocho categorías en hombres y una en mujeres). Luego se agregaron las Superfights (combates especiales fuera del torneo) y otras peleas anexas a las principales. En 1997 hubo un evento especial en Japón y en 1998, otro en Brasil. Ken Shamrock, Dan Severn y Mark Coleman fueron algunos luchadores emblemáticos.

Sin embargo, en 2000 (cuando se disputaron los UFC 24 a 28), las ganancias comenzaron a bajar. Varios estados habían prohibido el evento por su salvajismo y una muerte en la jaula podía transformar el meganegocio en un problema judicial enorme.

La UFC comenzó a modificar poco a poco los reglamentos para mejorar su imagen, acercándose más al estilo MMA. Las peleas tenían límite de rounds y, si los dos luchadores terminaban de pie, decidían los jueces, como en el boxeo. Dejaron de valer los cabezazos y se convirtió en obligatorio el uso de guantes, aunque muy finos, para evitar los permanentes cortes. Además, el luchador que pierde por nocaut no puede volver a combatir durante 90 días.

El furor
Muy rápido, la UFC se convirtió en la principal empresa organizadora de peleas de MMA. El número de eventos creció notablemente: 5 en 2004, 10 en 2005, 18 en 2006, 27 en 2011, 32 en 2012. El número de espectadores se potenció y el negocio aumentó gracias a los suscriptores al pay per view (aquellos que pagan para ver las peleas en vivo). No sólo en Estados Unidos: la UFC se expandió por el planeta y llegó también a la Argentina. Probablemente la mayoría de nuestros lectores ya se cruzó, casual o intencionalmente, con alguna pelea dentro de la jaula. Los luchadores, totalmente profesionalizados, poseen cada vez más resistencia y ansias de destrozar el cuerpo del rival. Las tomas y repeticiones en cámara lenta muestran los golpes y la sangre en detalle. Los premios a los combatientes pasaron de aquellos 50 mil dólares de 1993 a 600 mil en 2004 y más de un millón en 2012. Ya hubo eventos en Gran Bretaña, Irlanda, Alemania, Australia, Suecia, China y Emiratos Árabes. En Estados Unidos tiene más televidentes en cable que el golf y el boxeo. Y algunos hasta se animan a pedir que la UFC sea considerada un deporte.

¿Quién gana?
Las reglas actuales generan que no sea fácil saber quién gana una pelea y por qué. Veamos los detalles. Igual que en el boxeo, existen cinco maneras de triunfar: por sumisión, por KO, por KO técnico, por decisión de los jueces o por descalificación.

Sumisión o abandono: no sólo sucede cuando el luchador no quiere seguir peleando, sino cuando demuestra dolor o no tiene posibilidad de defenderse de una toma de su rival. Por ejemplo, cuando se inmovilizan sus extremidades o es estrangulado.
KO (knock out): sucede cuando un luchador queda inconsciente o sin reacción. No es necesario el conteo hasta diez, el árbitro puede decretar el KO de modo inmediato.
KOT (knock out técnico): se decreta cuando el árbitro considera que uno de los luchadores no está en condiciones de seguir y que hacerlo pondría en riesgo su vida.
Decisión de los jueces: igual que en el boxeo, si al terminar los rounds (de dos a cinco, según la pelea) no hay ganador, tres jueces votan para decidir quién se impuso. Puede haber empate.
Descalificación: se le da por perdida la pelea al luchador que realiza un movimiento ilegal (golpe en los testículos, en los ojos, en la nuca) que ponga en riesgo la salud del rival.

No vale todo
Aunque la idea de dos personas golpeándose para alimentar un negocio que favorece a señores de traje y corbata resulta muy antipática, los organizadores intentan quitarse esa imagen de encima. Permanentemente se insiste en separar los eventos oficiales de la UFC en particular y de las MMA en general de los eventos no oficiales, que es un modo amable de llamar a las peleas clandestinas, a los combates ilegales en los que existe nula protección para la salud de los luchadores y que se financian a través de apuestas. Es evidente que eso no sucede en los eventos profesionales. 

En la actualidad, las peleas organizadas por la UFC tienen altos niveles de seguridad. A los peleadores se les realizan análisis previos, los árbitros están preparados para detener las peleas cuando existe riesgo de muerte y el octógono (construido con metal alambrado revestido de vinilo) se encuentra acolchonado en varios sectores para evitar golpes fatales.

Los organizadores se enorgullecen de la poca cantidad de muertes que las MMA generaron. Los números se discuten, porque no termina de quedar claro qué competencias pueden considerarse oficiales y cuáles no, pero serían seis: Douglas Dedge en 1998, Sam Vásquez en 2007, Michael Kirkman en 2010, y Mike Mitelmeier, Dustin Jenson y Tyrone Mimms en 2012. El argumento es que en comparación con otros deportes (como el boxeo o el automovilismo) la cifra es baja.

Aun así, la violencia como espectáculo sigue siendo mirada de reojo y con desconfianza desde varios sectores. Mientras tanto, la UFC acumula dinero y seguidores, indemne ante las críticas. El fenómeno de este vale todo un poco más reglamentado parece estar en expansión en un siglo XXI que denigra a la violencia social, pero le da legitimidad jurídica a la violencia dentro de una jaula de metal alambrado, donde dos personas intentan desmayarse a las piñas ante las expectantes miradas ajenas.

La situación en Argentina
A nivel internacional, el papel de nuestro país dentro de las artes marciales mixtas es secundario. La principal entidad nacional es la Federación Argentina de Deportes de Combate y Freestyle. Se realizan numerosas peleas amateurs y no oficiales, pero pocas a nivel profesional. El primer evento oficial se organizó en 2003 bajo el nombre de Argentina Fighting Championship, pero no tuvo continuidad. A partir de 2007 comenzaron a realizarse luchas profesionales bajo el nombre de Real Fights, aunque de modo esporádico. En cuanto a los luchadores, ningún argentino ha combatido en las peleas principales de la UFC y son muy pocos los que participan en eventos internacionales de MMA. Uno de los principales representantes actuales es Cristian La Serpiente Bosch. El campeón mundial de kick boxing debutó en enero de este año con una victoria sobre el misionero Cristian Zamudio en Mar del Plata y es muy probable que vuelva a pelear en MMA. Otros argentinos con trayectoria relevante son Alex Schoenauer (nacionalizado estadounidense, llegó a competir en UFC), Luciano Correa (ganó importantes peleas en Brasil), Fernando Pitbull Martínez, Diego Toro Visotzky, Emiliano Vatti, Favio Martino, Patricio Reilly, Guido Canetti y Ángel Orellana.

PUBLICADO EN EL GRÁFICO Nº4432 (MARZO DE 2013)

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