Por Martín
Estévez
Es recordado como el mejor wing
izquierdo de la historia del fútbol argentino. El Chueco fue ídolo del Che Guevara cuando jugaba en Rosario Central y de
millones de hinchas cuando la rompió en Racing y en la Selección. Y eso que
la derecha sólo la usaba de bastón…
“Tuvimos un winger que bordaba en el corner: Onzari. Tuvimos uno que
entraba tirando fuerte: Orsi. Tuvimos muchos como Carricaberry, Guayta, Lauri,
Tarasconi, muchos, muchos, pero llegó un día El Fenómeno y los reunió a todos. Salió
fuera de concurso. Es diferente. Tiene lo mejor de cada uno. Borda junto a la
banderita, penetra hacia el medio, tira, juega, baila, la ablanda, la arruga,
la achica, le hace fu fu. Y todo con una pierna sola. Nada más. Del otro lado
tiene un bastón. Y no precisa otra cosa. Una muleta a la derecha y esa zurda
que vale por las dos, que teje, borda y hace versos”. Eso dice sobre Enrique
García el texto publicado en El Gráfico Nº1090, de mayo de 1940. Tiene más valor
que aquello que podamos decir ahora: fue escrito por alguien que lo vio jugar.
Cada vez son menos los que vieron al Chueco García, y cada vez somos más
los que tenemos que imaginarlo. Pero es la obligación de los que amamos al
fútbol: recordar. “Lo que se olvida, se muere –escribió Alejandro Dolina–. Los
que recuerdan están rescatando cosas de la muerte. A su manera, son
salvadores”. Existe cierto consenso en que García fue el mejor wing izquierdo
de la historia del fútbol argentino. Wines eran los delanteros que se movían
por las puntas cuando se atacaba con cinco jugadores. Al abandonarse la táctica
2-3-5 siguieron existiendo, aunque forzados a cumplir nuevos roles tácticos. ¿Wings
más actuales? Claudio Caniggia, Guillermo Barros Schelotto, el Pipa Estévez y
el Piojo López.
El ídolo del
che
Enrique García nació en 1912 en Santa Fe. Comenzó a jugar en el patio de la
iglesia de Las Rosas, su barrio, y en un club con el mismo nombre. A los 15
años ya gambeteaba lindo. Su hermano Salvador jugaba en la Reserva de Unión y lo
llevó a probarse. No quedó. En 1929 se fue al club Brown, que le ofreció un
puesto en la Casa
de Gobierno de Santa Fe. Jugó en Segunda hasta su debut, justo contra Unión:
Brown ganó 1-0 con gol suyo. Al producirse el golpe de Estado de 1930 se quedó
sin trabajo, pero consiguió uno en la administración del club. Pudieron
retenerlo hasta 1932, cuando Gimnasia de Santa Fe pagó 2500 pesos por su pase. Tenía
19 años. Ahí ganó el campeonato santafesino e integró una delantera apodada
“Los Pistoleros” junto a Magán, Salas, Loyarte y Genaro Canteli. Magán y
Canteli serían campeones con San Lorenzo en 1933, cuando García fue contratado
por Rosario Central, que pagó 5000 pesos por su pase.
Fueron años de gloria para el ataque canalla, formado por Cagnotti, Julio
Gómez, Guzmán, Potro y él. Gracias a sus gambetas, ganó admiradores de lujo: el
historiador Osvaldo Bayer y Ernesto Che Guevara. “¡Qué piruetas las del Chueco,
qué maravilloso trazado de curvas y talonazos, qué paradas en seco!”, escribió
Bayer recordando a Enrique. Los que conocieron al Che no sólo dan fe de su
cariño por Central, también aseguran que su jugador preferido (y el de su
hermano Roberto) era el Chueco, porque sorprendía haciendo las jugadas más
inesperadas. Con la azul y amarilla se le atribuyen 98 partidos y 33 goles
hasta principios de 1936. Las noticias de su talento llegaron hasta Buenos
Aires e Independiente quiso contratarlo, pero Ernesto Malbec, presidente de
Racing, viajó a Rosario para ofrecer 39.000 pesos y un partido amistoso entre
los dos clubes cuya recaudación quedaba para Central. Su futuro se decidió en
una asamblea de socios canallas, que aceptaron la oferta. En ese momento fue el
pase más caro de la historia del fútbol argentino.
El Sarmiento de Avellaneda
Debutó en Racing el 3 de mayo de 1936, contra Tigre. La Academia perdió 2-1 y
muchos se decepcionaron porque no le salió una. Hubo un detalle: tenía
fracturado un dedo del pie izquierdo, pero igual quiso jugar. Confirmó sus
ganas de no faltar en el partido siguiente. Y en el siguiente. Y en el
siguiente. Así, 228 veces. Sí: jugó 228 partidos consecutivos, por lo que
recibió el apodo el Sarmiento del fútbol. Entre 1936 y 1944 fue estrella de un
Racing que no conseguía títulos desde 1925. Su mejor temporada fue la de 1938,
cuando hizo 20 goles en 32 partidos. Hoy, es uno de los
20 mayores ídolos del club.
Contó Ponciano Souto, masajista de Racing durante aquellos años, que cuando
le tocaba trabajar sobre la pierna derecha del Chueco, él decía: “Esa no, esa
dejala, ni la toques que la tengo de palo”. No era la única muestra de su
ironía. En épocas en las que al equipo le hacían muchos goles de cabeza, cada
vez que tenían una pelota parada en contra, gritaba sin disimulo: “¡Marquen a
los nuestros, marquen a los nuestros!”. Y una vez, luego de un gol genial en el
que gambeteó a varios rivales, volvió hacia la mitad de la cancha despacio,
borrando las huellas que había dejado. Sus compañeros lo miraban extrañados.
Cuando llegó a su campo, sonrió y les dijo: “Es para que nadie me copie la
jugada, muchachos”.
Gracias a su nivel en Racing se convirtió en un habitual convocado para la Selección. Allí
jugó con Roberto Cherro, a quien admiraba. “Pese a su gordura –dijo García sin
delicadeza–, Cherro fue el fútbol hecho ciencia”.
En 1937 la rompió en el Sudamericano jugado en Buenos Aires. Hizo el gol
que permitió ganarle 1-0 a
Brasil y llegar a un desempate contra el mismo rival, y le dio dos asistencias
a Vicente De La Mata
para ganar el título. En esa final le dijo al brasileño Brandao, después de
volverlo loco a pura gambeta: “Si tuvieras ruedas, serías un carro”.
En la Copa Roca
de 1940 era figura de la
Selección , y el centrodelantero Fabio Cassán era resistido. El
relator Fioravanti, que veía el partido contra Brasil pegado a la cancha, le
dijo al Chueco: “Hacele hacer un gol a Cassán”. Pasaron apenas minutos hasta
que García desbordó por izquierda y le dio el pase justo a Cassán, que la
empujó a la red. Se acercó a Fioravanti y le dijo: “Servido... ¿Y ahora, a
quién?”.
En Racing le llovían apodos elogiosos: el Imparable, el Mago, el Poeta de la Zurda. En la Selección formó una
dupla memorable con José Manuel Moreno, al que definió como el mejor entreala
que vio. Sus compañeros juraban que mientras se pasaban la pelota, el Chueco y
el Charro conversaban: “Tómela usted”, decía uno. “Ahí se la devuelvo”, respondía el otro.
En sus últimos años sufrió el desgaste físico. Ya nadie regalaba nada, y
menos a un wing que parecía burlarse de los rivales en cada jugada. Le gustaba
tanto la gambeta que a veces decían que Racing era “Sportivo Chueco García”. Pero lo perdonaban porque era generoso para asistir.
En la Selección
dio el último golpe al ganar el Sudamericano de 1941; en total sumó 35 partidos
y 9 goles. No jugó un Mundial sólo porque Argentina no participó entre 1934 y
1958.
El último de sus 228 partidos consecutivos fue el 18 de abril de 1943,
contra Boca. Se rompió los meniscos del bastón (perdón, de la rodilla derecha)
y tuvo que operarse. Volvió un año después, pero no se sentía bien y bajó a la Reserva. Hizo un
último intento en Primera el 17 de septiembre, como wing derecho en el 0-0
contra San Lorenzo, pero supo que ya no era el mismo. A principios de 1945
mandó una carta a los dirigentes del club con una frase histórica: “Dejo de
jugar al fútbol”.
El
Chueco en la historia
“Fue el más grande wing izquierdo de la historia. Quizá Loustau era
superior para el equipo, pero el Chueco era el mejor para el puesto”, aseguró
el periodista Dante Panzeri. “Era extraordinario, una gloria, el Gardel del
fútbol –lo definió Ezra Sued, wing izquierdo que lo reemplazó en Racing a
partir de 1943–. Fue el que inventó una jugada que después trataron de hacer
muchos: el centro atrás en velocidad. Definía de una forma poco usual en su
época: ponía la pelota entre el poste y el arquero”. Oscar Sastre, fallecido en
2012, debutó en Independiente en 1942 y ese año sufrió al Chueco. “Era uno de
los pocos wines izquierdos que con la pelota en los pies hacía un desastre
–puntualizó–. Si la dominaba, entrabas perdiendo. Era medio haragán y brutal a
la vez. Tenía sus artimañas: siempre quería sacar tajada del que no tenía
experiencia”.
En Racing sumó 233 partidos y 78 goles. De esos, apenas dos
fueron con la pierna derecha: uno a Lanús y uno a San Lorenzo. Lejos de
lamentarse por eso, tras su retiro declaró: “Si hubiera tratado de aprender a
manejar la pelota con las dos piernas, ¿creen que hubiera tenido una zurda tan
hábil?”.
Al terminar su carrera, atendió su propia bombonería. “La marcación y otras
yerbas son inventos de los técnicos –explicaba–. Soy enemigo de todos los
sistemas. Atentan contra la belleza del fútbol. No hay con ellos preciosismo ni
improvisación”. En 1960 volvió al fútbol como detector y formador de jugadores
en Racing: “Cuando me retiré me convertí en un espectador más –declaró en El
Gráfico–. Posteriormente nacieron en mí deseos de aportar lo que aún poseo de
juventud para la renovación que se impone. No deseamos que se fabriquen
jugadores de un día para otro. Los futbolistas no pueden escapar a la ley
humana de la evolución”.
Durante sus últimos años, sin que le sobrara una moneda, recorría bares,
mitad por picardía y mitad por necesidad, diciendo: “Soy Enrique García, el
mejor puntero izquierdo de la historia. ¿Alguien me invita un café?”.
Las medias bajas, los cordones desatados antes del partido, la malicia para
enojar a los rivales, la gambeta enreverada por el sector izquierdo. Todo eso
se fue cuando se fue el Chueco García, para siempre, el 23 de agosto de 1969, a los 56 años.
“Ni un
renuncio desde que está en Racing –decía aquella nota de El Gráfico de 1940, en
la que ya era legendario su presentismo–. Se iba a producir contra Boca. Estaba
en cama lesionado. Circuló la noticia por el ambiente futbolístico: el Chueco
iba a faltar por primera vez. Era su renuncia a la brega. Pero se levantó y fue
a la cancha. Comenzó a jugar medio cauteloso, cuidando la zurda. La llevó a la
gramilla con rodillera. Pero la llevó. Al principio medio la sacaba del
entrevero. Al final la metió con rodillera y todo. Las ganas de jugar que jamás
le faltaron le hicieron olvidar los días en cama, la diatermia, o la bolsa de
agua caliente, o lo que fuera. Allí estaba una pelota en el verde y él tenía
vestida una camiseta de fútbol”.
Ficha
Nombre completo: Enrique García.
Nacimiento: 20 de noviembre de 1912 en Las Rosas, Santa Fe.
Trayectoria: Brown de Santa Fe (1929-1932), Gimnasia y Esgrima de Santa Fe
(1932-1933), Rosario Central (1933-1936) y Racing Club (1936-1944).
Partidos en Primera: 233. Goles: 78.
Títulos en AFA: Sudamericano 1937 y
Sudamericano 1941, con la Selección Argentina.
PUBLICADO EN EL GRÁFICO Nº4444
(MARZO DE 2014)
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