Por Martín Estévez
Hace 50 años, Coronel Suárez ganaba el Campeonato Argentino por cuarta vez consecutiva.
El Gráfico Polo festeja con esta edición sus diez años de existencia. Y una de las notas tradicionales de nuestra revista se ha fundado en observar todavía más atrás, prender la máquina del tiempo y recordar qué sucedía con el polo nacional hace exactamente cincuenta años.
¿Y qué es lo que pasaba? El Abierto de Tortugas, que todavía no era tan importante como en la actualidad, lo había ganado el equipo local. El Abierto de Hurlingham, por cuarta vez consecutiva, quedó en manos de Coronel Suárez. Y el gran cierre de la temporada lo brindó el Campeonato Argentino Abierto, en el que el mismo Coronel Suárez y Santa Ana repitieron la final jugada un año antes.
En aquel partido decisivo, Coronel Suárez se consagró campeón argentino, también por cuarta ocasión seguida. Para hacer honor a la historia, les ofrecemos los mejores extractos de la nota publicada en la edición número 2355 de El Gráfico, del 25 de noviembre de 1964, en la que el periodista Félix Frascara analizó aquel torneo.
Ante Coronel Suárez volvió a estrellarse Santa Ana
Harriott y Heguy siguen siendo sinónimo de triunfo. Visten los colores de Coronel Suárez, pero eso no hace que se pierda la dimensión personal, que es la que valora las victorias, la que da a esta nueva conquista de Coronel Suárez el calor que hizo vibrar a las tribunas colmadas de Palermo. Estos cuatro hombres –el domingo, por un accidente de Harriott padre se sumó Carlos Torres Zavaleta al equipo– son los que ahora dan vida a Coronel Suárez. Hay una tradición detrás de esa casaca, como la que existe en el fondo de las de cualquier equipo, de cualquier deporte, pero con la labor de tiempo y los triunfos acumulados –seis campeonatos argentinos en siete años–, lo que en principio el aficionado siguió por obra del color de una camiseta, ahora lo acompaña por lo que pesan esos nombres, con los que se identifica al triunfador. Decir Harriott o Heguy en polo es dar idea de lo máximo.
Frente a esa columna que construyeron estos hombres se alza otra por la que corre un tipo distinto de sangre, la que lleva un sello diferente de juego. Los Dorignac, con Luis Lalor, vienen siguiendo de atrás la evolución de Coronel Suárez y esperando su oportunidad. La columna de que hablábamos, esa de Suárez, no es más fuerte que la otra, no es más alta tampoco, no es más ancha, pero el suelo que la sustenta tiene mayor firmeza. Eso hace que cuando se enfrentan, cuando el viento huracanado de cada final de polo quiere arrasar con ellas, una resiste la furia y sale limpia, clara, brillante.
Ese es Coronel Suárez. Sus jugadores lograron una mezcla de calidad, resumida en fuerza y delicadeza a la vez, en belleza práctica, en fin, en gol. El match final jugado el año último fue memorable. Esta vez el público que rebasó las tribunas de Palermo fue en busca de una emoción como la de aquel día. Recordaba que Santa Ana había hecho méritos como para triunfar, pero debió contentarse con perder por un gol. Conocida la sangre caliente de los Dorignac, seguidos sus pasos de los últimos años, palpada esa rivalidad que se agiganta con el tiempo, iba el público a ver la venganza, ese placer de los dioses…
Santa Ana tendrá que esperar otro año. Ese es el resultado. Coronel Suárez le prestó por un rato el sabor de la gloria, se lo mostró, se lo dejó gustar, lo hizo trabajar para merecerla y, sobre el final, de un golpe maestro se la arrebató.
Santa Ana había llegado a la final tras exhibiciones en las que no convenció plenamente: 14 a 9 v. Jockey Club y 13 a 8 v. Los Pingüinos. Francisco Dorignac, figura máxima del equipo, no llegaba a desplegar sus 10 goles de hándicap; Luis Lalor quería y no podía y sólo la extraordinaria garra de Gastón Dorignac y algunas sutilezas de Marcelo eran perdurables en el recuerdo después de los partidos. Pero al mismo tiempo Coronel Suárez –vencedor de Tortugas por 13 a 6 y de Los Ranchos por 20 a 4– tampoco respondía a lo que le conocemos. Por eso, suponiendo que la debilitación de los dos favorecía al eterno perdedor, por el hecho que sufre más una baja en el rendimiento el acostumbrado a la victoria, se esperaba que ésta era la oportunidad de Santa Ana. Y lo fue. Pero esta vez los Dorignac no supieron, no encontraron la forma de aprovechar esa ocasión al máximo y nuevamente quedó, al final del partido, nítida, brillante, la estampa de Juan Carlos Harriott (h), hoy, como pocas veces, pieza vital y definitoria de una final.
A partir del segundo período Santa Ana fue poniendo sus cartas sobre el tapete. Gastón Dorignac y Luis Lalor mantenían mano a mano, y con alguna ventaja con el correr del tiempo, la lucha con Juan Carlos Harriott (h) y Horacio Heguy; Marcelo Dorignac superaba en brillo, en lucidez, en improvisación al delantero del otro lado, Alberto Heguy; además Francisco Dorignac, sin llegar a ser el del año pasado, aportaba su fuerza, mientras que Harriott padre quedaba varias veces fuera de juego y llamaba la atención la facilidad con que Marcelo resolvía el problema de su presencia en la última línea. Es decir, que a Santa Ana se le presentó un panorama favorable. Lo explotó en cuanto se refiere a la media cancha, al juego en sí; se mostró superior en muchos momentos, y cuando cargaban sus cuatro hombres aparecía como una fuerza arrolladora, pero todo lo que construían, como los chicos que se aburren a los dos minutos de haber levantado su castillo de arena, lo destruían. Todo el esfuerzo que les costaba arrancar contra la velocidad de los Heguy, superar la barrera de los Harriott, se diluía en el momento de la definición. Los nervios jugaron un papel importante y como el boxeador que tiene a su rival a merced y no lo aprovecha, así Santa Ana dejó escapar la posibilidad de pasar adelante, de imponerse.
Después de dos períodos de juego magnífico, el cuarto y el quinto, durante los que Coronel Suárez tuvo que recurrir a todas sus reservas para defenderse del aluvión, y cuando ya Marcelo pegaba cualquier palo, y Lalor salía de atrás con esa visión especial que tiene para mandarse, se produjo el minuto fatal. Ese momento estuvo marcado por la caída de Harriott padre, su lesión, la interrupción del juego por casi media hora y la entrada de Carlos Torres Zavaleta. La base de que hablábamos de Coronel Suárez, ese entendimiento logrado a través de mucho trabajo y gracias al espíritu organizativo de los Harriott, especialmente del 10 de hándicap, permite al equipo mantener una línea de juego casi constante; arrancar para el gol desde cualquier posición, aprovechar todas las oportunidades. Eso Santa Ana no lo conoce. Todo lo que consigue es con el máximo esfuerzo; toda posición que alcanza es por haber escalado fatigosamente. Coronel Suárez puede subir, bajar y volver a subir. Santa Ana trepa, trepa y llega o se cae. Si se cae, tiene que volver a trepar, sufridamente. Cuando la interrupción del encuentro hizo que se frenaran sus máquinas, que se enfriaran sus motores, se perdió todo. Santa Ana apareció como el producto de la intuición, con el brillo de la improvisación; Coronel Suárez surgió luego como la elaboración de un trabajo consciente, aplicado, que culmina en el instante preciso. Para colmo de Santa Ana la personalidad de Torres Zavaleta cubrió inmediatamente con más solvencia, con mayor fuerza, la plaza de back, y Marcelo comenzó a estrellarse. Entonces, en cinco minutos, durante el penúltimo chukker, Coronel Suárez olfateó la oportunidad y se lanzó. Un error de Gastón, otro de Lalor, otro múltiple en que también entró Francisco, sumado a la potencia de Harriott y a la velocidad de los Heguy, y ya Coronel Suárez entró al último período con tres goles de ventaja y Santa Ana vio su esfuerzo marchito, definitivamente perdido. Las últimas cargas de los Dorignac al final fueron fatalistas. Sabían que no conducía a nada. Y así fue. Pero la juventud vive siempre esperanzada. Santa Ana tiene otro año por delante y una meta que ya es una obsesión: Coronel Suárez.
Texto en inglés
With this edition El Gráfico Polo celebrates its tenth year of life. And one of the traditional articles of our magazine is based on going even further back, turning on the time machine and recalling what was happening with national polo exactly fifty years ago.
And what was happening? The local team had won the Tortugas Open, which wasn’t as important then as it is nowadays. For the fourth consecutive time the Hurlingham Open had been won by Coronel Suárez. And the great closing of the season was the Argentine Open Championship, where the very same Coronel Suárez and Santa Ana repeated the final match challenged one year before.
During that decisive match Coronel Suárez became the Argentine champion, also for the fourth consecutive time. To do honor to history, we offer the best excerpts from the article which appeared in the #2355 edition of El Gráfico, published on November 25, 1964, where the journalist Félix Frascara analyzed that tournament.
Santa Ana crashed once again against Coronel Suárez
Harriott and Heguy still are a synonym of triumph. They wear the colors of Coronel Suárez, but that doesn’t mean they lack the personal dimension, which is the dimension which values victories, which adds to this new conquest of Coronel Suárez the warmth which shook the fully crowded stands of Palermo. These four men –on Sunday, joined by Carlos Torres Zavaleta after an accident suffered by Harriot Sr- are the same ones that now bring Coronel Suárez to life. There’s a tradition behind that jersey, just like the traditions that stand behind the jerseys of every team, of any sport, but with the work of time and the victories they have added up –six Argentine championships in seven years-, what at first the amateurs followed by the efforts of the colors of a jersey, now enhanced by the weight of those names, identified with the winning team. To say Harriott or Heguy in polo is to give an idea of the best.
Facing the column that these men erected there is another one where another type of blood flows, one with a different game seal. The Dorignacs, with Luis Lalor, who are following the evolution of Coronel Suarez from behind and waiting for their chance. The column we are talking about, the one belonging to Coronel Suarez isn’t stronger than the other one, neither taller, nor wider, but the ground holding it is firmer. The consequence of this is that when they confront each other, when the hurricane winds of every polo final want to topple them down, one of them resists the fury and comes out clean, clear, and brilliant.
That’s Coronel Suárez. Its players have achieved a quality mix, summed up in strength as well as delicacy, in practical beauty, that is, in goal. The final match challenged last year was memorable. This time the spectators who overwhelmed the stands in Palermo were expecting an emotion just like that one. I remember Santa Ana made enough merits to win, but had to cope with losing by one goal. Since the Dorignacs are known for their hot blood, after following their steps during the last years, feeling that rivalry which grows with the passing of time, the public went to see the vengeance, that pleasure of Gods...
Santa Ana will have to wait another year. That’s the result. For a while Coronel Suárez let them taste the glory, they showed it to them, let them taste it, made them work to deserve it and, just right before the end, took it away with a master shot.
Santa Ana had reached the final after performances which weren’t fully convincing: 14-9 against Jockey Club and 13-8 against Los Pingüinos. Francisco Dorignac, the star player of his team, didn’t completely display his 10 goals of handicap; Luis Lalor wanted but couldn’t, and just the extraordinary guts of Gastón Dorignac and some subtle plays by Marcelo endured in the collective memory after the matches. But at the same time Coronel Suárez –winner against Tortugas by 13-6 and Los Ranchos 20-4- wasn’t responding to what we knew of them either. That’s why, assuming that both team’s weaknesses were favoring the eternal loser, just by the fact that the team used to be victorious suffers more while underperforming, it was expected to become an advantage for Santa Ana. And so it was. But this time the Dorignacs didn’t know how to, or didn’t find the way to take full advantage of this situation and once again at the end of the match, clearly, brilliantly, the figure of Juan Carlos Harriott (Jr), today, like no time before, was a vital and definitive piece of a final.
As from the second period Santa Ana began throwing their cards on the table. Gastón Dorignac and Luis Lalor kept even, and with some advantage as time passed by, the fight with Juan Carlos Harriott (Jr) and Horacio Heguy; Marcelo Dorignac surpassed in brightness, in lucidity, in improvisation the other team’s forward player, Alberto Heguy; furthermore Francisco Dorignac, without being just like he was last year, added his strength, while Harriott Sr often remained out of the game and it was notorious how easy it was for Marcelo to solve the problem of his presence in the last yards. That is, that Santa Ana was facing a favorable scenario. They took advantage of this in the midfield, in the game itself; it was superior during many instances and when their four men charged a rolling force appeared, but everything they built, just like children who become bored just two minutes after having made a sand castle, they destroyed. All the effort it took to start against the speed of the Heguys and overcome the barrier of the Harriots became diluted at the time of the definition. Nerves played an important role and just like the boxer who has his opponent at his mercy and doesn’t take advantage of it, that´s how Santa Ana let the chance of passing forward, of overcoming, escape.
After two periods of a magnificent play, the fourth and the fifth periods, during which Coronel Suarez had to use all of its reserves to defend themselves against the torrent, and when Marcelo was already hitting any shot, and Lalor was coming from behind with that special vision he has to push forward, the fatal minute happened. That moment was marked by the fall of Harriott Sr, his injury, the interruption of the match for almost half an hour and the substitution by Carlos Torres Zavaleta. The base of Coronel Suárez which we mentioned before, that understanding achieved after a lot of work and thanks to the organization spirit of the Harriotts, quite especially from the 10 goal handicap one, allowed the team to keep an almost constant line of play; to start for the goal from any position, to take advantage of every opportunity. That is unknown for Santa Ana. Everything they achieve is with their highest effort; every position they reach is after having climbed wearily. Coronel Suárez can climb up, come down and climb up once again. Santa Ana climbs, climbs and either gets there or falls down. If they fall down it has to climb up back again, suffering. When the match was interrupted their machines sped down, their motors cooled, everything was lost. Santa Ana appeared as a product of intuition, with the shine of improvisation; Coronel Suárez came up afterwards just like an elaboration of conscience, applied work, which ends at the right time. To make things worse for Santa Ana the personality of Torres Zavaleta immediately covered the back position with more solvencies, with greater strength, and Marcelo began to fall down. Then, in five minutes during the next to last chukker, Coronel Suárez smelled the opportunity and charged forward. A mistake by Gastón, followed by another by Lalor, another multiple one where Francisco was also part, added to the power of Harriott and the speed of the Heguys, and already Coronel Suárez entered the last period with a three goal advantage and Santa Ana saw their effort fade, definitively lost. The last charges of the Dorignacs by the end were fatalist. They knew they led to nothing. And so it was. But youth always lives in hope. Santa Ana has another year ahead and an objective which has already become an obsession: Coronel Suárez.
Publicado en El Gráfico especial Nº355 (diciembre de 2014)
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