Por Martín Estévez
Volvió cuando el club era un caos y se convirtió en el único que, en los últimos 47 años, ganó dos títulos con Racing. La historia de un crack que debutó tarde, pero recuperó el tiempo perdido llenando las redes.
“Yo amo a racing. Muchísimo. Me encanta jugar acá por más problemas que tengamos”. Si la frase la hubiera dicho minutos después del partido contra Godoy Cruz, es cierto, sería bastante normal. Pero Diego Alberto Milito la dijo a fines del año 2000, cuando Racing estaba quebrado, hundido, al borde del descenso y de la desaparición. Cuando todo salía mal, los chicos de la pensión pasaban hambre y los futbolistas evitaban ponerse la celeste y blanca. Cuando él mismo estaba teniendo una carrera durísima, de mucha paciencia y pocas alegrías.
La historia gloriosa de Milito la saben casi todos, pero ésta, la de la constancia y el sufrimiento, se cuenta poco. Es que nació el 12 de junio de 1979 y, antes que él, ganó popularidad su hermano menor, Gabriel, que se destacó en las selecciones juveniles. Diego llegó a Racing en 1989, cuando era un nenito que veía jugar a Rubén Paz, y se pasó diez años, una década enterita, soñando con llegar, pero sin llegar. Y eso que en las inferiores era de los buenos, eh: en abril del 97, Quinta División, metió ¡cuatro! goles en un 6-2 a Independiente. Y en 1999 fue campeón con la Cuarta, junto a Chiche Arano y el Piquetero Arce.
El tema es que Diego ya tenía 20 años y seguía esperando. A lo sumo jugaba en Reserva, pero en el 98, Racing incorporó a Perezlindo, Latorre, Villalba y Perico Ojeda; y en el 99, a Cordone y Canobbio. Para peor, antes que él ya habían debutado otros delanteros de inferiores, como Lucio Orellano, Julio Suárez (categoría 78) y Juan Manuel Zubeldía (79). Tal vez eso explique un poco por qué Racing estaba como estaba en diciembre de 1999, cuando la dupla técnica formada por Gustavo Costas y Humberto Maschio lo llevó a Santa Fe para jugar contra Unión y en el segundo tiempo le dijo la frase que todos los futbolistas esperan desde chicos: “Vení, que entrás”. Fue un 3-3 y después del debut, cuando le preguntaron por sus sueños, contó: “Me encantaría salir campeón con Racing, es lo más lindo que me puede llegar a pasar”.
El 2000 fue, junto a 1983, el peor año en la historia de Racing. El club y el equipo eran un desastre. Diego convirtió su primer gol (no oficial) en el verano, contra Boca. En el resto del año jugó 27 partidos y metió apenas un tanto: a Colón, claro, en una derrota. Fue cuando terminó el 2000, con Racing habiendo realizado las dos peores campañas de su historia, sin chances de traer refuerzos y al borde del estallido, cuando Milito lo dijo: “Yo amo a Racing”.
Se le abrió el arco
Mostaza Merlo asumió en enero de 2001 y puso como titular a Diego, un poco porque le gustaban sus movimientos y un poco porque casi no había delanteros en el plantel. El Príncipe respondió con goles a San Lorenzo y River en el verano, pero en el Clausura los titulares comenzaron siendo Estévez y Rueda. Uno de los dos grandes enojos que sufrió Merlo en Racing fue en la 2ª fecha, contra Los Andes: la Academia empataba 2-2 y necesitaba ganar, pero él no hacía cambios. “Poné a Milito, no seas...”, gritaban desesperados los hinchas.
Racing llegó a la 17ª fecha con la posibilidad latente de ser alcanzado por Argentinos Juniors y caer en zona de Promoción. Milito, que hasta entonces sumaba 2 goles en 44 partidos oficiales, viajó a Santa Fe y tuvo más de 39 grados el día del partido. Racing perdía 1-0, Colón lo peloteaba y, entonces sí, Merlo lo mandó a la cancha: con fiebre y amor propio, Diego empató el partido en el minuto 90 y le dio un respiro a Racing, que terminaría salvándose de todo.
A partir de entonces, a Milito le cambió la suerte y mejoró sus números: 2 goles en ese torneo, 3 en el Apertura 2001, 6 en el Clausura 2002, 8 en el Apertura 2002... Nacía un ídolo.
Dale campeón, parte 1
Milito fue uno de los tres (junto a Maciel y Vitali) que jugaron los 19 partidos del glorioso Apertura 2001. Su aporte fue clave: dos goles a Newell’s (2-1), asistencia contra San Lorenzo (4-1), gol y asistencia contra Colón (2-1) y la jugada que liquidó el partido en la anteúltima fecha, contra Lanús (2-0).
Lejos de conformarse con el sueño del título cumplido, logró una marca histórica: en los siguientes cuatro torneos fue el goleador del equipo. En el Clausura 2002, la descosió con un doblete en el 2-1 ante el Boca de Bianchi. En el Apertura 2002, hizo 5 goles en una semana: 1 a Gimnasia, 2 a Nueva Chicago y 2 a Olimpo. Recién doce años después, otro jugador de Racing lo lograría: Bou, hace apenas semanas.
En 2003 debutó en la Selección de Bielsa con un gol en el 3-1 a Honduras. Además, metió 6 en el Clausura (uno a Independiente) y 2 en la Copa Libertadores. Y en su último torneo, en recordada dupla con Lisandro López, marcó 8. Su despedida, curiosamente, no fue en 2003, sino en enero de 2004: jugó en el 3-0 a San Lorenzo, por el torneo de verano, pese a que ya había sido vendido al Genoa de Italia.
El rey del viejo continente
Su década en Europa fue impecable. Aunque parezca un error contarla en una revista de Racing campeón, no lo es: los hinchas vivieron sus alegrías como propias.
Diego llegó a un equipo que peleaba por no descender a la Serie C y enseguida lo amaron: metió 12 goles en un semestre (tres al Piacenza) y se animó a patear un penal clave ante Venezia (1-0), cuando todos sus compañeros miraron para otro lado.
En la siguiente temporada, la 2004/05, marcó 21 goles (terminó segundo entre los capocannoniere). Los más importantes fueron en la última fecha: dos para derrotar 3-2 al Venezia y ganar el título y el ascenso a Primera. Todo se fue al diablo cuando se descubrió que el presidente del Genoa había participado del arreglo de partidos. No sólo el ascenso se anuló: el Genoa fue enviado a la Serie C.
El club soltó a Milito, que viajó a España para jugar junto a su hermano Gabriel en Zaragoza. ¿Período de adaptación? Nunca lo necesitó. En su primer año (liga 2005/06) metió 21 goles, incluyendo cuatro en un partido contra Real Madrid, y llegó a la final de la Copa del Rey. Pero todo eso no alcanzó y José Pekerman cometió uno de sus pocos errores claros en la Selección: no citarlo para el Mundial de Alemania.
Los goles llovieron en Zaragoza: fueron 61 en 126 partidos, pero la experiencia terminó con su único descenso.
En 2008 volvió al Genoa, que había ascendido a la Serie A, y estuvo a un grito de ser el goleador del campeonato: metió 23, incluyendo un hat-trick en el clásico ante Sampdoria. Y de allí saltó al Inter.
Fue una etapa monstruosa: 75 goles en 165 partidos y una temporada 2009/10 perfecta. Ganó la Copa Italia: 1-0 con gol suyo en la final ante Roma. Ganó la liga italiana: 1-0 con gol suyo en el partido decisivo ante Siena. Y ganó la Champions League: 2-0 con goles suyos en la final ante Bayern Munich. Antes, aquel Inter de Mourinho había eliminado al Barcelona. Con la Supercopa Italiana, el Mundial de Clubes y la Copa Italia 2011, su cuenta de títulos llegó a 7.
Dale campeón, parte II
A los 35 años, después de una larga lesión y con su contrato en Inter finalizado, le quedaban dos opciones lógicas: irse a contar billetes al fútbol asiático o retirarse. “Yo amo a Racing. Me encanta jugar acá por más problemas que tengamos”, dijo en 2000 y lo siguió pensando en 2014. Algunos de sus compañeros del Inter lo contaron: en sus últimos meses, Milito estaba más pendiente de los resultados de la Academia que de los de su propio equipo. Parece exagerado, pero Milito no podía más del amor por Racing. Y volvió.
Volvió después de que el club terminara último en la temporada por primera vez en su historia. Volvió aunque había que sumar para los promedios, porque el futuro estadístico era oscurísimo. Volvió aunque no hacía falta, aunque ponía en riesgo su prestigio, aunque su estado físico ya no era el de antes. Volvió para cobrar la mitad de la plata que cobraban jugadores que habían arruinado al club apenas unas semanas antes.
Volvió y ganó contra San Martín de San Juan, por Copa Argentina. Y metió un gol en la fecha 1, contra Defensa y Justicia. Y el Cilindro escuchó una de las ovaciones más grandes de su historia en la fecha 2, contra San Lorenzo. Y metió un gol contra Arsenal, y otro para empezar ganando el clásico contra Independiente.
Atención a esta estadística: con Milito en cancha, Racing sumaba 4 triunfos en 5 partidos, y estaba ganando el sexto. Ante el Rojo, salió por lesión y, de pronto, Racing se vino abajo: empató un partido, perdió 3, y estaba perdiendo el quinto (0-1 ante Boca). Diego volvió para esos minutos que faltaban en la Bombonera, y el equipo renació: lo dio vuelta (hermoso pase de pecho a Bou) y, a partir de ahí, ganó 10, empató 1 y perdió 1 de los siguientes 12 partidos. Esos datos alcanzan para entender lo que es Milito para este equipo.
Más allá de su cabezazo clave para abrir el partido ante Estudiantes, o de sus dos golazos para liquidar a Central en Rosario, Milito les explica, a chicos y grandes, cómo se juega en Racing, qué es lo que hay que hacer para salir campeón. Y él puede explicarlo mejor que nadie: es el único ser humano que, en los últimos 47 años, ganó dos títulos con la Academia. Es el superhéroe de Avellaneda.
“Racing es todo, es mi vida. Volví para esto: para ser campeón”, dijo Milito cuando el título se acercaba. Con él, Racing sumó el 85% de los puntos. Sin Diego, el 8%. Su influencia es notable.
43 Los goles oficiales de Milito en Racing: 40 por torneos locales y 3 en copas internacionales. Además, hizo 5 en amistosos.
242 Los gritos en su carrera. Es, detrás de Messi, el máximo goleador argentino en actividad. Hizo 59 en Genoa, 61 en Zaragoza, 75 en Inter, 4 en la Selección y 43 en Racing.
Publicado en El Gráfico: Racing campeón (diciembre de 2014)
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