La vuelta de Milito generó la vuelta de Racing a los primeros planos y la vuelta olímpica en Avellaneda. Trece años después, otra vez campeón.
Este texto debería ser una crónica del partido que, el 14 de diciembre de 2014, jugaron Racing Club y Godoy Cruz. Pero qué les importa a estos 55.000 tipos que están acá, y a los millones que festejan por el mundo, lo que pasó a los 9, 42 o 73 minutos de un partido. Qué les importa el orden táctico, la concentración en la pelota parada o el modo en que se hicieron los relevos. Es 14 de diciembre de 2014, y Racing es campeón del fútbol argentino. No importa nada más.
¿Qué es Racing?
No existen clubes mejores ni peores, pero existen particularidades que hacen especial a cada club. Y, por eso, no es lo mismo un título de River que uno de Huracán, no es igual que el próximo torneo lo gane Vélez o que sea el primero de Gimnasia en el profesionalismo.
En la Argentina, Racing es la suma de las excepciones, el club particular por excelencia, lo inexplicable que intenta ser explicado todos los días. Porque sí, es cierto, todos los clubes tienen particularidades. Pero en Racing todo es particular, impredecible. O el éxtasis o la catástrofe. O la gloria o la humillación.
En la Argentina, Racing es la suma de las excepciones, el club particular por excelencia, lo inexplicable que intenta ser explicado todos los días. Porque sí, es cierto, todos los clubes tienen particularidades. Pero en Racing todo es particular, impredecible. O el éxtasis o la catástrofe. O la gloria o la humillación.
La gran mayoría de los equipos del planeta tienen una tendencia estadística. En Primera, por ejemplo, Boca o River ganan más partidos de los que pierden, más allá de alguna mala racha. Y otros equipos, como Banfield, Tigre u Olimpo, saben que terminar arriba es difícil, y que perder más partidos de los que se ganan no es terrible.
Racing no tiene tendencia. No la tiene, en serio. Ir a ver un partido de Racing es, para los matemáticos, el espacio perfecto para lo imprevisible. Acá va el dato: desde la creación de los torneos cortos en 1991, sumando campeonatos locales, internacionales, copas, amistosos, todo lo que quieran sumar, la Academia jugó 1108 partidos, de los cuales ganó 381, empató 342 y perdió 385. Así de parejos (y de desparejos) fueron, en los últimos 24 años, los resultados de Racing.
Nada se sostiene demasiado: en el año 2000 hizo la peor suma de su historia (26 puntos en 38 fechas) y en 2001, la mejor (71 en 38). En la temporada 2013/14 terminó último (33 en 38) y en este torneo, primero (41 en 19).
Son décadas enteras de inestabilidad. En el 93, Racing le ganó al campeón River, pero perdió el título por su derrota ante Newell’s y su empate con Ferro. En el 99, cayó 7-0 contra Palmeiras y, días después, le empató al Boca de Bianchi, en la Bombonera, con un jugador menos. Ese mismo año, le ganó 3-2 al River de Ramón Díaz y lo dejó sin título; pero, a la semana siguiente, perdió 3-0 de local contra Estudiantes. En el 2001, le ganó 2-1 al Boca campeón del mundo, pero luego cayó 4-0 en Avellaneda contra Almagro. En el 2005 era puntero, pero perdió el Clausura por empates contra Huracán de Tres Arroyos y Almagro. Y un larguísimo, larguísimo etcétera.
No existen clubes mejores ni peores, pero a estos tipos que cantan desaforados, hoy, acá, vestidos de celeste y blanco, les ha tocado (o han elegido) subirse a uno de los trenes más particulares, formar parte de una de las historias con más puntos altos y bajos del fútbol argentino. Estos tipos son de Racing.
Diario de una pasión
¿Por qué lloran y ríen a la vez, si son campeones? ¿En qué piensan estos 55.000 tipos (y tipas), qué es lo que los lleva a soltar tanta angustia acumulada?
Lo que piensan es que, en el 84, jugaban en la B mientras su clásico rival era campeón del mundo. Que, en el 86, tuvieron que alquilarle su plantel a Argentino de Mendoza, porque no tenían ningún torneo que jugar. Que en el 88, cuando iban rumbo a cortar la racha de 22 años sin títulos, un injusto le tiró una bomba de estruendo a Navarro Montoya, y Racing perdió ese partido, dos puntos más y el rumbo.
Piensan que, con Rubén Paz, soñaban con el título en el 91, pero el uruguayo se lesionó al meter un gol en el partido anterior, y no jugó el encuentro clave, ante Boca: Racing perdió 6-1. Que cuando era único puntero y le ganaba a Ferro, en el 93, el Loco Dalla Líbera festejó el gol del 2-0 (¡ni siquiera lo había hecho él!) sacándose la camiseta, y lo expulsaron. A partir de ahí, le empataron el partido y todo se derrumbó.
Lo que piensan es que, en el 84, jugaban en la B mientras su clásico rival era campeón del mundo. Que, en el 86, tuvieron que alquilarle su plantel a Argentino de Mendoza, porque no tenían ningún torneo que jugar. Que en el 88, cuando iban rumbo a cortar la racha de 22 años sin títulos, un injusto le tiró una bomba de estruendo a Navarro Montoya, y Racing perdió ese partido, dos puntos más y el rumbo.
Piensan que, con Rubén Paz, soñaban con el título en el 91, pero el uruguayo se lesionó al meter un gol en el partido anterior, y no jugó el encuentro clave, ante Boca: Racing perdió 6-1. Que cuando era único puntero y le ganaba a Ferro, en el 93, el Loco Dalla Líbera festejó el gol del 2-0 (¡ni siquiera lo había hecho él!) sacándose la camiseta, y lo expulsaron. A partir de ahí, le empataron el partido y todo se derrumbó.
¿En serio hay que escribir sobre el partido, contar que Racing utilizó su esquema tradicional, un 4-4-2 vertiginoso, con Centurión dispuesto a romperlo a la velocidad del rayo, Bou moviéndose por todo el frente de ataque y Milito haciendo siempre lo que le pide la jugada? La realidad es que tal vez ellos, los de Racing, olviden pronto estos noventa minutos, pero evidentemente, antes de que empezara el partido, no se podían olvidar de otras cosas.
De que llegaron con chances la última fecha del Apertura 95 y necesitaban que perdiera Vélez, pero el rival de Vélez era Independiente. Que los del Rojo festejaron como propios los goles del 3-0 del Fortín, porque significaba que Racing seguiría sumando años a sus 29 sin festejos. O que el primer gol de cabeza de un arquero en el fútbol argentino fue de Chiquito Bossio, de Estudiantes, en el Cilindro, para un 1-1 que los alejó de la punta del Clausura 96.
La previa
Tres horas antes de que arranque el encuentro, el estadio ya muestra cubierta más de la mitad de su capacidad. Ninguno de los que tienen menos de 55 años vio a Racing festejar un título en su cancha: la última vez fue en 1961. La atmósfera invade: pareciera que el destino de la humanidad está en juego en estos noventa minutos.
¿Tan difícil es para Racing el desafío de ganarle de local a Godoy Cruz, el equipo más goleado del campeonato? Puf: ¿no alcanzó con lo anterior para entender?
En el 97, casi no se juega un partido de la Supercopa en Avellaneda por las deudas que el club tenía con sus empleados. Mientras los jugadores viajaban rumbo al estadio, se llegó a un arreglo.
En el 98 se hizo un exorcismo en el estadio, pero seis meses después, Racing consumó la segunda peor campaña de su historia, y Daniel Lalín declaró la quiebra del club. Ese mismo año, llegó invicto a los cuartos de final de la Copa Mercosur, definió por penales contra San Lorenzo… y erró los cuatro que pateó.
Ellos escucharon lo que ningún otro grande de la Argentina escuchó alguna vez. “Racing Club Asociación Civil ha dejado de existir”, dijo Liliana Ripoll en marzo de 1999. Los que tienen más de 20 años se acuerdan bien de ese momento. Por todo eso es que ahora, que son campeones, ríen y lloran a la vez los hinchas de Racing. Pero está bien: no nos adelantemos y hablemos sobre lo que pasó en el encuentro final del campeonato.
Después de un recibimiento tan espectacular como podía esperarse, y también un poco más, llegó el pitazo inicial. Racing salió feroz, nada de esperar, nada de cuidar el cero y esperar el momento justo. Racing salió a ser campeón.
A los 4 minutos, Gastón Díaz ya había hecho amonestar a un rival que frenó con violencia su desborde por derecha. A los 6, conexión entre Bou, que la mató de pecho, Milito y Díaz, cuyo buen centro terminó en córner. A los 8, el que desbordó, pero por izquierda, fue Centurión. Y lo hizo de nuevo un minuto después: Milito conectó su centro con sutileza y el arquero la mandó al tiro de esquina.
Los jugadores de Godoy Cruz casi no llamaban la atención. Apenas hubo silbidos intensos para Rubén Ramírez, de mal estado físico cuando jugó en la Academia, y respeto por lo que podía hacer José Luis Fernández, capitán rival surgido de las inferiores académicas.
Los que no pasaban desapercibidos eran los propios: a los 13 minutos, cuando Videla ganó una pelota en mitad de cancha luego de batallar contra tres rivales, bajó la ovación para un volante que hacía seis meses se había ido al descenso y ahora… ahora nada, porque el partido todavía estaba 0-0.
Las posibilidades de sacarse la presión de encima, de meter el gol que desatara el vendaval, continuaron con un cabezazo desviado de Bou tras centro de Pillud, el único bueno que tiró el lateral derecho durante el partido. Godoy Cruz pateó al arco por primera vez a los 15 minutos, pero en un partido así, el cero en el arco propio no alcanzaba.
Racing tenía que ganar y siguió yendo a buscar ese triunfo. A los 18, escapó Bou, movedizo, pero remató demasiado cruzado, cerca del palo derecho de Moyano. Y a los 20, parecida chance para Centurión, y similar también la definición: cruzado y cerca del poste derecho.
De a poco, el optimismo se convirtió en obligación. Los 55.000 que gritaban no querían meter presión ni querían quedarse callados; los jugadores simulaban mostrar calma, pero por dentro, lógicamente, les corría fuego.
Milito asumió un tiro libre cerca del área, a los 30, y se le fue alta por poquito. Centurión volvió a escapar a los 37, pero el buscapié terminó en el “uuuuuuhhh” de las jugadas que pasan cerca. Se extinguieron demasiado rápido los minutos del primer tiempo, y la historia no era como Racing la imaginaba: 0-0, pero ahora quedaban sólo 45 minutos para cambiar la historia. Qué difícil.
Entretiempo
Difícil, en realidad, era ser de Racing cuando, en la Copa Mercosur 99, Palmeiras le ganó 7-0, River lo derrotó 4-0 y Cruzeiro también le regaló un 4-0. Ese mismo año, por el torneo local, la Academia perdió 4-0 contra Boca y 4-0 contra San Lorenzo. Todo en sólo un año.
Era difícil ser de Racing, pero los 55.000 que están acá lo siguieron siendo, con orgullo, contra cargadas inocentes, pero también durante momentos de tristeza real, de angustia profunda, de desesperación.
¿Sabés lo que es despertarte todos los días y escuchar una y otra vez que la deuda no baja, que quieren cerrar tu club, que los jugadores se van por falta de pago, que el promedio acecha, que los demás ganan y golean y festejan mientras tu equipo sólo pierde y sufre, y vuelve a perder y vuelve a sufrir?
Ellos, estos 55.000, y los millones que están por ahí, lo saben. Lo saben demasiado bien. Por eso ríen y lloran a la vez cuando, al ratito de empezado el segundo tiempo, Centurión peleó la pelota como si fuera Videla, Milito recibió y la abrió como si fuera Milito, y Gastón Díaz desbordó como si fuera Walter Fernández: enganche hermoso hacia adentro, marcador desairado y centro perfectísimo para que Centurión, que siguió la jugada, como pide el manual, metiera el cabezazo, también como pide el manual: cruzado, a contrapierna del arquero. La tocó un defensor antes de que entrara, pero dénselo, denle todo el gol a Centurión. El que surgió de inferiores, brilló enseguida, lo vendieron, se cayó el pase, se lesionó feo, bajó su nivel, fue vendido de nuevo y volvió por falta de pago. Todo eso en dos años. El pibe de 21 años que se bancó la 10 de Racing y que, ahora, corre medio estadio mirando a las tribunas para terminar abrazado con todo el banco de suplentes.
Gol de Racing. Gol de Racing, gol de Racing, gol de Racing.
Era difícil ser de Racing, pero los 55.000 que están acá lo siguieron siendo, con orgullo, contra cargadas inocentes, pero también durante momentos de tristeza real, de angustia profunda, de desesperación.
¿Sabés lo que es despertarte todos los días y escuchar una y otra vez que la deuda no baja, que quieren cerrar tu club, que los jugadores se van por falta de pago, que el promedio acecha, que los demás ganan y golean y festejan mientras tu equipo sólo pierde y sufre, y vuelve a perder y vuelve a sufrir?
Ellos, estos 55.000, y los millones que están por ahí, lo saben. Lo saben demasiado bien. Por eso ríen y lloran a la vez cuando, al ratito de empezado el segundo tiempo, Centurión peleó la pelota como si fuera Videla, Milito recibió y la abrió como si fuera Milito, y Gastón Díaz desbordó como si fuera Walter Fernández: enganche hermoso hacia adentro, marcador desairado y centro perfectísimo para que Centurión, que siguió la jugada, como pide el manual, metiera el cabezazo, también como pide el manual: cruzado, a contrapierna del arquero. La tocó un defensor antes de que entrara, pero dénselo, denle todo el gol a Centurión. El que surgió de inferiores, brilló enseguida, lo vendieron, se cayó el pase, se lesionó feo, bajó su nivel, fue vendido de nuevo y volvió por falta de pago. Todo eso en dos años. El pibe de 21 años que se bancó la 10 de Racing y que, ahora, corre medio estadio mirando a las tribunas para terminar abrazado con todo el banco de suplentes.
Gol de Racing. Gol de Racing, gol de Racing, gol de Racing.
Ahora, cuando el partido está 1-0 y el vendaval se desató, recién ahora los hinchas se permiten olvidar por un momento de todo aquello que les hace contener tantas cosas en la garganta, en el pecho, en el alma.
Por algunos minutos dejan de recordar que, en el 2000, Fernando Quiroz era el capitán de un Racing que había perdido 3 partidos de sus últimos 22, pero Teté sintió que su estado físico no era el mejor, que el equipo sufría su lentitud, y se retiró para dejarle lugar a los más jóvenes. Minutos después de que dijera adiós, ovacionado, comenzó una larga racha oscura: de los siguientes 37 partidos, Racing ganó 3.
Que, ese año, 14 jugadores de Racing fueron rematados. Sí: un martillero les ponía un precio de base e iban al mejor postor. Nadie tuvo la crueldad de realizar ofertas, y todos quedaron libres.
Que sí, que hubo un festejo: el del Apertura 2001. Pero justo cuando estaban por celebrar, la Argentina estalló tras doce años de corrupción y desidia, y el torneo se suspendió. Hubo que esperar hasta el 27 de diciembre para festejar. Y, claro, sufriendo hasta el último minuto: hasta el arquero de Vélez, Gastón Sessa, fue a cabecear al área de Racing para arruinar el 1-1 que le daba el primer título después de 35 años. Y el último hasta hoy.
Pero volvamos, volvamos al partido, que de eso se trata este texto. Al momento posterior al gol de Centurión: parece que será un título tranquilo, nada de agonía, nada de sufrir. River empata ante Quilmes, la Academia saca cuatro de ventaja, aunque todavía quedan 34 minutos cuando Godoy Cruz hace sonar la alarma por segunda vez, con un centro peligroso que nadie puede empujar.
El estadio Juan Domingo Perón se mueve, canta, explota, saborea un campeonato del que sólo lo separa media hora. Pero la siguiente llegada de Godoy Cruz es demasiado rápida, a los 19 minutos, y mucho más peligrosa que las anteriores. Si no hubiera sido por Lollo, el empate habría llegado.
Ahí, claro, los hinchas volvieron a recordar algunas cosas. Por ejemplo que, desde el 2003, hubo cuatro partidos en los que Racing empezó ganando 3-0 y en los que terminó empatando o perdiendo. Y que en ese lapso, a ninguno de los otros equipos grandes les pasó ni una sola vez.
Basta, basta: nada de maldiciones, nada de pensamiento negativo. Pero Ayoví gana un cabezazo en el área a los 28 y los hinchas gritan y se atragantan a la vez. Y se atragantan mucho más a los 33 minutos, cuando Milito habilita con delicadeza a Hauche, que había entrado tres minutos antes para liquidar la historia, y Hauche la liquidó: gran definición cruzada y Racing camp…
No, no, nada de eso: bandera levantada, finísimo offside y, encima, malas noticias desde Quilmes. El gol de River obliga a Racing a sostener el triunfo para no regalar lo construido durante 18 fechas.
Ahí sí, a esos 55.000 y a todos los demás se les vino la memoria encima. El gerenciamiento, que terminó vaciando al club y llevándolo a la debacle deportiva; la Promoción que tuvieron que atravesar en 2008 para defender su lugar en Primera; los tres años, 36 meses enteros, en los que debieron calcular su promedio y el de otra decena de equipos para esquivar una y otra vez el Nacional B; las resurrecciones momentáneas con Juan Manuel Llop, con Caruso Lombardi, con Miguel Russo, con el Cholo Simeone, con Luis Zubeldía. Resurrecciones que eran sucedidas por otra caída, otro pozo, otra tristeza.
River gana y Godoy Cruz se viene, y la crónica de este partido, que no tenía que importarle a nadie, empieza a importar. A siete minutos del final, la gran Racing se hace presente: barullo en el área, se viene el empate, se viene la caída del imperio de Cocca, pero Lollo, Lollo querido, Lollo vestido de Loeschbor, Costas y Basile, todos juntos, salva por segunda vez en el partido, por centésima vez en el campeonato. Sufrimiento estilo Racing, para honrar la historia.
No volverá a haber ninguna cornisa más que atravesar. Los restantes minutos pasarán despacio, pero sin falta de aire. Existió todo un año, entre julio de 2013 y junio de 2014, en el que no salió nada bien, y Racing vio pasar técnicos, jugadores y dirigentes sin lograr levantarse, y terminó último, debajo de todos en la temporada.
Eso fue hace menos de seis meses. Y ahí, en ese momento peligroso, Diego Milito, al que todos siguieron por la tele durante una década, decidió volver. Y también volvieron Centurión y Grimi. Y llegaron Cocca, y Lollo, y Nico Sánchez, y Gastón Díaz, y Acuña, y Videla, y Acevedo, y Castillón, y Bou. Y cuando llegó Bou, todos se preguntaban cómo, cómo Racing había dejado ir al colombiano Roger Martínez, promesa de inferiores, para traer a un delantero del montón. Y terminó siendo del montón de goles. Perdón, Bou.
Saja siguió teniendo el alto nivel de siempre, Aued dejó de tener el flojo nivel de siempre (si en algo colaboró Mostaza Merlo en este título, fue en sacar al volante del ropero), Cabral se ganó el puesto en la defensa y Hauche aprendió que es mejor no hacer todo más o menos, sino algunas cuantas cosas bien.
Un título local en 48 años, malas rachas increíbles, sufrimientos, quiebras, promociones. Y estadio lleno, no sólo en esta última fecha, sino siempre, desde el debut ante San Lorenzo hasta este final, el final del 14 de diciembre de 2014. El final del día en el que, por fin, por segunda vez en medio siglo, Racing es campeón del fútbol argentino
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