Por Martín Estévez
Si no sabés qué es el squash, Leandro Romiglio, uno de los mejores jugadores de nuestro país, te cuenta cómo se juega, por qué atrapa y cuál es la situación en la Argentina de uno de los deportes más antiguos.
La diferencia de popularidad entre el fútbol y el squash, en nuestro país, es enorme. Sin embargo, la diferencia entre sus nacimientos fue mínima: el fútbol se reglamentó por primera vez en 1863, mientras que el squash tuvo sus reglas iniciales en 1864. Pese a su antigüedad, en la Argentina nunca ha sido un deporte popular.
Para difundirlo, podríamos explicar nosotros mismos de qué se trata, pero se nos ocurrió algo mucho mejor: que lo hiciera uno de los principales jugadores argentinos, Leandro Romiglio.
Marplatense de 24 años, proviene de familia de squash: su papá Marcelo jugaba y hoy es entrenador de la Selección Nacional. Uno de sus hermanos también compite. Este año, Leandro ganó la medalla de bronce en los Juegos Panamericanos de Toronto, derrotó a Martin Knight (47° del mundo) y obtuvo su primer torneo del circuito profesional (PSA): la Northfield Cup, en Canadá. Actualmente ocupa el puesto 118° del ranking mundial; y en diciembre formará parte del equipo argentino en el Mundial de Kuwait.
-¿Qué suelen decirte cuando contás que jugás al squash?
-Hay dos versiones: la gente que no sabe de qué se trata, y la que me pregunta si se juega en el agua. Suelen tener ideas medio raras de lo que es, porque la verdad es que no es muy conocido.
-¿Y qué es el squash para vos?
-Es un deporte muy adictivo. Esa es la definición, lo primero que me viene a la mente. No conozco a nadie que haya empezado a jugar y lo haya dejado. Es un deporte que engancha, porque todo el tiempo tenés que estar detrás de la pelota, vas mejorando, y te das cuenta de que cada vez le pegás mejor. Y a nivel técnico, se juega en una cancha de 10 metros por 6, tiene una pared frontal, dos paredes laterales y un vidrio atrás. Básicamente, se trata de ganarle el punto al rival poniéndole la pelota lo más lejos posible y utilizando diferentes efectos. Necesitás estar rápido para desplazarte. Al ser una pelota de goma, podés jugar pelotas largas, cortas, altas. No es saltarina, pica lo mínimo.
-¿Qué es lo mejor y lo peor de jugar squash en la Argentina?
-En todos los países, lo mejor del squash es la unión que se genera. A pesar de ser individual, deja muchos amigos. Es un deporte que une; aunque juegues contra otro está todo bien, no hay demasiada competencia. Lo peor, al no ser tan conocido, es que acá no es bien remunerado. Eso genera que haya pocos jugadores compitiendo, porque no hay incentivo económico. A veces se organiza un torneo y los jugadores no van a competir porque pierden plata. Gastás todo en un viaje, y después hay dos otros torneos a los que no podés ir. Además, Argentina queda bastante lejos de todos lados, y viajar es muy caro. Eso son los dos puntos más difíciles.
-¿Cuántos argentinos pueden vivir del squash?
-Hoy en día, ninguno. La mayoría de los chicos que viajamos para jugar tenemos que hacer otra cosa, aunque sea dar clases, trabajar en nuestro club, organizar torneos… Lo que sea. Algunos de nosotros tenemos apoyo del ENARD; y si nos quedáramos acá, tal vez la plata nos alcanzaría, pero gastamos la mayor parte viajando para jugar torneos, entonces no alcanza.
-¿Cuál es el mejor jugador de squash es el mundo?
-Creo que está demostrado que el mejor es el egipcio Rami Ashour, que estuvo en la Argentina en 2013. Tuve la suerte de compartir un rato la cancha con él. Desde hace algunos años viene sufriendo lesiones, y es un poco irregular, pero cada vez que vuelve, gana los torneos que juega. Y, con más constancia, hay tres por encima del resto: el inglés Nick Matthew, el egipcio Mohamed Elshorbag y el francés Gregory Gaultier.
-¿Entre esos jugadores y vos, más allá de las posibilidades económicas, cuál es la mayor diferencia dentro del campo de juego?
-Se nota en el ritmo y en el nivel de competencia: ellos están todo el tiempo jugando torneos grandes, entre ellos, siempre contra los mejores diez del mundo. El ritmo de jugar contra los mejores te hace estar ahí arriba. Es un deporte en el que el estado físico y la experiencia importan mucho, porque todos tienen golpes parecidos, pero hay que saber elegirlos.
-¿Cuál fue tu día más feliz en el squash?
-Hubo varios. En el 2013 se hizo el Panamericano de squash en la Argentina. Estuvieron un montón de tiempo organizándolo, se armó un evento en el country club de Tortugas, en Buenos Aires, y se inauguró una cancha de vidrio, que hacía un montón que no había. Trajeron a Rami Ashour y salimos campeones panamericanos después de ganarle a México, un rival muy duro. Y también cuando gané mi primer torneo profesional, hace pocos días en Canadá. Fue muy lindo, me sentí muy bien.
Publicado en la página web de El Gráfico (octubre de 2015)
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