Por Martín Estévez
Desde hace dos años, él y Racing no paran de pelear campeonatos. Ya consolidado como una pieza importante en el fondo, repasa su larga carrera y asegura: “Solo pienso en seguir ganando”.
Principios de 2006. Nueva Chicago la pasa mal en el Nacional B y su entrenador, Rodolfo Motta, busca soluciones para la debilidad defensiva. Prueba, prueba, y no le encuentra la vuelta. De pronto, apuesta una carta fuerte: llama a un pibito de 20 años, un irregular volante central que no jugaba nunca, y le hace una pregunta: “¿Te animás a ser marcador central?”. El pibe, lo que quiere es jugar. Entonces, le dice que sí, que se anima. Más de diez años después, Nicolás Gabriel Sánchez no imagina cómo hubiera sido su vida si aquella pregunta nunca hubiera llegado. Ascendió con Chicago, fue campeón con River y Racing, y ahora es, junto a Luciano Lollo, el referente defensivo de la Academia.
“Una sola vez había jugado de central -recuerda-, pero fue por una urgencia, un problema de un defensor. Yo era volante. Por suerte, el día que debuté me fue bien, armé una linda dupla con Leonardo Sigali, y seis meses después ascendimos a Primera”.
-Toda tu infancia fue en Mataderos. ¿Eras hincha de Chicago?
-La verdad es que no. Pero, una vez que empecé a jugar ahí, entendí lo que es el club. Hoy en día sigo a Chicago, siempre le deseo lo mejor. Me gustaría, algún día, volver al club para retirarme. En Mataderos vivía con mis viejos, Saúl y Miriam, y con mi hermana Melina. Al principio compartíamos la casa con mis abuelos; y, cuando fallecieron, nos mudamos a un departamento, pero siempre en Mataderos. Hasta que, a los 20 años, me mudé con mi novia a Caballito. Mis viejos me apoyaron mucho en mi carrera. Por ahí mi papá, por ser hombre, siempre fue más seguidor, viajó a todos lados para verme jugar. Mi mamá es de guardar las notas que salen sobre mí, pero también viene mucho a la cancha: si juego de local, siempre están ella, mi viejo y mi mujer.
-¿Se ponen muy nerviosos?
-Me encantaría saberlo, ver un partido con ellos, aunque obviamente nunca voy a poder; pero sé que mi viejo es muy calentón. Durante muchos años tuvo que ponerse auriculares durante los partidos para no escuchar lo que decían los hinchas. Me imagino que, con los años, aprendió que tiene que hacer oídos sordos.
-¿Cuándo conociste a tu mujer?
-A Eva la conocí hace 11 años, estuvimos un año dando vueltas, y hace ya diez años que somos pareja en serio. Ella siempre me siguió a todos lados.
-¿Qué es lo peor de ser la esposa de un futbolista?
-Yo no lo puedo sentir, solo ella lo siente, pero debe ser difícil dejar proyectos personales atrás: sueños, trabajos, actividades. Aunque algunos piensan que es fácil por el buen pasar económico, no cualquiera deja todo por otra persona, y ella lo hizo. Cuando tuvimos que abandonar todo para irnos a Mendoza, ni lo dudó, pese a que no nos habíamos casado todavía. Y ahora que tenemos dos hijos, tiene menos tiempo todavía. Es un esfuerzo que muchas veces tiene que hacer sin mí, por los viajes y las concentraciones, así que trato de valorárselo todo el tiempo.
-¿Cuántos años tienen tus hijos?
-Joaquín tiene dos y medio; y Rafael, 10 meses. Los dos son muy parecidos, los veo idénticos. Siempre intento participar en todo lo que pueda con ellos. Menos darles la teta, creo que hice de todo (risas). No solo por ayudar, sino porque realmente me gusta. En Mendoza estábamos los dos solos, y el primer nacimiento fue por cesárea, así que ahí tuve que ayudar bastante.
-¿Cómo eras de chico?
-Muy distinto a mis hijos, al menos a Joaquín, que ya está más grande. Él es un sinvergüenza, no tiene problemas en hablar con cualquier persona. Se queda con todos, juega con todos. Yo era muy tímido.
-¿Y en el colegio cómo te iba?
-No tenía problemas. No repetí nunca y pude terminar de cursar, pero me quedó una materia pendiente: física de cuarto año. El día que tenía que rendirla, tuve partido, así que la hice apurado y la hice mal. El año pasado, gracias al Chino Saja, que me insistió y me insistió, pude rendirla. Él había terminado el colegio hacía muy poco y me llevó a la Fundación del Futbolista, donde pude aprobarla. En ese momento dudé, pero pensé que si quiero hablarles a mis hijos de lo importante que es estudiar, tenía que darles el ejemplo.
-Si de chico eras hincha de River, ¿por qué hiciste inferiores en Boca?
-Lo que pasó fue que empecé jugando en el club Parque, que en ese momento tenía convenio con Argentinos Juniors. Y poco después, Parque pasó a ser parte de Boca, así que, de golpe, todos los que estábamos en Parque pasamos a ser parte de Boca. Más allá de que mi familia y yo éramos de River, lo que yo quería era jugar al fútbol, no me importaba dónde. Hice inferiores ahí hasta que quedé libre en Octava. Con edad de Séptima, arranqué en Chicago.
-Te nombro tres entrenadores: el primero es Ramón Maddoni.
-Han pasado tantos jugadores por él, que ya lo conoce todo el mundo. A mí no me gustaba jugar en Parque, no me gustaba para nada. Yo quería jugar en el club de mi barrio, porque Parque era muy discriminado en el fútbol infantil. Lo habían echado de FAFI (Federación Amistad de Fútbol Infantil), eran como “los mejores”, y a mí me daba vergüenza. No quería ser parte de esa camada de jugadores. Pero Ramón me insistió y me insistió para que siguiera, y yo seguí yendo para darle el gusto. Después me empezó a gustar, me empecé a divertir.
-El segundo es Leandro Pérez.
-Fue muy importante en mi formación. Ramón me enseñó el amor al fútbol; Leandro me inculcó la disciplina, las ganas de mejorar, de entrenarse, de querer ser mejor. Y eso, cuando sos chico, a veces te cae pesado, pero después lo reconocés y lo valorás. Lo tuve en Chicago. Él ya no está entre nosotros y no pudo verme jugar en Primera. Por eso me gusta agradecer, siempre que puedo, lo que hizo por mí.
-El tercero es Daniel Ahmed.
-Lo tuve en la Reserva de Chicago. Fue poco tiempo, pero vos te das cuenta cuando un técnico es formador de jugadores. Daniel no se preocupaba solamente por ganar el fin de semana, a él le gustaba que el jugador mejore. No entendía cuando un futbolista llegaba al área y no definía bien; entonces se quedaba y te hacía llegar y patear, llegar y patear… Se fijaba en qué detalle fallabas, qué error estabas cometiendo, y lo corregía. Marcaba cuestiones técnicas que un jugador, por sí solo, no puede notar.
-¿Es mejor jugar en un club estable, como Godoy Cruz, aunque no se consigan títulos; o en un club como Chicago, donde descendés, sos campeón y te pasa de todo en poco tiempo?
-Mientras puedas jugar, siempre va a haber ventajas y desventajas. No voy a negar que, por ejemplo, cuando me fui de River a Godoy Cruz gané una tranquilidad que no venía teniendo. En Mendoza no fui campeón, pero jugamos copas internacionales, eso fue muy importante. En cambio, a Chicago nunca, pero nunca, lo vi tener un orden como el que tiene Godoy Cruz, pero siempre alguna alegría les da a los hinchas.
-Fuiste campeón con River en 2008. ¿Fue cumplir el sueño del pibe, o el profesionalismo te quitó la pasión?
-Cuando empecé a jugar como profesional, dejé de ser hincha. Iba a jugar contra River y, si le podía hacer cinco goles, se los hacía. Pero cuando llegué al club, con solo 21 años, se me encendió un poco la llamita del hincha. Lograr el campeonato fue hermoso y, aunque después viví etapas muy complicadas, nada empaña la alegría de aquel título.
-En River sufriste una lesión difícil.
-Sí, me lesioné el quinto metatarsiano y después me resentí, así que estuve casi un año sin jugar. Fue lo más triste que me pasó en el fútbol, más que descender.
-Tu último partido en River fue increíble: entraste en el segundo tiempo cuando perdían 5-1 contra Tigre. ¿Qué pensabas en ese momento?
-Y no solo eso: ¡era la despedida de Gallardo! Él estaba en el banco, conmigo, y se suponía que iba a entrar; pero en lugar de él, entré yo, para aguantar en defensa. Era una señal de que ese River ya estaba terminado.
-Nombrame algún otro detalle en el que ya se notaba que River no estaba bien.
-El desorden dirigencial. Si tenés ese problema, no podés lograr nada. Cuando fuimos campeones en 2008, el club ya estaba lleno de deudas, todo estaba mal. Fue un milagro lo que logramos. Pero después del campeonato todo siguió igual de mal, hasta que tocó fondo con el descenso. Estoy seguro de que ahora el club se organizó, porque es la única manera de lograr algo. Lo vivo acá, en Racing: es un club en el que caminás y se huele aire positivo, te das cuenta de que las cosas van bien, están organizadas. A nosotros no nos falta nada, en todos los sectores del club la gente está contenta. Y eso trae buenos resultados.
-Sin embargo, cuando llegaste a Racing en 2014, el equipo andaba muy mal. ¿No tuviste miedo de que te pasara lo mismo que en River?
-No. Antes de firmar con River, ya sabía que era un quilombo. En cambio, cuando averigüé sobre Racing, me dijeron que, aunque no se daban los resultados, el club estaba ordenado, que se estaban haciendo bien las cosas. Además, imaginé que con la vuelta de Diego Milito, y con el Chino Saja como líder, nos podía ir bien, que podíamos hacer algo lindo. Y creo que no me equivoqué.
Nico no se equivocó, pero sus primeros pasos en la Academia fueron tropiezos. En su segundo partido, lo expulsaron. Y, cuando volvió de la suspensión, el equipo perdió 4-0 contra Tigre y él dejó de ser titular. Le costó un semestre recuperar el puesto. “Fue difícil, estaba enojado por la decisión -reconoce-. En ese momento me había enojado muchísimo con Cocca. Muchísimo, eh (risas). Pero se me pasó rápido, porque estaba seguro de que iba a tener nuevas oportunidades. Además, al equipo le iba bien, no podía ser necio y querer que hubiera cambios cuando no se necesitaban. En ese torneo, fuimos varios los que tuvimos que apoyar desde afuera: Panchito Cerro, Germán Voboril, Chaco Acevedo… Pero, por suerte, todos en algún momento entramos y fuimos importantes”.
-Apenas expulsaron a Cabral, contra Quilmes, en el partido previo a River, ¿ya supiste que venía uno de los partidos de tu vida?
-Sabía que era mi momento. Nunca querés que le pase algo a un compañero, pero cuando pasa, sabés que es tu oportunidad. Contra River ganamos 1-0 y jugué bien. En el partido en el que el equipo me necesitó, yo estuve, y eso me llenó, me hizo sentir importante.
-¿Cómo un entrenador logra hacer sentir importante al que no juega?
-Es difícil. No pasa tanto por el entrenador, sino por el jugador. El entrenador puede hacer de todo, pero el futbolista siempre quiere jugar. En este plantel tenemos la suerte de que los que no juegan son muy inteligentes. Porque si de treinta jugadores, los diecinueve que no juegan están enojados y no colaboran, se termina ensuciando todo. En Racing se fueron cambiando fichas, pero llega buena gente y el equipo no se desarma.
-De tus 14 goles, 13 nacieron de una pelota detenida. Y el otro fue de suerte: contra Rafaela, este año, tiraste un centro y se le metió al arquero. ¿Es una cuenta pendiente meter uno llegando desde atrás o pateando un tiro libre?
-Es cierto, ¡son todos de pelota parada! La verdad es que nunca me quedo practicando tiros libres, así que por eso nunca pateo. Pero la respuesta es sí. Más allá de que por mi posición sea difícil, me gustaría terminar alguna jugada, hacer un gol llegando desde el fondo.
-Contame algún recuerdo que tengas de los dos años compartidos con Diego Milito.
-Las primeras charlas que dio. Apenas se terminó de formar el plantel que iba a ser campeón en 2014, nos juntó y nos dijo que nosotros podíamos ganar cosas importantes en otros clubes, pero que ganar algo en Racing iba a ser diferente a todo, por cómo lo viven los hinchas y por cómo nos lo iban a reconocer para siempre. Y no se equivocó ni un poco. Desde el principio, todos seguimos el camino que Diego nos marcó, nunca nadie se fue para otro lado, y hasta el día de hoy tenemos que darle la razón, porque casi dos años después, los hinchas nos siguen agradeciendo todos los días. Diego, además, nos inculcó no conformarnos. Por eso todos tuvimos tantas ganas de ganar algo más: peleamos el torneo en 2015 y nos quedamos con la espina en las dos Copas Libertadores. Ahora es el momento de seguir con otro referente, que seguro será Lisandro López, pero con la misma idea: ser campeones de algo. El plantel será muy parecido y tenemos muchas cosas por las que luchar. A mí me costó muchísimo llegar a Racing, y también me costó muchísimo ganarme mi lugar, así que en lo único que pienso es en seguir ganando.
369 Los partidos que suma Nicolás Sánchez en su carrera. Debutó el 26/6/2004, en la derrota 1-2 contra Independiente. Jugó 100 veces en Nueva Chicago (2004-2007, 60 en Primera y 40 en el Nacional B); 70 en River (2007-2010); 136 en Godoy Cruz (2010-2014); y 63 en Racing (desde 2014). De los 369, 44 fueron por torneos internacionales.
14 Los goles que convirtió Sánchez. En Nueva Chicago hizo 4, todos en el Nacional B. En River no convirtió. En Godoy Cruz marcó 7, dos de ellos en la Copa Libertadores. En Racing suma 3. Ganó el Apertura 2008 (con River) y el Campeonato 2014 (con Racing). Además, con Chicago vivió un ascenso (en 2006) y dos descensos (2004 y 2007).
Publicado en El Gráfico Nº4470 (junio de 2016)
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