Torneo Clausura 2005, Independiente 2 Rosario Central 0. Avellaneda fue testigo del caos. El partido estuvo nueve minutos suspendido.
Demasiado acostumbrado está el fútbol. Demasiado acostumbrada está la Argentina a convivir con la violencia. Por eso pareció una imagen repetida de tantas tardes, de tantos partidos el hecho de que, a cinco minutos del final, los hinchas de ambos equipos mantuvieran un duelo de piedrazos. Cuán equivocado es vivir un peligro tan grande como algo natural...
Existía la ilusión de que todo terminase en paz. Porque, antes de los incidentes, no hubo más que un duelo de cantos. Desde el simpático "El Rey de Copas no llena la popular" de los de Central, hasta el desagradable "los gatos no se comen" de los de Independiente. Pero sólo cantos. Sin embargo, cuando Nicolás Frutos marcó el segundo gol, el que liquidó el partido, a algunos canallas (en uno y otro sentido) se les acabó la paciencia. Arrojaron --desde su tribuna popular-- numerosos proyectiles hacia el sector de plateas de los locales. Esos proyectiles que nunca se sabe cómo aparecen, pero que siempre están... Se escucharon estruendos de balas de goma. El árbitro Juan Pablo Pompei detuvo el juego.
Los del Rojo, en lugar de hacerse a un lado y disfrutar de un triunfo que esperaron mucho tiempo, respondieron devolviendo las piedras y objetos varios. Pero los plateístas no alcanzaban para extender el caos, entonces, misteriosamente, la reja que separa a ese sector de la popular cedió. Y todos los violentos corrieron al encuentro de los incidentes, el terreno donde más cómodos se sienten.
Durante más de nueve minutos fue una competencia de piedra al blanco. Los jugadores, los verdaderos hinchas, los fotógrafos, todos se quedaron mirando el lamentable espectáculo. Hasta que la Policía --tarde-- actuó. Alcanzaron apenas diez agentes para alejar a la gente de Independiente y terminar con los incidentes. Si bien debió intervenir antes, es facilista culpar a la Policía. Los que tiraron las piedras fueron otros, siempre los mismos, y quienes muchas veces son bancados por los propios dirigentes. Y el partido siguió...
¿Detenidos? Ninguno. La Comisaría 1ª de Avellaneda informó que hubo sólo siete demorados, en los alrededores del estadio, por averigüación de antecedentes. Todos quedaron libres horas después. El choque de hinchadas no provocó detenciones, pero sí un herido: un policía recibió un proyectil en el pómulo, debió ser atendido por personal médico y anoche se recuperaba en su casa. Demasiado acostumbrado está el fútbol a ver una, y otra, y otra vez lo mismo: violencia.
Existía la ilusión de que todo terminase en paz. Porque, antes de los incidentes, no hubo más que un duelo de cantos. Desde el simpático "El Rey de Copas no llena la popular" de los de Central, hasta el desagradable "los gatos no se comen" de los de Independiente. Pero sólo cantos. Sin embargo, cuando Nicolás Frutos marcó el segundo gol, el que liquidó el partido, a algunos canallas (en uno y otro sentido) se les acabó la paciencia. Arrojaron --desde su tribuna popular-- numerosos proyectiles hacia el sector de plateas de los locales. Esos proyectiles que nunca se sabe cómo aparecen, pero que siempre están... Se escucharon estruendos de balas de goma. El árbitro Juan Pablo Pompei detuvo el juego.
Los del Rojo, en lugar de hacerse a un lado y disfrutar de un triunfo que esperaron mucho tiempo, respondieron devolviendo las piedras y objetos varios. Pero los plateístas no alcanzaban para extender el caos, entonces, misteriosamente, la reja que separa a ese sector de la popular cedió. Y todos los violentos corrieron al encuentro de los incidentes, el terreno donde más cómodos se sienten.
Durante más de nueve minutos fue una competencia de piedra al blanco. Los jugadores, los verdaderos hinchas, los fotógrafos, todos se quedaron mirando el lamentable espectáculo. Hasta que la Policía --tarde-- actuó. Alcanzaron apenas diez agentes para alejar a la gente de Independiente y terminar con los incidentes. Si bien debió intervenir antes, es facilista culpar a la Policía. Los que tiraron las piedras fueron otros, siempre los mismos, y quienes muchas veces son bancados por los propios dirigentes. Y el partido siguió...
¿Detenidos? Ninguno. La Comisaría 1ª de Avellaneda informó que hubo sólo siete demorados, en los alrededores del estadio, por averigüación de antecedentes. Todos quedaron libres horas después. El choque de hinchadas no provocó detenciones, pero sí un herido: un policía recibió un proyectil en el pómulo, debió ser atendido por personal médico y anoche se recuperaba en su casa. Demasiado acostumbrado está el fútbol a ver una, y otra, y otra vez lo mismo: violencia.
PUBLICADO EN CLARÍN, ABRIL DE 2005
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