miércoles, 14 de enero de 2009

TC 2000: Detrás de escena


AJUSTATE EL CINTURÓN DE SEGURIDAD Y SUMATE A UN EQUIPO DE TC 2000 DURANTE UN FIN DE SEMANA. INTIMIDADES, ALEGRÍAS, TRISTEZAS, EMOCIÓN...

No hay público, ni cámaras, ni show. Sólo mecánicos, chapistas e ingenieros trabajando minuciosamente sobre un auto. Es sábado, nueve de la noche en Santa Fe, y en el boxes del equipo Renault se analiza lo que pasó y lo que podría pasar. No hay público, ni cámaras, ni show. Pero esto también es el TC 2000.

La carrera de los 21 días
Para un equipo, una carrera no dura alrededor de una hora. Dura 21 días. Empieza al terminar la anterior. “¿En qué se trabaja primero? Plastiquería, pintura, se comprueban los golpes de los autos y se hacen pruebas”, explica Julio César, uno de los mecánicos. Luego de dos semanas de retoques, el jueves previo a la carrera el equipo viaja (en este caso a Santa Fe) y arma su boxes en el novato circuito callejero. Durante cuatro días, intentarán darle a los pilotos el mejor auto posible.
Los pilotos son Guillermo Ortelli y Aníbal Zaniratto. Sus movimientos definirán las caras del equipo. ¿Qué es el “equipo”? Más de veinte personas con funciones específicas pero relacionadas. Desde el Director General hasta el chofer del motorhome, todos son “el equipo”. Entonces, si durante los entrenamientos una maniobra de Zaniratto termina con el auto 12 muy golpeado, es lógico que los ánimos se tensen. Algunos intentan arreglarlo, pero no: se acabó el fin de semana para una de las dos esperanzas de Renault. Hay bronca, y no se trata de Zaniratto, quien se lleva bien con el equipo y les ceba mates a los mecánicos. Se trata de que el trabajo de 18 días se arruinó. El golpe es duro para todos: bienvenidos a la otra cara del TC 2000.

Fotos: Alberto Raggio

Sábado: el equipo se juega todo
“Desde el jueves trabajamos para hacer una vuelta rápida. Hoy, unas décimas más o menos van a marcar el éxito o la decepción”, asegura Miguel Rodríguez, mecánico de Zaniratto, pero trabajando codo a codo con Ortelli. Es así: nadie se queda de brazos cruzados. Si en las carreras hay cuatro personas sobre cada auto, esta vez serán ocho sobre el que queda.
El momento de la clasificación es el de mayor adrenalina: diez minutos en los que el piloto busca la “vuelta rápida”. Los mecánicos siguen los números por televisión. Directores deportivos e ingenieros están al lado de la pista, en contacto auditivo con el piloto y con nueve canales a su disposición para ver los distintos sectores de la pista.
Ortelli hace bien su trabajo. El quinto puesto trae satisfacción y conformismo. “El ambiente está bárbaro. Si hubiéramos estado 10 ó 12 estaríamos de otra manera…”, reconocen. ¿En qué contexto vale el quinto lugar? ¿Qué espacio ocupa el equipo en el TC 2000? “Que este año haya retornado Renault es muy importante –explica Miguel Angel Sebastián, periodista que sigue a la categoría desde 1980-. Además, se potenció al incorporar a un piloto como Ortelli. Creo que en 2007 el equipo peleará el campeonato”.
La clasificación terminó, pero el trabajo del equipo recomienza. Se levanta al auto y se revisa qué golpes tiene. La chapa se cambia en cuestión de minutos. Los detalles técnicos parecen infinitos. Y el trabajo, literalmente, debe ser milimétrico. No pueden haber fallas.
Mientras una parte del equipo trabaja sobre el Megane número 11, piloto e ingenieros intercambian sensaciones. “Tras esta reunión sabremos a qué apuntar mañana –dice Guillermo Kissling, Director Deportivo de Renault-. Hacemos un balance de la funcionabilidad (caja, frenos) y el comportamiento (si va de trompa o de cola) del auto y buscamos mejoras en la adherencia”. Horas después, con la Luna sobre sus cabezas, los mecánicos siguen trabajando. Un puñado de aficionados juega con la similitud del chapista con un arquero y corean: “Vivaaaaldo, Vivaaaaldo”. Se permiten las risas: el deber está cumplido.

Domingo: emociones intensas

Mientras se ajustan los detalles, hay tiempo para descubrir que el equipo tuvo un anexo permanente: seis promotoras. “No es un trabajo tonto: más allá de sostener un paraguas y sonreír, pertenecemos al equipo. La gente no sabe que estamos paradas durante horas… Conocemos a los pilotos y al equipo, hay muy buen clima”, dice Eugenia, que sonríe aunque ninguna cámara le apunte.
A las 10.15 comienza la prueba de tanques llenos. El contacto por radio entre el jefe de ingeniería y el piloto es importante. “¿Doy una vuelta más, Willy?”, pregunta Ortelli. “Como quieras, Guille, fijate cómo anduvo. Cuando aceleraron, Rossi y vos estuvieron iguales”, le avisa Kissling. Luego, Ortelli pregunta si Ledesma “se pegó fuerte”. Interacción permanente es la receta.
A la hora de la carrera, en el box de Renault se reúnen 40 personas alrededor de un televisor: mecánicos, la familia de Ortelli, promotoras y algunos curiosos. Los ingenieros, pegados a la pista. El arranque es auspicioso. Ortelli trepa y con un par de maniobras prodigiosas sostiene el tercer puesto. El equipo se mira con sonrisas: si terminan entre los tres primeros recibirán premio extra. Restan cinco minutos para que se dé por finalizada la carrera. De pronto, estupor. Ortelli pierde el control del auto. Su esposa se cubre el rostro. El auto pierde cuatro posiciones y el paragolpes delantero, pero sigue en carrera. Instintivamente, se preparan para recibirlo en boxes, pero no es necesario. El número 11 se mantiene en pista hasta el final. La 7ª ubicación no conforma a nadie: el podio estuvo cerca.
Con gesto serio, se recibe al auto y se desarma el boxes. Comienza el retorno a casa. La revancha será en 21 días. “Quienes conforman un equipo no cumplen un trabajo solamente –revaloriza Guillermo Kissling-. No se puede hacer automovilismo sin amar a la actividad”. Fue un fin de semana en el que hubo pasión, profesionalismo, alegría, suspenso y tristeza. Pero, para el equipo Renault, fue sólo un fin de semana de TC 2000.


Desayunando con Guillermo Ortelli
Falta una hora para que se suba sobre el Renault Megane, pero viendo su tranquilidad, nadie lo imaginaría. Lejos de su tierra natal, Salto, en un motorhome convertido en comedor familiar, Guillermo Ortelli toma café con su mujer Analía, su hijo Mateo, su padre, el Director del equipo Renault --Edgardo Fernández-- y, por esta vez, con la revista Fox Sports. Guillermo responde mientras mira la largada de la Fórmula 1. “Es importante tener cerca a mi familia, sino los fines de semana no los vería”, aclara y agrega: “No me gustaría que Mateo sea piloto, pero él elegirá lo que quiera”. Analía, en cambio, está un poco menos relajada: “Durante las carreras sólo rezo para que no le pase nada. No importa si gana, sólo quiero que llegue bien”. Guillermo avisa: “Voy a prepararme”. Cinco minutos después está listo. Toma a Mateo en brazos, le da un beso a Analía y camina rumbo a los boxes. El tetracampeón de TC está a sólo minutos de jugarle una carrera al viento. Pero, viéndolo, nadie lo imaginaría.

PUBLICADO EN FOX SPORTS (EDICIÓN ARGENTINA) Nº3, JUNIO DE 2006.

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