jueves, 12 de junio de 2014

Independiente – Hay que pasar el infierno

Por Martín Estévez

Les guste o no a sus miles de hinchas, ya es una realidad: Independiente se fue al descenso y tendrá que soportar, uno por uno, 42 partidos en el Nacional B. Para leer durante el viaje por todo el país, que recién comienza, analizamos 6 razones por las que bajó de categoría, repasamos 6 momentos inolvidables de estas tres temporadas y descubrimos 6 motivos por los que se puede soñar con que el Rojo de Avellaneda, viejo y querido Rey de Copas, vuelva pronto a la Primera División.

6 motivos por los que descendió

Futbolistas de vuelo bajo
"Ahí están, ahí los ven, los que nos mandan a la B”, cantaron en algún momento las enfurecidas almas rojas. Al final hubo aplausos para los jugadores, más porque pusieron la cara para la trompada final que por haber jugado bien. El caso simbólico fue el de Rolfi Montenegro (foto), que volvió para salvar al club, tuvo un nivel bajo y terminó silbado por algunos hinchas. Aunque el contexto es importante, en los resultados, los jugadores tienen mucha influencia. Y la mayoría de los que pasaron por Independiente en estos tres años fueron desde el rendimiento tibio hasta el fracaso rotundo. Los hinchas no nos perdonarían la falta de valentía para especificar nombres. Maximiliano Velázquez, lateral, jugó 40 partidos de los que significaron el descenso con un nivel de pobre para abajo. Cristian Pellerano (48 juegos) y Nicolás Cabrera (27), que ya habían mostrado intrascendencia en Racing, aportaron más nada que algo en el mediocampo. Hilario Navarro, considerado un traidor del otro lado de Avellaneda, empezó para ídolo y terminó desaparecido entre lesiones y malos rendimientos. Leonel Núñez casi no hizo goles (4 en 24 partidos). Lucas Mareque y José Vélez fueron de los laterales que peor rindieron en la historia del club. Lo poquísimo que mostró Gabriel Vallés (41 partidos), el fracaso de Walter Busse, la parsimonia de Víctor Zapata, la ineficacia del colombiano Marco Pérez... Y las condenas, que el pueblo de Independiente sabrá justas, siguen en “Refuerzos sin compromiso”.

Los DT no le encontraron la vuelta
Seis entrenadores formaron parte de la campaña que llevó a Independiente al Nacional B (siete si se cuenta el interinato de Ricardo Pavoni). De distinta clase: dos con prestigio y que habían sido campeones en el club (Américo Gallego y Miguel Brindisi); un símbolo de River (Ramón Díaz); un símbolo de Huracán (Antonio Mohamed); y dos ex jugadores de la casa haciendo sus primeras armas (Daniel Garnero y Cristian Díaz). Ninguno pudo armar un equipo fuerte, decidido, con personalidad. Garnero llegó recomendado por César Menotti, entonces asesor del club. Acumulaba siete partidos sin ganar de su paso por Arsenal, y en el Rojo llevó la suma a 14: empató 3, perdió 4 y se fue junto a Menotti. Mohamed priorizó la Copa Sudamericana 2010 (la ganó) y fue el que tuvo números menos condenables, aunque nada buenos. Cristian Díaz comenzó como interino, pero una sucesión de triunfos extendieron su estadía a 25 partidos: improvisación que se pagó cara. Otro Díaz, Ramón, demostró que depende del plantel que tenga, y en Independiente tuvo uno bastante pobre. Gallego (foto) parecía un salvador infalible, pero falló y terminó empatando su historia en el Rojo: un título, un descenso. A Brindisi se lo trató con suavidad porque ganó tres de sus primeros cinco partidos, pero en el momento decisivo, los últimos cinco, empató tres y perdió dos.


La deuda bajo la alfombra
A esta altura, creer que las pésimas administraciones no inciden en los resultados es, como mínimo, absurdo. A veces inciden más y a veces menos, pero inciden. El caso de Independiente es extremo: debe 320 millones de pesos. Cuando se habla de fútbol estamos acostumbrados a escuchar cifras astronómicas sin pensarlas ni un segundo. Hagámoslo: 320 millones de pesos, cifra admitida por el presidente Javier Cantero. Aun así, Independiente siguió contratando jugadores, sostuvo planteles extensos y generó nuevas deudas. Para demostrar la influencia directa del factor económico, durante marzo de 2013 (en plena lucha por no descender) el plantel suspendió un entrenamiento para exigir que le pagaran parte de una deuda.

Lo marearon tantas copas
Este punto presenta una discusión ideológica: ¿está bien apuntar más alto de lo que podemos llegar? Independiente se entusiasmó en 2010 con la posibilidad de volver a ganar un título internacional después de quince años. En la Copa Sudamericana fue avanzando fases casi a los manotazos (contra Defensor Sporting zafó a 15 minutos del final, a Tolima y a la Liga de Quito los eliminó solamente por tener más goles como visitante) y llegó a una final atípica: jugaban el Rojo, que terminó último en el torneo argentino, contra Goiás, descendido en la liga brasileña. El Rojo sufrió, pero terminó ganando por penales. Ese 8 de diciembre, mientras todos festejaban (foto), casi ninguno advertía que estaban hipotecando el futuro: Independiente terminó con 14 puntos en la que fue la peor de estas seis pobres campañas. Los hinchas, lo sabemos, van a recordar aquel momento de esperanzas con dolor: se pensaba entonces en que renacía el Rey de Copas, porque al club se le abrían las puertas para jugar muchos torneos internacionales: la Copa Libertadores, la Suruga Bank, la Recopa, la siguiente Sudamericana... Los promedios ya eran una preocupación (Independiente, recordemos, sufrió hasta la fecha 35 de la temporada 2010/11), pero muchos creían que el casi milagro de la Sudamericana podía repetirse con un plantel que, insistimos, perdía más de lo que ganaba. La doble competencia fue permanente durante estas tres temporadas; incluso en 2013, cuando jugó la Sudamericana. Y no sólo desgastó físicamente a los jugadores, sino que cada eliminación (porque Independiente no ganó ni una sola de todas las copas que jugó) resultó un golpe anímico fuerte.


Demasiadas malas rachas
Es cierto que la mayoría de los equipos argentinos son irregulares en cuanto a resultados, pero Independiente fue claramente el más “rachero” de los últimos tres años. ¿Qué significa rachero? Que es capaz de conseguir cuatro triunfos seguidos y, después, perder cuatro al hilo con los mismos jugadores. Fue un equipo demasiado anímico y lo terminó pagando. Las malas rachas, además, fueron más extensas que las buenas. En la 2010/11, por ejemplo, arrancó con 7 partidos sin ganar (el DT era Garnero). Dos meses después, acumuló 5 empates seguidos entre torneo y Sudamericana. Y en esa misma temporada, ya con Mohamed como técnico, otra racha terrible: 13 sin ganar, con siete empates y seis derrotas. De esos 13 sin ganar pasó directamente a 8 sin perder (tres por la Libertadores), hasta que cayó ante Racing por el Clausura 2011. En 2012, con Ramón Díaz en el banco, sufrió cuatro derrotas consecutivas, más una por Copa Argentina. Cristian Díaz, inmediatamente, revirtió el ánimo: perdió un partido de ocho. Pero al segundo tropiezo (1-3 con Arsenal) llegó la peor tormenta de la historia del club: un cruel vendaval de 15 partidos sin triunfos (especificados en la tabla que aparece debajo) que no sólo liquidó a Cristian Díaz, sino que abarcó los primeros partidos de la era Gallego. Siguieron las rachas: cuando el Tolo ganó su primer partido, encadenó cinco triunfos al hilo. Pero, sin nada en el medio, después sufrió 11 partidos sin ganar. Después de esos 11, ganó dos y arrancó otra seguidilla pésima: siete encuentros sin festejos que terminaron con el alejamiento del Tolo y la llegada de Brindisi. Y Miguelito, para no ser menos, llegó a sumar 7 partidos sin derrotas, pero arrancará en el Nacional B con una acumulación de 6 sin ganar.

Refuerzos sin compromiso
No fue una mala elección, fueron muchas malas elecciones. Antes de cada uno de los seis campeonatos que condenaron a Independiente, entre directores técnicos y dirigentes decidieron quiénes reforzarían a planteles que, evidentemente, no eran la gran cosa. Y eligieron mal, muy mal. De alrededor de veinte nombres, apenas puede defenderse el rendimiento de cinco: Facundo Parra, Gabriel Milito, Cristian Tula, Fabián Vargas y (que los de Independiente no nos insulten) Ernesto Farías. El resto, indefendible. Durante la temporada 2010/11 llegaron Maxi Velázquez, Roberto Battión, Cristian Pellerano, Nicolás Cabrera, el mencionado Parra, Iván Vélez, Germán Pacheco, Matías Defederico (uno de los fracasos más rotundos) y un caso emblemático: Jairo Castillo, por quien se hizo un esfuerzo, jugó dos partidos y se le rescindió el contrato. En la 2011/12 se sumaron Osmar Ferreyra (de los que más jugaron: 65 partidos), el Tecla Farías y dos refuerzos bastante inexplicables: el uruguayo Adrián Argachá (sólo 12 encuentros) y el delantero Gino Clara, que jugó apenas una vez. Si hasta ahí las incorporaciones eran una ensalada sin cohesión, para la temporada decisiva, la 2012/13, hubo un plan: traer jugadores experimentados para soportar la presión. Y evidentemente el plan fracasó, porque el Rojo sumó apenas 39 puntos y los que terminaron aplaudidos fueron los juveniles surgidos del club. Además de los rescatables Tula y Vargas, los (mal) elegidos fueron Claudio Morel Rodríguez, Jonathan Santana, Víctor Zapata, Luciano Leguizamón y Juan Felipe Caicedo.



6 momentos para la historia

El increíble 5-4 en la Bombonera
Aunque en la historia futbolística de Independiente estas tres temporadas serán una gran sombra negra, sin matices, no todas fueron malas para el Rojo. Hubo momentos felices: la obtención de la Copa Sudamericana 2010, tres triunfos contra Racing (uno por goleada: 4-1), los 29 puntos en el Clausura 2011, la noche en la que eliminó a Boca de la Sudamericana 2012... Y el episodio más luminoso, al menos desde lo emotivo, fue el 5-4 contra Boca en el Clausura 2012. Es por esa tarde-noche increíble que resulta difícil catalogar como un fracaso el paso de Ernesto Farías por el club. El Rojo arrastraba cinco derrotas seguidas y un equipo lleno de juveniles (Diego y el Patito Rodríguez, Fabián Monserrat, Patricio Vidal) dirigido por Cristian Díaz visitó en la Bombonera al equipo de Julio Falcioni, que venía de ser campeón y acumulaba 33 partidos sin perder como local. Fue un encuentro hermoso: el Rojo se puso 2-0 en seis minutos, gracias a Vidal y a Osmar Ferreyra. Descontó Roncaglia, pero Farías estiró el resultado a 3-1. Boca fue a buscarlo y, con gritos de Riquelme, Roncaglia y Pablo Ledesma se puso 4-3 arriba a quince minutos del final. El partido se moría y, a dos minutos del cierre, Farías lo empató: 4-4. Boca quiso aprovechar la última, pero salió un contraataque perfecto y el Tecla, en su noche más gloriosa en Independiente, definió por arriba de Orion. Recontra golazo, triunfo enorme, como en los viejos tiempos: Boca 4, Independiente 5.

La derrota contra Jubilo Iwata
La madrugada del 3 de agosto de 2011 marcó un quiebre anímico fundamental en la vida de Independiente. No exageramos. El año 2010 se había cerrado con la obtención de un título internacional, la Copa Sudamericana, después de quince años. Y en el Clausura 2011, el equipo sumó 29 puntos que le permitieron escaparse de la Promoción y respirar tranquilo. Además, River se iba al Nacional B y el Rojo quedaba como uno de los dos grandes sin descensos. Se hablaba del retorno del Rey de Copas, porque Independiente, gracias a esa Sudamericana, accedía a otros cuatro torneos internacionales que podían aumentar su cuenta. La eliminación de la Copa Libertadores 2011 fue dolorosa pero esperable: de local, no pudo contra Godoy Cruz (1-3) ni contra Liga de Quito (1-1), equipo que terminó clasificando a la siguiente ronda junto a Peñarol. Lo inesperado fue perder la Suruga Bank ante el Jubilo Iwata. El Rojo fue confiado a Japón a enfrentar a un equipo débil, repleto de jugadores locales y con apenas un extranjero: el desconocido brasileño Gilsinho. Todo listo para una fiesta, pero el equipo de Mohamed jugó muy mal, empató 2-2 y terminó perdiendo por penales. El plantel quedó golpeado y para peor, el 24 de agosto perdió la Recopa Sudamericana contra Inter de Porto Alegre. Las copas se volvieron un trauma: Liga de Quito eliminó al Rojo de la Sudamericana 2011 y la Universidad Católica lo dejó afuera en 2012. Ni siquiera en la Copa Argentina pudo cambiar la mala imagen: quedó eliminado rápidamente en 2012 y 2013. Ahora, y por lo menos hasta 2015, verá las copas internacionales desde afuera.

Los otros grandes, a la expectativa
El sufrimiento de Independiente retumbó en el fútbol argentino: casi todos deseaban que el Rojo se fuera a la B. La postura más controversial fue la de los hinchas de River, porque si caía Independiente, Boca quedaba como el único grande sin descensos. Igual, cantaron “el que no salta se va a la B” cuando le ganaron al Rojo a dos fechas del cierre. San Lorenzo condenó a Independiente al ganarle en el Libertadores de América; pero no hubo burlas, ya que fue sin público visitante. La gran fiesta, claro, la hicieron los de Racing, que estuvieron 38 fechas preparándose con afiches, fantasmas, videos en internet, banderas y canciones. Incluso, en el triunfo 2-0 ante Boca, el fantasma de la B entró a la cancha, dio una vuelta a lo Toti Iglesias y gambeteó a la policía mientras los hinchas deliraban.

Las muecas del destino
Muchos rivales que colaboraron con el descenso metiéndole goles a Independiente tienen historias para contar. Cristian Tula, ovacionado durante 2013, le hizo uno jugando para San Lorenzo (empataron 1-1) en el Apertura 2010. Esos puntos perdidos después los padeció él mismo. José Sand estuvo un año sin hacer goles en Racing... excepto dos contra Independiente, en 2012. A Tomoyuki Arata no lo recuerda nadie, pero es el japonés que empató el partido cuando Independiente estaba ganando la Suruga Bank, copa que terminó perdiendo por penales. Guillermo Roffes, de Huracán, hizo un solo gol en su carrera: el 1-0 a Independiente en 2010. Hasta un Marangoni festejó contra el Rojo: Rodrigo, para Tolima y por la Sudamericana. Leguizamón no sólo anduvo mal en su paso por el club: le había hecho goles con la camiseta de Arsenal. Varios futbolistas detestados por el Rojo también fueron verdugos: Fuertes, Schiavi, Chirola Romero, Maxi Moralez y la Gata Fernández. Incluso Palermo hizo su aporte con un gol en 2011. El que más gritó contra Independiente en estos tres años fue Rubén Ramírez: dos con Banfield y tres con Godoy Cruz. Hasta Gabriel Milito, el héroe retornado, metió un gol en contra de la valla roja.


El regreso de Gabriel Milito
El primer caso importante fue el de Gustavo López. Gustavito, crack del equipo campeón en el 94, había hecho una gran carrera en Europa y su retorno era lógico. El declaraba que quería volver, la gente quería que volviera, pero pasaron los años, las chances se fueron cayendo y, un día, Gustavo López se retiró sin volver a ponerse la camiseta roja. En los últimos años, los posibles retornos fueron muchos: sonaron Diego Forlán, Matías Vuoso, Oscar Ustari, Lucas Biglia, Esteban Cambiasso, Daniel Guiñazú, el Pocho Insúa... pero nadie volvió. Por eso, cuando Gabriel Milito anunció su regreso, revolucionó al club. El Mariscal había sido campeón y figura en el Apertura 2002 (último título local) y se fue al Zaragoza español, donde la rompió hasta tal punto que en 2007 fue contratado por el Barcelona. Durante cuatro temporadas, Milito convivió con las superestrellas del Barça y se llenó de títulos: tres ligas españolas, dos Copas del Rey, tres Supercopas españolas, dos Champions League, una Supercopa europea y un Mundial de Clubes. Además, fue un habitué de las convocatorias de la Selección, con la que jugó el Mundial 2006. Con esos logros en la valija, a los 30 años, decidió volver. El gran día fue el 10 de agosto de 2011, en un triunfo 2-1 por la Recopa Sudamericana. Jugó una temporada en el Rojo, en la que acumuló 14 triunfos, 8 empates y 13 derrotas, pero las lesiones no lo dejaron en paz y se retiró ovacionado después de un 0-0 contra San Lorenzo, el 17 de junio de 2012. Sin cobrar, se quedó a colaborar externamente con el plantel en la lucha por evitar el descenso. Le ofrecieron ser el DT cuando se fue Américo Gallego, pero no aceptó. Seguramente, seguirá ligado al club durante mucho tiempo.

Las humillaciones deportivas
El camino hacia el infierno del Nacional B fue casi una tortura para los hinchas de Independiente. Con excepción de festejos esporádicos (la Sudamericana 2010, el 5-4 a Boca, los clásicos en casa contra Racing), la mayoría de los partidos terminó no sólo en derrota: algunos quedarán como manchas en el glorioso currículum rojo. En la temporada 2010/11 sufrió un 0-4 en cancha de Banfield, un 1-4 en Mendoza contra Godoy Cruz y un 0-3 ante Arsenal en Sarandí. Encima, Racing le ganó 2-0 con un gol del odioso Teo Gutiérrez, y hasta perdió los dos partidos del verano: 2-3 contra San Lorenzo y 0-2 ante Boca. En la 2011/12, cayó 5-1 en un amistoso contra el Ajax de Holanda (jugó la Reserva), fue goleado 3-0 de visitante por Banfield y por Colón, All Boys le ganó por el mismo resultado en Avellaneda y quedó eliminado en la segunda ronda de la Copa Argentina contra Belgrano. Y en la reciente temporada, Racing le ganó 2-0 ¡con goles de Sand!, perdió de local contra Arsenal, Belgrano y Godoy Cruz, y Arsenal lo eliminó de la Copa Argentina.


6 motivos para volver a creer

El apoyo de su hinchada
Durante la temporada se comprobó que los hinchas de Independiente también acompañan en las malas. Fue un año difícil, lleno de sufrimiento, pero siempre con mucha gente en las tribunas. Lo mejor sucedió la tarde del descenso, cuando se reaccionó gritando el amor por el club y sin violencia. Sorprendentemente, en el peor momento de la historia, el Rojo aumentó su cantidad de socios: tiene nada menos que 84 mil. Y lo que hagan sus hinchas puede ser vital durante la próxima temporada. El Nacional B será un torneo largo y lleno de equipos del interior. Cuando juegue de local, la gente será importante con sus expresiones: puede generarles presión a los jugadores propios, ya colmados con la responsabilidad de devolver a Independiente a Primera; o puede achicar al rival, meterle miedo, intimidarlo. Cuando San Lorenzo, Racing y River pasaron por la Segunda División, hicieron explotar las canchas. Seguramente, cuando empiece el torneo, los del Rojo estarán ahí, pero lo difícil vendrá a medida que avance el torneo y algún que otro resultado no sea el esperado: ahí habrá que armarse de paciencia por el bien del equipo. Tal como dice Eduardo Sacheri en su columna de esta edición, esta es la gran oportunidad de los hinchas de demostrar que son capaces de seguir al Rojo hasta el mismísimo infierno. Seguro que la van a aprovechar.

Los ejemplos de los otros grandes
Seguramente, muchos hinchas de Independiente habrán pensado que si el equipo descendía, se iban a morir, se mudarían de país, dejarían de ver fútbol para siempre. Y seguramente habrán comprobado que no fue así, que el descenso duele, se sufre, nos hunde en lo más oscuro de nuestra alma futbolera, pero no es la muerte, la mudanza ni el abandono de nadie. Ya está, Rojo, hay que mirar para adelante. Ya les pasó a otros grandes y volvieron a lo grande. El último caso fue el de River. Cuando descendió, Matías Almeyda (foto) anunció su retiro, se hizo cargo del equipo y empezaron a llegar figuras: Cavenaghi, el Chori Domínguez, Leonardo Ponzio y hasta David Trezeguet. River sufrió, sí, recibió burlas, pero volvió a Primera con fuerza: en la primera temporada ni siquiera pensó en los promedios y finalizó subcampeón del Torneo Final. Antes le había sucedido a Racing, que se fue en 1983, volvió en 1985 y en 1988 estaba celebrando la Supercopa, con varios integrantes del plantel que había ascendido. Y también a San Lorenzo, que descendió en el 81, volvió en 1982 y desde entonces ganó sus primeros torneos internacionales, y no volvió a tener problemas con los promedios hasta 2012, cuando se salvó ganando la Promoción.

Las posibles incorporaciones
Al cierre de esta edicion, la dirigencia y el cuerpo técnico de Independiente ya habían empezado la profunda depuración de un plantel rico en número y pobre en prestaciones. Si el Rojo dependiera solamente de los sobrevivientes del naufragio, estaría en problemas, pero no va a ser así. Del mismo modo que la mala elección de los refuerzos fue una de las causas que determinaron el descenso, una buena nómina de incorporaciones puede ser decisiva para el retorno. Independiente, además de contar con un presupuesto alto (los derechos televisivos serán iguales o similares a los que tenía estando en Primera), tendrá un bonus: el sentimiento. Si algún jugador quiere a la camiseta, es el momento de alzar la voz, como hicieron en su momento la Brujita Verón, el Piojo López, Trezeguet, el Kily González, Maxi Rodríguez, el mismo Rolfi Montenegro y tantos otros. De hecho, apenas consumado el descenso, aparecieron los primeros voluntarios, desde un héroe de la Sudamericana 2010 como Facundo Parra hasta jugadores de menor chapa, pero surgidos de las inferiores, como Juan Eluchans, Adrián Calello e Ismael Sosa. ¿Quién más se ofrece?

El aporte de las divisiones inferiores
La importancia del semillero no es sólo un lindo discurso. Gracias al semillero, hace no tanto tiempo, Independiente disfrutó del Kun Agüero y recibió más de veinte millones de dólares por su pase. Y no es sólo una cuestión económica: ¿quién mejor que un pibe que nació, se crió y creció en el club para defender la camiseta? Las inferiores de Independiente siempre fueron fuente de talento. En el último partido en Primera, sin ir más lejos, hubo trece futbolistas surgidos en el club. Es el momento de darles continuidad y apoyo. Los arqueros Diego Rodríguez (foto), Fabián Assmann y Facundo Daffonchio; los defensores Julián Velázquez, Leonel Galeano, Lucas Villalba, Nicolás Villagra, Alexis Zárate, Federico Gay y Gonzalo Contrera; los volantes Fabián Monserrat, Fernando Godoy, Leonel Miranda y Franco Bellocq; los delanteros Francisco Pizzini, Patricio Vidal, Raúl Millañanaco, Martín Benítez, Eloy Rodríguez y Adrián Fernández (gran aparición durante el Torneo Final 2013). Ellos, y los que vayan surgiendo, tienen que ser la base del equipo que pelee por devolver al Rojo a la Primera División.

La lucha contra los barras
El tema quedo en segundo plano ante el protagonismo de la tabla de promedios, pero había generado una gran polémica que no tuvo final feliz. Javier Cantero, presidente del club, intentó, a principios de 2012, frenar la gran influencia de la barrabrava en el club. Dejó de darle el dinero que recibía durante las gestiones anteriores, de facilitarle entradas y de permitirle el libre acceso a todos los rincones de la institución. Al principio recibió el apoyo de los hinchas, hartos de sentir miedo al ir a la cancha, y del ambiente futbolístico en general. Sin embargo, al momento de realizar acciones específicas para sumarse a la lucha de Cantero, la gran mayoría de los dirigentes y protagonistas miraron para otro lado. Muchas veces, por miedo; otras, por falta de posibilidades; pero lo peor es que varios no se sumaron porque son cómplices de los barras. Por momentos generó orgullo la postura de Cantero, gritándose cara a cara con Bebote, peligroso integrante de la barra roja. Y por momentos sus decisiones se volvieron turbias, como cuando forzó la renuncia de Florencia Arietto al retirarle el apoyo. Ella, como jefa de seguridad del club, había tomado fuertes decisiones. “Hay cuestiones muy básicas que no se pueden modificar y que tienen que ver con lo técnico para desarticular mafias –denunció Arietto tras dejar su cargo–. Se maneja mucho dinero y, si no hay compromiso, se fortalecen esos lazos que cuesta desarticular”. Cantero tuvo pobres argumentos para explicar su salida: “No aflojé en la lucha contra los barras, pero avanzamos mucho en un año y nos plantamos ahí. Yo no pretendía seguir avanzando y ella, sí. Tampoco quiero jugar en una iglesia y sin banderas”. Sería injusto pretender que Cantero se inmole en una cruzada personal si no tiene apoyo masivo. Pero estaría bien que su iniciativa sirviera como primer paso para solucionar un problema que no tiene que ver con el folclore futbolístico, sino con violencia, corrupción y muerte. Independiente y su gente intentaron sacarse de encima la amenaza permanente de los barras. No pudieron, al menos hasta ahora. Pero si lo consiguen pronto, seguramente el resultado serán un club más sano, más justo e incluso más grande de lo que ya es.


De la tristeza a la humildad
La soberbia no sólo genera antipatía, sino que suele empujar al fracaso. Ejemplos, en el deporte y en el mundo en general, sobran. Y en algún momento, como les habrá pasado a todos los clubes del mundo, le sucedió a Independiente. Por citar un ejemplo, sufrió el delirio de grandeza del ex presidente Julio Comparada, que creyó que podía manejar todo a su manera y construir un megaestadio sin pensar antes en los costos, que supuso que sólo con la camiseta, el equipo iba a obtener resultados. No es momento de hacer leña del árbol caído, pero los de Independiente saben de lo que hablamos. El Rojo fue el orgullo nacional durante veinte años. Tal como muestra la tabla, entre 1965 y 1984 sumó 17 títulos y vio a su clásico rival caer a la Primera B. Es lógico que en ese contexto triunfal se hayan generado falsas ideas, como que nunca podría descender. Pero el famoso “no somos Racing” se volvió en contra. Las últimas décadas han sido grises, difíciles, con menos títulos y este fatal descenso. Han sido tristes. Pero esta tristeza será también aprendizaje. Independiente aprenderá a cuidarse de los demás y de sí mismo. Crecerá. Este baño de humildad que resultará jugar al menos durante un año en el Nacional B tiene que servirle a todo Independiente para no volver a cometer los mismos errores. Para saber que, si las decisiones son malas, hay castigo. Que el orgullo se convierta en humildad es lo mejor que podría pasarle al club para empezar la reconstrucción.

PUBLICADO EN EL GRÁFICO Nº4436 (JULIO DE 2013)

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