Por Martín Estévez
Uno de los mejores jugadores de la historia, y máximo
goleador argentino de todos los tiempos, murió el 7 de julio. Héroe del Real
Madrid, campeón con River y la Selección, lo recordamos con datos, detalles y
frases memorables. Honrarlo será obligación de los que amamos el fútbol.
El 7 de julio de
2014 murió Alfredo Esteban Di Stéfano. Murió en un planeta habitado por
personas que, en un 99,9% de los casos, jamás lo vieron hacer lo que mejor
hacía: jugar al fútbol. Un planeta que, sin embargo, lo respetó, lo aplaudió,
lo abrazó. La forma que encontramos en El Gráfico para homenajearlo fue
zambullirnos en nuestro archivo para rescatar detalles y declaraciones de la
Saeta Rubia.
Su apellido
italiano proviene de su abuelo Miguel, que llegó a la Argentina desde Nápoles.
Su papá Alfredo y su mamá Eulalia (oriunda de Balcarce) lo vieron nacer el 4 de
julio de 1926. Las frases que citamos, a menos que puntualicemos su autor,
serán de Di Stéfano. “Era un chico normal, feliz. Fui el mayor de tres
hermanos, una familia de campesinos. Gente obrera, humilde. Nací en Barracas.
Los grandes edificios no habían llegado para comerse a los potreros. Mi padre
había nacido en La Boca, frente a la cancha. Era consignatario de cereales, y
estábamos muy bien: no faltaba la comida. El jugaba bien al fútbol, estuvo en
River, pero no pudo seguir porque se lesionó, así que terminó jugando un tiempo
en Boca”.
Hizo seis años
de escuela primaria y tres de bachillerato. Su primer equipo de barrio se llamó
Unidos y Venceremos. “En esa época se dejaba que los chicos disfrutaran del
fútbol en la calle. La policía no decía nada, y no transitaban coches, sólo
carros. Además de jugar, sembraba maíz, patata, trigo. Conocí el trabajo del campo,
la obligación. Volvía con las manos callosas”. Admiraba a Erico, delantero
paraguayo de Independiente: “Arsenio ha sido el mejor jugador que vi en mi
vida”.
Luego de un paso
por Sportivo Barracas, a los 15 años se probó y quedó en River. Debutó a los 17,
en 1943, durante un amistoso contra San Lorenzo. Y oficialmente el 15 de julio
de 1945. Pero en la siguiente temporada lo prestaron a Huracán (25 partidos y
10 goles). Volvió a River y brilló entre 1947 y 1949: ganó el título local del
47 y también el Sudamericano de ese año con la Selección. Una famosa huelga
terminó con varios futbolistas argentinos yéndose a Colombia, entre ellos Di
Stéfano, contratado por Millonarios. Como prueba de su nivel, un texto
publicado por la prensa colombiana tras el triunfo 3-2 ante Deportivo Caldas:
“Di Stéfano brilló como una verdadera estrella del fútbol continental, y brilló
no solamente por su condición de dominador de la bola, sino que también por la
genial concepción de las jugadas y su manera de contribuir a su realización”.
En Colombia jugó
entre 1949 y 1953: ganó tres ligas. En el medio, se casó con Sara (1950, en
Buenos Aires), con quien tuvo seis hijos: Nanette, Silvana, Alfredo, Elena,
Ignacio y Sofía. Terminado su contrato en Colombia, la FIFA lo miraba mal por
su desprolija salida de River, pero la solución llegó con pesetas españolas.
“Don Raimundo Saporta, presidente del Real Madrid, fue a Colombia y adquirió
una opción a mi transferencia. A la vez, el Barcelona compró parte de mi pase a
River, que me consideraba de su pertenencia. Parecía un callejón sin salida.
Las autoridades españolas decidieron que jugara en los dos equipos, en
temporadas alternadas. Por suerte, semanas después, Barcelona le vendió al
Madrid su opción”. En los Merengues vivió los mejores años de su carrera. Entre
1953 y 1964 ganó ocho ligas españolas, cinco Copas de Europa y una
Intercontinental, entre otros títulos. Y se consagró como el mejor jugador del
fútbol europeo hasta ese momento.
“Se pretende
hacer un fútbol-robot, disciplinario, frío, burocrático –decía en 1959–. ¿Cómo
definiría al ‘cerrojo’ defensivo que está de moda? Con un anuncio que dijera
así: se necesita gente fuerte, capaz de agarrar al contrario y de arrojar
balones a más de doscientos metros”. Y también contaba sus gustos artísticos:
“Entre cine y teatro, prefiero el teatro: comedias modernas, zarzuelas,
sainetes. De literatura, prefiero las biografías y los relatos de viaje y de
guerra. Mi libro favorito es el Martín Fierro: es la vida, la pampa, te dice
todo lo que has pasado y vas a pasar”. Reconocía que, cada tanto, fumaba: “Poca
bebida: mate, sidra, cerveza. Tabaco, poco: casi siempre negro”. Y mostraba
desinterés social: “No me preocupo de guerra ni de política. ¡El mundo no se
acaba! Si te empezás a preocupar por todo lo que puede suceder, te volvés
loco”.
Se nacionalizó y
debutó en la selección de España en 1957: ”Fue en Madrid, ante Holanda, y
ganamos 5-1. Marqué tres goles y me salió todo redondo. Lo único que lamento es
no haber jugado un Mundial. La emigración a Colombia lo impidió en 1950. Para
Suecia 58, a pesar de tener un equipazo, no clasificamos. Y en Chile 62 una
lesión me impidió jugar”.
En 1957 y 1959
ganó el Balón de Oro al mejor jugador de Europa. “Recibo veinte cartas por día
–contaba en esa época–. Las del exterior proceden principalmente de Alemania,
Francia y los países nórdicos, como Dinamarca y Suecia. A veces me piden
solamente una foto autografiada, y siempre cuido que esos pedidos sean
complacidos”. No se imaginaba como director técnico: “El puesto de entrenador
es muy traicionero; si consigue ganar un campeonato, todos se lo agradecerán y
las demás instituciones le ofrecerán buenos contratos. Pero si algo sale mal,
recibe siempre los palos y los reproches, aunque no sea el culpable del desastre.
Además, tiene que mantener buenas relaciones con todo el mundo, sonreír a toda
hora, como una máscara de propaganda”.
“Di Stéfano, el
hombre al que se decía demasiado viejo, ha batido solo al Reims”, escribió el
Paris-Presse tras la final de la Copa de Europa de 1959: fue 2-0 con un gol
suyo.
Jugó dos veces
contra Argentina. En 1960 perdió 2-0, en cancha de River; y luego ganó 2-0 en
España, con un gol propio. Sí: Di Stéfano le hizo un gol (de los 23 que marcó
con la camiseta española) a la Selección Argentina.
Luego de su era
de gloria, el Real Madrid lo dejó ir y él decidió jugar en el Español de
Barcelona. Fue en 1964, cuando ya tenía 38 años. Ahí no pudo brillar. “Es un
equipo que no se puede permitir el lujo de retrasarme en el campo con la idea
de que organice el juego: he tenido que jugar adelantado y eso, lógicamente, lo
he acusado”, explicó en 1965. Ese año, tuvo un partido difícil: ante Levante
falló un penal y... “La pelota estaba en juego y un directivo saltó al campo.
Me acerqué, porque había un jugador en el suelo, y él me insultó duramente. Me
indignó tanto que me tratara así, que le tiré un tortazo y, si le cojo bien, le
arranco la cabeza”. Tras el partido, algunos medios españoles hablaron del
‘ocaso de un dios’. Se retiró del fútbol el 3 de abril de 1966, con derrota 0-2
ante el Atlético de Madrid.
Ya en 1979, El
Gráfico hizo una nota preguntándose quién fue mejor, si Di Stéfano o Pelé. “Lo
vi jugar a los 20 años –recordó Humberto Maschio–. El se destacaba por su gran
velocidad. Picaba siempre tomando las espaldas de los marcadores para recibir
los pases en profundidad. Después lo enfrenté con el Inter. Hacía de todo:
desde gritar, mandar, hasta convertirse en hombre de arranque, fabricante de
paredes e inteligente sustituto en los relevos”. “Di Stéfano era más jugador de
toda la cancha que Pelé –afirmó el inglés Bobby Charlton–. Era un creador. Y el que crea tiene que saber lo que
el otro necesita”. Pelé comenzó con elogios: “En un Santos-Real Madrid,
llegábamos con un invicto de veinte partidos y ese día el Real nos ganó 5 a 3.
Di Stéfano tenía un juego parecido al de Labruna, al que yo siempre admiré. Era
casi completo. Rápido, inteligente, organizador del equipo”. Pero hizo la gran
Pelé y le bajó el pulgar: “Tenía una sola desventaja: no pateaba con la
izquierda”. Años después, Helenio Herrera, famoso técnico, eligió: “Di Stéfano
ha sido el mejor de todos los tiempos. Se decía que Pelé era al mismo tiempo
director y primer violinista de una orquesta; bueno, Di Stéfano era toda la orquesta
junta y cada uno de sus partidos era un concierto que nos extasiaba”.
Finalmente, Di
Stéfano se animó a ser entrenador. En 1969, fue campeón con aquel Boca de
Meléndez, Marzolini, Madurga y Rojitas. “Tuvo un sabor especial porque fue mi
primer título desde afuera. ¿Se acuerdan de las concentraciones en La Candela?
Todavía tengo grabado cuando veíamos los viernes el partido adelantado por
televisión. Y siempre, al empezar el segundo tiempo, nos comíamos una bandeja
con dos kilos de masas finas y brindábamos con champán por el triunfo del
domingo”.
También fue
campeón como DT del Valencia en la temporada 1970/71. Y pasó por Elche, Rayo
Vallecano, Castellón y Sporting de Lisboa: “El presidente del Sporting quería
que el equipo jugara todos los días. Tenía programada una excursión capaz de
matar al más fuerte. Tampoco quería arreglar el contrato de Yazalde. ¡Me engañó
como a un chico en varias cosas! Los jugadores volvían de las vacaciones cuando
les parecía. Estuve casi un mes; no cobré ni una peseta”. Volvió al Valencia en
1979 y ganó la Recopa Europea, pero, tras una temporada, no le renovaron
contrato. “El presidente me dijo que el motivo más importante era que muchos
compañeros no estaban de acuerdo con las maneras de Alfredo –contó Mario
Kempes, entonces jugador del Valencia–. Que nunca se le podía hablar con
tranquilidad, que siempre estaba gritando y a veces se pasaba”.
Alfredo fue
contratado por River en 1981, y se consagró como el único entrenador campeón
con los Millonarios y con Boca. “Yo no creo en los equipos que con cuatro
avances hacen tres goles. Eso es casualidad –contaba sobre su equipo y sobre el
fútbol–. No me preocupa que Ramón Díaz se pierda goles. Yo también me perdí
muchos goles en mi vida, y también metí muchos. Lo que me preocupa es que pique
siempre en línea recta. De ese modo, denuncia la intención y queda muy fácil en
offside”.
En marzo de
1982, después del título, pegó duro: “Los jugadores están agrandados. Son
jóvenes, inexpertos y a algunos se les subieron los humos a la cabeza. Les
falta ser más hombres”. Y antes del Mundial de ese año dijo algo que bien
podría haberse aplicado al de 2014: “¿Alguien oyó hablar de algún Mundial en el
que los alemanes no fueran temibles? Tienen un clima costero que los acostumbra
desde chicos a pegarle a la pelota mojada y pesada, lo que les da un dominio
muy especial”.
Luego volvió a
España para dirigir al Real Madrid. “No soy nostálgico –decía–. Vivo la
realidad, sé que la juventud pasa y, si podemos contarla como nosotros, pues
debemos darnos por satisfechos, ¿no?”. Y, claro, hablaba sobre fútbol: “El
jugador no nace; el jugador se hace de pequeño. Todo es práctica, como la del
pianista. Si desde pequeño uno hace deporte y va perfeccionando sus expresiones
corporales, adquiere esa destreza que luego aplicará como profesional (...) El
mejor era Moreno, como trabajador de cancha. Y como estilista, Arsenio Erico
(...) Hay que ser sencillo y no creerse que uno es el mejor. El mundo es muy
grande y estuve incluido en su elite futbolística. Nada más (...) Antes había
más lirismo. Había jugadores que brillaban por su propia calidad y habilidad, y
lo hacían en aras del espectáculo, pero en menoscabo de su equipo (...) ¿Qué
tuvo Di Stéfano que no tuviera Pelé? El color del pelo y de la piel. Pelé era
un tipo pertrechado con todas las condiciones. Rápido, ágil, completo. Era
excelente y sólo le faltaba resistencia”.
En 1985 retornó
a Boca, pero no le fue bien. “No acostumbro recomendar jugadores –decía sobre
las incorporaciones–. Después no faltaría quien dijera que recomendé un
acomodado y que juega porque es mi amigo. Lo mejor es utilizar los jóvenes de
las inferiores, así nadie dice nada”. En 1987 ascendió al Valencia a Primera
División y su último trabajo como entrenador fue en Real Madrid, durante la
temporada 1990/91. “No es necesario ser un genio para darse cuenta de que un
equipo no puede tener once figuras. Necesita peones. Los jugadores inteligentes
no sirven cuando sólo son inteligentes. ¡Piensan mucho! Están siempre
desconfiados, desentendiéndose de los demás”.
Durante el
Mundial 94 comenzaron sus problemas de salud. Sin embargo, se mostraba ácido y
seguro cada vez que opinaba: “Al rumano Hagi lo conozco muy bien porque estuvo
en el Real. Jugó dos temporadas y no hizo un solo partido como el que se mandó
ante Colombia”; “Los colombianos se creyeron campeones mundiales antes de
empezar, y eso es bravo. Cometieron el error de copiar lo malo de los
argentinos, no lo bueno”; “Ronald Koeman es un armario blanco. En el Barcelona
lo pasan siempre en velocidad y empieza con los codos…”; “Romario parece que
anda en la luna, pero cuando la toca es gol”.
Vivió sus
últimas dos décadas como presidente honorario del Real Madrid, dando
entrevistas a medios de todo el mundo, recibiendo premios y envuelto en
escándalos familiares que no tienen por qué ser mencionados en esta nota.
Hay material
para cien páginas más, y ni así alcanzaría. Se murió Di Stéfano, máximo
goleador argentino de todos los tiempos, uno de los grandes de la historia,
leyenda del deporte. Honrarlo será obligación para los que amamos el fútbol.
Hasta siempre, Alfredo.
PUBLICADO EN EL
GRÁFICO Nº4448 (AGOSTO DE 2014)
No hay comentarios:
Publicar un comentario