lunes, 22 de diciembre de 2014

Alfredo Di Stéfano – Hasta siempre

Por Martín Estévez

Uno de los mejores jugadores de la historia, y máximo goleador argentino de todos los tiempos, murió el 7 de julio. Héroe del Real Madrid, campeón con River y la Selección, lo recordamos con datos, detalles y frases memorables. Honrarlo será obligación de los que amamos el fútbol.

El 7 de julio de 2014 murió Alfredo Esteban Di Stéfano. Murió en un planeta habitado por personas que, en un 99,9% de los casos, jamás lo vieron hacer lo que mejor hacía: jugar al fútbol. Un planeta que, sin embargo, lo respetó, lo aplaudió, lo abrazó. La forma que encontramos en El Gráfico para homenajearlo fue zambullirnos en nuestro archivo para rescatar detalles y declaraciones de la Saeta Rubia.

Su apellido italiano proviene de su abuelo Miguel, que llegó a la Argentina desde Nápoles. Su papá Alfredo y su mamá Eulalia (oriunda de Balcarce) lo vieron nacer el 4 de julio de 1926. Las frases que citamos, a menos que puntualicemos su autor, serán de Di Stéfano. “Era un chico normal, feliz. Fui el mayor de tres hermanos, una familia de campesinos. Gente obrera, humilde. Nací en Barracas. Los grandes edificios no habían llegado para comerse a los potreros. Mi padre había nacido en La Boca, frente a la cancha. Era consignatario de cereales, y estábamos muy bien: no faltaba la comida. El jugaba bien al fútbol, estuvo en River, pero no pudo seguir porque se lesionó, así que terminó jugando un tiempo en Boca”.

Hizo seis años de escuela primaria y tres de bachillerato. Su primer equipo de barrio se llamó Unidos y Venceremos. “En esa época se dejaba que los chicos disfrutaran del fútbol en la calle. La policía no decía nada, y no transitaban coches, sólo carros. Además de jugar, sembraba maíz, patata, trigo. Conocí el trabajo del campo, la obligación. Volvía con las manos callosas”. Admiraba a Erico, delantero paraguayo de Independiente: “Arsenio ha sido el mejor jugador que vi en mi vida”.

Luego de un paso por Sportivo Barracas, a los 15 años se probó y quedó en River. Debutó a los 17, en 1943, durante un amistoso contra San Lorenzo. Y oficialmente el 15 de julio de 1945. Pero en la siguiente temporada lo prestaron a Huracán (25 partidos y 10 goles). Volvió a River y brilló entre 1947 y 1949: ganó el título local del 47 y también el Sudamericano de ese año con la Selección. Una famosa huelga terminó con varios futbolistas argentinos yéndose a Colombia, entre ellos Di Stéfano, contratado por Millonarios. Como prueba de su nivel, un texto publicado por la prensa colombiana tras el triunfo 3-2 ante Deportivo Caldas: “Di Stéfano brilló como una verdadera estrella del fútbol continental, y brilló no solamente por su condición de dominador de la bola, sino que también por la genial concepción de las jugadas y su manera de contribuir a su realización”.

En Colombia jugó entre 1949 y 1953: ganó tres ligas. En el medio, se casó con Sara (1950, en Buenos Aires), con quien tuvo seis hijos: Nanette, Silvana, Alfredo, Elena, Ignacio y Sofía. Terminado su contrato en Colombia, la FIFA lo miraba mal por su desprolija salida de River, pero la solución llegó con pesetas españolas. “Don Raimundo Saporta, presidente del Real Madrid, fue a Colombia y adquirió una opción a mi transferencia. A la vez, el Barcelona compró parte de mi pase a River, que me consideraba de su pertenencia. Parecía un callejón sin salida. Las autoridades españolas decidieron que jugara en los dos equipos, en temporadas alternadas. Por suerte, semanas después, Barcelona le vendió al Madrid su opción”. En los Merengues vivió los mejores años de su carrera. Entre 1953 y 1964 ganó ocho ligas españolas, cinco Copas de Europa y una Intercontinental, entre otros títulos. Y se consagró como el mejor jugador del fútbol europeo hasta ese momento.

“Se pretende hacer un fútbol-robot, disciplinario, frío, burocrático –decía en 1959–. ¿Cómo definiría al ‘cerrojo’ defensivo que está de moda? Con un anuncio que dijera así: se necesita gente fuerte, capaz de agarrar al contrario y de arrojar balones a más de doscientos metros”. Y también contaba sus gustos artísticos: “Entre cine y teatro, prefiero el teatro: comedias modernas, zarzuelas, sainetes. De literatura, prefiero las biografías y los relatos de viaje y de guerra. Mi libro favorito es el Martín Fierro: es la vida, la pampa, te dice todo lo que has pasado y vas a pasar”. Reconocía que, cada tanto, fumaba: “Poca bebida: mate, sidra, cerveza. Tabaco, poco: casi siempre negro”. Y mostraba desinterés social: “No me preocupo de guerra ni de política. ¡El mundo no se acaba! Si te empezás a preocupar por todo lo que puede suceder, te volvés loco”.

Se nacionalizó y debutó en la selección de España en 1957: ”Fue en Madrid, ante Holanda, y ganamos 5-1. Marqué tres goles y me salió todo redondo. Lo único que lamento es no haber jugado un Mundial. La emigración a Colombia lo impidió en 1950. Para Suecia 58, a pesar de tener un equipazo, no clasificamos. Y en Chile 62 una lesión me impidió jugar”.

En 1957 y 1959 ganó el Balón de Oro al mejor jugador de Europa. “Recibo veinte cartas por día –contaba en esa época–. Las del exterior proceden principalmente de Alemania, Francia y los países nórdicos, como Dinamarca y Suecia. A veces me piden solamente una foto autografiada, y siempre cuido que esos pedidos sean complacidos”. No se imaginaba como director técnico: “El puesto de entrenador es muy traicionero; si consigue ganar un campeonato, todos se lo agradecerán y las demás instituciones le ofrecerán buenos contratos. Pero si algo sale mal, recibe siempre los palos y los reproches, aunque no sea el culpable del desastre. Además, tiene que mantener buenas relaciones con todo el mundo, sonreír a toda hora, como una máscara de propaganda”.

“Di Stéfano, el hombre al que se decía demasiado viejo, ha batido solo al Reims”, escribió el Paris-Presse tras la final de la Copa de Europa de 1959: fue 2-0 con un gol suyo.

Jugó dos veces contra Argentina. En 1960 perdió 2-0, en cancha de River; y luego ganó 2-0 en España, con un gol propio. Sí: Di Stéfano le hizo un gol (de los 23 que marcó con la camiseta española) a la Selección Argentina.

Luego de su era de gloria, el Real Madrid lo dejó ir y él decidió jugar en el Español de Barcelona. Fue en 1964, cuando ya tenía 38 años. Ahí no pudo brillar. “Es un equipo que no se puede permitir el lujo de retrasarme en el campo con la idea de que organice el juego: he tenido que jugar adelantado y eso, lógicamente, lo he acusado”, explicó en 1965. Ese año, tuvo un partido difícil: ante Levante falló un penal y... “La pelota estaba en juego y un directivo saltó al campo. Me acerqué, porque había un jugador en el suelo, y él me insultó duramente. Me indignó tanto que me tratara así, que le tiré un tortazo y, si le cojo bien, le arranco la cabeza”. Tras el partido, algunos medios españoles hablaron del ‘ocaso de un dios’. Se retiró del fútbol el 3 de abril de 1966, con derrota 0-2 ante el Atlético de Madrid.

Ya en 1979, El Gráfico hizo una nota preguntándose quién fue mejor, si Di Stéfano o Pelé. “Lo vi jugar a los 20 años –recordó Humberto Maschio–. El se destacaba por su gran velocidad. Picaba siempre tomando las espaldas de los marcadores para recibir los pases en profundidad. Después lo enfrenté con el Inter. Hacía de todo: desde gritar, mandar, hasta convertirse en hombre de arranque, fabricante de paredes e inteligente sustituto en los relevos”. “Di Stéfano era más jugador de toda la cancha que Pelé –afirmó el inglés Bobby Charlton–. Era un  creador. Y el que crea tiene que saber lo que el otro necesita”. Pelé comenzó con elogios: “En un Santos-Real Madrid, llegábamos con un invicto de veinte partidos y ese día el Real nos ganó 5 a 3. Di Stéfano tenía un juego parecido al de Labruna, al que yo siempre admiré. Era casi completo. Rápido, inteligente, organizador del equipo”. Pero hizo la gran Pelé y le bajó el pulgar: “Tenía una sola desventaja: no pateaba con la izquierda”. Años después, Helenio Herrera, famoso técnico, eligió: “Di Stéfano ha sido el mejor de todos los tiempos. Se decía que Pelé era al mismo tiempo director y primer violinista de una orquesta; bueno, Di Stéfano era toda la orquesta junta y cada uno de sus partidos era un concierto que nos extasiaba”.

Finalmente, Di Stéfano se animó a ser entrenador. En 1969, fue campeón con aquel Boca de Meléndez, Marzolini, Madurga y Rojitas. “Tuvo un sabor especial porque fue mi primer título desde afuera. ¿Se acuerdan de las concentraciones en La Candela? Todavía tengo grabado cuando veíamos los viernes el partido adelantado por televisión. Y siempre, al empezar el segundo tiempo, nos comíamos una bandeja con dos kilos de masas finas y brindábamos con champán por el triunfo del domingo”.

También fue campeón como DT del Valencia en la temporada 1970/71. Y pasó por Elche, Rayo Vallecano, Castellón y Sporting de Lisboa: “El presidente del Sporting quería que el equipo jugara todos los días. Tenía programada una excursión capaz de matar al más fuerte. Tampoco quería arreglar el contrato de Yazalde. ¡Me engañó como a un chico en varias cosas! Los jugadores volvían de las vacaciones cuando les parecía. Estuve casi un mes; no cobré ni una peseta”. Volvió al Valencia en 1979 y ganó la Recopa Europea, pero, tras una temporada, no le renovaron contrato. “El presidente me dijo que el motivo más importante era que muchos compañeros no estaban de acuerdo con las maneras de Alfredo –contó Mario Kempes, entonces jugador del Valencia–. Que nunca se le podía hablar con tranquilidad, que siempre estaba gritando y a veces se pasaba”.

Alfredo fue contratado por River en 1981, y se consagró como el único entrenador campeón con los Millonarios y con Boca. “Yo no creo en los equipos que con cuatro avances hacen tres goles. Eso es casualidad –contaba sobre su equipo y sobre el fútbol–. No me preocupa que Ramón Díaz se pierda goles. Yo también me perdí muchos goles en mi vida, y también metí muchos. Lo que me preocupa es que pique siempre en línea recta. De ese modo, denuncia la intención y queda muy fácil en offside”.

En marzo de 1982, después del título, pegó duro: “Los jugadores están agrandados. Son jóvenes, inexpertos y a algunos se les subieron los humos a la cabeza. Les falta ser más hombres”. Y antes del Mundial de ese año dijo algo que bien podría haberse aplicado al de 2014: “¿Alguien oyó hablar de algún Mundial en el que los alemanes no fueran temibles? Tienen un clima costero que los acostumbra desde chicos a pegarle a la pelota mojada y pesada, lo que les da un dominio muy especial”.

Luego volvió a España para dirigir al Real Madrid. “No soy nostálgico –decía–. Vivo la realidad, sé que la juventud pasa y, si podemos contarla como nosotros, pues debemos darnos por satisfechos, ¿no?”. Y, claro, hablaba sobre fútbol: “El jugador no nace; el jugador se hace de pequeño. Todo es práctica, como la del pianista. Si desde pequeño uno hace deporte y va perfeccionando sus expresiones corporales, adquiere esa destreza que luego aplicará como profesional (...) El mejor era Moreno, como trabajador de cancha. Y como estilista, Arsenio Erico (...) Hay que ser sencillo y no creerse que uno es el mejor. El mundo es muy grande y estuve incluido en su elite futbolística. Nada más (...) Antes había más lirismo. Había jugadores que brillaban por su propia calidad y habilidad, y lo hacían en aras del espectáculo, pero en menoscabo de su equipo (...) ¿Qué tuvo Di Stéfano que no tuviera Pelé? El color del pelo y de la piel. Pelé era un tipo pertrechado con todas las condiciones. Rápido, ágil, completo. Era excelente y sólo le faltaba resistencia”.

En 1985 retornó a Boca, pero no le fue bien. “No acostumbro recomendar jugadores –decía sobre las incorporaciones–. Después no faltaría quien dijera que recomendé un acomodado y que juega porque es mi amigo. Lo mejor es utilizar los jóvenes de las inferiores, así nadie dice nada”. En 1987 ascendió al Valencia a Primera División y su último trabajo como entrenador fue en Real Madrid, durante la temporada 1990/91. “No es necesario ser un genio para darse cuenta de que un equipo no puede tener once figuras. Necesita peones. Los jugadores inteligentes no sirven cuando sólo son inteligentes. ¡Piensan mucho! Están siempre desconfiados, desentendiéndose de los demás”.

Durante el Mundial 94 comenzaron sus problemas de salud. Sin embargo, se mostraba ácido y seguro cada vez que opinaba: “Al rumano Hagi lo conozco muy bien porque estuvo en el Real. Jugó dos temporadas y no hizo un solo partido como el que se mandó ante Colombia”; “Los colombianos se creyeron campeones mundiales antes de empezar, y eso es bravo. Cometieron el error de copiar lo malo de los argentinos, no lo bueno”; “Ronald Koeman es un armario blanco. En el Barcelona lo pasan siempre en velocidad y empieza con los codos…”; “Romario parece que anda en la luna, pero cuando la toca es gol”.

Vivió sus últimas dos décadas como presidente honorario del Real Madrid, dando entrevistas a medios de todo el mundo, recibiendo premios y envuelto en escándalos familiares que no tienen por qué ser mencionados en esta nota.

Hay material para cien páginas más, y ni así alcanzaría. Se murió Di Stéfano, máximo goleador argentino de todos los tiempos, uno de los grandes de la historia, leyenda del deporte. Honrarlo será obligación para los que amamos el fútbol. Hasta siempre, Alfredo.

PUBLICADO EN EL GRÁFICO Nº4448 (AGOSTO DE 2014)

No hay comentarios:

Publicar un comentario