Por Martín Estévez
Capote fue una gloria de Independiente. Junto a Erico y Sastre brilló en un
equipo que metió 115 tantos en un campeonato. Su función era recibir la pelota
y hacer lo que sintiera: desbordar, encarar, asistir, definir. En 1939 hizo uno
de los mejores goles del fútbol argentino.
“Tras un ataque de River, tomó la pelota el arquero nuestro, Fernando
‘Tarzán’ Bello. La tiró larga sobre mediacancha, como acostumbraba hacerlo,
buscándome siempre a mí. La bajé justo en el círculo del mediocampo y giré
sobre la izquierda. Allí dejé en el camino a Moreno. Sobre el sector del
mediocampo de River hice lo mismo con Minella. Y de nuevo tuve encima a Moreno.
Le amagué tocar hacia la derecha y me fui por la izquierda. En ningún momento
descuidaba la posición que iba tomando Erico, porque mi idea era tocarle la
pelota a Arsenio para buscar la posibilidad del gol. Cuando fui llegando a tres
cuartos de cancha, en poco espacio dejé atrás primero a Vassini y luego a
Santamaría, los dos zagueros de River. Y entré en el área. Otra vez amagué
tocar hacia Erico y me abrí hacia la izquierda dejando atrás a Cuello. Pero ya
tenía encima a Santamaría, al que tuve que eludir abriéndome un poco más y
quedando en posición muy difícil para tirar al arco. Inclusive para poder
pegarle con mi pierna hábil: la derecha. Como llegaba Erico por el medio,
intenté pegarle con la izquierda hacia el medio. Sirni, el arquero de River,
intuyó la maniobra y volcó su cuerpo hacia el centro. Yo le di con la de palo,
y salió un tiro corto y débil que fue a meterse entre el poste derecho y el
arquero. Los engañé a todos. ¡Incluso yo, que quise tirar centro!”.
Vicente de la Mata no contaba un sueño, sino el gol que le había hecho a
River el 12/10/1939, considerado en aquel momento, y al menos hasta 1953, como
el mejor de la historia del fútbol argentino.
De la Mata nació en Rosario, en 1918. “Comencé a jugar al fútbol cuando
tenía 12 años –contó más de una vez–. Era entonces hincha de San Lorenzo, cosas
de chico. Mis primeros clubes fueron Estudiantil Porteño y Central Córdoba”. Debutó
oficialmente en 1935, a los 17 años, en la liga rosarina. Admiraba a un
talentoso llamado Gabino Sosa, de quien llegó a ser compañero. “¡Qué maestro!
Todas las mañanas iba a la cancha de Central Córdoba para mirar al negro
Gabino. ‘Largala, pibe, largala que te van a lastimar’, me decía cuando
jugábamos juntos”.
A los 18 años, recomendado por Gabino, lo convocaron para jugar con la
Selección un Sudamericano que comenzó en diciembre y terminó en enero de 1937. De
la Mata debutó en el tercer partido, un 1-0 ante Perú. “No muchos conocen el
porqué de mi apodo: Capote. En el Sudamericano entré en el segundo tiempo
contra Perú. En el equipo argentino actuaba Antonio Sastre, un crack sensacional.
Cuando entré, se me acercó y me dijo: ‘Juntate conmigo que entre los dos vamos
a hacer capote’. Y allí quedó grabado a fuego mi apodo”.
Jugó 45 minutos contra Uruguay y no volvió hasta el sexto partido, la final
contra Brasil, en cancha de San Lorenzo. Años después, una crónica de El
Gráfico recordó aquel partido: “Empezó a las diez de la noche y terminó a las
dos y pico de la madrugada. Se produjeron cuantas incidencias pueden
imaginarse, desde los roces más o menos recios hasta los tumultos indescriptibles.
Hubo suspensiones, expulsiones, retiros, lesionados, agresiones”. El partido
iba 0-0 cuando, a los 84 minutos, ingresó De la Mata, que en tiempo
suplementario metió dos goles y le dio el título a la Selección. ¿Lo imaginan
inmensamente feliz? Nada de eso. “Vine con 65 kilos y me voy con 62 –declaró
después del torneo–. Cuando me sacaron con los uruguayos, me desmoralicé.
Sudado, me quedé a ver el segundo tiempo. Me enfermé, no sé si de enfermedad o
de amargura. Ahora hice los goles, pero yo quería jugar más, y no jugué”.
Días después, Independiente adquirió su pase. “Me compró en 27.500 pesos.
Parece poca plata, pero era mucho. Yo entonces compraba un kilo de carne con
cuarenta centavos y un litro de leche con cinco. Me daban 200 pesos por mes y
150 por partido. Además, cobraba un prima de 5000 pesos anuales. Con todo eso,
mantenía a una hermana casada y su hijo, y todavía me sobraba plata”.
Su llegada a
Independiente fue explosiva. En 1937 se jugaba con cinco delanteros y De la
Mata era entreala (también llamado insider) derecho: se ubicaba entre el
centrodelantero (Arsenio Erico) y el puntero derecho. Se cansó de asistir a
Erico, goleador del campeonato durante tres años seguidos. Y al lado de ellos,
como insider izquierdo, jugaba otro crack: Sastre. Aquel Independiente brilló:
fue campeón en 1938, cuando batió el récord de goles en un torneo (115); y
repitió el título en 1939. En esos dos años, De la Mata fue considerado el
mejor futbolista de la Argentina. ¿Cómo era físicamente? “Morocho, peinado para
atrás, de frente arrugada y ojos oscuros, bigote delgado y nariz ganchuda”,
según el diario La Nación. La marcada raya al medio lo identificaba, al igual
que sus quejas permanentes durante los partidos. ¿Cómo era futbolísticamente?
Rápido, capaz de hacer quince o veinte gambetas en un mismo partido, y egoísta
con la pelota. Asistía seguido, pero eran muchas más las veces que intentaba la
jugada individual. A veces le salía, claro, como en aquel memorable gol a
River. “Yo diría que a ese gol lo hizo famoso la gente –sugería–. No creo que
fuera para tanto... Es más, en ese tiempo todos los goles tenían algo de
golazo. Es que la calidad de los futbolistas producía goles de ese tipo. Para
muchos fue el mejor gol de mi campaña, pero yo me quedo con los dos que le
marqué a Brasil en el Sudamericano”.
De la Mata ganó
un título más en el Rojo: el torneo de 1948. Durante algunos meses fue jugador
y director técnico al mismo tiempo, pero no funcionó y dejó el club en 1950,
luego de acumular 362 partidos y 152 goles. Es el segundo máximo goleador del
club; primero está Erico y tercero, Sastre. Eso permite tener una idea de la
importancia histórica de aquella delantera. “Capote se quita la roja –tituló El
Gráfico–. El extraordinario delantero se ha desligado del club Independiente
después de haberle prestado su inestimable concurso a lo largo de catorce
temporadas. Ha sido uno de los más grandes gambeteadores del fútbol argentino”.
Siguió su
carrera en Newell's, donde jugó 23 partidos y marcó un gol entre 1951 y 1952.
En la Lepra integró un interesante equipo con futbolistas como Contini,
Mardiza, Montaño y Ortiguela. En la Selección, totalizó 13 partidos, 6 goles, y
ganó tres Sudamericanos.
“Rezongón como
Alberto Lalín, habilísimo como Antonio Sastre y con el mismo amor por el fútbol
que tuvieron los antes citados, Capote sigue jugando contra los años y las
mataduras –contaba, a mediados de los años 50, el periodista Borocotó en El
Gráfico–. Lo hace en su Central Córdoba, de donde salió luego de haber estado junto
al payador de la redonda: Gabino Sosa. Interior de un lado o del otro; yendo a
buscarla o siendo punta de lanza para el pique y el shot al arco; o extremo
derecho si le pedían, ya que también enlazó un sudamericano desde esa punta, es
El Gallego en sus pagos rosarinos y Capote para los rojos. En un momento de
abundancia de valores como en 1939, Vicente de la Mata fue el mejor forward
argentino, y dentro de todos los años brillantes suyos aquél es carta que no se
emparda. Difícil jugar tanto; más, imposible. Capote fue extraordinario, aunque
no haya olvidado sus rezongos y sus caprichos. Refunfuñando, toreando, iba a
buscar al rival cada vez que entraba en posesión de la pelota y hasta sin ella
también. Y era un pericón con relaciones y una de cortocircuitos en las
canillas que metía miedo. Volvió a sus pagos, le pusieron una E de entrenador
en el pecho, pero la redonda lo llamó como una novia querida... Capote arrancó
la E y volvió a chairarla”.
Así lo definió
Antonio Sastre: “Era muy habilidoso, extraordinario, pero un poco caprichosito
para pasar la pelota. Ese gol famoso suyo contra River se da de vez en cuando.
Se pasó a todos y el gol lo hizo bien a la izquierda, y hasta le salió el tiro
del final, que era difícil, mientras el paraguayo Erico estaba esperando solo
en el medio”. Hasta Alfredo Di Stéfano, cuando jugaba en España, lo mencionó
como uno de los mejores jugadores que vio. En 1955, a los 37 años, colgó
definitivamente los botines. Después fue director técnico de Central Córdoba,
de Deportivo Morón y de Dock Sud, y trabajó en las divisiones inferiores de
Independiente. Su hermano Francisco también se había destacado en las canchas:
fue campeón con San Lorenzo en 1946.
Casado con María
Alida, tuvieron una hija (llamada como su madre) y un hijo (llamado como él)
que también jugó en Independiente y la Selección. “El fútbol de antes era mucho
mejor, era extraordinario –decía Capote en 1965, cuando su hijo comenzaba su
carrera–. Ahora, algunos directores técnicos lo complican”.
Mantuvo sus
críticas negativas en 1979. “No voy más a las canchas. Se juega mal y no me
quiero amargar. Antes, la gran diferencia estaba en que todos eran inteligentes
para jugar; hoy no. Corren y la tiran larga. Salvo algunos, como Bochini,
Alonso y Maradona”.
Murió poco después,
el 4 de agosto de 1980. Daba una mano en su propia confitería, llamada Capote,
y ya había dejado su único vicio, el cigarrillo, pero el cigarrillo le había
dejado a él problemas demasiado serios en un pulmón. “Fumo dos atados por día
cuando me acuesto a las diez de la noche, pero cuando voy a alguna fiesta ya
pierdo la cuenta”, confesó en sus años de juventud. Se iba así el gambeteador
vestido de rojo, el del golazo histórico, el que se inició y se retiró en
Central Córdoba, el que a los que jugaban mal les decía “sifones”.
“Mi viejo era un
tipo simple –lo recordó Vicente hijo en el año 2000–. A pesar de la plata que
ganaba, no tenía casa propia, ni auto. Para ir a la cancha se tomaba el 12
hasta el puente de Barracas y de ahí se iba caminando”. Hoy, una platea del
estadio de Independiente lleva su nombre. El estadio de un club cuyos hinchas
cantaron durante catorce años una canción que sirvió como homenaje a uno de los
mejores futbolistas que vistieron su camiseta: “¿Adónde va la gente? ¡A ver a don
Vicente! ¿Adónde va la gente? ¡A ver a don Vicente!”.
Ficha
Nombre completo:
Vicente de la Mata.
Nacimiento: 15
de enero de 1918 en Rosario, Santa Fe.
Trayectoria:
Central Córdoba de Rosario (1935-1936), Independiente (1937-1950), Newell's Old
Boys (1951-1952) y Central Córdoba (1953-1955).
Partidos en
Primera: 385. Goles: 153.
Títulos en
AFA: Campeonatos de 1938, 1939 y 1948,
con Independiente. Sudamericanos 1937, 1945 y 1946, con la Selección.
PUBLICADO EN EL GRÁFICO Nº4449 (SEPTIEMBRE DE 2014)
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