Por Martín Estévez
El uruguayo llegó con la presión de cargar la número 10, pero terminó ganando la doble corona con la 14. Autor del penal que destrabó la final, fue vital durante todo el 2015.
Cuanto por perder tenía Nicolás Lodeiro a principios de 2015, cuando llegó a Boca con la imposibilidad de reemplazar a Juan Román Riquelme como conductor del equipo. Sí, no es un error: imposibilidad, porque Riquelme, lo sabe cualquier hincha xeneize (la mayoría que lo adora o la minoría que lo discute), es irremplazable. Pero Lodeiro, uruguayo de Paysandú, tenía la presión de, al menos, disimular su ausencia en la cancha. De agarrar la manija de un Boca que acumulaba casi tres años sin títulos y sufría muchos problemas internos.
“Era un niño de una familia trabajadora que vivía en un barrio humilde –le contó, en exclusiva, a El Gráfico en la edición de abril-. Siempre fui de perfil bajo, de tener muchos amigos. Por suerte, no cambié, sigo siendo el mismo. Cuando voy para Paysandú, estoy con mis amigos de toda la vida y vivo en la casa de mi mamá, Isabel”.
No fue una mentira simpática la del perfil bajo. En casi once meses en el club, Nico mantuvo la calma en los buenos y malos momentos. Sólo se desató donde le convenía desatarse: en la cancha, especialmente en dos potentes gritos de gol. Uno, contra River. El otro, en la final de la Copa Argentina. La que acaba de terminar.
Dos títulos en una semana
“Costó, costó mucho el partido, fue difícil. Ellos juegan muy bien, pero nosotros fuimos justos ganadores”, declaró segundos después del final de un partido polémico. Es cierto que hubo injusticias y que las sufrió el prolijo Rosario Central del Chacho Coudet, pero también es cierto que Boca no tuvo la culpa de los errores arbitrales. El equipo venía de luchar 29 fechas para ser campeón local y no merecía que se ensuciara su segunda alegría. “El penal no lo vi muy bien, estaba lejos, no fue muy claro; pero, para mí, fue”, explicó sin claridad Lodeiro. Pero la claridad la mostró donde le convenía: para patear ese penal caliente, pesado, con el partido 0-0. Zurdazo seco, a la derecha del arquero, abajo, hundido en la red para quedarse a dormir en el arco.
“Cuando me paré delante de la pelota, por mi cabeza pasaron dos cosas: confianza y tranquilidad. Venía entrenándome mucho en los penales, con Bruno Galván, el arquero de la Reserva. Nos quedábamos después de los entrenamientos. El me ayudó, me aconsejaba todo el tiempo, veníamos practicando y practiqué también esta semana. Entonces no es casualidad que haya pateado así, porque cuando entrenás mucho algo, tenés más confianza”, detalló, dejando en evidencia que otro integrante del plantel tiene bien ganada la medalla de campeón: Brunito Galván.
El festejo desaforado tuvo sus razones. “Fue mi primer gol en una final con Boca, y sirvió para cerrar un año realmente muy lindo. No sólo por los dos títulos, que son muy importantes, sino también por la llegada de mi hijo”, son sus palabras, y aclaran todo. No es para menos: Lodeiro, el que había llegado a Boca con la imposibilidad de reemplazar a Riquelme, fue figura en los dos primeros títulos del club en más de tres años. Y con un hijo bajo el brazo. Le sobran razones para gritar.
¡U-ru-guayo, u-ru-guayo!
No es exagerado decir que desde Sergio Manteca Martínez, ese goleador brutal, serpiente del área, veneno para River y para defensores distraídos, que Boca no tenía un uruguayo tan metido en la piel. Y, curiosamente, hay que agradecérselo al bajo nivel de la liga de básquet uruguaya. “Era un buen base –reconoció Lodeiro-. Y podría haber seguido jugando al básquet, pero en Uruguay no hubiera tenido mucho futuro, así que tuve que dejar”.
Los títulos no son nuevos para él. Llegaron pronto, en la temporada 2008/09, con la camiseta de Nacional. Y siguieron durante toda su carrera: ganó dos ligas y una copa holandesa con el Ajax; el campeonato carioca 2013 con Botafogo; y hasta una memorable Copa América con la Celeste, en 2011, dejando en el camino a la Argentina de Messi y liquidando 3-0 a Paraguay en la final.
No nos vayamos tan lejos, de todas formas, porque estas páginas son un homenaje a la actuación de Lodeiro en la Copa Argentina. “El grupo se merece este título, sin dudas. Trabajamos con unión, con trabajo, con sacrificio, con humildad… Nos mantuvimos calladitos y demostramos que podíamos”, insiste con los mismos conceptos.
Lodeiro, que usaba el número 14 desde “gurí”, tuvo que ponerse la 45 en el Ajax, porque la 14 era de Johan Cruyff y de nadie más. Pero cuando llegó a Boca le tiraron la 10, aunque la 10 era de Riquelme. ¿Y de alguien más? Sí, de Carlitos Tevez, que apareció meses después y se la quedó. ¡Qué le iba a molestar a Lodeiro! Si con su afán por el perfil bajo salió ganando: recuperó su vieja y querida 14, y ganó la doble corona argentina.
Presente en cinco de los seis partidos que llevaron a Boca a levantar la Copa Argentina, y autor (además del gol clave en la final) de un penal en semifinales ante Lanús, es lógico considerarlo pieza clave de este equipo de Arruabarrena. “Hoy, la cancha estuvo fea y eso fue malo para el espectáculo. Los dos equipos intentamos jugar bien, pero hoy no se podía. Iba a ganar el más inteligente. El que menos arriesgara se iba a llevar el partido. Para nosotros, esta final significaba mucho”, puntualizó y, por un momento, levantó el perfil: “En los días previos se había hablado más de Central que de nosotros, pese a que éramos los campeones. Entonces, queríamos demostrar que somos los mejores. Y lo demostramos”. Cuánto por perder tenía Nicolás Lodeiro cuando llegó a Boca. Pero, en un año, todo cambió: ahora pareciera que le queda mucho, mucho por ganar.
Publicado en El Gráfico especial “Boca campeón de la Copa Argentina” (noviembre de 2015)
No hay comentarios:
Publicar un comentario