lunes, 25 de abril de 2011

El pulpo Paul, las vuvuzelas y los miedos argentinos

Por Martín Estévez

Miles de argentinos vivieron el Mundial como una posibilidad de festejar, unirse y compartir una causa. Sudáfrica 2010 terminó, pero las causas más importantes nos siguen esperando.

Argelia-Eslovenia logró 7.3 puntos de rating, entre los que lo miraron con interés y los que dejaron la tele encendida “para ver cómo salen”. El pulpo Paul, las vuvuzelas y el viaje de Evangelina Anderson “para ver a Demichelis” tuvieron 50 puntos de rating todos los días, todo el tiempo, en el colectivo, en el almacén y en el comedor de cada casa de Wilde.

En el staff de [W] no hay sociólogos, pero intuimos con demasiados argumentos que a la mayoría de los habitantes de Buenos Aires no le interesa el fútbol. No les interesa la aparición del eslovaco Robert Vittek, no les interesa el valiente planteo del Chile de Bielsa y mucho menos les interesa analizar aciertos y errores del trabajo de Diego Maradona como seleccionador.

Si Joaquín Sabina canta que le sobran los motivos, a la mayoría de los argentinos les faltan los motivos: motivos para unirse, para debatir, motivos para festejar y sentirse parte. Existe dentro de nosotros un deseo irracional de ser felices, de abrazarnos con otros, de no sentirnos tan solos, de creer que existe la magia y que todo será como en el ’86, aunque la mayoría no se acuerde nada del ’86.

Sin embargo, nos enseñaron el miedo. El miedo a lo ajeno, al otro, a lo público y comunitario. Les tememos a las escuelas públicas, a los servicios públicos y al público en general, al chico de capucha que viene caminando por la misma vereda. Quizá parezca que esto no tiene nada que ver con el Mundial, pero estamos seguros de que tiene mucha relación. Mucha.

Hubo veinte mil personas en Ezeiza esperando a la selección y pocos estaban ahí porque se haya jugado fenómeno en el Mundial. El fenómeno es otro. El mismo que llevó a dos millones de personas a festejar el 25 de Mayo, aunque tampoco supieran bien qué festejaban. No es un descubrimiento de [W] que nosotros, un mar de fueguitos diría Eduardo Galeano, nos necesitamos, nos unimos en cada situación angustiante. Que la alegría compartida es doble, y el dolor compartido es la mitad.

“¿Entonces no está mal que nos una el pulpo Paul, no?”, pregunta un lector con culpa. No estaría mal si no fuera lo único que nos une. No estaría mal si no fuera un arrebato sentimental pasajero, no estaría mal si nos uniéramos también contra los miedos que nos inculcaron. Nos abrazamos en el Obelisco con un desconocido por ganarle 4-1 a Corea del Sur, pero le tenemos miedo en cualquier otro contexto. Miedo a que nos robe, a que nos quite el trabajo, a que nos lastime.

En [W] teníamos preparado un análisis futbolístico del Mundial. Podíamos llenar páginas hablando de la épica uruguaya, de las estadísticas de Suiza, de los merecimientos españoles, del sistema táctico de Paraguay. Pero intuimos, como dijimos, que la mayoría no está interesada en el fútbol. Que la mayoría de los argentinos, más que repasar la mediocre actuación de Dinamarca, tiene ganas de unirse, de confiar, de compartir una causa. No dependamos entonces de pulpos profetas, de milagros maradoneanos, de copas que llueven cada cuatro años. Wilde, Buenos Aires, Argentina tienen decenas de causas comunes que nos esperan, nos necesitan y nos pueden unir sin miedo a lo público y popular.

A nosotros también nos corría sangre en las venas cuando Tevez ponía la pierna, el hombro y el corazón para recuperar una pelota. A nosotros también se nos anudaba la garganta cuando veíamos el tobillo hinchado de Maradona en una publicidad bien hecha. No estamos escupiendo contra el Mundial: estamos mirando más allá.

Todos sabemos que Tevez nació en Fuerte Apache, que jugó en Boca, que ganó muchos títulos. Pero ¿sabemos qué pasa en Fuerte Apache? Todos hubiéramos abrazado a Carlitos tras el golazo a México, pero ¿abrazaríamos a sus vecinos y amigos que continúan rodeados de pobreza y olvido? Todos sabemos que en Argentina hay dolores mucho más grandes que un 0-4 contra Alemania. Pero, sinceramente, ¿nos importa? Afuera, mientras tanto, nos esperan las causas comunes, los sueños y los ideales, sin Maradonas y sin pulpos mágicos. Ustedes deciden.

PUBLICADO EN REVISTA [W], AGOSTO DE 2010

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