Aunque parece imposible que uno de los dos equipos más grandes de Argentina descienda de categoría, la historia demuestra que, a veces, lo improbable sucede.
Antes del inicio del Torneo Apertura, la tabla de promedios del fútbol argentino nos contaba que durante la temporada 2010/2011 se viviría una situación especial: River, el siempre poderoso River Plate, tendría que pelear para salvarse del descenso al Nacional B. Entonces aparecieron las sentencias del sentido común: “River nunca puede irse al descenso”, “a la televisión no le conviene que se vaya a la B”, “algo van a hacer para que se salve”, etcétera.
Más allá del buen comienzo de los Millonarios en el campeonato, su situación vuelve a iluminar el asunto de las “verdades absolutas”, hechos que no podrían suceder de otra forma. Estas infamias no sólo están ligadas al fútbol. ¿No escuchamos acaso que “la pobreza no se va a terminar nunca”? ¿No permitimos el asesinato de una generación bajo la máxima “si los torturan y matan es porque algo habrán hecho”? ¿No repitieron una y mil veces hace semanas que “los homosexuales no pueden casarse”? Esas verdades absolutas a veces parecen inofensivas, pero potenciadas terminan conformando las bases de la injusticia social. En siglos pasados se creía firmemente que los negros habían nacido para ser esclavos sin que nadie se preguntara cuáles eran las razones para creerlo. Esas falsas creencias han legitimado atrocidades.
Es cierto que comparar la esclavitud con la posibilidad de que River descienda parece una burrada, pero es simplemente un método extremo de análisis. Partiendo de la base de que sentencias indiscutibles como “la Tierra es el centro del universo” y “los reyes son elegidos de Dios” se cayeron a pedazos con el transcurso de la Historia, es difícil que otras certezas sin fundamento sobrevivan para siempre. Ya adentrándonos en el deporte, podemos puntualizar ejemplos hasta el hartazgo.
En 1950, Brasil organizó un Mundial que “no podía perder”. Arrasó en todos los partidos hasta el último, cuando un empate le alcanzaba para ser campeón. Empezó ganando, pero ante 200 mil brasileños, once uruguayos dieron vuelta el resultado y se quedaron con la Copa que “Brasil no podía perder”.
Desde 1931, en el fútbol argentino reinó el dictamen de que “los grandes no pueden irse al descenso”. En 1981, San Lorenzo cometió la irreverencia de perder la categoría y jugar en la B. “Esas cosas pasan una vez cada siglo”, fue la siguiente máxima. Se diluyó dos años después, cuando Racing se convirtió en el segundo grande en sufrir un descenso.
“Nada puede detener a Mónica Seles”, decían las crónicas tenísticas a principios de 1993. La yugoslava de 19 años amenazaba con una carrera gloriosa. El 30 de abril, un tal Günter Parche apuñaló a Seles en medio de un partido. El tipo era un fanático de Steffi Graf y no soportaba que la alemana ya no fuera la mejor. ¿Quién creía posible que sucediera algo así?
En 1992, los basquetbolistas de la NBA comenzaron a representar a la selección de Estados Unidos. “El Dream Team no puede perder nunca”, se aseguraba mientras el equipo ganaba títulos y medallas. En el Mundial de 2002, la Argentina de Ginóbili, Pepe Sánchez y compañía derrotó a los monstruos y aniquiló al mito.
Más cerca en el tiempo, en el Torneo Apertura 2006, a Boca le hubiera bastado un punto en las últimas dos fechas para ganar el título. “No se le puede escapar”, repetían todos, pero perdió contra Belgrano de Córdoba, Lanús y la final contra Estudiantes, y chau campeonato, y chau “verdad absoluta”.
Existen cientos de situaciones similares, pero ya se habrá entendido hacia dónde nos dirigimos. Las posibilidades de que River descienda tendrán que ver con muchos factores: el nivel de sus jugadores, de los rivales, el azar, las influencias, la presión… No se trata de negar que pueda ser beneficiado. Ha pasado y sigue sucediendo que River y Boca son los equipos con fallos arbitrales más favorables, por ejemplo. Sin embargo, lejos está de ser imposible que River o Boca (con un promedio cada vez más bajo) jueguen alguna vez en la segunda división. Entonces, respondamos de una vez la pregunta del título. ¿River puede irse a la B? Sí, puede irse. Claro que puede irse.
PUBLICADO EN REVISTA [W], SEPTIEMBRE DE 2010
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