Por Martín Estévez
El tercer Grand Slam de la temporada mantiene algunas de sus tradiciones, pero también ha introducido modificaciones para seguir siendo uno de los torneos más atractivos y emocionantes del circuito.
En nuestro universo cotidiano, lo distinto nos moviliza. Nos produce sorpresa, rechazo, entusiasmo, extrañeza o conmoción, pero nunca pasa desapercibido. En el mundo del tenis, lo distinto es Wimbledon.
En realidad, navegando a través de la historia, es sencillo descubrir una contradicción: Wimbledon es distinto porque sigue siendo igual. En un deporte totalmente adaptado a la tecnología, a los avances y al cambio permanente, el abierto de tenis inglés intenta mantener tradiciones surgidas desde aquella primera edición de 1877.
Sin embargo, el tenis empuja, el mundo avanza, hasta el eje de la Tierra se corre: es imposible la inmovilidad. El enfrentamiento entre la modernidad del deporte y la tradición de Wimbledon, de todos modos, está lejos de ser una colisión. Los organizadores combinan ambas fuerzas con cambios paulatinos, moderados, a veces sutiles. Hasta el momento, les está saliendo bien.
¿Por qué Wimbledon es distinto?
Una suma de factores ha influido para que se genere esa sensación. Por ejemplo, la superficie. Mientras el tenis evolucionó hacia el cemento y el polvo de ladrillo, en Wimbledon se sigue jugando sobre césped, la superficie más popular a principios del siglo XX. También es distinto en las formas: los y las tenistas deben vestir de blanco; no se permiten otros colores. Se ha intentado mantener a la tecnología lo más alejada posible. Y es el único torneo con un día intermedio en el que no se juega: durante el Middle Sunday, primer domingo de Wimbledon, no hay actividad. En la intimidad del tenis se ironiza sobre otra tradición: que no gane ningún jugador local. Desde que Fred Perry alzó el trofeo en 1936, ningún británico se consagró.
Tradicional, pero no tanto
Poco a poco, comenzaron a escucharse quejas: que la superficie es incómoda, que es imposible devolver un buen saque, que la lluvia siempre retrasa todo, que los umpires se equivocan... Aunque durante mucho tiempo en Wimbledon se opusieron a los cambios, progresivamente fueron aceptando modificaciones casi inevitables.
En 1997, por ejemplo, cambió la ubicación de la cancha 1 (segunda en importancia). Se dejó de lado la histórica y se construyó otra con capacidad para más espectadores. En 2007 se aceptó el uso del Ojo de Halcón, que permite a los jueces corroborar sus fallos gracias a un dispositivo de altísima precisión. Y en 2009 se instaló un techo corredizo en la cancha principal para que las permanentes lluvias no frenen por completo la actividad.
El cambio más importante, de todos modos, se hizo en la superficie. Sutilmente, claro. En Wimbledon no están dispuestos a abandonar el césped, pero los tenistas se mostraban cada vez menos dispuestos a aceptar un suelo tan veloz, inestable y poco utilizado (además de Wimbledon, existen sólo cinco torneos por año sobre pasto). ¿Qué sucedió? Se cambió el tipo de césped (en lenguaje técnico, se dejó de lado la siembra para utilizar rolls de pasto cultivado) y se cambió la forma de cortarlo para generar piques más lentos. Los tratamientos para endurecer un poco el suelo y una menor presión en las pelotas utilizadas también disminuyó la velocidad del juego.
Sin que el cambio sea brusco, los jugadores con saques potentes perdieron el predominio. Bajó el número de aces y se diversificaron las tácticas. Antes, nueve de cada diez intentaban saque y volea: atacar la red y ganar el punto rápidamente. Ahora la pelota pica un poco más alto y un poco más lento, lo que les permite hacer su juego a tenistas de fondo. Si alguien tiene autoridad para hablar sobre la modificación es el gran Roger Federer: “Recuerdo que, antes de los cambios en la superficie, subía a la red en el 80% de mis primeros servicios y en el 50% con el segundo. Si te quedabas en el fondo estabas perdido, porque el césped era tan rápido que no había tiempo para intercambiar golpes”.
Finalmente, las tradiciones estrictas han perdido fuerza, pero se mantienen las más visibles, como la utilización de vestimenta blanca y el Middle Sunday. En realidad, no del todo: ocurrió en tres ocasiones que, cuando las lluvias retrasaron mucho la programación, se jugó durante el domingo de descanso. La última vez, en 2004.
La edición 2011
Los tres candidatos lógicos (Rafael Nadal, Novak Djokovic y Roger Federer) tienen antecedentes muy distintos en el torneo. Nadal debutó en 2003 y cuenta con un record de 29 triunfos y 4 derrotas. Fue campeón en 2008 (final ante Federer) y 2010 (Berdych); y había perdido el juego decisivo en 2006 y 2007. Djokovic (record de 20-6) conoció Wimbledon en 2005 y desde entonces sólo alcanzó dos semifinales. Es el que más tiene por demostrar en tierras inglesas. Federer, en tanto, es uno de los grandes héroes de la historia del torneo. Desde 1999, ganó 56 partidos y perdió 6. Seis veces campeón, es imposible no considerarlo el gran candidato a quedarse con el millón y medio de dólares que se llevará el ganador.
Los últimos campeones
2001: Goran Ivanisevic
2002: Lleyton Hewitt
2003: Roger Federer
2004: Roger Federer
2005: Roger Federer
2006: Roger Federer
2007: Roger Federer
2008: Rafael Nadal
2009: Roger Federer
2010: Rafael Nadal
PUBLICADO EN ACCESS DIRECTV N°32 (JUNIO DE 2011)
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