Por Martín Estévez
La etapa de Julio Velasco como entrenador tuvo su primera cita fuerte: la Selección terminó 11ª en el Mundial. Aunque la posición final sólo es aceptable, lo que entusiasma es el muy buen rendimiento mostrado ante Italia y Estados Unidos, y la posibilidad de seguir potenciando a un plantel muy joven.
Era difícil determinar la meta de la Selección de voley antes del Mundial. ¿Pasar la primera ronda? ¿Quedar entre los mejores ocho? ¿Meter un batacazo y llegar al podio? “Antes del torneo no se había puesto un objetivo claro –le cuenta Sebastián Closter, líbero del equipo, a El Gráfico–. Somos un equipo en formación y la idea era ir partido por partido”.
El mal final de la etapa de Javier Weber (2009-2013) había generado pesimismo, pero la asunción de Julio Velasco, de exitosos pasos por Italia e Irán, y una muy buena actuación en la Liga Mundial 2014 (8 triunfos y 4 derrotas) renovaron el oxígeno. Finalmente, se superó la primera ronda, pero el acceso a los ocho primeros puestos no pudo ser.
La Selección terminó 11ª; en los fríos números significa que bajó dos puestos desde aquel 9º lugar en el Mundial 2010, pero puede ser injusto basarse sólo en estadísticas cuando se analiza a un equipo todavía en formación y que en el torneo acumuló cinco triunfos (entre ellos, a Italia y Estados Unidos) y sólo cuatro derrotas.
¿Cómo está el voley argentino?
En nuestro país, el voley tiene mucha fuerza a nivel colegial (es de práctica habitual en las escuelas), pero en las competencias internacionales depende de la camada de jugadores que se junte, de la inteligencia de cada cuerpo técnico para aprovecharlos y de la aptitud dirigencial para evitar conflictos; no olvidemos que la Argentina ha llegado a quedar fuera de torneos internacionales por problemas organizativos.
La popularidad del voley en la Argentina también se ubica en un término medio: así como ha llenado estadios en varias provincias durante el esplendor de Marcos Milinkovic, también sufre la falta de interés masivo en los torneos locales.
La Selección, irrelevante a nivel internacional hasta 1980, tuvo su Edad de Oro entre 1982 (3ª en el Mundial) y 1988 (bronce en los Juegos Olímpicos), apuntalada por el entrenador coreano Young Wan Sohn. A partir de entonces ha navegado entre el 4º y el 14º puesto sin establecerse claramente en ninguno.
Los últimos resultados internacionales (7ª en los Juegos Olímpicos 2012; 10ª en Liga Mundial 2012; un triunfo y once derrotas en Liga Mundial 2013; 13ª en Liga Mundial 2014) resultaban heterogéneos, cambiantes, y eso generó falta de certezas en cuanto a las posibilidades del equipo.
En el balance final, Argentina ganó tres partidos ganables (Venezuela, Camerún y Australia) y perdió tres perdibles (Serbia, Francia y Polonia, que finalmente fue el campeón). Cayó en uno en el que podía ser considerada favorita (ante Irán), pero ganó dos en los que iba de punto (Italia y Estados Unidos). El equipo mostró irregularidad, aunque subió el techo de su nivel: ante italianos y estadounidenses se vio lo mejor del ciclo Velasco.
“Hubo muchos altibajos durante el torneo –confirma Closter, que llegó a la Selección gracias a su nivel en Bolívar–. No jugamos bien en los últimos tres sets contra Francia ni contra Irán, pero contra Italia y Estados Unidos respetamos más el mensaje de Julio, corregimos el bloqueo y logramos dos victorias que eran inesperadas”.
Objetivo: Río de Janeiro 2016
Closter tiene 25 años, al igual que Facundo Conte, Alejandro Toro y Pablo Crer. Nicolás Uriarte (24), Sebastián Solé y Martín Ramos (23) son incluso más chicos. Evidentemente, hay un grupo de jóvenes que pueden seguir creciendo.
“Nos falta corregir el trabajo en defensa. El bloqueo mejoró durante el Mundial, pero no llegamos a algunas pelotas a las que deberíamos llegar. En la Liga Mundial de este año habíamos defendido mejor. Otro aspecto en el que fallamos fue en los errores no forzados con el saque, que fueron demasiados. Lo que sí logramos en el Mundial es tener más tranquilidad durante los puntos largos”, explica Closter.
Desde su asunción, Velasco había anunciado que el Mundial sería un momento de transición en el que se experimentaría para llegar lo mejor posible a los Juegos Olímpicos 2016. Allí, con dos años de trabajo encima y mayoría de jugadores en su plenitud (merodeando los 26 años), Julio y los suyos pretenden dar el golpe y meter a la Argentina entre las mejores del mundo. Antes, claro, habrá que lograr la clasificación y conseguir el mejor desempeño posible en la Liga Mundial 2015.
Que la Liga Argentina de Voley crezca, que los dirigentes no compliquen el trabajo, que los jugadores se compenetren con la idea de Velasco y que corran todas en defensa: si eso ocurre, mejorar en Río 2016 este 11º puesto no será cuestión de suerte, sino el resultado lógico de un trabajo bien hecho.
Recuadro - Hay buen futuro
El optimismo que genera esta etapa de la Selección de vóley se sostiene en tres pilares. Primero, los triunfos logrados ante Italia y Estados Unidos durante el Mundial, que demostraron que no es imposible derrotar a las potencias. Segundo, la juventud del plantel, que podría potenciar su nivel en los dos años que quedan del “proyecto Velasco”: 2015 y 2016. De los 14 que jugaron el Mundial, nueve no superan los 27 años. El otro pilar es el recambio que aparece en las divisiones juveniles. En septiembre, Argentina ganó el Sudamericano de Menores, jugado en Colombia, en el que derrotó al poderoso Brasil en la final. Felipe Benavídez, Sergio Soria y Rodrigo Michelón fueron figuras y podrían ser las nuevas caras de la Selección Mayor en los próximos años.
Publicado en El Gráfico N°4450 (octubre de 2014)
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