Por Martín Estévez
En 2015, el santafesino se convirtió en el primer nadador argentino que ganó una medalla en un Mundial en pileta olímpica. En 2016, buscará una hazaña incluso mayor: subirse a un podio en los Juegos de Río.
Si se le pidiera a cada persona que vive en la Argentina que mencione a los nadadores nacionales que conoce, muy probablemente el más nombrado sería José Meolans. Luego, Georgina Bardach. Y hasta 2014 no existía otro apellido que se destacara. Tal vez ese sea uno de los más inmensos méritos de Federico Grabich: ser el principal postulante para completar el podio.
Hasta 2015, su carrera era muy buena, pero todo transcurría dentro de los carriles habituales, no perforaba el ambiente de la natación. “Siempre viví en Casilda, Santa Fe, con mi hermano, mi viejo y mi vieja, que era directora de la escuela en la que yo estudiaba. Así que siempre me cargaban, me decían que estaba acomodado –contó en la entrevista que le realizamos este año en la redacción de El Gráfico–. Ella me exigía bastante con el estudio, así que fue difícil decirle: ‘Me quiero dedicar a la natación, mi objetivo es ir a los Juegos Olímpicos’”.
Ser nadador, de todas formas, no le resulta fácil en el día a día: “Estoy solo, sin posibilidad de tener algún diálogo mientras practico, porque encima es con la cabeza abajo del agua. Lo bueno es que el resultado es todo para mí, sea el éxito o el fracaso”.
La chance de disputar los Juegos le llegó rápido: a los 22 años, en Londres 2012, pero no hubo alegrías. “Fue mi peor torneo en tiempo y en sensación –recuerda-. Me propuse que no volviera a pasarme eso y fui a entrenarme a Barcelona durante un año. La idea era que después siguiera, pero estaba lejos de mi casa. No podía sentirme como en Casilda, así que me volví pensando que acá iba a ser mejor. Allá tenía condiciones de infraestructura superiores, pero eso no te sirve para mejorar si el afecto de tu familia y de tus amigos no está. Por eso volví a mi casa, con la entrenadora que me conoce (Mónica Gherardi), que me acompaña desde hace trece años y que iba a buscar lo mejor para mí. Ella es amiga de mi mamá, estuvo el día del parto en el hospital. Es una persona que me conoce desde que nací”.
Los resultados fueron mejorando y explotaron en 2015. Primero, con una excelente actuación en los Juegos Odesur 2014, donde ganó cinco medallas de oro. Luego, en los Juegos Panamericanos 2015: en Toronto obtuvo la de oro en 100 metros libre y fue plata en 200. Y por último, en el Mundial de Kazán, donde finalizó tercero en los 100 y conquistó la primera medalla para la Argentina en una pileta olímpica.
Completó su magnífico año con una medalla de plata en la etapa de la Copa del Mundo de natación disputada en Doha (también en 100 metros) y un 6° puesto en Dubai. Ya está clasificado para los Juegos Olímpicos 2016 en 100, 200 y 400 metros libre. Y ya se obsesiona con una revancha, aunque le siga costando ser nadador. “Me pasa todos los días, especialmente en invierno –reconoce–. Me paro enfrente de la pileta y pienso: ‘Estoy tan calentito acá, adentro del buzo. ¿Por qué me tengo que tirar?’”.
Publicado en El Gráfico N°4465 (enero de 2016)
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