viernes, 15 de noviembre de 2013

Deporte francés: el renacimiento



Por Martín Estévez


Parecía atravesar un mal momento, pero fue solo un espejismo: el deporte francés demostró durante los Juegos Olímpicos que sigue siendo potencia mundial.

Los Juegos Olímpicos de Londres eran un desafío enorme para el deporte francés; la instancia en la que se descubriría en qué nivel se encontraba un país históricamente fuerte que había decepcionado en Beijing 2008 en cuanto a su cosecha de medallas de oro. Y los resultados fueron satisfactorios, positivos, alentadores: Francia volvió a los primeros planos.

Le passé (el pasado)

Como toda potencia económica, los franceses han tenido históricamente pocas dificultades para imponerse como referencia cultural, tanto desde lo artístico (especialmente en literatura y pintura), lo político (a partir de la Revolución Francesa del siglo XVIII) y también en lo deportivo. 

De hecho, los primeros Juegos Olímpicos se disputaron en Atenas durante 1896 y la segunda sede fue nada menos que París, cuatro años después. En su casa, los deportistas franceses demostraron poderío ganando más de cien medallas (26 de oro) y finalizando en el primer lugar, por encima de los Estados Unidos y Gran Bretaña.

En las décadas siguientes, Francia tuvo altibajos en el medallero, destacándose en Los Angeles 1932 y Londres 1948, con 10 medallas de oro en cada edición. Sin embargo, los resultados nunca pusieron en duda su prestigio deportivo. Es que, desde hace más de un siglo, Francia forma parte de la elite del deporte. En tenis, por ejemplo, el torneo de Roland Garros se disputó por primera vez en 1891 y es uno de los cuatro más importantes, tanto del circuito masculino como del femenino. En ciclismo, el Tour de Francia (creado en 1903) se transformó en una competencia legendaria. Y ya en 1910, Francia comenzó a participar del actual Seis Naciones, uno de los dos principales torneos anuales del rugby.

Petite crise (pequeña crisis)

En el pasado reciente, pareció existir un pequeño declive en el poderío francés. El argumento más utilizado para señalarlo fue el número de medallas olímpicas de oro. En Atlanta 1996 habían sido 15. En Sydney 2000, 13. En Atenas 2004, 11. Y en Beijing 2008 la cifra se redujo a 7.

Luego del título en el Mundial de 1998 y de un gran subcampeonato en 2006, la Selección de fútbol tuvo una mala actuación en Sudáfrica 2010, quedando eliminada en la primera ronda. Y sus clubes no ganan ningún título europeo desde que el Paris Saint Germain obtuvo la Recopa en 1996.

En tenis, Yannick Noah fue el último francés en triunfar en un Grand Slam: Roland Garros 1983. Y, tras el retiro de Amelie Mauresmo (ganó Wimbledon en 2006), las mujeres tampoco consiguieron festejar en un torneo grande. Además, el equipo de Copa Davis, históricamente fuerte, no se consagra desde 2001.

Tampoco ayuda que la Selección de rugby siga sin ganar la Copa del Mundo; ni siquiera en la edición 2007, disputada en condición de local. Y hasta en la Fórmula 1 hay escasez de alegrías francesas, porque el último título corresponde a Alain Prost en 1993.

Le présent (el presente)

Sin embargo, indicios recientes permiten suponer que la crisis no fue profunda, sino una suma de malos resultados más relacionados con características específicas de cada disciplina que con un malestar general del deporte francés. Incluso, quienes catalogaron la actuación en Beijing 2008 como decepcionante porque Francia sumó solo 7 oros, ahora se permiten realizar un balance positivo de aquella competencia basándose en otra estadística: en total sumó 40 medallas, su mejor marca desde 1900.

En Londres 2012, la delegación francesa acumuló 11 doradas y 34 en total, trepando al séptimo lugar en el medallero. Varios de los primeros puestos provinieron de deportes en los que siempre se destacó, como ciclismo, handball (bicampeón mundial) y judo, pero la sorpresa se produjo en la natación, donde sumó cuatro oros, dos de plata y una de bronce.

A partir de la buena actuación olímpica, el mapa deportivo francés empezó a reconstruirse desde una mirada más optimista. Así, aunque la Selección de fútbol no ha logrado buenos resultados desde 2006, se valora la competitividad de Le Championnat, la poderosa liga de fútbol. El rugby, aun sin ser campeón mundial, ha conquistado cinco de las últimas once ediciones del Seis Naciones y además logró un histórico subcampeonato en la Copa del Mundo 2011, detrás de los All Blacks. Y sus tenistas no ganarán Grand Slams, pero sería injusto no reconocer el gran nivel que demuestran valores como Jo-Wilfried Tsonga, Richard Gasquet, Gael Monfils o Marion Bartoli.

El básquet también atraviesa una etapa de crecimiento. La Selección femenina logró la medalla de plata en Londres, mientras que los hombres ganan terreno en la NBA: el arribo de Tony Parker, estrella de San Antonio Spurs desde 2001, le abrió las puertas a otros talentos, como Boris Diaw (debutó en Atlanta en 2003) y Joakim Noah (llegó a Chicago Bulls en 2005), al punto que en la preselección para los Juegos, el plantel nacional llegó a contar con ocho jugadores de la NBA.

El buen momento del deporte francés se sostiene también en el atletismo. El gran triunfo de Renaud Lavillenie en salto con garrocha durante los Juegos Olímpicos fue acompañado por la medalla de plata en 3000 metros con obstáculos de Mahiedine Mekhissi-Benabbad (repitió su logro de 2008). El, al igual que muchos de los grandes deportistas franceses, tiene raíces en otro país: Argelia. Ese es un aspecto que utiliza el deporte francés para reforzar su jerarquía: la capacidad para absorber las distintas culturas y orígenes de sus habitantes. De hecho, la Selección de fútbol campeona en 1998 estaba conformada por mayoría de jugadores descendientes de extranjeros, como Zinedine Zidane (Argelia), Thierry Henry (Guadalupe), Marcel Desailly (Ghana) y David Trezeguet (Argentina), entre otros.



Les raisons (las razones)

Un país como Francia no necesita de grandes planificaciones para ser potencia deportiva. No solo es la quinta economía más fuerte del planeta y posee más de 66 millones de habitantes, sino que es una de las naciones que ha atravesado la crisis europea sin ponerse de rodillas. 

Con la excepción del rugby champagne, el vistoso estilo que tradicionalmente tienen sus jugadores en ese deporte, Francia no ha generado una identidad única en las diversas disciplinas; pero terminó haciendo, de esa posible debilidad, una fortaleza: el éxito del deporte francés consiste en una múltiple combinación que incluye los subsidios estatales al deporte, la importancia otorgada a las competencias por equipo, el sostén económico de los grandes sponsors, la pluralidad física y cultural de sus habitantes, y los esfuerzos individuales.

Al igual que ocurre con países como los Estados Unidos, China, Alemania o Gran Bretaña, la próxima vez que se hable de crisis en el deporte francés, habrá que tener mayor precaución: los gigantes, más tarde o más temprano, suelen terminar despertando.


PUBLICADO EN ACCESS DIRECTV Nº49 (NOVIEMBRE DE 2012)

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