Por Martín Estévez
Héroe del 3-0 ante Boca en la anteúltima fecha, reconoce que hasta ese momento sólo pensaban en sumar puntos para el promedio. En 2002 vivió su día más triste en la cancha del Arse. Una década después, el más feliz. "Desde el primer momento me hicieron sentir como en mi casa", agradece.
Lejos del estereotipo del futbolista moderno, que declara con el libreto escrito por su representante y pensando en no perjudicar una futura venta, Luciano Leguizamón parece relajado. Será, como él mismo dice, porque ya está cerca de los 30 años, y también porque le pasaron unas cuantas cosas. Como saltar del club de su ciudad, Gimnasia de Entre Ríos, al club de sus amores, River. O haber sido echado de Gimnasia por cambiar la camiseta con Verón después de un clásico. O vivir seis meses solo en Arabia Saudita, sin siquiera un argentino en el equipo (“Solamente hablaba con el cuerpo técnico, con Gabriel Calderón, el Chavo Anzarda y un médico argentino”).
El tipo atraviesa días de gloria: dos goles a Boca en La Bombonera para un histórico 3-0, y triunfo ante Belgrano para ser campeón con Arsenal. “Fue un semestre especial. Pensábamos en sumar para el promedio, y encima teníamos la Copa. La Libertadores la padecimos, la sufrimos mucho. La jugamos porque teníamos que jugarla, pero cuando quedamos afuera nos liberamos en el campeonato. Además, el golpe que nos dio Boca al eliminarnos nos fortaleció. Somos un plantel joven y nos hizo madurar”. La revancha llegó en la fecha 18 del Clausura. “Ese partido fue una final, porque si perdíamos quedábamos sin chances. El equipo se plantó, fue superior desde el primer minuto y recién ahí los periodistas nos pusieron como candidatos al título”, explica y reconoce: “La verdad, hasta ese día nosotros tampoco nos sentíamos candidatos”.
Olvídense de la historia del equipo que se tenía fe desde el inicio y arrasó con todos. El Arsenal de los Grondona soñó con freno de mano hasta la anteúltima fecha. ¿El Arsenal de los Grondona? “Sí, todos nos dicen así. Yo estoy hace cinco años en el club y asumí que hay que convivir con eso, con la sensación que todos tienen de que nos ayudan. Pero la verdad es que no tuvimos ayuda de nadie. Hubo muchos partidos que ganamos claramente, da bronca que minimicen el trabajo que hicimos”.
En mayo de 2002, mucho antes de llegar al club, Leguizamón conoció Sarandí de la peor manera. “El primer gran objetivo de mi carrera era ascender a Primera con Gimnasia de Entre Ríos, el equipo de mi ciudad. Y no se me pudo dar. En la cancha de Arsenal jugué el partido más triste de mi vida: empatamos 1-1 y ellos nos ganaron el ascenso por un gol”. Ellos, diez años después, se convirtieron en nosotros: “Cuando llegué al club sólo quería tener continuidad, porque venía de seis meses malos en Gimnasia. Y desde el primer momento me hicieron sentir como en mi casa y me bancaron, porque he tenido muchas lesiones”.
¿Tan tranquila es la vida en Arsenal? “Sí, es un club sin presiones, donde no hay elecciones. Es el club de los Grondona, lo manejan ellos y lo manejan muy bien. El único problema que tenemos son los anteojos negros de Julito (Julio Ricardo Grondona, presidente del club). Cuando no ganamos y viene con los anteojos negros, es porque tuvo una mala noche. Uno, que hace rato está en el club, lo conoce. Sé que en esos días no se le puede hablar. Hay que esperar que se le pase, y después todo vuelve a la normalidad”. Seguramente no habrá anteojos negros durante un largo tiempo: Arsenal es campeón. ¿Y ahora qué? “Yo no sé si voy a seguir, pero los que se queden van a disfrutar de estar tranquilos con el promedio. Habrá que enfocarse en pelear otro campeonato y en pasar alguna fase de la Libertadores, algo que Arsenal nunca pudo hacer”.
El contrato de Leguizamón terminó el 30 de junio y su futuro, al cierre de esta edición, era un misterio. “Arsenal es mi casa y, si fuera por mí, me retiraría en el club, pero estoy por cumplir 30 años, y en este momento ya se piensa más en el bolsillo que en lo deportivo. Si pudiera elegir, me gustaría jugar en un grande de Argentina. Es mi cuenta pendiente. Estuve en River, pero casi no jugué. Llegaba de Entre Ríos, tenía 19 años y en el plantel había un montón de delanteros: Cavenaghi, el Chori Domínguez, Salas, Fuertes, la Gata Fernández, Cuevas, Maxi López... Lo seguí en la B porque soy hincha, y la verdad es que el fin de semana del título fue completo, porque fuimos campeones y subió River. Ojalá tenga otra chance”.
La entrevista termina con el máximo goleador de Arsenal en Primera (39 goles, más 7 en copas internacionales) a punto de subirse a una bicicleta e irse hasta Luján. “Venía de una lesión y prometí que si no me pasaba nada en los últimos partidos, iba. Eso sí, para la vuelta me espera mi mujer con el auto”.
PUBLICADO EN EL GRÁFICO Nº4424 (JULIO DE 2012)
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