Por Martín Estévez
El Pipi superó la barrera de los futbolistas terrenales: en 2002 había ganado la primera copa internacional del club y ahora, ya como un símbolo, levantó la Libertadores, su quinto título en el Ciclón.
Nadie sabe si es su último partido en San Lorenzo o no. Y durante algunos segundos, algunos minutos, durante toda esta noche mágica no importa. Leandro Atilio Romagnoli, el Pipi, el enano que debutó hace más de quince años con la camiseta de San Lorenzo, sale de la cancha y los cuervos no tienen fuerzas para gritar. Tienen un nudo en la garganta, entonces aplauden, entregan lo que les queda de voz, lloran. Faltan apenas instantes para que se acabe el partido y se acabe la espera, una de las más largas del fútbol mundial: la del San Lorenzo campeón de América. Fueron 52 años desde el debut del Ciclón en la Copa, en 1962, pero se acabó. Y en parte, gracias a Romagnoli.
Gloriosa historia la suya con la camiseta azulgrana. Más gloriosa, al menos desde las estadísticas, que la de cualquiera: acaba de sumar su quinto título con el club. No sólo es el máximo ganador en el profesionalismo, sino que entre esos cinco hay tres en el ítem que al Cuervo más le cuesta: torneos internacionales. En su primera etapa (1998-2004), el Pipi ya se había convertido en ídolo: por su talento y por haber sido clave en las obtenciones del Clausura 2001, la Mercosur 2001 (primera copa continental del club) y la Sudamericana 2002.
Se fue, al principio, a México, a jugar en el Veracruz, y después a probar suerte en Europa, con la camiseta del Sporting Lisboa: ganó dos Copas y dos Supercopas portuguesas. Pero en su cabeza siempre pensó en volver, y volvió en 2009, cuando tenía 28 años y mucho por dar. No fue fácil el retorno: San Lorenzo era un caos y sufrió mucho, muchísimo para salvar la categoría, con el polémico Ricardo Caruso Lombardi como entrenador y en un todavía más polémico partido contra San Martín de San Juan que le permitió sobrevivir.
Sin embargo, en poco tiempo, el Ciclón se puso de pie y reencontró el camino del triunfo. Si ya era ídolo, cuando Leandro volvió a consagrarse campeón en el Torneo Inicial 2013 se convirtió en héroe, en el hijo pródigo que había regresado y, además, había repetido el éxito.
“Quiero ganar la Copa Libertadores, no hay punto medio –imponía en charla con El Gráfico en la edición de enero de 2014, cuando apareció merecidamente en la tapa–. No sirve llegar a las semifinales y perderlas. Ojalá que San Lorenzo la pueda ganar algún día, sea yo jugador, entrenador o un hincha más”. No hubo que esperar tanto, Pipi. Faltaban apenas siete meses.
Fue una Copa especialmente difícil para él. Moviéndose desde el centro hacia la derecha, arrancó como uno de los encargados de desequilibrar en ataque, junto a Piatti, pero dos expulsiones y su inminente transferencia al Bahía de Brasil lo tuvieron todo el tiempo inquieto. La primera roja, contra Independiente del Valle, lo dejó cuatro fechas afuera. Y cuando volvió, lo expulsaron otra vez: en la revancha contra Cruzeiro. Hubo gol, golazo de Lammens y de los dirigentes, que, en fallo casi inédito, consiguieron que al Pipi no lo sancionaran. Igual se quedaba sin Copa, porque por contrato debía viajar a Brasil antes de las semifinales, pero el club apostó a soportar el conflicto para tenerlo hasta el final. Hasta la final. Hasta esta final inolvidable en la que no brilló, en la que ninguno brilló, porque jugaron con una mochila que pesaba 52 años, pero que ya no pesa nada.
San Lorenzo es campeón de América. Romagnoli, Leandro Atilio, el Pipi, el 10, llegó a los 329 partidos con la azulgrana. Y nadie sabe si fue el último. “Estuvimos mucho tiempo esperando esta Copa. Los hinchas querían esto. Por ahora pienso solamente en festejar, pero yo quiero estar en Marruecos”, dijo apenas terminada la final. Marruecos será el país en el que se jugará el Mundial de Clubes. El Mundial de Clubes: guau. E imaginarlo sin Romagnoli es difícil para los hinchas de San Lorenzo. El tipo que en su primera etapa fue ídolo y que, al volver, se transformó en héroe. El tipo que se quedó contra la lógica y contra los contratos y que, a los 33 años, pasó la barrera de los futbolistas terrenales que vistieron la azulgrana. El tipo, Leandro Romagnoli, se convirtió en el primer superhéroe de la historia de San Lorenzo.
Publicado en El Gráfico especial N°350 (agosto de 2014)
Grande Pipi. Gracias Martín por tus comentarios. No me importan las diferencias con los ídolos de otros equipos, no me hablen de Riquelme o Francescoli. Cuando ves llorar a un jugador en pleno partido porque dimos vuelta un resultado con San Martín de San Juan o con Newell's para escaparle al descenso, cuando un par de años después lo ves levantando la Copa Libertadores, no hay nada más para agregar. Romagnoli está en la piel de San Lorenzo.
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