Por Martín Estévez
Se juega el torneo de tenis más prestigioso y, para empezar a saborearlo, te contamos diez de las historias que convirtieron a la competencia en una verdadera leyenda.
Es el torneo “distinto” del circuito. Genera un poco de odio, pero mucho amor. Odio, porque la mayoría de los tenistas no se sienten cómodos en su superficie. Los campeonatos sobre césped son cada vez menos y a los jugadores, acostumbrados a los piques firmes de la pelota en cemento o polvo de ladrillo, los desorientan los rebotes sobre una superficie irregular, rápida, a veces indescifrable. Pero genera mucho más amor porque es Wimbledon, con todo lo que conlleva. El torneo más prestigioso de la historia, que se disputa desde 1877 y han ganado muchos de los principales tenistas de todos los tiempos. El que mantiene las tradiciones y el que, justamente por el verde de su suelo, se transforma en un desafío especial. El más antiguo de los cuatro Grand Slams, que se jugará del 29 de junio al 12 de julio, tiene muchas historias para recordar.
El primer campeón
Aquella edición inicial del Abierto de Inglaterra era muy diferente a la actual: no se permitía la participación de extranjeros, sólo podían jugar los hombres y para la competencia se anotaron 22 participantes, que tuvieron que pagar una guinea (moneda que se usaba en Gran Bretaña) de inscripción. En la final, Spencer Gore derrotó 6-1, 6-2 y 6-4 a William Marshall tras 48 minutos de partido. Gore obtuvo como premio una copa de plata, 12 guineas y el derecho a jugar la final del año siguiente: en 1878 caería ante Frank Hadlow. Marshall, en cambio, no volvería a jugar instancias decisivas.
Basta de discriminación
Las mujeres recibieron el derecho a participar en 1884. Se anotaron 19, y Maud Watson, que jamás había perdido un partido en su vida, mantuvo el invicto en Londres: derrotó 6-8 (no existía el tie-break), 6-3 y 6-3 en la final a… ¡su hermana! Sí, Lillian Watson fue su rival. Maud volvió a ser campeona un año después al vencer a Blanche Bingley, pero Bingley se tomó revancha en 1886 con un contundente 6-3 y 6-3.
La primera hegemonía
Entre 1881 y 1886, William Renshaw ganó el torneo seis veces consecutivas. Sin embargo, su página más memorable la escribió en 1889 cuando, en su recorrido desde primera ronda hasta la gran final, salvó seis match points en contra y remontó un 5-0 contra Harry Barlow. La final la jugó contra Ernest, ¡su hermano mellizo! Fue el séptimo y último título de William, récord que mantiene en la actualidad. Además ganó siete veces el torneo de dobles, siempre junto a su mellizo.
Malditas guerras
El torneo sólo se suspendió a causa de las dos Guerras Mundiales. La Primera Guerra generó la cancelación de las ediciones de 1915, 16, 17 y 18. Peor fue lo sucedido durante la segunda: no sólo no se disputó entre 1940 y 1945, sino que, en octubre de 1940, la catedral del tenis fue una de las construcciones sobre las que cayeron los bombardeos del ejército nazi. La parte dañada fue reconstruida varios años después.
Bendita Martina
En 1976, cuando tenía 20 años, Martina Navratilova comenzó su recolección de trofeos en Wimbledon: ganó el dobles femenino, formando dupla con Chris Evert. Dos años después obtuvo su primer título en singles (2-6, 6-4 y 7-5, justamente ante Evert), logro que repitió en 1979, 82, 83, 84, 85, 86, 87 y 90. Sus nueve trofeos la convierten en la más ganadora, tanto en hombres como en mujeres. Pero no es su único récord: gracias a sus 7 festejos en dobles femenino y a los 4 en el mixto, también tiene la marca (compartida) de ser la que más títulos sumó en Wimbledon: 20. En el último, en dupla con el indio Leander Paes, también batió el récord de ser la campeona de mayor edad: tenía 46 años.
El pequeño Boris
Si Navratilova sorprendió al ganar un título a pesar de su edad, lo mismo generó el alemán Boris Becker, pero al revés: fue campeón a los 17 años. En 1986, derrotó 6-4, 6-3 y 7-5 a Ivan Lendl, que nunca obtuvo el torneo. Becker, en cambio, volvería a celebrar en 1989, al derrotar a uno de sus clásicos rivales, el sueco Stefan Edberg.
Partido eterno
El choque entre el estadounidense John Isner y el francés Nicolas Mahut, por la primera ronda de 2010, no sólo fue el más largo del torneo, sino de la historia del tenis. Comenzó el 22 de junio, cuando terminaron igualados 2 a 2 en sets y se suspendió por falta de luz natural tras casi tres horas de juego. Prosiguió el 23, con un quinto set increíble: luego de siete horas, y con el marcador 59-59, volvieron a quedarse sin luz. La conclusión llegó un día después: Isner ganó 70-68, totalizando 11 horas y 5 minutos de partido. Se batieron muchos récords más, entre ellos el de aces (Isner logró 112) y games en un partido (183).
Ellos también
El récord que Renshaw sostenía desde 1889 fue igualado 111 años después. El estadounidense Pete Sampras, que había obtenido el título en 1993, 94, 95, 97, 98 y 99, derrotó en cuatro sets a Patrick Rafter y alcanzó la marca con el agregado de que jamás perdió una final. Muy rápido lo siguió Roger Federer. El suizo se impuso entre 2003 y 2007, en 2009 y en 2012. Además perdió dos encuentros decisivos (2008 y 2014), pero sigue activo, por lo que dentro de pocas semanas podría batir este legendario récord.
El fin de la maldición
Los ingleses disfrutan el torneo, pero supieron sufrirlo: durante 67 años ningún tenista local ganó en singles. Fred Perry completó su tricampeonato en 1936, pero luego hubo que esperar hasta 2013 para que un británico festejara. Fue el escocés Andy Murray, que derrotó 6-4, 7-5 y 6-4 a Novak Djokovic. La maldición continúa entre las mujeres: la última fue Virginia Wade en 1977.
Hazañas sudamericanas
A los tenistas de nuestra región, históricamente, les ha costado obtener buenos resultados en el césped londinense: sólo cuatro jugaron alguna final. El primero entre los hombres fue Alex Olmedo, peruano nacionalizado estadounidense, que se consagró campeón en 1959. Ese mismo año, la brasileña Maria Bueno se impuso entre las mujeres, logro que repitió en 1960 y 1964; perdiendo las finales de 1965 y 66. Recién en 1991 volvió a aparecer una sudamericana en el encuentro decisivo: la argentina Gabriela Sabatini, que cayó ante Steffi Graf. Sabatini, al menos, se había dado el gusto de ganar el dobles femenino de 1988. El último finalista fue otro argentino, David Nalbandian, derrotado por Lleyton Hewitt en 2002.
Publicado en Access DirecTV N°79 (junio de 2015)
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