Por Martín Estévez
La historia nació en el año 776 a.C., cuando las ciudades griegas se reunieron en Olimpia para compartir actividades que unieran a las diferentes culturas. Durante todos esos días, se frenaban las guerras.
Este texto es una excusa para mirar a los Juegos Olímpicos de otro modo. Para desnaturalizarlos. Porque, al igual que los chicos de menos de 15 años que han nacido con los celulares y con internet como parte de su vida cotidiana, y entonces les cuesta verlos como producto del trabajo humano, todos nosotros hemos nacido con los Juegos Olímpicos como un evento que se repite cada cuatro años, y no podemos concebir al universo sin una competencia que reúna a los mejores deportistas del planeta. Y, mucho menos, una vida sin deportes.
Sin embargo, ni los deportes ni los Juegos Olímpicos son naturales o consecuencia de la existencia de seres humanos. Los deportes son un artificio, una suma de ideas culturalmente aceptadas, una actividad que por repetida se volvió normal. Y si los deportes son ya un artificio, los Juegos Olímpicos son artificio de artificio: una especie de artificio al cuadrado cuya inmensa complejidad hoy nos resulta sencilla.
¿Cómo podemos demostrar que es así? Retrocediendo en el tiempo para comprender su evolución. No iremos hasta el origen de los deportes, por falta de espacio y porque puede resultar tedioso; pero pensemos que los deportes nacieron como pasatiempos, juegos en los que no eran necesarios reglamentos, árbitros ni resultados. La idea de unir esas actividades en un mismo lugar, de hacerlas públicas y difundirlas, fue de los griegos.
La mayoría de nuestras concepciones, de nuestras ideas acerca del mundo provienen de los griegos: la filosofía, la medicina, las matemáticas. También los Juegos Olímpicos. Fue en el año 776 antes de Cristo cuando se hizo la primera edición, en la ciudad de Olimpia.
La vida de los griegos de la Edad Antigua era muy distinta a la nuestra. No sólo porque no tenían celular ni internet, claro: estamos hablando de diferencias mucho más profundas. Los griegos se concebían como parte de una ciudad (las llamadas polis), y sin ella y sus habitantes no eran nada. De ahí que el peor castigo que podía sufrir un griego no era la muerte (donde lo esperaban los dioses olímpicos) sino el destierro, la expulsión de su ciudad. Y por eso, filósofos como Platón o Aristóteles jamás hubieran pedido derechos de autor sobre sus ideas o escritos: ellos, como todos los griegos, consideraban que un pensamiento compartido pasaba a ser de todos y para todos. Pero no nos desviemos tanto.
Allá por el 776 a.C., Grecia no era un país, sino una suma de ciudades con diferentes culturas, unidas por el idioma y un pasado común. Los Juegos Olímpicos fueron una de las formas planeadas y pensadas, uno de los artificios (¿Ven cómo llegamos al origen del asunto?) construidos para unir a esas culturas. El pacto que hacían las ciudades participantes (y que cumplían) era que, durante los Juegos, se frenaban las hostilidades. Se paraban las guerras.
Coroebus de Elis ganó la “carrera del estadio”, primera prueba de la historia de los Juegos, que no era demasiado distinta a una carrera de velocidad actual. Ante el éxito de esa primera edición (de la que, es cierto, no se conocen muchos detalles), decidieron repetirla cuatro años después.
Desnaturalicemos también la idea de organización que tenemos actualmente. No había mails, no había teléfono: al terminar una edición, los líderes políticos de las ciudades se comprometían a presentar a sus mejores atletas 1460 días después. A veces, algún mensajero intentaba entregar una carta que le recordaba esa cita, en la ciudad vecina. Si tenía mucha suerte, volvía sano y salvo.
Si nuestros Juegos Olímpicos modernos llevan 116 años de existencia y ya nos parecen eternos, los Juegos antiguos todavía llevan gran ventaja: duraron 1169 años. Sí: nos faltan unas 292 ediciones más para alcanzarlos; los Juegos modernos deberían durar hasta el año 3065. Lo repetimos: todo nació como un artificio para unir a las culturas griegas.
Los Juegos antiguos también tienen historias interesantes. Contemos algunas de ellas.
• En el 720 a.C., Orsippos perdió la ropa durante una carrera y siguió corriendo. Desde entonces, los atletas comenzaron a competir desnudos y descalzos.
• Un deporte muy parecido al boxeo, el pugilato, nació en el año 688 a.C., y Onomasto de Esmirna fue el primer ganador.
• En 490 a.C., Filípides corrió 42 kilómetros hasta la ciudad de Maratón para anunciar la victoria de su ejército, y murió exhausto tras cumplir su tarea. A partir de los siguientes Juegos, se celebraría la Maratón, una carrera de 42 kilómetros realizada en su honor.
• ¿Los griegos eran machistas? No tanto: en 396 a.C., Cynisca -de la ciudad de Esparta- ganó la carrera de caballos. Es la primera victoria de una mujer, registrada por la historia.
• A principios del siglo IV a.C., los Juegos Olímpicos alcanzan el auge de su popularidad. Los principales eventos superaron los 50 mil espectadores, a la altura de un Boca-River.
• En Londres acaban de inaugurar un majestuoso estadio olímpico, pero el primero de la historia se construyó en Atenas, durante el año 300 a.C., para darles lugar a los Juegos.
• El último campeón registrado de los Juegos antiguos es el pugilista Varastade, en 385 d. C.
• Y la última edición de Juegos Olímpicos de la Edad Antigua se realizó en el año 393. El emperador de Roma, Teodosio, los abolió por considerarlos paganos.
Pasaron 1503 años hasta que volvieron. Evidentemente se puede vivir sin ellos, aunque en 2012 resulte difícil imaginarnos cada año bisiesto sin nuestros queridos Juegos Olímpicos.
PUBLICADO EN EL GRÁFICO ESPECIAL JUEGOS OLÍMPICOS (JULIO DE 2012)
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